viernes, 13 de enero de 2012

Viaje a Naxos

Naxos, en la isla de su nombre

Formando parte de las islas Cícladas, al sur del Egeo, se encuentra la isla de Naxos, de forma trapezoidal y ligeramente alargada de norte a sur. Un espinazo montañoso la recorre en esa misma dirección, dejando una pequeña llanura costera al Este y una llanura ancha, salpicada de pequeñas elevaciones, al oeste. Curiosamente muchos de sus núcleos de población se alinean en la dorsal montañosa, como es el caso de Keronida, Koronos, Moni, Chalki y Apirathos.

Para conocer la isla, nada mejor que empezar por su capital, Naxos, en la costa oeste, cuya fisonomía tiene gran parecido con la de Peñíscola, en España. Restos de un tempo dedicado a Apolo todavía se conservan, hasta el punto de que se han convertido en el logotipo de la ciudad. Pero la influencia bizantina y veneciana es evidente, siendo muestra de esta última una fortaleza. En dirección Este, en el centro de la isla, se encuentra Chalki, famosa por su olivos en la región Tragea. Una vez más la influencia bizantina ha dejado huella y se puede visitar un museo de dicha civilización. Algo más al sur está Filoti, que presenta un aspecto, a medida que nos acercamos, muy parecido a la Antequera malagueña, recostada la población sobre la falda del monte Za, máxima altura de la isla en torno a los mil metros.

 Luego seguimos hacia el norte en dirección a Koronida, donde sus habitantes han venido practicando una agricultura en terrazas ("socalcos" en Galicia) por el abrupto relieve. Algo más al norte, en la costa, se encuentra Apollonas, en cuyas afueras hay una gran estatua inacabada, o kouros recostado que representa al dios Apolo. Su arcaísmo es evidente y su altura, 10 metros.

El clima mediterréneo no nos ofrece paisajes boscosos, pero tampoco falta la vegetación, con muchos matorrales, espacios rocosos y olivos. El clima es cálido, con una gran estación seca que dura cuatro o cinco meses al año; en medio los pueblos, todos pequeños, apiñan su caserío; las calles estrechas y las ruinas abundantes. En torno a los núcleos se encuentran las encinas, que han sufrido una importante presión antrópica, pero también otras especies mediterráneas como la garriga, la maquia e incluso la estepa. Platas espinosas y olorosas, como la coscoja, el romero, el espliego y el tomillo tapizan el paisaje.

Gran kouros de Apolo en Apollonas




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