sábado, 30 de junio de 2012

Imperialismo vergonzante

Playa Girón

Si algún imperialismo es bueno -y estoy a la espera de que se demuestre- hay imperialismos que han demostrado la zafiedad más burda de sus mentores y ejecutores. Personalidades políticas tan distintas, y tan distintamente juzgadas por la posterioridad, como el presidente Eisenhower y el presidente Kennedy, protagonizaron el intento de derribar al gobierno cubano, establecido desde 1959, dirigido por Fidel Castro, y que en 1961 ya había llevado a cabo nacionalizaciones y medidas que afectaban a los intereses de empresas estadounidenses. Hasta entonces el régimen cubano no pasaba de ser un populismo más, pero desde entonces, sin mayor preparación, los líderes cubanos se inclinaron hacia el comunismo soviético, viendo que era la única alianza posible en un mundo dividido en bloques irreconciliables. 

Playa Girón está en la bahía de Cochinos, en la costa sur de Cuba, y allí llegaron los pretendidos invasores en abril de 1961 para ser derrotados por el ejército cubano en una de las muestras de mayor inutilidad, indignidad y ridiculez en que imperialismo alguno haya incurrido. La Central de Inteligencia (CIA) con el presidente Eisenhower había preparado la invasión, pero ésta sería llevada a cabo por cubanos opositores al régimen castrista: podemos imaginar que habría de todo, desde terratenientes, banqueros, adversarios ideológicos, incluso delincuentes y personas que creían actual bien, que se valieron de cubanos entrenados por Estados Unidos para invadir Cuba. Los elementos con los que contaron fueron camiones y otros vehículos, cañones, morteros y otro armamento transportado en varias embarcaciones, aviones, tanques y bombarderos. Si los preparativos comenzaron en 1960 el intento de invasión se produjo en abril de 1961, y duró unos pocos días. 

El presidente Kennedy no se pudo sustraer -o no quiso- a lo que su predecesor le había legado, y embarcó en la operación a los incautos cubanos, que morirían en el intento en un número superior a a cien; más de mil serían capturados y algunos de ellos condenados a muerte y ejecutados. Otros serían canjeados por alimentos y dinero con Estados Unidos. Pero el hermano del presidente, Robert Kennedy, intentó una nueva invasión valiéndose del dictador nicaragüense Anastasio Somoza (ambos morirían asesinados). La operación resultó otro fracaso, porque los invasores confundieron un barco español con otro cubano y lo bombardearon. Error tras error, invasión fallida tras invasión fallida, que solo se entiende en el clima de "guerra fría" que vivía el mundo; pero las intervenciones de Estados Unidos en América latina se remontan al siglo XIX, mucho antes de la "guerra fría": es una constante de la política exterior estadounidense en el continente. Es una constante de las clases más pudientes con respecto a los países de América latina, de la que se creían dueñas.

El caso de Playa Girón es un ejemplo de imperialimo vergonzante, porque se utiliza a descontentos cubanos para enviarlos a la muerte, independientemente de la naturaleza del régimen instaurado en Cuba desde hacía poco. Es una muestra de la miseria moral que personas obligadas a respetar el derecho, han preferido el delito. Nunca la justicia internacional les condenó, como tampoco condenará los crímenes de Castro y sus adláteres. Buenos ejemplos -creo yo- para aprender de la historia.

viernes, 29 de junio de 2012

La historiografía "revisionista"

Sobre la guerra civil española de 1936 han existido y existen varias interpretaciones: los hechos son los que son, pero historiar no consiste solo en investigarlos, sino en hacer valoraciones para las que el historiador no se puede sustraer de su ideología, aunque pretenda -como debe hacerlo- mantener la distancia debida sobre los protagonistas. 

Hay una historiografía llamada benévolamente, a mi juicio, "revisionista", que viene haciendo una historia verdaderamente peculiar, con más intención política que otra cosa, forzando hasta el límite, incluso sobrepasándolo, la racionalidad, y en algunos casos con una clara intención provocadora (aunque en esto me puedo equivocar) y en hacer negocios editoriales. Algunos de estos historiadores son Martín Rubio, en cierto modo Stanley Payne, Ricardo de la Cierva, Cárcel Ortí, Burnett Bolloten, Jon Juaristi y algunos otros que no nombro por pudor (el filósofo Gustavo Bueno parece haber encontrado un camino adaptado a su extravagancia, sin perjuicio de su calidad intelectual). Podemos añadir a Alonso de los Ríos. 

Tienden a calificar estos historiadores y pensadores a la Constitución de 1931 de "sectaria", por no haber sido consensuada con las fuerzas conservadoras, lo que es en parte cierto, pero olvidan que el resultado de la votación final fue 368 síes de un total de 470 diputados. Por otra parte la comparan con la canovista de 1876, como si ésta no fuese más sectaria todavía, pues dejaba fuera del régimen a varios partidos políticos. Otro aspecto en el que insisten es el de la quema de conventos e iglesias, sin contrapesar que esta muestra de anticlericalismo (a todas luces negativa y criminal) venía dándose durante el siglo XIX como respuesta de grupos de individuos a los privilegios de la Iglesia católica. Acusan a la II República de anular la libertad religiosa, cuando lo cierto es que ésta no estuvo garantizada en España más que en dos ocasiones hasta aquella fecha: en 1869 y en 1931. Fue la Iglesia católica, como demuestran miles de documentos, la que se negó a la libertad religiosa, incluso después de la guerra civil, hasta que el Concilio Vaticano II hizo cambiar las cosas. 

Acusan estos historiadores a la II República española -y en ello encuentran una de las causas de la guerra civil- de cerrar muchos colegios religiosos, lo que es cierto, pero también que el régimen abrió miles de plazas escolares para alumnos que no podían ir a los colegios religiosos, entre otras cosas porque solo estaban en las ciudades o eran de pago. Los sucesivos estados de excepción que se proclamaron durante la II República, y que estos historiadores constatan, están en consonancia con el clima de desorden público en que se vivió, desorden en el que participaron casi todos: anarquistas, socialistas, falangistas, cedistas, carlistas, militares (no olvidemos el caso de Sanjurjo) y la a todas luces insurreccional e ilegal "revolución de Asturias" de 1934. En éste sentido hacen responsable al Presidente de la República, Alcalá-Zamora, de muchas decisiones, cuando lo cierto es que tenía sus poderes limitados por la Constitución y no era precisamente un furibundo izquierdista, sino un ex-monárquico, católico y propietario andaluz que, valga la ocasión, tuvo un comportamiento dignísimo en todo el proceso. 

Confundir religión con catolicismo es otra de las constantes de estos historiadores, al tiempo que suelen pasar por alto las acciones violentas de los fascistas o explicarlas en el marco de crispación y polarización en que vivió el país. En ningún caso consideran que la ayuda de Hitler y de Mussolini al general Franco fue determinante para el triunfo de los nacionalistas en la guerra, y ni se les ocurre considerar que la entrada de ejércitos extranjeros en España, para ayudar a los sublevados, puede ser considerada una invasión en toda regla: algo que casa muy mal con el nacionalismo enarbolado por los militares sublevados.

Lo de "salvar a la patria" se confunde, a propósito, con la defensa de intereses materiales o de clase, pero esto es comprensible, pues dichos historiadores niegan la existencia de la lucha de clases en la historia, y así es difícil converger con otras corrientes historiográficas. También manifiestan que el régimen de la Restauración pudo haber evolucionado en un sentido democratizante si se le hubiese dejado, de forma que así no hubiese sido necesaria una II República tan perniciosamente vista por ellos, pero lo cierto es que quien acabó con aquel régimen fue un general en connivencia con el rey. ¿Podría esperarse de una dictadura que caminase hacia la democracia? Lo cierto es que la República se encontró con un vacío de poder que no hizo sino ocupar pacíficamente. 

Juzgan muy negativamente las ocupaciones de tierra por parte de campesinos hambrientos, pero no van a las causas de ello: antes, enormes cantidades de tierra habían sido ocupadas mediante usurpaciones, engaños y los resortes del poder politico por terratenientes y la Iglesia. La historia vendría, pues, a funcionar como un péndulo, y los campesinos quisieron recuperar lo que consideraban era suyo. Sabido es que la reforma agraria fracasó porque se frenó durante los años 1934 y 1935 y por las dificultades inherentes a ponerla en práctica, además de por los trámites burocráticos propios de toda acción legal. 

