sábado, 31 de octubre de 2020

D. Fadrique entre el papa y el emperador

 

                                                        Torre de don Fadrique en Sevilla                                                                                                                  twitter.com/sevillainsolita/status/

Uno de los hijos del rey castellano-leonés Fernando III, Fadrique, nació en Palencia en 1223, siendo su madre Beatriz de Suabia, y al cumplir Fadrique los diecisiete años fue enviado a la Corte de su tío el emperador alemán Federico II Hohesntaufen[i], recibiendo el infante español dos influencias fundamentales: los continuos enfrentamientos del emperador con el papa y la cultura que irradiaba la corte, sobre todo en Sicilia, donde el emperador, pero no solo, impulsaron el cultivo de la literatura, que continuó el hijo de Federico, Manfredo.

La Corte del emperador era un escenario palatino donde convergían las más variadas preocupaciones humanísticas y culturales. Para Fadrique, aquello venía a ser una especie de atanor en donde se fraguaba una sociedad de contrastes marcada por la liberalidad y la intriga. Aquella experiencia adquirida por Fadrique le llevó, más tarde, a acometer en Sevilla dos acciones.

El infante palentino había conocido la furibunda campaña del papa contra el emperador, al que la jerarquía eclesiástica consideraba un anticristo. La reacción del emperador se llevó a cabo en 1241, cuando un barco que navegaba por el mar Tirreno con prelados y abades se dirigían a un concilio en Roma donde se tomaría la decisión de destronar al emperador Federico. Las tropas de éste entraron en el Estado Pontificio cuando se producía el fallecimiento del papa Gregorio IX[ii]. Inocencio IV continuó la política antiimperial de su predecesor, que el primer concilio de Lyon tomó una serie de medidas para destituir a Federico.

Mientras el emperador se dirigía a Turín, furtivamente Fadrique abandonó la corte y se fue a Milán, ciudad que estaba enfrentada a aquel, en lo que algunos ven la respuesta del infante por no haber conseguido las tierras de Suabia que creía suyas por su madre. Cuando el emperador conoció esto protestó ante el monarca castellano, pero Fadrique parece que quiso dar un nuevo rumbo a su vida y participar en la Reconquista española, pero también manifestó interés por la cultura y por el esoterismo. En su regreso a Castilla participó en la conquista de Sevilla, instalándose en ella y recibiendo importantes repartimientos[iii], al tiempo que encargó a sus expensas la traducción de la obra Sendebar, un conjunto de cuentos orientales.

La torre que mandó edificar en Sevilla estuvo terminada en 1252, justo cuando fallece el rey Fernando III, inspirándose, al parecer en la fortaleza de Castel del Monte, en el centro de Italia, aunque en éste caso se trata de una planta poligonal con torres también poligonales. La torre sevillana fue levantada dentro de un palacio almohade (hoy convento de monjas clarisas) donde residió Fadrique, próximo al Guadalquivir y a la puerta de Big-Ragel.

Luego vinieron los enfrentamientos con el nuevo rey, Alfonso X, uno de cuyos protagonistas fue, junto con otros hermanos, Fadrique, que le llevó al exilio; algo parecido a la huída a Milán cuando estaba bajo la protección de Federico II. El infante fue desposeído de sus propiedades por el rey, luchó en Túnez a modo de pequeña cruzada en la que se embarcaban muchos de los que no trabajaban la tierra o profesaban en un monasterio, pero llegó el momento en que Fadrique regresó a Sevilla y se reconcilió con su hermano, que le entregó otras propiedades y algunas de las que había sido privado.

Las luchas por la sucesión de Alfonso X, que empañaron su reinado, no fueron ajenas a Fadrique, que de nuevo se situó en una de las banderías, por lo que los servidores del rey consiguieron apresarlo y, después de sufrir prisión, darle muerte, aunque sobre la forma de esta no hay acuerdo entre los que la discuten.

Todo parece indicar que Fadrique abandonó al emperador Federico una vez vio que no podría heredar el ducado de Suabia al que se creía con derecho por su madre; después de su regreso a Sevilla y la participación que tuvo en algunos hechos de armas, lo más importante es su interés por la cultura, en lo que quizá no estuvo a la zaga de su hermano el rey, aunque éste tuvo, como es lógico, el protagonismo. La participación en las luchas dinásticas de finales del siglo XIII fue también su final trágico.


[i] Ver aquí mismo “El rey filósofo”.

[ii] Había excomulgado al emperador, acusándolo de demorarse en participar en la cruzada en Oriente próximo. De acuerdo con la mentalidad de la época, se benefició para ser papa de su parentesco con el papa Inocencio III.

