sábado, 28 de enero de 2012

Los constructores de catedrales

Catedral de Bourges
Asombra la actividad constructiva en Europa desde el siglo XII, que se acentúa respecto de los siglos precedentes como consecuencia del desarrollo urbano, el cese de las invasiones de normandos, húngaros y musulmanes, la vitalización de la actividad comercial y el desarrollo de la cultura. Más obispos, más señores, más burgueses y artesanos se sienten atraídos por saber esto y aquello: sobre la técnica, sobre las leyes y la teología. Se van conformando ejes económicos que tendrán su importancia: desde el sur de Inglaterra, pasando por la Picardía y Champaña para llegar al norte de Italia. También algunas ciudades del Mediterráneo empiezan a crecer, así como otras del Báltico. 

Catedral de Chartres
Las logias o agrupaciones de personas que se dedican a un oficio proliferan: maestros de obras, escultores, carpinteros, canteros, plomeros, transportistas... Muchas personas se implican en la construcción de la catedral, ya sea para remodelar la románica anterior o para construir una nueva, en estilo gótico, con sus vidrieras para permitir el paso de la luz, que tendrá su simbolismo (Dios es luz) superando la mentalidad un tanto esotérica de los siglos del románico, con los interiores oscuros de las iglesias, que invitaban al recongimiento. Las catedrales se construyeron, generalmente, sobre lugares de culto anteriores, como en las civilizaciones antiguas también los templos venían a construirse sobre antiguos santuarios.

A partir del siglo XII es el tiempo de la audacia: se pretende una verticalidad y una altura de los templos no conocida antes, al tiempo que se abren vanos en todos los muros, que se adelgazan en algunos casos; los arcos apuntados contribuyen a esa sensación de verticalidad, como los gabletes, los pináculos y los chapiteles. Todo ello es posible gracias a la bóveda de crucería y al arco botarel (o arbotante) que permiten soluciones técnicas antes no conocidas. En el interior tienden a desaparecer las labras de los capiteles, a una altura que no es posible ver con detalle; los esbeltos baquetones pasan de largo ante la horizontalidad de los triforios, que contribuyen a dar al muro una sensación de mayor ligereza. Las nervaduras de las bóvedas se multiplican en formas al principio sencillas, pero luego más caprichosas. En las portadas occidentales, y a veces en las del crucero, se abren hermosos rosetones, que dan ocasión a un virtuosismo desconocidos.

Catedral de Lincoln
Las vidrieras coloreadas tamizan la luz, que se expande por la nave central, símbolo del camino que han de recorrer los fieles para alcanzar la gloria, que es el presbiterio. También ses abren grandes ventanales muy peralatados en los ábsides. Un campesino que entrase en la catedral gótica de la ciudad cercana, viendo como se alzaban los pilares, la altura de las bóvedas, la magnificencia de las naves, pensaría que quizá aquello no era obra de los hombres, sino del mismo Dios. Sobrecogido, con el gorro entre las manos, insignificante y humilde, se arrodillaría para una oración. Había dejado atrás la portada en la que todavía el andamiaje permitía trabajar a los escultores y sus discípulos, entregados a un naturalismo religioso que antes era simbolismo y rigidez. En las catedrales de Italia, sobre todo, vería a los fresquistas, con los grandes temas de la vida de Jesús y de María, con escenas de milagros, con santos y otros personajes bíblicos y evangélicos, ángeles y seres incoprensibles.

Catedral de Albi
¿Quien costeaba todo aquello: los campesinos con sus impuestos, los atesanos con sus limosnas, los nobles con sus donativos piadosos, los obispos, que destinaban parte de las rentas de sus señoríos a la fábrica de la catedral; pero sobre todo la gran masa campesina, explotada y misérrima en ocasiones, que a duras penas se levantó contra tanta exacción. Al obispo llegaban los recursos de todas partes: de los pastores que habían sido visitados por el recaudador, de los agricultores que entregaban sus diezmos, de los burgueses que pagaban sus impuestos, de las autoridades, que destinaban parte de los recursos al embellecimiento de la ciudad, siendo la catedral el centro religioso y artístico de una amplia comarca. Esa catedral que a veces era obra de siglos por su enorme coste, por las crisis que podían sobrevenir, por la ambición en que fuese la más bella, la más alta y notable. 

La catedral de Bourges, obra de los siglos XII y XIII es una muestra del gótico temprano y pleno; la de Albi entre los siglos XIII y XV; la de Pisa se empezó en el siglo XI, pero fue objeto de contínuas modificaciones hasta el incendio que sufrió en el siglo XVI. Otro incendio sufrió la catedral románica de Chartres, empezándose entonces la catedral gótica (del siglo XIII) que conserva parte de su fábrica anterior, y una de sus torres quedó inacabada. La catedral de León fue iniciada en el siglo XIII, y la de Girona, del siglo XIV (la fábrica gótica) no se terminará hasta el XVI. Las catedrales góticas inglesas tienen sus particularidades, como las alemanas; el gótico italiano es muy singular, con muros decorados mediante pinturas al fresco. La catedral de Lincoln es obra de los siglos XI al XIV.

Abajo, interior de la catedral de Pisa, con los frescos y el triforio:


Abajo, las bóvedas de la catedral de León:


Abajo, la cabecera de la catedral de Girona:


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