martes, 3 de enero de 2012

Solo un gran orador

 (El juramento de los Horacios, de David)

Me parece que Cicerón fue, ante todo, un gran orador, es decir, por lo que se le conoce en líneas generales. Pero si se ahonda en su vida personal y política lo cierto es que no tuvo brillo. Se formó durante la dictadura de Sila, luego se fue a Atenas y Asia, según nos informa Plutarco; aquí tuvo contacto con Jenocles de Altramicio, Dionisio de Magnesia y Menipo de Caria. Luego en Rodas, donde se relacionó con Apolonio Molon y el filósofo Posidonio. 

En el caso de la llamada conjuración de Catilina fue uno de los que propuso las penas más duras, lo que a la postre le costaría la vida (creo que podría haber muerto de la misma manera aunque no hubiese sido tan cruel) y creo que el caso de Catilina fue el comienzo de la decadencia de Cicerón, por mucho que se hayan elogiado, como piezas oratorias, sus "catilinarias". Además, cualquiera que se adentre en el caso catilinario verá que nuestro orador tuvo numerosas contradicciones, de las que se hicieron eco ya los historiadores romanos.

Todo este asunto de Catilina, que merece un estudio en profundicad sobre la historia social romana, está lleno de paradojas (por no utilizar otra expresión más severa). Craso fue confidente de Cicerón, pero al tiempo era amigo de Catilina. En otros casos se pone de manifiesto la maldad de Cicerón: como César decretara repartir tierras de la Campania a los soldados, el anciano Lucio Gelio exclamó que eso no sería viviendo él, a lo que Cicerón contestó: Esperemos, pues, porque el término que pide Gelio no puede ir largo. Un tal Publio Cota fue requerido por Cicerón para que prestase testimonio sobre un asunto, y como aquel le dijera que nada sabía, éste le contestó: ¿Crees acaso... que se te pregunta de leyes? En una disputa con Metelo Nepote le preguntó éste muchas veces: ¿Quien es tu padre, Cicerón? a lo que éste contestó: Esta respuesta te la ha hecho a tí más dificultosa tu madre. 

Más que irónico, Cicerón fue mordaz y sarcástico, lo que con el tiempo le hizo impopular. A Marco Aquilio, que tenia dos yernos desterrados, le llamaba Adrasto (rey de Argos que tuvo que exiliarse en Sición). Lucio Cota era censor cuando Cicerón optaba al consulado, de forma que, siendo aquel muy aficionado al vino, a Cicerón le entró sed y bebió agua mientras sus colaboradores le rodeaban para ocultarle, diciéndoles el orador: Teneis razón en temer... no sea que el censor se vuelva contra mí si ve que bebo agua. Encontrándose con Voconio, que iba acompañado de tres hijas muy feas, le aplicó el verso: Contrario tuvo a Febo éste al ser padre (Febo o Apolo, dios de la belleza). 

Cuando Clodio salió elegido Tribuno de la plebe la tomó con Cicerón -dice Plutarco- ayudando a muchos que habían sido, o podían ser, apoyos del orador. Temiendo éste lo peor, y siendo César destinado a la Galia, le pidió que lo llevase como legado, a lo que el futuro dictador accedió. Pero viendo Clodio que Cicerón iba a ponerse fuera de su jurisdicción, le demostró con muchas pruebas que le tenía en estima y quería auparlo cuanto pudiese. Cicerón llegó a creérselo y desistió de acompañar a César a la Galia. Entonces César, molesto (¿como menospreciar ser su legado?), acusó a Cicerón de haber sido el culpable de la muerte de Léntulo y Cetego sin juicio en el asunto de Catilina, lo que había sido ilegal. Acusado y reo Cicerón, "mudó el vestido, y dejando crecer el cabello, rodaba por la ciudad implorando la clemencia del pueblo, pero los instigados por Clodio le tiraban por la calle lodo y piedras. (Arriba, Cicerón acusando a Catilina, de Cesare Maccari).

Aún caído en desgracia, Cicerón tuvo seguidores; Clodio fue más tarde asesinado, y más tarde aún Cicerón sería condenado a muerte: Entonces, llevándose como lo tenía por costumbre, la mano izquierda a la barba, miró de hito en hito a los matadores, teniendo el cabello crecido y desgreñado, y muy demudado el semblante con la demasiada agitación y angustia, de manera que los más se cubrieron el rostro al ir Herenio a darle el golpe fatal; y se le dio habiendo alargado el mismo Cicereón el cuello desde la litera. Tenía entonces la edad de sesenta y cuatro años.

La historia de Roma no es tan gloriosa como se dice.

2 comentarios:

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