[iii] Sanlúcar de Albaida, la torre de Alpechín, Cambullón, Gelves, La Algaba y Brene, propiedades rústicas y urbanas en Sevilla y su entorno. También recibió baños, que constituían una importante fuente de ingresos. La veneración por el agua era de tradición musulmana, siendo considerada el agua como un bien extraordinario y dotada de una significación religiosa, como se advierte en las abluciones de los fieles.


jueves, 29 de octubre de 2020

Cerebro, creencias y ciencia

 

                                                     Fotografía tomada de "El Universal"

El proceso de hominización es uno de los fenómenos más oscuros a pesar de las investigaciones que se han venido haciendo. Los homo habilis eran homínidos pero los homo sapiens ya son lo que nosotros sin la carga cultural de milenios. Ambos usaron herramientas, lo que no es exclusivo de los homo, pero no tuvieron la misma conciencia de sí mismos[i]. En un momento de la evolución humana –dicen los autores consultados- comenzamos a preguntarnos de dónde venimos, el sentido de la vida y qué hay tras la muerte.

La evolución de los homínidos que conocemos como australopithecus a los homínidos homo habilis comenzó hace tres millones de años. Hoy sabemos que emigraron a Asia los homo erectus hace unos 2,1 millones de años; en torno a 1,5 millones de años de antigüedad controlaron el fuego (lo conocieron antes al observar incendios) y la primera evolución humana, con innovaciones tecnológicas (herramientas como hachas de piedra y cocinar con fuego) les llevó a manifestaciones culturales específicas.

Unos homo que conocemos como heidelbergensis o rhodesiensis, que vivieron hace 700.000 años fueron los primeros que enterraron a sus muertos, encontrados en lo que se ha llamado “Sima de los Huesos, situada en la sierra de Atapuerca, en el pueblo del mismo nombre (España). Se trata de 28 esqueletos de homínidos que algunos consideran neandertales tempranos (es decir, homo), que se habían separado de otros del sur de Siberia (denisovanos) hace unos 430.000 años. Luego se encontraron con humanos cuando emigraron a África y al cercano Oriente hace unos 75.000 años. Estos humanos se habían separado de los neandertales hace unos 370.000 años, compartiendo un ancestro común que vivió hace más de 700.000 años.

Los humanos se cruzaron con denisovanos y neandertales, según algunos especialistas aunque no todos están convencidos, y los primeros sostienen que hubo mezclas genéticas ancestrales entre denisovanos y neandertales. Tales cruzamientos –dicen- no deberían sorprender, ya que no eran especies diferentes, sino subespecies, aunque denisovanos y neandertales fueron menos diversos que los humanos, y posiblemente ello fuera una de las causas de la extinción de aquellos.

Darwin, como sabemos, se embarcó en el barco Beagle a finales de 1831 y se pasó viajando por el mundo (a pesar de los mareos que le producían los viajes en barco) durante casi cinco años. Ello le permitió recopilar muestras muy diversas de fósiles, plantas y animales de forma metódica y laboriosa. Darwin, al parecer, se inspiró al leer en 1838 el “Ensayo sobre el principio de la población”[ii], que había sido publicado por primera vez a finales del siglo XVIII. Malthus decía en la obra citada que los recursos naturales crecen aritméticamente, mientras que las poblaciones humanas se duplicaban cada 25 años siempre que haya recursos disponibles y no se ejerza control reproductivo alguno. La consecuencia es la superpoblación y, con ella, el hambre y la muerte, a menos que se controlase la natalidad, comprendiendo Darwin lo que se ha llamado “beligerancia de la naturaleza”.

El estudio de todo esto llevó a Darwin a plantear su teoría de la selección natural en la lucha por la supervivencia y, volviendo a los primeros homínidos, los arqueólogos han podido demostrar que en un punto de su evolución hacia los homo, se construyeron sepulturas ceremoniales, incluyendo utensilios que apuntan a creencias religiosas y en vida más allá de la muerte. Además se desarrolló el lenguaje y todo esto generó un crecimiento exponencial de logros culturales y técnicos. Si aquellos seres eran capaces de perfeccionar instrumentos es porque, al mismo tiempo, sus cerebros habían evolucionado hacia una mayor complejidad. El templo más antiguo hasta ahora conocido, Gobekli Tepe (Turquía), demuestra que primero fueron las creencias religiosas, la vida en comunidad, y luego el desarrollo de la agricultura y la ganadería, aunque fuese de forma muy primaria, algunas plantas y animales.

Lo atrasados que estamos en cuanto al conocimiento de nuestro cerebro, no ha impedido que conozcamos la base molecular de los cambios biológicos –primero en el genoma y luego en el cerebro como consecuencia de la primera-, desde los primeros homínidos hasta los humanos, aunque de forma incompleta y muy recientemente: unos parálogos que incluyen genes que están implicados en el desarrollo cortical del cerebro humano, son fuerza impulsora de su evolución desde los primeros homínidos hasta los humanos.

