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jueves, 7 de septiembre de 2017

"Por la Europa católica"



Vista parcial de Gante a finales del s. XIX

Este es el título de un libro que Emilia Pardo Bazán publicó a principios del siglo XX, después de haber realizado un viaje a Bélgica y Holanda y donde nos da una visión del papel social que la Iglesia llevaba a cabo en dichos países, haciendo constantes comparaciones con la situación en España. En dicho viaje se entrevistó con personalidades del clero y visitó obras sociales de la Iglesia, pero no contactó con la incipiente democracia cristiana. También se interesa por los progresos del socialismo belga, informándose en la obra “Le socialisme en Belgique” de Destrée y Vandervelde[1]. En la época, Bélgica vivía una gran conflictividad social y el partido católico se encontraba dividido, entre otras causas por la labor de los socialistas, que algunos católicos consideraban “comía el terreno” en el ámbito social, al catolicismo.

Por un lado estaban los benedictinos, que insistían en la necesidad de la unidad católica, algo bien conocido por Pardo Bazán en España, pero ello no les impide estimar al socialista Vandervelde. Con los benedictinos estuvo la escritora en su abadía de Maredsous, en Denée (Namur), y de allí fue a Lieja, donde la recibió el obispo, que había creado la “Escuela de Lieja”, un foco de pensamiento y de acción sociales a finales del siglo XIX. Emilia Pardo Bazán ve lo que se está haciendo allí en materia de asociacionismo obrero dirigido por la Iglesia, pero con una táctica defensiva ante el empuje del socialismo. Las asociaciones agrícolas, dirigidas por sacerdotes, habían creado un banco agrícola, cooperativas y mutualidades.

Como Pardo Bazán preguntase al obispo sobre la posible ruptura de la Iglesia belga con los moldes de la Edad Media, donde predominaba la caridad y el paternalismo, el obispo contestó: Lo más hermoso de la Edad Media no lo hemos desechado… en lo que demuestra que el tradicionalismo no había desaparecido. Luego Pardo Bazán viaja a Lovaina, donde visita el Instituto Superior de Filosofía, una institución pareja a la Universidad, y allí conoce a Désiré-Joseph Mercier[2], que había tenido que vencer las reticencias de las autoridades de la Universidad y de parte de los obispos para llevar a cabo la renovación de los estudios tomistas. Este sacerdote criticó la situación religiosa en España demostrando conocerla.

El auge del socialismo se había hecho patente: “el socialismo se organiza donde quiera: es un ‘hecho’ gigantesco, el ‘hecho’ por excelencia de nuestra edad”, dijo. De las conversaciones con Mercier, Pardo Bazán saca la conclusión de la falta de responsabilidad de la Iglesia española, que no había llevado a cabo las políticas derivadas de la encíclica “Rerum novarun” de León XIII. En la visión de Mercier había que sacar al trabajador de las garras de la industrialización salvaje e inspirarse en la organización laboral medieval. Para ello, aquellas asociaciones de campesinos dirigidas por sacerdotes, tenían las actividades de ocio indisolublemente unidas a la práctica de la religión, pues mientras los obreros industriales estaban claramente influidos por los socialistas, no así los campesinos, en manos de la Iglesia.

Luego Pardo Bazán visita Gande, cuna del socialismo belga, para lo que llevaba dos cartas de presentación que le había dado Giner de los Ríos, aunque no pudo emplearlas para entrevistarse con algunos intelectuales socialistas, que presentaban comportamientos heterogéneos. Uno de ellos era Edward Anseele, periodista y político, pero las referencias de Pardo Bazán al libro de Vandervelde y Destrée (“El socialismo en Bélgica”) suplen el no haberse podido entrevistar con ellos, visitando la cooperativa socialista “Vooruit” (“Adelante”), con sede en unos almacenes con una caja de ahorros y un banco.

