viernes, 20 de enero de 2012

Palabras nunca escuchadas contra la aflicción

Gálata moribundo

Hermosísima es la carta que dirige Plinio, en cierta ocasión, a su amigo Calestrio Tirón. Le habla de la muerte de Corelio Rufo, que había sido procónsul en la Bética, "y ciertamente -dice- por su propia voluntad, hecho que exacerba mi aflicción". De sesenta y siete años, lo que para la época era ser anciano, el dolor por la enfermedad de gota, pudo más que la capacidad para soportarlo y Rufo decidió terminar su vida. Tenía "hija, esposa, nieto, hermanas y, entre tantos seres queridos, verdaderos amigos". Parece que Rufo padecía dicha enfermedad desde hacía más de treinta años, y "en tanto su edad fue lozana, la venció y dominó con ayuno y moderación", pero no ya cuando su edad fue avanzada. Relata Plinio: "Fui a verlo cuando estaba postrado en su casa de las afueras en tiempos de Domiciano. Los criados salieron de su habitación (tenía esta costumbre siempre que entraba un amigo muy íntimo); es más, también su esposa, aunque muy capaz de guardar cualquier confidencia, se iba. Miró alrededor y dijo: '¿Por qué crees que resisto estos dolores tan intensos durante tamto tiempo? Evidentemente para sobrevivir a ese ladrón al menos un solo día'".

El "ladrón" al que se refiere Rufo -o que Plinio pone en boca de su amigo- es el emperador Domiciano, que tuvo muchos enemigos entre sus contemporáneos y sobre todo entre el círculo de amigos de Plinio. Hoy se considera que no fue tan cruel, tirano y vil como se le acusó en su época, y más bien tuvo una obra que quizá contribuyó a empezar el esplendor de los tiempos que le siguieron. "Sin embargo -continúa Plinio- el hado favoreció su deseo; una vez conseguido, como ya iba a morir tranquilo y libre rompió las ataduras de la vida, numerosas pero secundarias... Me envió su esposa Híspula a nuestro común amigo C. Geminio con un mensaje muy patético: que Corelio había decidido morir y que no se conmovía ni con sus súplicas ni con las de su hija, que solo quedaba yo, como medio de hacerle volver a la vida. Me apresuré. Había llegado a los alrededores de su casa cuando me conunica Julio Ático de parte de la propia Híspula, que ni siquiera yo iba a conseguir ya nada...". 

Y ahora viene lo más sentido de unas palabras realmente afectuosas para con el amigo: "Reflexiono de qué amigo, de qué hombre estoy privado... me aflijo por su muerte, como si fuera la de un hombre joven y muy fuerte; me aflijo, también (aunque me consideres pusilánime) por mí. Pues he perdido al testigo de mi vida, a mi guía, a mi mentor. En resumen, te diré que dije a mi amigo Calvisio llevado por la inmediata aflicción: 'Temo vivir en el mayor abandono'. Así, pues, alíviame no con estas palabras: 'era anciano, estaba enfermo' (pues esto ya lo sé), sino con otras nuevas, pero intensas, que no haya escuchado nunca, que no haya leído nunca. Pues las que he escuchado, las que he leído acuden a mí espontáneamente, pero las doblega aflicción tan intensa".

En la ciudad de Como nació Plinio el Joven

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