El potencial del descubrimiento de cierta familia de genes[iii] en el desarrollo general y las enfermedades del neurodesarrollo es impresionante, según los autores citados en la nota 1. Por primera vez, la evolución de los primeros homínidos a los humanos se ha explicado científicamente. Ello implica genes que desencadenan el desarrollo y crecimiento de la corteza cerebral.



[i] Gabriel Dorado, Fernando Luque, Plácido Pascual, Inmaculada Jiménez, Francisco Javier S. Sánchez-Cañete, Patricia Raya, Jesús Sáiz, Adela Sánchez, Teresa E. Rosales, Víctor F. Vásquez y Pilar Hernández.

[ii] Thomas Robert Malthus.

[iii] NOTCH2NL

martes, 27 de octubre de 2020

"La calleja de amargura"

 

                                               Antiguo edificio de la Inquisición mallorquina                                                                                               Fotografía tomada del "Diario de Mallorca"

“Se mandaron levantar tablados [en la iglesia de Santo Domingo]: uno a la parte de la Epístola en igual plano de la peaña (sic) del Altar, que se había revelado sobre el pavimento de la Iglesia nueve gradas, y en este tablado adornado ostentosamente estuvieron bajo dosel carmesí con magestad de Tribunal, los Señores Inquisidores comenzando por la parte de arriba el más antiguo”. Así comienza el relato de los preparativos para un auto de fe habido en Palma de Mallorca en 1679.

“Enfrente de éste –continúa-, a la parte del Evangelio, sobre la misma línea de pavimento e levantaban como aparador, ocho gradas de maderaje desnudo hasta rematarse en la pared para asiento de los reos, con proporcionado soslayo que los exponía al registro y curiosidad de casi toda la iglesia. De esta parte se desprendía un corredor con barandado basto, que era la calleja de amargura por donde se habían de conducir los Reos (sic) a oír sus sentencias en una como jaula bolada, hacia el frente del Altar, en proporcionada distancia”.

Aparte la mentalidad que se pone de relieve en todos estos preparativos, no se oculta una buena cantidad de odio, que quizá no era sentido por los que juzgaban y los que presenciaban el espectáculo, hasta tal punto habría calado en las gentes la maldad de muchos cristianos viejos.

“A uno y otro lado –continúa el relato- se habían hecho otros tablados más bajos, que explayándose en las Capillas colaterales, salían a ocupar casi todo el espacio que corre entre las espaldas del Coro bajo, y las Capillas. El primero y segundo de la parte del Evangelio se celaban con celosías para embozo respetuoso de la autoridad del Ilustrísimo Sr. Marqués de la Casta[i], Virrey y Capitán General de este Reino, y los Muy Ilustres Señores Jurados, el Sr. Marqués del Belpuche…”, y siguen citándose las personas que tenían asiento en aquel lugar embozado, entre otros, “ciudadanos militares”, un cirujano y el cabildo de la catedral.

“En los de enfrente se lucía la Nobleza Mallorquina en las más principales Señoras que los ocupaban. Todo el Templo estaba majestuosamente adornado con ricas colgaduras de damasco y terciopelo carmesí, y atestado todo de los más lucido y grave de la Ciudad, sin haber tribuna, coro, ni sobrecoro que no estuviera lleno”, lo que habla del interés y curiosidad que despertaban estos autos de fe, sin que parezca cupiese sitio para la compasión. Ocupaba “autorizadamente” la primera tribuna de la Epístola Don Pedro de Alagón[ii], arzobispo de Mallorca.

Llegado el día fueron conducidos “de muchos Familiares por entre innumerable gentío de todo sexo, estado y edad, desde la Inquisición hasta el dicho Templo de Sto. Domingo, veinte y cinco reos…”.


[i] Estos de la Casta eran marqueses desde que el primero se benefició de la fundación del marquesado por Felipe IV en 1627.

[ii] Otras fuentes hablan de que en 1679 era obispo de Mallorca Bernardo Cotoner.

lunes, 26 de octubre de 2020

Hacerse rico siendo clérigo

 

                                            Falces (Navarra)  turisbox.com/lugares/?p=17244

Según ha estudiado M. Carmen Jiménez Zubiría[i], fue la carrera eclesiástica la que permitió a José de la Peña, clérigo del siglo XVII, hacerse rico. Nacido en 1592 en Valtierra[ii] de una familia de mesoneros, tejedores, molineros y un procurador, fue obispo de Ourense entre 1659 y 1663, pasando luego a la diócesis de Calahorra y La Calzada desde el último año citado hasta 1667. Se había ordenado sacerdote en 1617, habiendo estudiado en la Universidad de Valladolid  y luego en la de Irache; fue canónigo en Valladolid, consultor de la Inquisición, juez apostólico, gobernador eclesiástico, juez y examinador en Ávila, gobernador eclesiástico en la misma diócesis, provisor y vicario en Ávila y Valladolid y canónigo en Ávila. Tenía beneficios eclesiásticos, además, en Andosilla, Falces[iii] y Valtierra, y cuando había quedado vacante en 1633 un beneficio en ésta última, optó a él obteniéndolo contra las aspiraciones de un estudiante de artes ordenado de prima tonsura.

