sábado, 14 de enero de 2012

Guarrazar


La monarquía visigoda, que fue tan desastrosa como otras muchas de la alta edad media, fue capaz de cohesionar a una población hispano-romana con la población inmigrante (goda) y a la minoría sueva una vez esta había constituido su reino en el noroeste de la península Ibérica. Quizá grupos humanos que vivían apartados en los valles pirenaicos y cántabros, nunca obedecieron a los reyes, nobleza, obispos y leyes visigodas, lo que parece atestiguar la arqueología, la toponimia y la onomástica.

El pago de Guarrazar
El insistente rey guerrero Leovigildo pasa por ser el más importante desde el punto de vista de la consolidación territorial y monárquica, pero no fue el más importante desde el punto de vista legislativo, donde destacan Eurico, Chindasvinto y Recesvinto. Aquel reino era un hervidero de conspiraciones, aunque en unas épocas menos que en otras. Hubo, no obstante, una población que mantuvo la economía, unos artesanos que a duras penas seguían fabricando espadas, cascos, carros y ruedas, útiles de todo tipo; hubo ganaderos y agricultores, comerciantes que practicarían el trueque en muchos casos, pero que también utilizarían monedas de oro cuando se trataba de comprar o vender a las clases privilegiadas de aquella sociedad. Las pequeñas iglesitas godas, con sus arcos de herradura, con sus materiales reaprovechados, sobre todo fustes de columnas, con sus decoraciones alusivas al cultivo de la vid, con sus motivos geométricos, dicen que hubo una sensibilidad, como también para confeccionar, repujar, pulir y acabar aquellas joyas que se encontraron, accidentalmente, en el pago de Guarrazar, dentro del municipio de Guadamur, en el mismo centro de la provincia toledana y en las estribaciones de los Montes de Toledo.

Cruces, coronas, láminas y colgantes, cadenas, eslabones sueltos, fragmentos de otras joyas, trozos de esculturas, tumbas, una inscripción latina del año 693, las ruinas de un edificio, quizá un monasterio donde se escondió el tesoro, fueron encontrados en torno a 1860 por unos campesinos. No todas las piezas se encuentran depositadas en el mismo lugar: algunas en el Museo Arqueológico Nacioal, otras en el Museo de la Edad Media de París y otras dispersas; incluso una de las coronas, trozos de otra y una joya en forma de planta arbustiva fueron robadas y no se ha dado con ellas. 

Los ricos materiales (oro, gemas, pedrería, zafiros) hablan de propiedades de los reyes godos, puestas a buen recaudo en un lugar que pudo ser sagrado (un monasterio) cuidado por monjes que tanto habían hecho por cohesionar el reino. Hoy se habla de la corona votiva, la pieza quizá más emblemática, y acaso la más valiosa, aunque desde el punto de vista histórico todas lo son.







Paisaje de los Montes de Toledo



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