Una alegoría de la virtud de José Madrazo |
Consiste, pues, la verdadera felicidad en la virtud: ¿y qué te aconsejará ésta? Que no juzgues por bien o por malo lo que te sucediere sin virtud o sin culpa, y que después de esto seas inmóvil del bien para el mal, y que en todo lo posible imites a Dios. Y por esta pelea ¿que se te promete? Cosas gandes, iguales a las divinas: a nada serás forzado, de ninguna cosa tendrás necesidad; serás libre, seguro y sin ofensa; ninguna cosa intenetarás en vano; en ninguna hallarás estorbo; todo saldrá conforme a tus deseos; no te sucederá cosa adversa, y ninguna contra tu opinión o contra tu voluntad. ¿Pues qué diremos? ¿Es por ventura la virtud perfecta y divina suficiente para vivir dichosamente? ¿Pues por qué no lo ha de ser? Antes es superabundante, porque ninguna cosa le hace falta al que vive apartado de los deseos de ellas, porque ¿de qué puede necesitar alquel que lo juntó todo en sí? Mas con todo eso, el que camina a la virtud, aunque se haya adelantado mucho, necesita de algún halago de la fortuna, mientras lucha con las cosas humanas, y mientras se desata el lazo de la mortalidad. ¿Pues en qué está la diferencia? En que los unos están asidos, presos y amarrados, y el que se encaminó a lo superior, levantándose más alto, trae la cadena más larga; y aunque no está de todo punto libre, pasa plaza de libre.
El texto precedente puede parecer el de un cristiano, o el de un asceta de cualquier confesión, y al citarse a Dios como aquí se hace y prometerse al virtuoso la gloria eterna: ¿qué se te promete?... cosas... iguales a las divinas: a nada serás forzado, de ninguna cosa tendrás necesidad... parece que se nos está hablando de la gloria eterna. Pues el autor ni es cristiano, porque la doctrina de estos acababa de nacer, ni asceta alguno, pues estuvo rodeado siempre del favor oficial. El texto anterior forma parte de la obra de Séneca "De vita beata" o "Sobre la felicidad", escrita en el siglo I de nuestra era. Ya se ve que hay ideas casi universales, que podemos encontrar en civilizaciones remotas, en oriente y occidente, entre los paganos y entre los creyentes. Solo hace falta pensar, dedicar más tiempo ha conocer la naturaleza humana y menos a hacer el ganso.
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