Se dedicó a la inversión en tierras, casas y censos; en 1633 adquirió una hacienda en Valtierra, en 1635 otra y en 1666 una tercera. Por su parte, M. Pazos Rodríguez señala que las rentas del obispado de Ourense ascendían de seis a siete mil ducados anuales, mientras que las de Calahorra 24.000 ducados. En 1666 fundó un mayorazgo con sus propiedades para favorecer, con el tiempo, a un sobrino suyo de nombre Francisco de la Peña, por el “particular amor y afición” que le tenía, pero Jiménez de Zubiría nos aclara que el tal sobrino no era precisamente un santo; de entre los numerosos actos de violencia en los que se vio incurso uno fue el enfrentamiento con un Baltasar Lesaca, aunque no se conocen los motivos, pero sí que Lesaca fue asesinado por Francisco de la Peña. Otros actos por su parte se resumen en sacar la espada amenazadoramente en la iglesia y en la casa de Ayuntamiento de una villa.

En el siglo XVII ya podían fundar mayorazgos los que no tuviesen títulos de hidalguía o nobleza, y aquí estuvo otra de las intenciones del clérigo José de la Peña, hacerse hidalgo oficialmente, porque los de éste título gozaban de una serie de inmunidades y privilegios, unos de tipo inmaterial y otros más prácticos, como no poder ser embargadas sus propiedades en caso de tener deudas civiles, así como la exención fiscal, entre otras, en tributos concejiles.

Pero tantos afanes y precauciones no evitaron que llegase el día de su muerte, en 1667, un año después de su última adquisición inmueble, como hemos visto. Los cabildos de Albelda y Logroño (colegiatas) se reunieron para establecer la forma del entierro (ante la inminencia de la muerte), así como las funciones que habían de hacerse en relación con su sepelio. Hubo ya desacuerdo en cuanto al lugar que el obispo había elegido para ser enterrado, a la entrada del coro de la colegial de Santa María la Redonda en Logroño. El cabildo de esta iglesia exigió que antes del entierro le fueran entregados 500 ducados de vellón, precio en el que había estipulado el valor de la sepultura.

Se pagó por su heredero dicha cantidad y el obispo fue enterrado donde deseaba cuando falleció. Además de en Logroño, la muerte del obispo tuvo mucha repercusión en otras localidades, una Calahorra, sede de la diócesis. También en Valtierra, donde tenía destinada una sepultura que el alcalde y los regidores habían acordado desde un año atrás en la iglesia parroquial.

Por su parte, el mayorazgo de los de La Peña perduró hasta mediados del siglo XIX, desarrollando los herederos del mismo una política matrimonial encaminada al aumento del patrimonio, por medio de casamientos con destacados linajes.



[i] “Aproximación biográfica a la figura de D. José de la Peña García…”.

[ii] Al sur de Navarra.

[iii] Las dos villas al sur de Navarra, cerca de Valtierra.

domingo, 25 de octubre de 2020

¿Un infante masón?

 

                                                              Palacio Barberini en Roma

En 1827 en ambientes políticos franceses se especuló con la posibilidad de coronar al infante Francisco de Paula[i] (hermano menor del rey español Fernando VII), emperador de México. Monsieur de Villele[ii] y otros plantearon el proyecto a Fernando VII, pero éste lo rechazó, por lo que el rey de Francia, Carlos X, tampoco lo aceptó.

El proyecto vino después de que, en 1822, se proclamase el Imperio brasileño con Pedro I de Braganza como primer monarca. El México, un año antes, se había establecido el Imperio de Agustín I, que solo duró dos años, por lo que representantes del infante Francisco de Paula habían comenzado sus negociaciones para que se reconociese en el trono mexicano al infante, para lo que ya se tenía a un gobierno en la sobra preparado, pero todo ello quedó en un mero proyecto, pues el rey Fernando VII lo desautorizó.

Aún hubo una intervención militar española procedente de Cuba en 1829, desembarcando en Tampico[iii], animada por mexicanos que estaban descontentos con el gobierno independiente de su país. La batalla de Pueblo Viejo[iv], que tuvo lugar en septiembre del año citado, marcó el final de la expedición española en México. El infante intentó suspender el proyecto, pero ya tenía una cuantiosa deuda apara obtener los apoyos que se consideraron necesarios.