Consideran el anticlericalismo como algo negativo, cuando en realidad no es ni negativo ni positivo; como tampoco lo es ser clerical. Uno y otro son manifestaciones de la libertad de la persona, resultado de procesos históricos y, lo que sí tiene una clara negatividad es la violencia que se asocia al anticlericalismo y al clericalismo, que de las dos hubo. El colmo es ya cuando algunos de aquellos historiadores tildan a la II República de régimen totalitario; sabido es que fue un régimen pluralista, democrático, débil tanto por factores internos como externos y que no supo garantizar el orden público, pero tampoco el régimen de la Restauración, sobre todo desde 1909. Otra aberración es la que se lee en algunos de aquellos historiadores cuando dicen que los elementos izquierdistas de la República estaban liderados por Stalin: sabida es la posición de anarquistas, socialistas, republicanos de izquierdas ante el modelo soviético, aunque sí existió una facción del Partido Socialista que se radicalizó a patir de 1934 en un sentido muy negativo para la supervivencia de la República pero, sin justificar esto por mi parte, también tiene explicación del por que. 

Pretender que la guerra la provocaron los masones, los anarquistas, los que atentaron contra las grandes propiedades agrarias, los insurgentes de 1934, es no solo poco serio, sino una clara burla a los lectores: la guerra, como todo el mundo sabe, la provocaron quienes se levantaron en armas contra la II República, quienes estaban detrás con sus finanzas, quienes jalearon en las calles a los golpistas y quienes vinieron desde fuera para ensayar sus armas con vistas a una guerra mundial próxima. ¿Que inconveniente hay en reconocer la evidencia? 

Que Ortega, Pérez de Ayala, Marañón o Maura se desengañasen de la República no les llevó a apoyar a la CEDA, infiltrada de elementos fascistizantes, ni a los sublevados. Una cosa es ser crítico con la situación (la República fue un régimen con muchos déficits y sus dirigentes cometieron muchos errores) y otra querer atraer a su "causa" a personajes que han cumplido un papel histórico que no avala las tesis de los "revisionistas". 

Cuando hablan del terror practicado por izquierdistas no suelen hablar del "terror blanco" practicado por falangistas, carlistas, militares, cedistas, católicos... Es una historiografía que puede jugar el papel de contraste, pero creo que nunca será creíble, porque se extrema, su método es el uso masivo de una documentación abundantísima con una sucesión de acontecimientos, pero carece de ahondar en las causas de los fenómenos, que no se producen aleatoriamente, sino porque hay problemas seculares irresueltos.

jueves, 28 de junio de 2012

Estar con el diablo y criticarlo

Una de las organizaciones humanas que mejor se ha acomodado a cada circunstancia histórica ha sido la Iglesia católica. Seguramente hay otras confesiones religiosas que tambien lo han hecho, pero aquí me refiero a la Iglesia como institución, no como comunidad de fieles. Me refiero a las jerarquías, que en cada momento han buscado la manera de acomodarse ante un régimen hostil, no del todo complaciente, o bien otros que se han apoyado en la Iglesia, la han colmado de privilegios, etc. 

"No debe extrañar... que la Iglesia en su conjunto -escribe A. de Sousa Franco-, desde la jerarquía, clero y religiosos al laicado y a lo que se puede llamar la opinión católica, se mire complaciente en el Estado Nuevo [portugués]. No se puede hablar de completa identificación, pues, al contrario de lo que con ferecuencia se dice, incluso entre los obispos más receptivos a la práctica y a la doctrina del Estado Nuevo, no son raras las afirmaciones relativas al necesario ejercicio de ciertos derechos fundamentales, tomando muchas veces como objeto de crítica experiencias externas (en concreto la del fascismo italiano y aún más la del nacionalsocialismo alemán), bien como la denuncia de graves situaciones de injusticia social y miseria material y moral". Es decir, la Iglesia portuguesa, como la de otros países, estaba con el diablo pero le criticaba. 

La crítica no llegaba nunca a colmar la paciencia de los gobernantes, porque de ser así podrían ocurrir, al menos, dos cosas: que la Iglesia pasase a la oposición claramente, con los efectos negativos que ello tendría para mantener sus priviletios, o que el régimen político modificase su política, renunciase a los abusos, a la represión, a la persecución de los disidentes, diese un giro a la política social repartiendo la rentanacional de forma justa. Pero la Iglesia ha preferido mantenerse en terreno intermedio: critica los aspectos más antisociales de un régimen, para así ganarse a "su" opinión pública, pero no se enfrenta al régimen abiertamente porque correría el riesgo de ser perseguida, como lo fue en la Unión Soviética y, en parte, en la Alemania nazi. Dicho sea de paso, en estos dos regímenes la Iglesia no fue perseguida por la acentuación de sus críticas, sino por la naturaleza atea o displicente de los gobernantes y sus respectivas ideologías ante el hecho religioso. Obviamente hay excepciones, sobre todo en la Alemania nazi, que no son significativas de una Iglesia acomodaticia. 

En la España de Franco, en la Italia de Mussolini y en otras dictaduras, la Iglesia sobrevivió -a veces, justo es decirlo, con muchas dificultades, pero en otras gozando de privilegios notabilísimos- y no solo, sino que se enseñoreó, impuso su moral, mantuvo y acrecentó su patrimonio, gozó del Estado en la medida en que éste sufragaba al clero; todos los ciudadanos, católicos y no católicos contribuían a una organización, la Iglesia, que a no ser que se demuestre lo contrario, no tiene nada de divina, sino que es puramente humana.

Nueva investigación sobre los castros del noroeste

Castro de San Cibrán de Las en el noroeste de Ourense
"Antigua y Medieval" informa sobre una obra que hace reflexionar sobre nuestra prehistoria más tardía y protohistoria. Una singularidad de los castros del noroeste hispano es, según Xurxo Ayán, que no existen otras arquitecturas que no sean las construidas por sus habitantes indígenas. El autor de la investigación que aquí se comenta se centra en la Edad del Hierro, contabilizando entre 7.000 y 8.000 asentamientos solo en la actual Galicia, aunque no todos existieron al mismo tiempo. Ayán sostiene que la casa era un elemento identitario importante, sugiriendo que los castros guardaban un urbanismo interno que no se aprecia a simple vista porque no se corresponde con la lógica del urbanismo romano posterior. La máxima antigüedad de los castros hay que situarla -siempre según el autor citado- en los siglos X-IX antes de Cristo, por lo tanto antes de la introducción de la metalurgia del hierro en el noroeste. Una aportación importante es que la forma rectangular de algunas edificaciones corresponde a los indígenas y no son importación romana; en todo caso se comprueba que la la planta de las casas obedece a formas muy variadas, dominando las circulares sobre todo en el oeste, más o menos irregulares. 

Otra aportación imporante es la diversidad en la economía de los castros, pues mientras en algunos predominaría la agricultura, en otros las labores artesanales ocuparon un papel importante, en otros el aprovechamiento de los recursos marinos, aludiendo en esto al castro de A Lanzada, cuya datación está entre los siglos IV-III antes de Cristo. El libro, en formato electrónico, se puede adquirir en www.redelibros.com. 

miércoles, 27 de junio de 2012

Resistir es vencer

Esta fue la consigna que mantuvo durante todo su mandato el Presidente Negrín, entre 1937 y 1939. Fueron los peores años de la guerra, porque desde septiembre del primero había caído el norte industrial en manos de los subledados y en el siguiente el avance por Aragón hacia Cataluña y el Mediterráneo fue casi incontenible. La valiente consigna de Negrín no se cumplió y España sufrió la mayor dictadura de su historia.

El profesor Enrique Moradiellos ha reivindicado la obra de Negrín al frente del Gobierno republicano español durante aquellos años. Tuvo que aceptar a los comunistas en la dirección del Estado, porque de ellos dependía la ayuda soviética a la República, tuvo que sufrir los desplantes de los países democráticos occidentales, particularmente de Gran Bretaña y Francia, que nunca se decidieron a colaborar con la República ni siquiera en alimentos. Tuvo que soportar la división en el Partido Socialista, sobre todo desde el cese de Prieto en la cartera de Defensa, que la dirigía sin esperanza en el triunfo. El realismo de Prieto era admirable, pero no se puede ser ministro de Defensa y estar convencido de la derrota. 

El año 1938 fue tan terrible para la República española que asombra la decisión de un hombre en mantenerse al frente de la misma, aún sabiendo las pocas posibilidades que había de que se llegase a un acuerdo de paz, ya que no a la victoria. Incluso sabiendo lo que los comunistas soviéticos habían hecho en mayo de 1937 con el dirigente comunista Andreu Nin, Negrín creyó que antes era el interés general de los españoles y no los escrúpulos sobre éste o aquel acontecimiento, por grave que fuese. Cuando Azaña le nombró presidente del Gobierno -escribió- lo hizo por su determinación y tenacidad en no rendirse, habiéndosele anunciado por Negrín que la guerra duraría "¡otro año!" (faltaban en realidad dos...). 

