Griegos y persas en un friso del tempo de Atenea Niké |
El recorrido de la flota y el ejército de tierra persas desde Focea y Sardes, en Anatolia (480 a. de C.) es verdaderamente extraordinario para la época. Mardonio mandó el ejército de tierra mientras que el propio rey Jerjes dirigió las operaciones de la flota. Mardonio, desde Sardes, siguió en dirección noroeste hasta Adramitio y Abidos, muy cerca del estrecho de los Dardanelos. Desde aquí, en territorio tracio bajo dominio persa, siguieron por Eno, Doriscos, Maronea, Abdera, y Evón (desde Abidos, el mismo que el ejército persa había seguido dieciocho años antes para la primera guerra médica). Luego la ruta siguió por Estagira y Terma, última ciudad en posesión persa, para entrar en el estado vasallo de Macedonia (Pella, Modona y Pidna) siguiendo por Larisa (ya en Tesalia), Feres, el desfiladero de las Termópilas (donde tendrá lugar la batalla del mismo nombre en 480), Delfos, Tebas (ciudad beocia que no participó en la guerra) y ya en 479 el enfrentamiento en Platea, al oeste de Atenas antes de atacar a esta ciudad.
Estrecho de Dardanelos |
La flota se dirigió desde Focea al borde la isla de Lesbos por el norte, el este de la de Imbros y el norte de la de Samotracia (islas frente a la costa noroeccidental de Anatolia). Siguió entre Taxos y la costa Tracia, muy cerca de Abdera, para pasar el canal de Jerjes, en el istmo de la península de Acté, rodear la de Sitonia y luego la de Palene. La flota se dirigió hacia la costa macedonia para girar luego en dirección sur hasta Castania (en Tesalia) y el cabo Artemisión, al norte de Eubea, donde tuvo lugar una batalla en 480. La flota siguió la costa este y sur de Eubea y Ática hasta la isla de Salamina, donde tuvo lugar otra batalla en el mismo año. Otra parte de la flota, desde el cabo Artemisión, pasó por el oeste de Eubea en dirección sur: Calcis y Eretria, muy cerca de donde se había producido la batalla de Maratón en 490. En el extremo sur de Ática las dos partes de la flota ya estaban juntas en dirección a Salamina, aunque disminuidas en sus efectivos debido los naufragios provocados por dos tormentas.
Sardes se encuentra en un ancho valle rodeado de montañas, y para alcanzar la costa hacia los Dardanelos el ejército de tierra tuvo que sortear obstáculos físicos, pues el terreno es irregular aunque no excesivamente montañoso. Especial dificultad debió tener el cruce de algunos ríos: el Bakir en Anatolia, pero sobre todo el Maritza en la actual Bulgaria (antigua Tracia). Luego el ejército siguió por el norte de la península de Calcidia, donde un valle acoge varios lagos, pues al norte y al sur el terreno es montañoso. La flota, por su parte, tuvo que salvar muchos afloramientos rocosos cercanos a la costa y a las islas; como he dicho sufrió dos tormentas, una frente al promontorio del monte Pelión, en Tesalia, y la otra, que arruinó buena parte de la flota, al este de la isla de Eubea.
Río Maritza, en la actual Bulgaria |
Las ciudades griegas que participaron en la segunda guerra médica, a la que se refieren las rutas seguidas por los persas en los párrafos anteriores, fueron todas las del Peloponeso menos las de Acaya y la Argólida; Ambracia, Anactorio y la isla de Leucas en la costa adriática; Megara, Atenas, Delfos; Eretria y Calcis (estas dos en Eubea) y las islas de Tinos, Miconos, Naxos, Melos, Sifnos, Serifos, Citnos y Ceos; todas ellas de las Cícladas.
La movilización de hombres fue extraordinaria, tanto por una parte como por la otra, así como de recursos, adivinos, funcionarios y víveres. Las extorsiones a los campesinos fueron contínuas, acomodándose los tiempos para el avance o las batallas a las cosechas en cada momento. En realidad, un imperialismo frente a otro: no creo que deba reducirse la interpretación de estas guerras a una lucha de los griegos por su libertad. Muchos griegos no la tenían, pues eran esclavos; otros vivían pobremente y otros, en fin, no tendrían inconveniente en someterse al poder persa (como así habian hecho algunas ciudades griegas). Las traiciones entre los griegos fueron contínuas a lo largo de su historia clásica; los recelos, constantes. Otra cosa es que las ciudades griegas que gozaban de prosperidad y de una influencia política notable no estarían dispuestas a perderla, y sobre todo sus clases dirigentes. No cabe duda de que las guerras médicas harían cobrar a los griegos conciencia de su unidad cultural -con matices- frente a un estado oriental que no les era del todo ajeno, pues algunos griegos vivian en Anatolia, visitaron Persia y otras regiones de los aqueménidas. La admiración que les debió de causar debió ser mucha, aunque las fuentes escritas abunden en hablar de bárbaros cuando se refieren a aquellos que no eran griegos, incluso así se califica a los macedonios.
Paisaje de Tesalia |
Isla de Salamina, al oeste de Ática |
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