Pasado el tiempo, el infante y su esposa, la napolitana Luisa Carlota, se encontraban en París (1839) bajo la protección de la reina Amalia, esposa de Luis Felipe de Orleáns, el cual notificó al embajador español que prefería ver a la pareja en Nápoles cuanto antes. Por su parte, en España algunos progresistas partidarios de Francisco de Paula, hicieron circular varios textos con ideas donde se calificaba al infante de “virtuoso y popular, a quien la libertad nacional debe su existencia y que sin él y su decisión estaríamos hoy abrumados con el peso de las cadenas…”. Ciertamente, durante la guerra carlista, en 1837, Francisco de Paula había recorrido a caballo, acompañado de sus ayudantes, toda la línea de defensa de las fuerzas liberales para evitar la entrada en Madrid de los carlistas.

Por su parte, Antonio M. Moral Roncal[v] considera infundada la idea de que el infante Francisco de Paula fuese masón, aunque mantuviese contactos con los progresistas sobre todo después de 1839. Contradice en esto a quienes sostienen que el infante había dirigido la masonería española desde diez años antes. El autor citado argumenta que para los ultrarrealistas, cualquier posición moderada, como la manifestada por el infante en el Consejo de Estado, o cualquier acercamiento a los afrancesados que se insertaron en la administración fernandina, era calificada de liberal y, por ende, masónica, pero no existen pruebas documentales de ello.

Un funcionario contemporáneo como José Arias Teijeiro[vi] lo negó abiertamente, y cuando los masones fueron perseguidos con menos saña una vez muerto Fernando VII, se les permitió acceder a cargos públicos, aunque esta política duró poco, pues siguió otra de persecución y proscripción que hizo muy difícil la vida masónica. Tan solo existe una alusión al escándalo que ocasionó el exilio francés del infante y su familia en 1838 por las fatales consecuencias que –según creían- sobrevendían al Partido Progresista, con el que Francisco de Paula y su esposa, Luisa Carlota, mantuvieron contactos por medio de destacadas figuras del liberalismo español, y algunas de ellas pudieron ser masones o informantes del Grande Oriente Nacional.

Algunas fuentes masónicas oficiales, años más tarde, adjudicaron al infante el grado de Gran Comendador en el bienio 1844-1846, pero ya lo habían situado en el mismo cargo desde 1839. Para Ferrer Benimeli, quizá el máximo especialista en la masonería española, resulta “surrealista”. El único miembro de la familia real cuya adscripción a la masonería está documentada fue un hijo de Francisco de Paula, el infante don Enrique, que nada consiguió políticamente con ello. Éste sí fue un infante masón, pero sin trascendencia alguna; su padre, hermano del rey, no.


[i] Nació en Aranjuez en 1794 y falleció en Madrid en 1865.

[ii] Fue primer ministro de Francia en varias ocasiones, de opinión ultramonárquica.

[iii] En la costa del golfo de México.

[iv] Se conoce también como batalla de Tampico. Se trató por parte de la expedición de restaurar el antiguo régimen y de devolver México a la soberanía española. Puede que los intereses de unos y otros fuese distinta.

[v] “El infante Francisco de Paula Borbón”. En esta obra está basado el presente resumen.

[vi] Nacido en Pontevedra (1799), fue un carlista cuyo testimonio cobra interés al no simpatizar con el moderantismo del infante.


Un humanista estudioso de la agricultura

 

                                                                       lovetalavera.com

Teofrasto, uno de esos filósofos entendidos en muchas materias, como solía ocurrir en la antigüedad, que vivió entre los siglos IV y III antes de Cristo, es citado por Gabriel Alonso de Herrera en su “Obra de Agricultura…”[i], publicada por primera vez en 1513. Dice el filósofo griego que de las muchas formas de plantar árboles, él se limitará a hablar de tres, pues lo que le interesa es la utilidad que puede tener para los labradores, ya que los que nacen de forma natural en los montes los deja para contemplación de los filósofos “que escudriñan los secretos”.

Alonso de Herrera escribe su obra en lengua romance, pues sabiendo que la mayor parte de la población se dedica a la agricultura en el siglo XVI, los que sabían leer o quienes les podrían ayudar, la encontrarían más útil que si estuviese escrita en latín. Dice por ejemplo de las berenjenas que no encontró palabra latina alguna para referirse a ellas, aunque no tiene solo a los clásicos como fuentes, sino también a autores medievales cristianos y musulmanes, además de la experiencia acumulada en sus viajes. Fue, en efecto, el primero que usó el castellano para una obra de esta naturaleza.

Lo que muy posteriormente se ha conocido como agricultura de rozas por el fuego, ya lo expone nuestro autor: “porque las raíces de las yerbas y plantas se queman y hacen ceniza, con la cual… se estercola la tierra”. De Columela[ii] toma el concepto de “terebra gallica, que algunos dicen que es taladro”, refiriéndose con ello a la gubia, que nosotros conocemos como herramienta de carpinteros y talladores. En cuanto a las técnicas dice que los labradores suelen elegir las más seguras y baratas, pero que hay otras “de gentileza”.