A Negrín se debe la reorganización del cuerpo militar de Carabineros, la decisión de enviar el oro despositado en el Banco de España para pagar el armamento soviético (documentos que entregó al gobierno de Franco una vez acabada la guerra para que quedase constancia de que nadie se había aprovechado del tesoro nacional). Francia y Gran Bretaña -dice Moradiellos- hicieron lo mismo (con otro destinatario) durante la primera guerra mundial. Negrín tuvo que decidir el aplastamiento de la rebeldía anarquista en Barcelona y sufrir el aislamiento internacional; alquien que era conocido en los foros exteriores y que llegó a presidir una sesión de la Sociedad de Naciones.

Una de las máximas preocupaciones de Negrín fue atender a las necesidades básicas de la población, que se desnutría y perdía la esperanza en una salida honrosa. Otra fue conseguir una paz donde no hubiese represalias ni fusilamientos, para lo que consiguió del gobierno de México (¡honor a Lázaro Cárdenas!) que miles de españoles, significados más o menos como republicanos de todos los signos, fuesen acogidos en aquel país. Más tarde conseguiría que 400.000 españoles fuesen acogidos en Francia como exiliados políticos. Llegó a negociar en Suíza, aprovechando un viaje a la Sociedad de Naciones, con una autoridad media de la Alemania nazi para que éste país mediase ante Franco una salida honrosa para los republicanos tras la guerra: no tuvo éxito, pero este sacrificio es claro indicio de la lucha que Negrín mantuvo para salvar vidas.

Aún en el exilio siguió manteniendo la legitimidad de la República en su persona, asistiendo a sesiones de Cortes en varios países (hasta 1945). Pidió denodadamente que la España de Franco se beneficiase del Plan Marshall, lo que no fue entendido por otros dirigentes, incluso socialistas, que consideraban había que ahogar al régimen. Bien sabía Negrín que antes estaban la población hambrienta y las necesidades de la patria. Trató de unir a los republicanos en el exilio sin conseguirlo, hasta el extremo de que algún diplomático británico se hizo eco de ello. La guerra había destrozado a España, a la República como régimen político, y había desunido a los que debían estar unidos en la desgracia. Aún hoy no se da esa unidad.

martes, 26 de junio de 2012

Palabras de un hombre justo

Eran las 9 horas y 10 minutos del día 11 de septiembre de 1973 en Chile. Los mandos del ejército habían dado orden a la tropa para que se levantase contra la legalidad constituida. Después de varios intentos, el Presidente electo, Salvador Allende Gossen, se dirige por última vez a su pueblo por las ondas de Radio Magallanes:

Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.
Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

(He tomado las anteriores palabras de ciudadseva.com/textos/otros/ultimodi.htm, a quien agradezco las haya puesto para todos).

El movimiento obrero polaco

Trabajadores de los astilleros de Gdansk
A las ciudades de Poznan, Varsovia, Szczecin, Gdynia, Sopot, Gdansk, Plock, Katowice y otras les cabe el honor de haber protagonizado, por medio de sus trabajadores, una lucha inteligente, tenaz, verdaderamente ejemplar, para denunciar la tiranía del Partido Comunista Polaco, conseguir mejoras para los obreros y, en definitiva, contribuir al establecimiento de un régimen democrático en Polonia.

La formación de los consejos obreros desde 1956, al margen de la legalidad, fue un primer paso al calor de las revueltas que la población había protagonizado en Hungría por aquellos años. Todo comenzó en Poznam, donde se exigió la legalidad de sindicatos independientes. Una marcha sobre Varsovia fue reprimida por el ejército. Primero el Secretario Gomulka y luego Gierek, con sus respectivos dirigentes, no hicieron más que obedecer a Moscú, mantener su estatus privilegiado, someter al país y no reconocer que un pueblo no está dispuesto eternamente a la tiranía. Aquellos dirigentes tenían mucho de burócratas, poca formación y una gran dosis de ambición política, entendida esta en el peor sentido de la palabra. 

De todas formas el Partido Comunista tuvo que aceptar la creación una Conferencia de Autogestión, por la que trabajadores ajenos al partido constituyeron con funcionarios de éste un órgano que pronto se reveló inoperante, pues no se le condeció el poder necesario para democratizar las decisiones en el seno de las empresas. La situación estalla de nuevo en Gdansk, Sopot y Gdynia, resultando muertos varios trabajadores; pero las protestas se extienden a Szczecin, donde se organiza un Comité Interempresarial de Huelga: se trata de coordinar lo que se estaba haciendo aisladamente en unas ciudades y otras. El Partido Comunista hace oídos sordos a las reivindicaciones obreras: aumento de salarios, derechos sindicales... todavía no reclamaciones políticas que pusieran en cuestión al régimen. La masacre de Gdynia ha quedado como muestra de crueldad y de ceguera de unas autoridades ante reclamaciones elementales.

Más huelgas y la reclamación de que se canalice legalmente la existencia de sindicatos libres. Ahora cobran una importancia extraordinaria los trabajadores de Szczecin, donde se presenta el propio Gierek (secretario del partido) prometiendo aumentos de sueldo a partir de créditos llegados de la Europa occidental. Puede parecer paradógico, pero fue idea de los sindicatos alemanes occidentales, que quisieron de esta manera incidir en las acciones que los trabajadores polacos estaban llevando a cabo. Cuando llegue la crisis del petróleo, en los años setenta, dichos créditos occidentales cesarán, pero Polonia habrá quedado -como Estado- endeudada por muchos años. El partido no era capaz de gestionar un país al mismo tiempo que intentaba dar "respuestas" al movimiento obrero. 

La represión de 1976, ante nuevas movilizaciones de los trabajadores, es un hito en la historia reciente de Polonia, con una novedad: los trabajadores renuncian a las acciones violentas en las calles, que en todo caso habían sido minoritarias, y se encierran en las empresas. En todo el proceso habían tenido importancia los intelectuales, interesados en minar las bases del régimen comunista, pero no todos los obreros polacos estuvieron de acuerdo con esta colaboración. La intervención de la Iglesia, verdadero catalizador del nacionalismo polaco, también hizo su aparición. Una Iglesia que no había sido tan perseguida como en otros países con régimen comunista, se encuentra con fuerza para contribuir también a la erosión del régimen, sobre todo cuando sea elegido papa Karol Woktyla. Aquella represión se llevó a cabo sin juicios, muchos trabajadores perdieron sus puestos de trabajo, otros fueron vigilados por la policía; la atmósfera se hizo irrespirable. 

El año 1976 marca también una inflexión en el movimiento obrero polaco, pues desde éste momento se critica ya al sistema, se cuestiona al régimen como principal obstáculo para el logro de los derechos más elementales. Una de las denuncias más frecuentes es contra los privilegios de los funcionarios del partido, sobre todo los más altos, prueba de que todo régimen antidemocrático lleva inexorablemente a la corrupción. Los trabajadores de Katowice, en Silesia, contribuyeron decisivamente a partir de éste momento, y de hecho comenzaron a organizarse sindicatos libres al margen de la ley: aquí destacan el matrimonio Gwiazda, Lech Walesa y Anna Walentynovicz. Se acepta ya abiertamente a los intelectuales y la colaboración de la Iglesia, que va a ser una nota característica cuando se cree Solidaridad.

La Carta de los Derechos de los Trabajadores se redacta en Szczecin y se da ocasión a las huelgas de 1980, en cuyo caldo de cultivo tendrá su origen Solidaridad. La organización colectiva de todo el conglomerado de sindicatos libres que el partido comunista polaco no pudo contener, da ocasión al Comité Interempresarial de Huelga, que luego derivará hacia una organización que trascienda de los momentos de huelga para tener carácter permanente. La formación de Solidaridad, no obstante, es el resultado no solo de todo el movimiento relatado sintéticamente hasta aquí, sino de las peculiares características de la situación polada: Solidaridad se declara antiestatal y antipolítico, como ha señalado Mercedes Herrero, pues el Estado -sigo en esto a la citada autora- se considera como opresor, sobre todo porque ha estado supeditado a poderes exteriores, primero a Prusia, Austria y Rusia, luego a los zares y ahora a la Unión Soviética. La política se identifica con el Partido Comunista, de lo que se pretende huir. Hay un aspecto muy peligroso en Solidaridad y es que se concibe el movimiento con un carácter nacional, no de clase, como si toda la nación tuviese los mismos intereses, lo que se comprende en una sociedad "sin clases", al menos en teoría, y la acción colectiva se concibe corporativamente, con ciertos parecidos a los sindicatos en las dictaduras no comunistas, con la diferencia de que Solidaridad no dependía del Estado. 

