domingo, 20 de mayo de 2018

España y el nacimiento de la República portuguesa



Con motivo del cambio de régimen en Portugal, a partir de finales de 1910, las autoridades españolas (estaba al frente del Gobierno el liberal José Canalejas) mostraron su preocupación por si los desórdenes del país vecino pudiesen contaminar a España. El historiador Javier Tusell, en su libro “Alfonso XIII, el rey polémico”, señala que hubo intentos de actuar militarmente por parte de España para restablecer la monarquía o para evitar el contagio.

A principios de enero de 1911 –dice Tusell- Canalejas pidió hablar con el embajador británico para hablarle de ello, pero que España no actuaría sin el concurso de Gran Bretaña. Sabido es que, al menos desde 1703, Portugal ha sido una colonia económica británica, por lo que los intereses de los ingleses debían quedar garantizados. También se habló de la posible unión entre los dos países, aunque manteniendo sus peculiaridades. Quizá una reedición de los reinados de los “tres Felipes”. Los británicos no estuvieron de acuerdo ni con una cosa ni con la otra, por lo que el asunto, por el momento, quedó olvidado.

Por su parte, el rey Alfonso XIII, ya desde el asesinato del rey portugués Carlos, había estado interesado en una política de solidaridad dinástica, lo que luego se demostró con el rey Manuel, el derrocado con la revolución republicana de 1910. La propuesta de Canalejas quizá pudo ser hecha para disipar toda posibilidad de intervención española, al poner en guardia a todas las partes interesadas. Entre los papeles de María Cristina (madre del rey español) –dice Tusell- se encuentran algunas referencias acerca de la posición en algunos medios de los dirigentes españoles. Canalejas, como se ha dicho, era contrario a la intervención, pero en un documento se lee: “García Prieto propició la Restauración [monárquica en Portugal] pero, ministro de Canalejas, no puede hacer mucho”.

La postura de Montero Ríos (suegro de García Prieto), así como el marqués de Riestra, fue partidaria de apoyar a los emigrados monárquicos que habían encontrado refugio en Galicia. El nuncio se hizo eco de las aspiraciones de Alfonso XIII sobre la unión ibérica aprovechando la crisis en Portugal. Parece que se preparó un ejército de unos 20.000 hombres y tanteado a los embajadores de Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos y Austria respecto de dicha intervención en Portugal, pero todos esos estados desaprobaron la propuesta.

Aunque esto no trascendió a la prensa de la época, Canalejas lo desmintió en público y Gabriel Maura publicó un artículo en el que decía que “la sola hipótesis de nuestra inmediata intervención en Portugal equivale a suponer presa de un ataque de vesania a todos los ministros españoles”. No obstante –decía el citado- si estallara una guerra civil en Portugal o las potencias europeas delegasen en España, las cosas podrían cambiar. Parece que en el verano de 1911 García Priego favoreció la introducción de armas e Portugal por deseo del rey para favorecer la restauración de la monarquía en el país vecino, a lo que Canalejas se opuso. Pero llegó un momento en que Portugal dejó de ser un problema para la monarquía española y los informes de la policía que llegaban al rey se referían más a los movimientos de españoles como Lerroux o Sol y Ortega que a los socialistas y anarquistas.

Los exiliados monárquicos portugueses intentaron en dos ocasiones, años 1911 y 1912, infiltrarse desde España a Portugal promoviendo una sublevación, pero fracasaron y así llegó el momento en que el Gobierno español reconoció al régimen republicano portugués.

(Ver aquí mismo “Galicia, base de operaciones monárquicas” y “Contradicciones de la primera República portuguesa”).