Comentando de nuevo a Columela dice que si en el vino cayese alguna sabandija, culebra o ratón y se ahogase, debe cogerse el animal y quemarse para hacer ceniza de él, de forma que cuando se enfríe se eche al vino y luego se agite… “pero si alguno esto hiciere, véndalo a quien no lo sepa o a gente de guerra”.

Se puede decir que la “Obra de Agricultura” es un tratado científico[iii] tanto por su contenido como por sus aspectos formales, siendo estos la claridad y precisión al servicio del rigor y de la utilidad, pero Alonso de Herrera no es objetivo, sino que se implica y da su opinión sobre una serie de asuntos empleando cierta retórica para mantener la atención de los lectores. Dice, por ejemplo, de una hierba que conocemos como poleo, que va a hablar de ella antes de hacerlo sobre los puerros.

Sobre los árboles dice que no dan tanto trabajo como las viñas “y hay más provecho y deleite; en las frutas placer; ver la frescura de las hojas, los colores y olores de diversas maneras de flores…” y, a pesar de ser considerada una obra científica, se entretiene en decir que los árboles dan “sombras en verano, músicas suavísimas de paxaritos que gorjean…”. El afán didáctico –dice la autora a la que sigo- le lleva a ilustrar sus afirmaciones con alusiones a la vida cotidiana que aparecen como pequeños cuadros de costumbres. Aconseja sembrar los garbanzos lejos de los caminos debido a que “cuando están tiernos no pasa ninguno que no lleve un manojo, pues si mujeres topan con ellos, no hay granizo que tanto daño les haga”.

Recomienda que se poden las viñas “con herramienta muy aguda, y no como algunos hacen, tirando dellas, que es muy dañoso, que atormentan la vid… esto es como si a uno le quisiesen quitar los cabellos, quitárselos a repelones…”. Para insistir en la importancia de determinadas labores, Alonso de Herrera se habla a sí mismo, como si fuese el propietario de una tierra: “labro yo mis olivas y… trabajo todo en ellas y por no trabajar en el coger arriéndolas a quien no deja una aceituna…”.

Cuando habla de las hortalizas sigue un orden alfabético estricto, excepto en el caso de las berenjenas, planta asociada a los musulmanes: “común opinión del vulgo es –dice- que las berenjenas fueron traídas a estas partes por los moros cuando de allende pasaron en España, y que las truxeron para con ellas matar los cristianos”, añadiendo luego que “es la más mala de todas las yerbas que he escrito” e igualmente la más trabajosa y penosa de nacer. Hay árboles –dice- que deben plantarse en grupos y no mezclando una especie con otra: “por ende conviene que, como en los pueblos bien regidos están repartidos los oficios, en un cabo mercaderes, en otro plateros, por sí los herreros, los libreros en otra calle… y aún los que no son de una ley no están juntos, que a un cabo viven los cristianos, a otro los moros, a otro los judíos…”, alegrándose de que los musulmanes hubiesen sido obligados a convertirse al cristianismo y de que se tomase la ciudad de Orán[iv].

Consciente de los vicios de ciertosos grupos sociales dice que algunos nobles de Castilla, “que de muy assados los hígados han venido en total corrupción y muerte muy temprana… A estos tales nobles que en lugar de ser la mejor lanza, procuran ser la mejor taza, de misericordia los curaría yo…”, en lo que demuestra que está interesado por la agricultura, por la sociedad de su época y por un estilo muy en consonancia con el humanismo renacentista.

Gabriel Alonso de Herrera nació en Talavera de la Reina quizá algo antes de 1470, y murió en 1536, perteneciendo a una familia en la que dos hermanos suyos fueron músico y profesor en Alcalá de Henares, Diego y Hernando respectivamente.


[i] “Obra de Agricultura compilada de diversos autores”.

[ii] Siglo I de nuestra era.

[iii] Consolación Baranda, “Ciencia y Humanismo…”. En esta obra se basa el presente resumen.

[iv] Al frente de las tropas españolas estuvo el cardenal Cisneros en 1509, además de Pedro Navarro, noble navarro que participó también en las guerras de Italia, pero sirviendo al mejor postor.

sábado, 24 de octubre de 2020

El arroyo Pellejero y otras tierras manchegas

 


El arroyo Pellejereo, que algunos llaman río, bordea la villa de Torralba de Calatrava, entre Ciudad Real y Daimiel, discurre de sur a norte hasta desaguar en el Guadiana, y muy cerca de donde se juntan estos dos cursos de agua se encuentra el castillo de Calatrava la Vieja, que se nota fue destrozado y reconstruido varias veces.

Desde Calatrava la Vieja, en dirección sur y pasando por Ciudad Real, luego en dirección oeste, se llega a Alcolea de Calatrava, y de aquí, otra vez pasando por la capital provincial, a Almagro, que tiene como más importante su plaza de soportales con un largo entablamento sobre el que se levantan dos cuerpos de viviendas. Al sur está Granátula y más al sur Calatrava la Nueva con su castillo que fue además convento, resultando el aspecto actual ruinoso, aunque interesante por las muchas partes de que consta. En dirección noroeste está Caracuel, que cuenta también con castillo ruinoso donde destaca la torre.