Otras características son consecuencia de la Iglesia católica, pero en todo caso Solidaridad protagoniza ya la dirección de las huelgas de 1988, en vísperas de la caída del imperio comunista. Es el momento en que el régimen no tiene más remedio que negociar, Solidaridad se presta a ello, colabora con la transición, es legalizada y sufre sus primeras disensiones: una generación nueva de sindicalistas, muy jóvenes, demuestran un activismo extraordinario, están en contra de la colaboración con los comunistas, desnortan pasajeramente a los viejos luchadores, ahora en Solidaridad la mayoría de ellos. Que tras unas elecciones donde el triunfo de la oposición en clarísimo, llegue a ocupar la presidencia del Gobierno el católico e intelectual de Solidaridad Tadeusz Mazowiecki, tuvo sus costes.

lunes, 25 de junio de 2012

El "garrote" del norte

Un tren atraviesa una plantación guatemalteca

Nueve años antes de que los guerrilleros castristas entrasen en La Habana y se hiciesen con el poder en Cuba, Guatemala había tenido una experiencia democrática al frente de la cual estuvo Jacobo Arbenz. Había participado en un golpe de estado contra la dictadura de Jorge Ubico, aunque éste ya habia sido sustituido por Federico Ponce en 1944. No se trató de una simple operación militar, sino que en ella participaron elementos civiles y populares. 

El hecho de que Arbenz intentase modernizar Guatemala (que había empezado dicho proceso en 1944), con medidas fiscales que gravaban las rentas más altas, con medidas legislativas que repartían la tierra entre los campesinos, con una democratización sin precedentes en la historia de Guatelama, le ganó la enemiga de Estados Unidos (en plena "guerra fría"), de la United Fruit Company y de la Iglesia católica, que veía en la merma de sus privilegios y en la liberación de la mujer la mano de ideólogos socialistas, comunistas y anticlericales. Por su parte, los políticos estadounidenses que más insistieron en luchar contra las reformas de Arbenz estaban directamente relacionados con los intereses de la multinacional frutera, que controlaba amplias extensiones de plantaciones guatemaltecas. Los terratenientes, poseedores de tierras cultivadas y sin cultivar, no aceptaron que un gobierno elegido pudiese arrebatarles (mediante indemnización) las tierras que hasta entonces habían sido suyas.

A mediados del siglo XX había empezado a germinar un sentimiento antiimperialista en el mundo (India se había emancipado en 1948, la Conferencia de Bandung tuvo lugar en 1955...) pero América era otra cosa, era terreno exclusivo, desde hacía más de un siglo, de los Estados Unidos. De ahí que el presidente Eisenhower no tuviese inconveniente en autorizar la invasión de Guatemala, preparada por la CIA, en el año 1954. ¿Como aceptar que un país mesoamericano tuviese una Constitución democrática, elecciones libres -con el peligro de que fuesen elegidos gobernantes indeseables- derechos sindicales, reparto de la riqueza y, en definitiva, posibles infiltraciones de ideas socialistas y comunistas? 

La invasión se produjo por el sudeste, aprovechando el descontento campesino en uno de los centros de religiosidad más acendrada de América, Esquipulas; campesinos que fueron facilmente manipulados por las autoridades religiosas y por las personas influyentes para sumarse a la protesta contra el gobierno de Arbenz. Con base en éste descontento quedaba "legitimada" la intervención estadounidense, que en realidad defendía intereses estratégicos pero sobre todo económicos de unos cuantos miembros de su gobierno y de las empresas norteamericanas en Guatemala. 

No es el único caso a partir de entonces (antes de la segunda guerra mundial ya Estados Unidos había intervenido "manu mimilitari" en América latina) por lo que no es extraño que cuando los guerrilleros castristas tomen La Habana en 1959 se apresuren a solicitar ayuda económica de Estados Unidos (viaje oficial de Castro), pero negándosela, llegaron a acuerdos con la Unión Soviética, tensando al máximo las relaciones internacionales entre las dos superpotencias. 

Estados Unidos colocó al frente de Guatemala a un militar, Castillo Armas, que ya había intentado acabar muy pronto con la obra de la década (1944-1954), aunque sin éxito, por lo que había sido apartado del puesto que oucpaba en el régimen democrático. Desde entonces los intereses de los terratenientes, de la Iglesia y de las multinacionales quedaron salvaguardados; Estados Unidos explicó al mundo que el peligro comunista había sido conjurado en América y hasta la próxima. Por su parte los colaboradores internos nombraron al Cristo Negro de Esquipulas "comandante" de su acción.


Gibraltar y Franco

Al ya demostrado interés de Franco por entrar en la guerra mundial al lado de Alemania, siempre que se cumpliesen sus aspiraciones expansionistas en el norte de África a costa de Francia, se une ahora una interesante investigación de Manuel Ros Agudo sobre los "Preparativos secretos de Franco para atacar Gibraltar (1939-1941)".

Solo la brabuconería de un militar acostumbrado a luchar en África contra desarrpados rifeños y la falta de escrúpulos ante el sufrimiento del pueblo español durante y tras la guerra civil de 1936, explican el intento. El ataque debía ser por sorpresa y fue pergeñado por Franco antes de que los nazis se plantearan una acción de control del estrecho de Gibraltar. Según la investigación que aquí comentamos, Franco empezó a tener interés sobre Gibraltar en 1935, cuando era Jefe del Estado Mayor Central del Ejército. En agosto de 1939 dio orden de que se realizase un informe para saber donde se habría de situar la artillería española para el ataque. Los bombardeos sobre los lugares estratégicos de la posesión británica harían el esto. Cuando un año después se estaba gestando el ataque hispano-alemán a Gribraltar, Franco escribió a Hitler: 

Por nuestra parte, hemos estado preparando la operación en secreto durante largo tiempo, ya que la zona donde va a tener lugar carece de una red apropiada de comunicaciones. Respecto a las especiales características de la Roca, los puntos de resistencia pueden aguantar incluso los ataques más intensos desde el aire, por lo que deberán ser destruídos mediante certero fuego de artillería. La extraordinaria importancia de la empresa justificaría, a mi entender, una poderosa concentración de recursos.

Franco preparó un ejército de 150 divisiones bloqueando con submarinos los puertos franceses del norte de África. Como Portugal tenía acuerdos de colaboración con Gran Bretaña desde antiguo, estaría obligada a prestar apoyo a su aliada, por lo que Franco decidió "mantener el bloqueo absoluto de la costa de Portugal". Todo esto, un año antes de la entrevista de Franco con Hitler en Hendaya. 
Había que cerrar el Estrecho, y entre agosto de 1939 y febrero de 1940 se elaboraron cuatro extensos informes que, tras su aprobación, permitieron dar comienzo a unas obras de fortificación y artillado, realizadas a ritmo muy intenso y finalizadas en diciembre de 1941. Se trataba de conseguir la "absoluta destrucción de todos sus edificios y puntos vitales que convertírán al Peñón en eso mismo, en una peña que no podrá albergar, ni reparar, ni aprovisionar barco alguno...". En paralelo comenzaron las negociaciones de Beigbeder y luego Serrano Súñer sobre la entrada de España en la guerra mundial. Como tras el encuentro de Hendaya, Hitler dio largas a Franco sobre sus pretensiones en África, pues el Mediterráneo no formaba parte de la estrategia alemana (sí italiana) todo quedó en agua de borrajas, con lo que nuestro dictador ni entró en la guerra (pero no porque no quisiera, sino porque no se le hizo caso) ni consiguió la ayuda que requería para el ataque y apropiación de Gibraltar. 

Todos los nacionalismos españoles de los últimos siglos se han sentido tentados a la reivindicación de Gibaltar, y es lógico, pero otra cosa muy distinta es pretenderlo por la fuerza, y menos cuando el país está exhausto tras una guerra interior. Pocos españoles habrá que no deseen la reintegración de Gibraltar a la soberanía nacional, pero muchos sabrán comprender que ello es muy difícil si no cuenta con la anuencia de la población gibraltareña, que después de varios siglos, no se siente española, sino gibraltareña o británica. Algo parecido a lo que sucede con la población española en Ceuta y Melilla, que es mayorítaría y que desea seguir bajo soberanía española. (1).

Lo dicho no agota las posibilidades de ulteriores acuerdos sobre Gibraltar entre España y el Reino Unido, pero el intento del general Franco muestra hasta que punto la estupidez humana es ilimitada en ocasiones. 
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(1) La investigación citada de Ros Agudo se basa en documentos desclasificados en los últimos años. 

jueves, 21 de junio de 2012

Complejo conflicto cristero


En el México de los años veinte del siglo XX tuvo lugar un conflicto violentísimo y que se cobró varios cientos de miles de vidas por el desencuentro de un Gobierno y la Constitución mexicana de 1917 con parte de la población, esencialmente rural, que veia un ataque a sus costumbres religiosas, la aplicación de una serie de leyes que venían a restar derechos y privilegios que la Iglesia había tenido en el país desde el siglo XVI. 

