miércoles, 18 de enero de 2012

El viaje de Odiseo


Homero, o quien haya sido el compilador de las leyendas de una de las obras más hermosas de la antigüedad, habla de Odiseo como de un hombre verdaderamente excepcional. Siendo rey de Ítaca, isla al oeste de Grecia, se pasa nada menos que diez años luchando en Troya y, cuando intenta regresar a su tierra, otros diez años vagando por el Mediterráneo. 

El cíclope Polifemo
Odiseo está citado en fuentes más antiguas que la Ilíada y la Odisea, pero aquí nos interesa el viaje que hizo, según Homero, a comienzos del siglo XII antes de Cristo, una vez finalizada la guerra de Troya o tal vez algo antes de que finalizase la misma. Su nave, en la que iba acompañado de otros personajes, se desvía hacia el norte, desde Troya, arribando al país de los cicone, un pueblo de la costa tracia, donde Odiseo y los suyos se entregaron al saqueo, probablemente influídos por la costumbre de la guerra troyana (si es que tal existió). Luego, siempre en busca de Ítaca, se adentran en el Egeo y lo atraviesan por entre el Peloponeso y Creta, siguiendo en dirección oeste hasta llegar a la isla de los cíclopes, al este del actual Túnez, donde tuvieron que vérselas con unos gigantes que tenían un solo ojo. No cabe duda de que se habían alejado de Ítaca, pero el destino parecía querer jugar una mala pasada a Odiseo y sus acompañantes, por lo que emprendieron viaje a Sicilia, aunque arribaron a la isla de los eolos (al norte) donde experimentaron la influencia de varios vientos. De aquí a la costa toscana en Italia y luego a la costa oeste de Córcega. Parece que el autor del relato quisiera complicarle la vida a Odiseo, pues su vagar no hace más que alejarle y acercarle, pero más lo primero, de la isla de Ítaca. (Arriba, fresco de Anibal Carracci en el palacio Farnesio, donde el cíclope, enfurecido por los celos, lanza una gran piedra a Acis, pastor preferido por Galatea).

De Córcega la nave va a la Liguria para volver al oeste de Córcega y luego a unas islas al sur de Sicilia; pasando por el estrecho de Mesina, de nuevo aparecen los perdidos navegantes en una isla al este de Túnez donde permanecerán nada menos que siete años (necesario porque la geografía marítima se agotaba, a no ser que el autor optase por alejar aún más a Odiseo y sus amigos). De allí salen, sin rumbo no seguro, hacia el Épiro, deplazándose luego al sur, próximos a la costa, hasta llegar por fin a la isla de Ítaca. Gran epopeya de un viaje apasionante, llego de aventuras, de fantasías, de poesía, de riesgos, de miserias y excelencias, donde se puede ver mucho de la naturaleza humana.

Realidad geográfica y ficción poética se mezclan en el viaje de Odiseo y en toda la obra de Homero: cuando los pilios de la costa oeste del Peloponeso sacrificaban toros negros, cuando del viento Bóreas, procedente del norte y frío provocó una tempestad, cuando se relata la lejanía de Citera (próxima, sin embargo, a Ítaca) o las penalidades en el Ponto, cuando se describe la tierra de los lotógrafos, donde todo visitante pierde la memoria; se habla de Calipso, hija de un titán, como "engañosa" y de "lindas trenzas", y de Escila, antes ninfa, ahora monstruo,"que aúlla, que da miedo".

¿Es el viaje de Odiseo una metáfora de la vida, llena de sorpresas, desgracias, peligros, triunfos y alegrías? En todo caso el final es feliz, porque por fin se llega a la tierra amada, a una felicidad que Homero no nos asegura, como no estamos seguros nosotros tampoco que después de nuestra vida haya una eterna felicidad de la que se nos ha hablado.


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