Estas tierras manchegas, además de ser las centrales de la Orden de Calatrava, fundada a mediados del siglo XII, fueron las que sufrieron, también, sublevaciones, guerras y codicias entre unos y otros. Muchos de los de Calatrava la Vieja, por ejemplo, contribuyeron a la sublevación de Omar Ibn-Hafsun contra los emires cordobeses bastante antes de que existiesen los caballeros calatravos, entre los siglos IX y X. Luego, dependiendo Calatrava la Vieja de los abasíes, a mediados del siglo XII, los adalides de Toledo quisieron hacer incursiones en tierra de los musulmanes, pero un caudillo de estos llamado Jarax les venció y el principal de los adalides cristianos “fue a servir de adorno a una de las almenas del castillo de Calatrava en donde estuvo algún tiempo meciéndose y siendo del aire juguete despreciable”[i].

En el castillo calatravo se hospedó el rey castellano Alfonso VIII tras la victoria cristiana de las Navas de Tolosa (ahora en tierras jienenses) y distante unos cuarenta kilómetros en línea recta. El castillo contaba con foso que quizá contenía agua, y aún hay muros y torres cuadrangulares además de la iglesia con forma de fortaleza, que pasó de mezquita a iglesia y viceversa varias veces. Muy cerca, hacia el este, se encuentra lo que queda del castillo de Salvatierra, el muro de una torre sobre una formación rocosa que es la verdadera fortaleza, dominando la llanura y las lomas más alejadas. En 1213 los cristianos tomaron dicho castillo y lo entregaron a la Orden de Calatrava, quizá conservando algunos restos de época romana.

En cuanto a Almagro, se sabe que en 1273 se celebraron Cortes en la villa, y desde finales del siglo XIII tuvieron aquí su sede los maestres de la Orden de Calatrava, en un palacio que modernamente fue casino y luego cuartel, habiéndose hospedado en él el rey Pedro I en 1355.

Volviendo al arroyo Pellejero y su confluencia con el Guadiana (punto donde se encontraba la Libatrum de la que habla Tito Livio) se cruzaban las calzadas romanas que de Andújar y Cazlona[ii], por Oreto[iii] y Almagro, de Mérida por Almadén, Caracuel y Alarcos, llevaban a Consuegra y Toledo. Oreto habría sido destruida por los musulmanes, junto a Mentesa, siendo sustituida aquella por Almedina[iv], y la segunda por Calatrava la Vieja, aunque sobre esto último no hay total acuerdo.


[i] “Paseo artístico por el Campo de Calatrava, obrita publicada a finales del siglo XIX por Rafael Ramírez de Arellano, académico de San Fernando entre otros méritos.

[ii] Cástulo, en el municipio jienense de Linares. Ha estudiado esto Aureliano Fernández Guerra.

[iii] Cerca de Granátula, hoy se encuentra un yacimiento de épocas visigoda y musulmana. Es la población que dio origen al término Oretania.

[iv] En el extremo sudeste de la actual provincia de Ciudad Real.


viernes, 23 de octubre de 2020

Las Dos Sicilias y la Revolución

 

                                         https://www.turitalia.com/ciudades_italia/benevento_italia.html

“Las semillas esparcidas con mano pródiga por los escritores y filósofos…” -dejó escrito Ángel Saavedra, duque de Rivas- y otras circunstancias dieron el fruto de la Revolución Francesa, causando, como en otras partes, gran preocupación en el reino de las Dos Sicilias, que procuró algunas alianzas sin conseguirlo. Preparándose para una guerra que se veía inevitable, se encargó de ello al ministro Acton, empleándose éste en los arsenales, las fundiciones, las levas, “voluntarios y criminales”.

En otro orden cesaron las reformas que se habían llevado a cabo, se cerraron las academias, hubo persecuciones, se retiraron libros de la circulación prohibiéndose y quemándose las obras de Filangeri[i] y otros escritores liberales; el clero y la policía todo lo perseguían, y se produjo la fuga de la familia real de Caserta, donde se encontraba su palacio cerca de Nápoles.

Fue entonces cuando el almirante francés Latouche, con catorce navíos, fondeó en el puerto muy cerca de Castel dell’Ovo[ii], lo que obligó al rey a reunir a su consejo, constatando que en el reino había muchos jacobinos y republicanos que simpatizaban con los mismos de Francia, por ello se prefirió firmar un acuerdo de neutralidad y el almirante francés se retiró con sus naves.