La "guerra cristera", se le llamó, se desarrolló entre 1926 y 1929, si bien los enfrentamientos habían comenzado antes y se prolongaron durante los años treinta. Que la Constitución mexicana negase la personalidad jurídica a la Iglesia católica solo se entiende (no se justifica) en la pugna entre la Iglesia y el Estado mexicano de la época; es decir, deben tenerse en cuenta las condiciones en las que ésta Iglesia se desenvolvió antes de 1910 y el ambiente revolucionario, por lo menos, hasta 1917. De la no personalidad jurídica de la Iglesia se derivaba que no pudiese tener bienes inmuebles, lo que es lógico si no fuese por lo absurdo de la premisa anterior. Ahora bien, la enorme cantidad de bienes que la Iglesia había acumulado durante la época de la colonia, y que acrecentó durante el siglo XIX, explica la decisión de los legisladores: se intentó acabar con una situación de privilegio por un procedimiento poco racional. 

Otra de las normas aprobadas fue la prohibición del culto fuera de los templos, rompiéndose con una tradición de procesiones y manifestaciones populares que los campesinos, sobre todo, no estuvieron dispuestos a aceptar. Curiosamente la Iglesia jerárquica no aceptó los actos de violencia que se desataron y que llevaron a la formación de un ejército "cristero", pues los obispos siempre han sido partidarios de un primer intento de acercamiento a los regímenes imperantes hasta que no fuese posible dicho remedio. Mientras que sacerdotes rurales participaron en las partidas guerrilleras, las autoridades eclesiásticas mantuvieron contactos con el Gobierno mexicano para encontrar una solución que no se dará hasta mucho más tarde. 

Otro abuso de la legislación mexicana fue obligar a estar casado para poder ser sacerdote, lo que a todas luces contraviene el más elemental derecho individual; más común fue, sin embargo, la prohibición de comunidades religiosas en el país, lo que se compadece con la tradición ilustrada, que tuvo su amplia presencia en América, y la oposición liberal a todo lo que no fuese productivo. También se prohibió a los sacerdotes extranjeros ejercer su ministerio en México. La respuesta de la Iglesia de base fue tan contundente que causó serios apuros a la economía nacional: no pagar impuestos, no consumir determinados productos, la misma acción guerrillera que afectó a buena parte del centro de México, pero también a otros territorios. Todo un campo para la psicología social se abrió con la guerra cristera, pues el radical anticlericalismo del Gobierno chocó con una población católica atada a tradiciones, a veces irrracionales, y que tenían poco que ver con lo religioso, pero que estaban muy arraigadas. 

Cuando a partir de 1929 el Estado renuncie a la aplicación de las leyes más claramente anticlericales, la Iglesia aceptará un pacto de convivencia, aunque muchos sectores populares no lo acataron, prueba de que no se reconocía la autoridad de los obispos para según que cosas. La Iglesia tuvo que renunciar a privilegios que había tenido hasta la Constitución de 1917, y el Estado hizo una serie de reformas en el sistema educativo que levantó la ira de la población rural en algunas regiones, hasta el extremo de que un magisterio obligado -y hasta entusiasta- por dichas reformas, fue objeto de ataques violentos por parte de los cristeros: cortar las orejas a los maestros fieles a la ley fue la norma, demostrándose que una cosa es la concepción religiosa externa y otra la doctrina originaria de la misma. Los actos de violencia nunca estuvieron legitimados, y sin embargo los campesinos los llevaron a cabo contra la autoridad no solo de los gobernadores civiles, sino de las autoridades religiosas. 

Durante las presidencias de Calles, Portes Gil y Cárdenas los conflictos socio-religiosos fueron intensos, pero la jerarquía católica supo sobrevivir en aquel clima que, con la modernización de México, moderó el anticlericalismo revolucionario y postrrevolucionario que, como se ve, tuvo lugar en un país acendradamente católico.




martes, 19 de junio de 2012

Los violentos durante la II República española

Voluntarios del requeté
Como normalmente se ha atribuido la violencia durante la II República española a los anarquistas y falangistas, convendrá reflexionar sobre lo cierto de esto y si hubo otros grupos que la practicaron o ideologías que la predicaban. 

Que en el siglo XIX los carlistas practicaron la violencia es evidente, pues protagonizaron, junto con el ejército español, tres guerras civiles. Luego se dividirían entre los seguidores de Cabrera, los de Pidal, los integristas y los mellistas (1). La violencia política no nace con la II República española, sino que viene de atrás, por lo menos de 1909 con la "semana trágica", por no remontarnos al siglo XIX, pero ya en 1900 los carlistas intentaron una insurrección sin éxito. Los carlistas se inspiraron, para su violencia en el siglo XX, en las "Juventudes Realistas" y en las "Ligas Patrióticas" de Francia, así como en los "Camelots du Roi" de la "Acción Francesa". 

Uno de los principales activistas e ideólogos del carlismo fue Manuel Fal Conde, que mantuvo una intensa relación epistolar con el cardenal Segura, utilizándolo éste para sus fines pero sin comprometerse con aquel nunca. Cuando a los carlistas no les cupo "echarse al monte" (lo que hicieron durante el siglo XIX y durante la guerra civil de 1936) se organizaron paramilitarmente. Dice González Calleja que sus locales eran cuarteles vigilados por un retén. En ellos se instruía a los militantes y se daban clases de esgrima, se guardaban armas y municiones; se realizaban ejercicios de tiro y se cultivaban los mitos, más o menos irracionales. En abril de 1934 (cuando gobernaba la derecha en España) se estableció el "Frente Nacional de Boinas Rojas", que buscó ayuda e inspiración en la Italia fascita. Los desfiles y alardes militaristas eran contínuos. 

También la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) participó de un cierto "agrado" por la violencia, sobre todo a partir de su sección juvenil: la "Juventud de Acción Popular". Los propagandistas católicos ya eran importantes en 1924, durante la dictadura de Primo, y en una fecha tan temprana como el 18 de octubre de 1931, cuando a la República no le había dado tiempo sino a nacer, el periódico católico y cedista "El Debate" hizo un llamamiento a los católicos para "defenderse a sí mismos y al mismo tiempo defender, por todos los medios y con todos los recursos, la amenazada existencia de España". Ya se consideraba amenazada la existencia de España y apenas se había tomado medida alguna, además de que se animaba a usar "todos los medios y con todos los recursos", sin matices, por lo que cabe entender que también los violentos, como luego se verá. 

Acción Nacional fue el partido que aglutinaría a otros en la CEDA. Se inspiró para ello en la "Unión Católica" belga, mientras que en el otro extremo, la Federación de Juventudes Socialistas hizo un llamamiento en 1932 a la creación de milicias (congreso de 15 de febrero). A principios de 1933 se crea la CEDA, entre cuyos miembros habrá cierta simpatía por el nazismo y el fascismo italiano, si bien no de su estatismo y violencia extrema. Pero una cosa es esto y otra algunas expresiones que vienen a confirmar el clima de violencia que vivió la II República española, incubado décadas atrás: Gil Robles llegó a decir "la violencia para rechazar la legítima defensa, que no solo admito y proclamo, sino que he sido el primero en practicar" (2). 

Hubo viajes de cedistas a Alemania, Italia y Bélgica y Gil Robles asistió al congreso nazi de Nuremberg en septiembre de 1933. Es sabido que con el tiempo muchos cedistas abrazaron el fascismo de Falange, que engrosaron la reacción contra el gobierno republicano (recuérdese que el Gobierno formado en 1936 era exclusivamente republicano, sin socialistas ni comunistas). Si a esto unimos el pistolerismo de la Falange, también de las JONS, la violencia anarquista y la pracicada esporádicamente por socialistas y comunistas (éstos más bien en la retaguardia durante la guerra civil) y la proclividad de algunos monárquicos alfonsinos a apoyar la violencia si ello restauraba la monarquía tradicional y los privilegios de las clases pudientes (si es que alguna vez dejaron de tenerlos), tenemos un cuadro muy negativo sobre el ambiente en que se desarrolló la II República española. 