El sufragio universal fue una dura batalla que libró el socialismo belga en las últimas décadas del siglo XIX, pues el sistema que permitía ganar las elecciones a los partidos conservadores era el censitario. Por fin se consiguió una reforma que llevó al sufragio universal “plural”, por el que los varones mayores de edad, sin distinción, tuvieron reconocido el derecho al voto, pero no de forma igual: el voto de unos valía por uno, mientras que el de otros por dos o por tres, según las “capacidades” y la riqueza. Esto llevaría a los socialistas al Parlamento, pero más adelante siguieron las movilizaciones para conseguir la desaparición de la desigualdad en la valoración del voto; la huelga general de 1902 es una muestra de ello. La escritora se refiere en su obra a la fuerza de las cooperativas socialistas, pues fueron estas las que estimularon a la Iglesia para crear las suyas, pero una de las razones del éxito de las de los socialistas era su fuerza económica.

Debe tenerse en cuenta que la despiadada industrialización había acabado con el descanso dominical, cuya recuperación fue una exigencia y un logro de los socialistas, que hicieron hincapié, además, en la necesidad de acabar con el alcoholismo, el juego y otros vicios. Por su parte, los católicos belgas buscaban la reconciliación de las clases, y Pardo Bazán expresa su visión de la experiencia que está viviendo con las siguientes palabras: … he creído ver el suelo belga rayado por dos surcos… que parten de la frontera desde extremos opuestos, y, sinuosos, llegan por fin a juntarse… el calor de sus pliegues habrán de reunirse. Lo cierto es que, como dice la autora cuya obra me ha servido para este artículo[3], los católicos llevaban sus acciones mediante iniciativas privadas, mientras que los socialistas querían que fuesen las instituciones públicas las que se ocupasen del problema obrero.


[1] Jules Destrée nació en 1863 (Bruselas) y murió en 1936. Muy influido por las huelgas en su país de mediados de los años ochenta, se comprometió con el socialismo. Emile Vandervelde nació en Burselas en 1866 y murió en 1938; diputado, miembro de la Segunda Internacional y, por lo tanto, socialista también.
[2] Sacerdote nacido en 1851 en Bruselas que fue rector de la Universidad de Lovaina. Murió en 1926.
[3] “Claves belgas para la lectura de ‘Por la Europa católica’ de Emilia Pardo Bazán”.

sábado, 10 de septiembre de 2016

Los clérigos huyen a Bélgica

Tournai, al suroeste de Bélgica


A principios del siglo XX el gobierno francés, de la mano de Émile Combes, aplica una política anticlerical que va a obligar a muchos clérigos a abandonar Francia en dirección, sobre todo, a Bélgica. Combes había nacido en 1835 en la villa sureña de Roquecourbe.

No había sido el primero en estas ideas, que heredó de Waldeck-Rousseau, impulsor de una ley de asociaciones en 1901. En los próximos años muchos colegios religiosos fueron cerrados considerando el Estado que la enseñanza era una función esencialmente pública. Desde ese momento Bélgica, España, Italia, Inglaterra y Suiza fueron los principales países a donde llegaron clérigos franceses.

La emigración a Bélgica, según Sofie Leplae fue una solución provisional e intermedia, mientras se esperaba la vuelta a Francia o la partida a un país más lejano. Algunas de las congregaciones religiosas abandonaron Europa y conocieron tiempos de gran prosperidad. Los primeros religiosos que abandonaron Francia fueron los asuncionistas, condenados durante el “proceso de los doce” en 1900, precedente de la ley de asociaciones. En los años siguientes iban siendo cerrados centros religiosos y confiscados por el Estado sus establecimientos. Jean Stengers ha subrayado la reputación de Bélgica en el siglo XIX como “tierra de acogida”.

En cuanto al reparto geográfico de los religiosos franceses emigrados a Bélgica, según Sofie Leplae, fue siguiendo criterios de proximidad: primero las regiones más próximas a Francia, las del sur de Bélgica (Mouscron, Tournai, Mons, Charleroi, Dinant, Cinei, Daverdisse…). También fueron importantes Namur y Hamois y, en el norte, Amberes, Gante y, en menor grado, Brujas.

