viernes, 6 de enero de 2012

"Leyendas urbanas" en la antigüedad


Aunque el concepto de "leyenda urbana" es moderno, las leyendas urbanas han existido en épocas antiguas, como por ejemplo en la civilización romana. Leer a Plinio, Plutarco, Salustio, Séneca o Suetonio equivle a encontrarse con muchos ejemplos de leyendas urbanas: la encina vieja consagrada a Marte que, cada vez que determinada mujer daba a luz, producía un retoño, de forma que si el recién nacido era flaco y enfermizo el retoño también lo era, y al revés. 

En una ocasión, siendo edil alguien que luego sería emperador romano, como no mantuviese las calles limpias, le fue arrojado lodo que le cayó por dentro de la toga, y se dijo que ese barro había permancecido ahí como guardado para encabezar luego tiempos mejores. Cierta vez un buey pudo desuncirse del yugo y entró en un comedor donde estaban los comensales, huyendo estos despavoridos, pero cayó derrumbado ante el que sería emperador. 

En Acaya soñó Vespasiano que comenzaría para él una era de prosperidad el día en que extrajesen una muela a Nerón; y a la mañana siguiente, cuando entró en la habitación del emperador, el médico le mostró una muela que acababa de extraerle. Cuando en Judea consultó al oráculo del dios Carmelo, aquel le aseguró el éxito desde ese momento. Cuando Galba reunía los comicios para su segundo consulado, la estatua de Julio César se había vuelto por sí misma hacia Oriente. Otra leyenda es que antes de la batalla de Betriacum, dos águilas habían peleado en presencia de los dos ejércitos, y que habiendo vencido una de ellas, llegó otra de Oriente que ahuyentó a la vencedora. 

Dos hombres sencillos, ciego uno y cojo el otro, se presentaron juntos ante el tribunal del emperador suplicándole les curase; porque estando dormidos, les había asegurado Sérapis al uno que recobraría la vista si el emperador le escupía en los ojos, y al otro que se curaría de la cojera si el emperador le daba un puntapié. A instancias de sus consejeros el emperador se animó a dar cumplimiento a los ruegos y triunfó.

Estas y otras patrañas corrían de boca en boca por la ciudad de Roma y otras de Italia, configurando un aspecto más de una sociedad que daba crédito a lo que no veía y se negaba a creer, en ocasiones, la evidencia. Como nosotros hacemos hoy de vez en cuando.

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