¿Podríamos pedirle más a aquellos gobernantes que estaban rodeados de violencia -larvada o manifiesta- por todos lados? ¿Se actuó con timidez ante la quema de conventos, costumbre que venía del anticlericalismo español en el siglo XIX? ¿Se actuó con permisividad cuando desfilaban por las calles de las ciudades y los pueblos, con sus correajes y armas, carlistas, jóvenes socialsitas y otros? ¿Pudieron los gobernantes republicanos ejercer la violencia del Estado más contundentemente en los casos de enfrentamientos entre bandos? Ya sabemos cómo explotó la derecha los casos de Arnedo, Castilblanco y Casas Viejas, por citar tres ejemplos; ya sabemos cómo se asesinó al teniente de la Guardia de Asalto José Castillo, unos días antes de que fuese asesinado el parlamentario derechista José Calvo Sotelo. Ya sabemos como se reprimió la "revolución de Asturias" (a todas luces ilegal) en octubre de 1934... y el clima de violencia estaba a flor de piel, era ciego. En este sentido las clases dominantes -y dirigentes- de la Restauración no fueron capaces -no quisieron- crear una conciencia democrática en España, entre otras cosas, para que esto fuese así, sería necesario extender la cultura, y España era, aún en 1936, un campo yermo donde poco se había hecho en materia de educación y de instrucción cívicas, como no fuese entre los hijos de las clases pudientes, muchos de los cuales engrosaron luego el reaccionarismo más impío.

El clero también atizó la violencia: son muchos los monjes y sacerdotes que participaron en partidas guerrilleras durante el siglo XIX, y cuando durante la República los obispos tocan a rebato, muchos clérigos lanzaron soflamas desde los púlpitos, unos en favor de estos y otros -los vascos- en favor de aquellos. No creo -como ha escrito Gil Robles- que no fuese posible la paz. En aquel clima de enormes diferencias sociales, de grandes libertades conquistadas, hubo mucha imprudencia, crímenes imperdonables en el caso de algunos dirigentes, pero sí hubiera sido posible la paz si "la musa del escarmiento" hubiese dictado la lección a tiempo, como en 1940 escribiría Manuel Azaña. El escarmiento no había colmado España entonces, por lo que parece. 

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(1) Es intresante la obra de Eduardo González Calleja "Aproximaciónn a las subculturas violentas de las derechas antirrepublicanas españolas (1931-1936)".
(2) José María Gil Robles, "La Gaceta Regional", Salamanca, 8 de septiembre de 1933.

domingo, 17 de junio de 2012

Descubrimientos en el Pacífico



Como es sabido, la llegada a América a finales del siglo XV no constituyó descubrimiento alguno, sino una gesta extraordinaria propia de la experiencia de algunos navegantes como Colón y otros castellanos y portugueses. Solo años más tarde, cuando Vasco Núñez de Balboa (1513) descubra el océano Pacífico, llamado así por el predominio de sus calmas en relación con el Atlántico, se confirmaría que América no era sino una gran masa continental de la cual no se tenía noticia en Europa hasta 1492, aunque en esta fecha se la identificase con las costas orientales de Asia.

Una vez que la ruta de occidente había sido experimentada con éxito en varios viajes,
 quedaba por descubrir el paso que permitiese atravesar el Pacífico para llegar, en efecto, 
a Asia: el objetivo eran las especias y otras riquezas que no existían en Europa, y
 que los portugueses alcanzaban desde 1498 habiendo fundado Goa en la India. La 
vieja “ruta de la seda”, que atravesaba Asia y que la comunicó con Europa hasta el
 siglo XV, había sido interrumpida con la caída de Bizancio en manos de los turcos 
otomanos (1453).

El viaje que dirigió el portugués Magallanes al servicio de la monarquía española 
(1519-22), llegó a descubrir el paso, en el extremo meridional de América, que llevaría
luego el nombre de estrecho de Magallanes. En realidad, otra gesta digna de 
admiración, pues logró regresar a la península Ibérica dando la vuelta al globo. No 
obstante, la mayor parte de las expediciones que se realizarían en los siglos XVI y 
XVII por el Pacífico partirían de puertos americanos que asomaban a dicho océano, 
pues la ruta de Magallanes resultaba antieconómica: véase en el mapa que los 
puertos de El Callao y Acapulco (en los dos virreinatos hispanos) fueron lugares de 
partida y llegada en múltiples expediciones.

Para valorar en su justa medida la importancia técnica y científica de estas 
exploraciones ha de tenerse en cuenta que el Pacífico tiene una superficie de casi 180 
millones de km2, es decir, unas 356 veces España. Se trata de un océano ecuatorial, 
pues de los 360º del globo, 150º pasan por el Pacífico (lo cual explica en cierto
 modo la persistencia de las calmas ecuatoriales, que hacen más difícil la navegación a 
vela). Las corrientes marinas solo tienen importancia en el Pacífico septentrional (Kuro 
Shivo, en dirección Este) y en el Pacífico sur la corriente de Humboldt, pero poco 
eficaz para atravesar el océano, pues su dirección es Sur-Norte bordeando las costas de 
Chile, lo que sin duda aprovechó Magallanes antes de alcanzar la latitud favorable para
 navegar hacia el Oeste, latitud que luego seguirían Quirós, Mendaña y otros en los 
viajes de ida.

El mapa nos muestra el viaje de Saavedra de 1527, que intentó averiguar la ruta de 
Magallanes y llegó a las Molucas (especias), Mindanao (luego formando parte de 
Filipinas) y Nueva Guinea. También es importante el viaje de Mendaña, que en 
1567 pasó a Perú donde obtuvo el mando de una expedición cuya misión era buscar 
la “Terra Australis”, un continente meridional del que se tenían vagas noticias o 
simplemente suposiciones. En su viaje de 1567-68 llegó a Santa Isabel, a las islas 
Salomón y al oeste de Nueva Guinea. En 1595 realizó otra expedición en la que 
descubrió el archipiélago de las Marquesas, donde murió.

Quirós fue un portugués al servicio de España (moriría en Nueva España en 1615).
 Hombre místico, creyó en la existencia de la “Terra Australis”, donde quizá fuese
 posible emprender la evangelización de sus pobladores sin los vicios que ya 
se habían cometido en América: persistió durante un tiempo la idea del “buen 
salvaje”, el indígena que con una prístina inocencia podría servir de instrumento
 para la creación de una “ciudad de Dios” en la Tierra. El papa Clemente VIII influyó
 en Felipe III de España para que le concediera una escuadra con la que partió de El
 Callao en 1605 y llegó a la isla del Espíritu Santo (Nuevas Hébridas).

Torres fue también un navegante portugués al servicio de España (murió en 1613) que,
 junto con Quirós, embarcó en San Pedro para intentar encontrar el continenteaustral 
(1605)  y llegaron a las Nuevas Hébridas en 1606. Separados por una tormenta,Quirós 
regresó a Nueva España, mientras Torres descubría el estrecho entre Nueva Guinea y 
Australia (Cook, en el siglo XVIII, le puso el nombre de estrecho de Torres).

El mapa ofrece otros datos de interés, como la ruta elegida por Urdaneta para 
regresar desde Filipinas a Acapulco aprovechando la fuerte corriente de Kuro
 Shivo. Debe también resaltarse –aunque no lo cite el mapa- el viaje de Legazpi: en 
1571 fundó Manila, ocupó Filipinas (poniéndole a estas islas el nombre que 
llevan en reconocimiento al rey Felipe II) y estableció una ruta continua desde Acapul-
co que regresaba aprovechando la corriente de Kuro-Shivo.

Imperialismo en El Chaco


El mapa refleja los límites entre Bolivia y Paraguay sobre los que solo hubo acuerdo en 2009 con el arbitraje argentino. Desde la independencia hasta la década de los veinte del siglo XX el Gran Chaco habia permanecido sin explorar en la mayor parte de sus 850.000 km2 (téngase en cuenta que España tiene 505.000 Km2 en números redondos). Hoy nadie duda de la intervención de dos grandes empresas petroleras en la instigación mayor o menor de la guerra del Chaco por intereses puramente económicos e imperialistas. 

Después de la imposibilidad de que Bolivia tuviese una salida al Pacífico, que se truncó por la negativa de Perú y Chile, el acceo al Atlántico podría realizarse si Bolivia obtenía la soberanía sobre una porción del Chaco, que le permitiría enviar sus mercancías por el río Paraná. Ante la oposición de Argentina a la construcción de un oleoducto, la opción que le quedó a Bolivia era el acceso al río Paraguay. Los gobiernos de Bolivia y Paraguay mandaron a sus soldados a luchar en una guerra que tenía, no obstante, otros intereses muy ajenos a los de ambos pueblos. La norteamericana Standard Oil (hoy Exxon) fundada en 1870, con el apoyo de las autoridades bolivianas y brasileñas, se interesó por la solución del conflicto en favor de Bolvia, mientras que la Royal Dutch Shell, de capital inglés y holandés (fundada en 1907), apoyó las pretensiones paraguayas y argentinas. 