No tardó en dar vuelta debido a un temporal y fondeó en Nápoles, desembarcando la tropa, lo que satisfizo a los perseguidos, a los que estaban escondidos, a los que tenían las nuevas ideas, que se acercaron a sus huéspedes y estos hicieron regalos entre la población. Cuando se hubieron ido al amainar el tiempo, la reina[iii] siguió con los preparativos para la guerra, lo que llevó a debilitar las arcas del Estado, siguiendo persecuciones, y se consideraron perniciosas las reformas que habían hecho Carlos III y Tanucci; al contrario, se dio poder al clero adverso a toda innovación.

Se formó entonces una coalición formada por Inglaterra, España, Cerdeña y las Dos Sicilias, rompiendo la neutralidad que había firmado éste reino: una escuadra se dirigió a Tolón incendiando la ciudad y regresó para unirse a los ingleses en su expedición contra Córcega. De igual manera Dos Sicilias contribuía a la guerra en Lombardía con más de cuarenta mil hombres. La situación económica empeoró, por lo que se recurrió a empréstitos a los que acudieron los bancos. Por si esto no fuese poco se produjo una erupción del Vesubio, cuya lava destruyó gran parte de Torre del Grecco[iv], además de los campos y casas de Resina[v].

Surgieron sospechas de conjuraciones para justificar las persecuciones, llenándose los calabozos, y tuvieron mucho trabajo los verdugos, aunque el ejército de Dos Sicilias combatía con éxito al lado de Prusia en Lombardía; la armada, por su parte, vencía también en los mares de Savona, en Liguria.

Llegó el momento en que los ejércitos franceses de Bonaparte inundaron el norte de Italia con gran éxito de victorias, destruyendo gobiernos y formando repúblicas. Por su parte habían hecho la paz Cerdeña, Prusia y España, negociándola Dos Sicilias en París con la condición de respetar la neutralidad, desarmar a sus ejércitos y el pago de treinta y dos millones de reales. La guerra, por su parte, seguía contra el papa, a pesar del tratado de Tolentino[vi] quedando al mando del general Berthier los ejércitos de Italia, el cual mandó un ataque contra Roma donde parte de la población se sublevó a su favor.

El papa se encerró en el Vaticano, mientras que en 1798 se proclamaba la República Romana, para lo que se pidió al pontífice reconocimiento a la misma. Como Pío VI[vii] no se prestara a ello, sacado de su palacio viajó prisionero de un punto a otro hasta morir en el castillo de Valenza del Po[viii]. Al tiempo llegaron noticias de que se acercaba una escuadra francesa dispuesta a desembarcar sus tropas, por lo que el gobierno de Dos Sicilias aumentó las baterías y defensas de sus costas y estableció un cuerpo de observación en el Garellano (cerca de Nápoles) y en la frontera de Abruzzo.

La Francia revolucionaria exigió la expulsión del embajador inglés, el destierro del ministro Acton y paso franco para las guarniciones de Pancorvo y Benevento; también el vasallaje de Nápoles a la república romana y el pago de un tributo anual de 140.000 ducados. El rey de Dos Sicilias aceptó algunas de dichas exigencias pero no otras, e incluso dejó de cumplir algunas, mientras que la reina, por medio de Acton, llegó a un acuerdo con Austria, Rusia, Inglaterra y Turquía para guerrear contra Francia.

Las noticias que llegaron de la derrota bonapartista en Egipto a manos de los ingleses reanimaron a los partidarios de la monarquía de Dos Sicilias, dando a Nelson un gran recibimiento en Nápoles por su victoria en Abukir (en la costa mediterránea de Egipto). De nuevo la neutralidad pactada era violada por las dos partes; el rey de Dos Sicilias pactó la recepción de grandes subsidios con Inglaterra y se preparó para seguir la guerra contra la Francia revolucionaria. Bonaparte, no obstante, tendría que esperar a 1805 para dominar Dos Sicilias, si bien el Congreso de Viena restauró la monarquía tradicional diez años más tarde y añadió a los antiguos territorios los de Benevento y Pontecorvo (ambos al norte de Nápoles).

Que el nuevo rey Fernando I optase por no modificar gran cosa las reformas hechas por los franceses no evitó que en 1820, al calor de los acontecimientos en España, se rebelasen los liberales contra su monarca, sin éxito por la intervención de un ejército austriaco en 1821.



[i] Gaetano Filangieri murió un año antes de que se iniciase la Revolución Francesa; fue experto en legislación y seguidor de los pensadores ilustrados franceses.

[ii] Fortaleza en la costa napolitana.

[iii] María Carolina de Austria gobernó de facto en dos períodos, pues el rey Fernando IV de Nápoles (I de las Dos Sicilias) así lo permitió dado el carácter decidido de su esposa.

[iv] Hoy forma parte del área metropolitana de Nápoles.

[v] Hoy Ercolano, en la misma área metropolitana de Nápoles.

[vi] Ver aquí mismo “Tolentino”.

[vii] Ver aquí mismo “El ciudadano Braschi y la Revolución”.

[viii] Hoy Valence-sur-Rhône, en el sureste de Francia.