martes, 10 de enero de 2012

El nuevo logógrafo


 Los logógrafos eran buenos prosistas, generalmente expertos en leyes o en lo que se le parecían, que en la antigua Grecia escribían discursos para otro. Este otro solía ser el acusador o el defensor en una causa, pero falto de ingenio, pedía a un logógrafo que le escribiese el discurso correspondiente. Algunos de estos fueron Antifonte, Demóstenes, Lisias, Isócrates o Hispérides.

Ahora se sienta en el banquillo un expresidente de Baleares (del Partido Popular para más señas) que pagó del erario público a un pretendido logógrafo para que publicase artículos laudarios a su persona y a su gestión pública en los periódicos. El pretendido logógrafo lo hizo encantado; cobraba bien por ello, pero incurría en una falacia y en un delito. Cobrar del erario público a sabiendas de que era ilícito. El presidente encausado, que además ha de responder por otros seis delitos de los que se le acusa, estaba contento. Cada mañana se levantaba a una hora prudente; tomaba su desayuno recién duchadito y se relamía no solo con la mermelada y las tostadas con el humente café, sino con las crónicas que el pretendido y bien pagado logógrafo había publicado. 

Luego entraría en su despacho ufano, henchido de placer, como un rico bien comido; y prepararía el cheque para que el interventor de turno lo justificase de la manera que mejor pudiese (digo yo). El logógrafo se vería con él en un casino elegante, como si tal cosa, haciéndose en encontradizo, para recibir el encargo de los próximos artículos que convenían.

El expresidente balear que se sienta en el banquillo dijo recientemente en un programa de televisión -lo que pude oir directamente- que ante los requerimietos de cierto miembro de la familia Real, no creía conveniente sacar a concurso este o aquel plan (fuese o no necesario para los isleños) sino que entregaba al aventajado consorte la cantidad convenida del erario público y allá pascuas. 

La democracia es lo que tiene: es un régimen tan generoso que permite gobiernen sinvergüenzas de esta calaña. Me atrevo a calificar así a uno y otro, pues ya han declarado ante los medios de comunicación (y yo lo he oído) su forma de actuar. Vergüenza tengo, y como no me puedo ir a Marte, seguiré escribiendo artículos; eso sí, sin cobrar, y menos del erario público y por encargo de nadie.

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