Los gobiernos paraguayos de Eusebio Ayala y Rafael Franco, así como los bolivianos de Daniel Salamanca, José C. Tejada, Germán Busch y J. Daniel Toro no fueron más que instrumentos de intereses muy poderosos ajenos a los de los bolivianos y paraguayos. La mayor parte del Chaco es de soberanía argentina, siguiéndole Paraguay, Bolivia y Brasil, pero la contienda enfrentó a los ejércitos boliviano y paraguayo, en una contienda muy cruel y cruenta que se llevó la vida de miles de personas, militares y civiles, mientras los dos nacionalismos -alimentados sobre todo por los militares- estaban ciegos sobre los intereses petroleros de aquellas empresas.

Es interesantísimo el libro de Julio José Chiavenato titulado "La guerra del petróleo", porque no otra cosa fue, mientras los pueblos actuaron como agentes ciegos de un destino que ellos no marcaron. Y no lo hicieron porque las oligarquías nacionales de Paraguay y Bolivia estuvieron más atentas a un patrioterismo caudillista que al esfuerzo para buscar una solución negociada al conflicto. No eran tiempos para remilgos: los fascismos estaban en alza en Europa ¿por que no extenderlos a América? Las tentaciones totalitarias se impusieron, los militares gobernaron de facto -como en otras muchas ocasiones en América- y los grandes accionistas de Standard Oil y Shell, expectantes, alimentaban a éste o aquel bando en espera del botín. 

El Gran Chaco era una región bastante inhóspita, pero muy variada en cuanto a su vegetación y pasiaje. Zonas lacustres, vegetación tropical, desierto... Pero bajo el suelo se encontraba el petróleo objeto de disputa. No fue pues, la guerra entre 1932 y 1935 un conflicto por el control de un vasto territorio tan solo; fue una guerra por intereses en los que no estaban -entonces- los pueblos sometidos al hambre, a la dictadura y, eventualmente, a la muerte.

La victoria de Paraguay en la guerra se vive en el país como una reafirmación de su nacionalidad, mientras que en Bolivia se pone el acento en la valentía de sus soldados. ¿Puede hablarse de guerra civil? Simón Bolívar sí lo habría hecho, pero lo cierto es que, contrariamente a las colonias atlánticas de Gran Bretaña y Portugal, que agrandaron su territorio a partir de sus respectivas independencias, las colonias españolas de América se divieron en múltiples estados rivales entre sí. La gran extensión meridiana de las colonias españolas, donde los pueblos no se conocían entre sí, los particularismos de las oligarquías locales, que fueron las que fijaron fronteras en función de sus intereses, hizo que hoy hablemos de Bolivia, Paraguay, Perú, Colombia..., en vez de unos Estados Unidos de América Latina, objetivo que, si se planteó alguna vez, no pasó del papel de algún idealista, incapaz de imponerse a una realidad terca y distante. Al fin y al cabo ¿hubiese sido posible un gran estado desde Tierra del Fuego hasta Nuevo México?

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sábado, 16 de junio de 2012

Domitila Chungara


Hace unos meses falleció en Cochabamba (Bolivia) una de las mujeres más admirables, de las muchas que ha habido, en el movimiento obrero y feminista mundial. Había nacido en el seno de una familia humildísima (su padre era minero) en 1937, pocos años después de que miles de bolivianos se desangraran en la guerra del Chaco. Las antiguas minas de Potosí, que los españoles habían explotado a una altura de 4.000 metros, en un páramo insufrible, donde las penalidades no tienen medida, siglos más tarde seguiría la lucha de mujeres y hombres de los Andes bolivianos por su dignidad y derechos. 

Domitila se quedó huérfana cuando era niña, y con su madre enferma cuidó de sus hermanos al tiempo que trabajaba. El relieve pelado, los tonos cobrizos de la tierra, el ferrocarril minero, la atmósfera siempre azul y brillante, son parte del ambiente en que creció, trabajó, sufrió, luchó Domitila Chungara. Los dictadorzuelos Barrientos y Bánzer saben bien de ella; que su lucha fue pacífica, que fue una dirigente precoz y que sufrió la represión tras la masacre de San Juan. Era el mes de junio del año 1967 cuando un cuerpo de ejército, llegado de incógnito a la región, rodeó a los mineros mientras festejaban la noche. Cuando acababa se abalanzaron sobre las mujeres, los niños, los jóvenes y hombres de las minas Catavi y Siglo XX. Una represión brutal y gratuita, si no fuera porque se cobró considerable número de muertos y heridos. 

Apresada Domitila fue torturada; decidida a una huelga de hambre como protesta, fue seguida por cientos, luego miles de personas, que contribuyeron a la caída del dictador, si bien la administración norteamericana, al frente de la cual acababa de empezar su único mandato Jinmy Carter, también inlfuyó exigiendo democratización en América latina y respeto a los derechos humanos. Poco duró la esperanza, porque en 1971 comenzaría -tras el breve mandato de Torres- otra dictadura ridícula pero atroz, la de Hugo Bánzer, siniestro personaje que supo adaptarse más tarde a la democracia boliviana.

Domitila honra el género humano; honra a la mujer trabajadora. Su libro "Si me permiten hablar..." es -si no lo fuese su vida- un ejemplo de compromiso con los débiles, con los pobres y con las clases populares.

viernes, 15 de junio de 2012

El campo de concentración de Gando

Lazareto de Gando

La práctica de concentrar presos por el hecho de oponerse a las ideas políticas de quien gobierna ha estado relativamente extendida. Generalmente se conocen bien los campos de concentración nazis, que ocuparon buena parte del centro de Europa (e incluso de la periferia) pero también el general Franco ordenó se establecieran para escarmiento de republicanos, demócratas, disidentes de su régimen, opositores al mismo, socialistas, comunistas, anarquistas y demás especie que él así consideraba. 

En Las Palmas de Gran Canaria, si se viaja hacia el sur por la costa este, pasando Telde, se está ya muy cerca de una pequeña península al oeste de la cual se encuentra una bahía: península y bahía de Gando. A principios de 1937, cuando Canarias estaba firmemente en manos de los militares sublevados un año antes, las autoridades franquistas trasladaron a un lazareto existente en Gando a más de 1.000 presos. Cuando se cerró el campo en 1940 el número había oscilado entre los 700 y los 1.300 presos. Muchos fueron trasladados a otros campos.

El paisaje es tipicamente canario, antes de llegar a las sequedades del sur en la isla, la vegetación no es muy abundante pero como es lógico tropical. La costa es caprichosa, como las decisiones de los mandamases franquistas, con rocas que se levantan y retuercen, salpicadas continuamente por el oleaje. Al sur de la península, dejando al oeste la bahía, se encontraba el lazareto donde pasaron penalidades más de mil españoles por el solo hecho de oponerse a una sublevación militar y defender sus ideas políticas. Incluso hubo presos que no se habían significado -como en otras muchas ocasiones- ni por una cosa ni por la otra, simplemente por despertar la mínima sospecha preventiva. 

Aquellos hombres sufrieron, en gran número, una epidemia de tifus, sin que los cuidados fuesen esmerados para que la superasen. Lo que importaba entonces era seguir matando en la península del norte, desde la bahía de Cádiz hasta el Cantábrico. En Gando se pusieron en práctica las instrucciones dadas por el general Mola a sus colegas golpistas: "Se tendrá en cuenta que la acción debe ser en extremo violenta para reducir lo más rapidamente posible al enemigo... Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no adeptos al movimiento; aplicándoseles castigos ejemplares a éstos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía..." (1). 

Se cumplió bien la instrucción: las islas fueron sometidas a un férreo control y en la península otro tanto; la muerte se enseñoreó de España, pero el general Mola no vería el traslado de los presos a Gando, porque moriría antes. Si hubiese vivido ¿habría sentido alguna satisfacción al comprobar que sus órdenes se cumplían al milímetro?
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(1) Instrucción reservada número 1 (base 5ª) de 25 de abril de 1936. Enviada por el general Mola a los conspiradores que él dirigía. Véase http://www.revistacanarii.com/canarii/4/el-campo-de-concentracion-de-gando.


martes, 12 de junio de 2012

Anarquistas y Tribunales de Urgencias


La Constitución española de 1931 estableció, en su artículo 105, los Tribunales de Urgencias. Sabían los constituyentes que los problemas de orden público, que ya se habían empezado a manifestar, eran continuación de aquellos que provenían del siglo XIX (susbistencias, consumos, anticlericalismo) así como los que empezaron a darse a partir de 1909, continuaron con la gran huelga general de 1917, luego con el pistolerismo (de la patronal y de algunos sindicalistas) con el paréntesis parcial de la dictadura primorriversita y vuelta a empezar. 

La ideología que más ha contribuído a extender la idea de que la violencia es un arma legítima ante la situación de pobreza, desamparo y explotación, ha sido el anarquismo. Si bien ha habido varias corrientes anarquistas, lo cierto es que la España agraria, pobre y con la mayor parte de la población desatendida de los poderes públicos, fue un caldo de cultivo excelente para que prendiesen las ideas de violencia como expresión del descontento y como vía para solucionar los problemas a corto plazo.

Durante la II República española, y todavía en el primer bienio, se aprobó una Ley de Orden Público (1933) que pretendía dar solución a los graves problemas que planteaban asaltantes, sindicalistas, patronos y otros agentes del mundo económico y del trabajo. Dicha ley daba cierta discrecionalidad para actuar con los acusados, lo que habla de la excepcionalidad en la que vivió la II República española desde principio a fin. Eliseo Moreno (1) ha estudiado los conflictos en el campo aragonés durante el segundo bienio republicano, cuando se endurecieron las acciones contra los trabajadores sindicados, sobre todo anarquistas, de acuerdo con el ideario político del Partido Radical (ya venido al conservadurismo) y su apoyo parlamentario, la CEDA, verdadera amalgama de propietarios, católicos, fascistas y tradicionalistas que solo aceptaron el régimen republicano "accidentalmente".

 En otras partes de España, como es lógico, también actuaron los Tribunales de Urgencias y también hubo desórdenes, delitos, actos de sobrevivencia, que van desde la quema de domicilios (de patronos), pasando por robos, acciones muchas veces individuales, persecución de maestros, comprometidos muchos de ellos con la extensión de las ideas progresistas, de las que se derivaban a veces interpretaciones fuera de la ley. El autor citado nos habla de "interrupción de oficios religiosos, robo y profanación de imágenes sagradas, obstrucción al paso de procesiones", señal inequívoca de que se identificaba a la Iglesia con los poderosos, con aquellos grupos que explotaban a la población humilde y que se acomodaba a la tradición antes que denunciarla. 

El diario ABC de fecha 23 de diciembre de 1933 (un mes especialmente activo para el sindicalismo anarquista) informaba de las actuaciones de los Tribunales de Urgencia en varias provincias españolas: Teruel, Logroño, Castellón, Vitoria (Álava), Pontevedra, Sevilla, Oviedo (Asturias), Valladolid, Coruña (sic), Huesca, Valencia, Bilbao (Vizcaya) y Santander. Por lo que se ve la actividad anarquista -y sindical en general- se había extendido a casi toda la geografía española. En el caso de Pontevedra el encausado fue Eustaquio Vieira Fernández, condenado a cuatro meses y un día de arresto mayor por tenencia de sustancias y aparatos explosivos. En el caso de A Coruña, Ricardo Taboada y Lino López Temprano, por tenencia de armas en casa, a cuatro meses y un día de arresto. 

En Barcelona -dice el mismo diario de la misma fecha- el Tribunal de Urgencias dictó las siguientes sentencias: "Se condena a Marcelo Bergés, por tenencia ilícita de armas, a cuatro meses y un día de arresto; a Joaquín Sala, por resistencia, con la atenuante de embriaguez, dos meses y un día de arresto y 250 pesetas de multa; a Eugenio Seminario, por tenencia de armas, se le absuelve; a José Ferrer, por coacciones, se le absuelve, dejándole a disposición de dicho Tribunal mientras dure el actual estado de alarma [decretado por el Gobierno en aquellos días]; a Francisco Subirats, por tenencia de armas, cuatro meses y un dia de arresto, y a Juan Catado, por desobediencia, se le absuelve, apreciándosele el hecho como falta". 

La población campesina, sobre todo la que era de condición jornalera, arrendataria o aparcera, ganada para la causa del socialismo o de su versión anarquista, en muchas ocasiones no tenía inconveniente en generalizar acciones como las que se citan: nada tenía que perder, y además sabía que mientras así eran arrestados y juzgados los campesinos, una sociedad opulenta e influente gozaba de privilegios que la justicia garantizaba, mediatizada por la situación cambiante y nunca consolidada, proveniente en muchos casos de la época monárquica y de la dictadura primorriverista.
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(1) "Desorden en el campo. Análisis de la conflictividad en la sociedad rural aragonesa durante el Bienio negro".

domingo, 10 de junio de 2012

La revuelta María da Fonte


Relata Diego Palacios Cerezales (1) que, en junio de 1854, pronunció un discurso Rodrigo Meneses en el Parlamento quejándose de ciertos desórdenes que se habían producido en Lisboa con motivo de unas fiestas. Preguntado si consideraba graves dichos desórdenes contestó que no porque "este país es manso, es quietísimo, nadie quiere hacer mal a nadie y, pese a la pequeñez del Ejército, en todo el país hay sosiego". 

Esta pretensión de un Portugal "manso" frente a los desórdenes que vivió España durante todo el siglo XIX, no se corresponde con la realidad. Lo cierto es que el país vecino está repleto de desórdenes, reivindicaciones populares, revoluciones, golpes de estado e intentonas, entre los que destaca el de Saldanha en 1851. Comenzaba en Portugal una etapa conocida como de "regeneración", anterior a la que se daría en España desde finales del siglo y con matices diferenciadores. 

Los levantamientos populares en Portugal durante el siglo XIX no siempre lo fueron en un sentido revolucionario, sino con finalidad conservadora: contra el anticlericalismo de los gobiernos, contra la modernización administrativa del Estado, contra los impuestos (seguramente poque eran injustos y mal repartidos)... En síntesis, cuando llegamos a la segunda mitad del siglo hay dos grandes grupos políticos en Portugal, bastante permeables entre sí, conocidos como septembristas (más progresistas) y cartistas (más moderados). Personalidades políticas que a su vez fueron militares son el citado Saldanha y da Costa Cabral, cada uno de los cuales con algunas semajanzas respecto de lo que en España representó Espartero, aunque éste nunca se movió de sus posiciones progresistas. 

En 1846 estalló una revuelta popular en el extremo norte, en la provincia de Miño, contra el gobierno de Cabral, masón pero tortuoso en su comportamiento político -quizá una necesidad en el tiempo que le tocó vivir-. En principio reformista, luego actuó dictatorialmente y llegó a provocar una guerra civil. Exiliado en Madrid como consecuencia de la revuelta llamada María da Fonte, volvió más tarde a Portugal. 

Muchos portugueses no estaban de acuerdo con las levas militares que dejaban a las familias diezmadas de brazos para el trabajo. La mentalidad racionalista de los liberales, según la cual todos debían servir a la Patria, chocaba con su doctrinarismo cuando los ricos podían redimir sus servicios pagando dinero al Estado. Las exigencias fiscales, muy onerosas para buena parte de la población portuguesa, fueron también motivo de protesta, así como el asombro que en las clases populares tradiconalistas causaban las nuevas costumbres importadas de Gran Bretaña y otros países europeos por los liberales y la burguesía. 

da Costa Cabral

Fontarcada es una pequeña aldea de Póvoa de Lanhoso, en la provincia norteña de Miño, y allí surgió la revuelta de la mano de algunas mujeres entre las que se encontraba María (luego llamada da Fonte por el nombre de su aldea). La revuelta se extendió a otras partes del país y provocó la caída del gobierno de Costa Cabral, sustituido por el de Pedro de Sousa, y éste por el de Joâo Oliveira, duque de Saldanha (en realidad una maniobra de palacio protagonizada por la reina María II y sus consejeros). La revuelta se complicará hasta desembocar en una guerra civil (la Patuleia): menos de un año de conflicto por el rechazo que produjo el cartista Saldanha y que -sin el pueblo enterarse del por que- se vio combatido por una coalición de miguelistas (los carlistas portugueses) y septembristas (los más progresistas del espectro político), por lo que se ve hasta que punto la cuestión no era ideológica sino de personalismos en la cúspide del liberalismo portugués. 

Hubo otros motines por crisis de susbistencias, que pagaban sobre todo las clases humildes; en dichos conflictos no solo estaba involucrado el pueblo bajo, sino los caciques locales y miembros notables que jugaban al populismo más fácil. En realidad no se puede decir que estos movimientos populares estuviesen guiados por motivacioenes ideológicas, sino más bien por razones inmediatas, pero sí pueden ser considerados el precedente del futuro movimeinto obrero en Portugal, sobre todo a partir de la extensión de dichas revueltas a las ciudades, particularmente Lisboa y Porto. 

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(1) "Estado, régimen y orden público en el Portugal contemporáneo".