Desde 1814 hasta la primera guerra mundial Bélgica estuvo gobernada por católicos, pero los exiliados franceses no fueron acogidos con los brazos abiertos. La oposición liberal y socialita salió reforzada por la introducción, en 1893, del sufragio masculino proporcional y el gobierno de Smet-de Naeyer, establecido en 1899, era conservador y poco inclinado a una política social o demasiado clerical. La victoria de los republicanos en Francia en 1902 y la llegada al poder de Combes, tuvieron bastante eco en Bélgica, donde los liberales y socialistas comenzaron a soñar con una victoria del anticlericalismo.

Ya en 1901 el senador liberal moderado Oswald de Kerchove de Denterghem pidió al Senado una intervención de la Santa Sede contra el establecimiento de conventos en Bélgica. De lo que se trataba era de evitar que no sufriesen, los conventos dedicados a la enseñanza en dicho país, la competencia de los franceses. Por otra parte consideraba que los municipios belgas no podrían echarse encima la responsabilidad de atender a las fábricas de más iglesias.

El episcopado belga, por su parte, había decidido no autorizar, sino bajo ciertas condiciones, más establecimientos de comunidades extranjeras. Las discusiones se concentraron sobre todo en torno a la cuestión financiera, concretamente sobre las manos muertas y el voto de pobreza. El gobierno belga, aunque defendía en público a los clérigos inmigrantes franceses, pidió al Vaticano y a los obispos que limitasen el número de los inmigrados.


miércoles, 24 de julio de 2013

El "Paisaje dorado" de Permeke

Óleo sobre lienzo (1945)
Este paisaje es probablemente uno de los mejores de Pemeke, a juicio de Sylvie Vander Stegen. Revela la paz que había encontrado después de un período de constantes experimentos con las posibilidades de deformación. Desde mediados de 1930 había renunciado a la forma extrema del expresionismo y poco a poco comenzó con un estilo más clásico. Tanto las pinturas que hizo a partir de entonces y los desnudos femeninos que dibujó y esculpió, muestran que quiso representar la realidad de una manera más nítida. Sus desnudos femeninos ya no eran robustas mujeres campesinas flamencas, sino sofisticadas doncellas jóvenes, sensuales. 

Sus paisajes llanos y abiertos con pequeñas casas y árboles sustituyen las formas monumentales. El panorama actual muestra que en la composición Permeke también se acercó más a la tradición. La composición de la pintura es convencional: el horizonte es bajo, y el cielo llena dos tercios de la superficie. Al hacerlo, Permeke fue capaz de añadir una fuerte carga atmosférica en el cuadro. En ese período era más importante para él crear un paisaje con un ambiente de gran alcance que proporcionar una representación exacta de la realidad, o la expession de su propia mente atormentada. Los colores también son propicios para la armonía y el ambiente de de pintura. Los baños de luz solar amarilla sustituyen a los contrastes vivos de color en otras pinturas de Permeke producidas en años anteriores. Al contrario: dejó sitio a una pintura casi monocroma, dominada por un suave color marrón claro, reduciendo los innumerables matices y tonos.

Nacido en 1886 en la activa Amberes, tuvo tiempo de conocer la riquísima variedad de experiencias en el campo de arte antes de su muerte en 1952. Se dejó llevar por la catástrofe de dos guerras mundiales, lo que sin duda influyó en su arte expresionista, miemtras que en los momentos de calma espiritual se entregó a la representación de paisajes como este donde, sin embargo, lo más importante no es la parte humanizada, sino la propia naturaleza.

martes, 23 de julio de 2013

El banquero y el pintor

Barón Francis Delbeke (1917)

Que el banquero Francis Delbeke y el pintor Jules Schmalzigaug se conociesen no es extraño porque los dos eran ricos, pero aunque no hubiese sido así la afición al arte del primero seguramente les hubiese acercado. El banquero tuvo una larga vida llena de actividades, mientras que el pintor vivió solo treinta y cinco años, pues decidió quitarse la vida quizá influido por su propio arte y el de los movimientos en los que participó, por su extrema sensibilidad y por los horrores de la gran guerra.

La obra de arriba es un gouache y pastel sobre cartón realizada en 1917, el mismo año de la muerte del pintor durante su exilio en los Países Bajos. Delbeke dejó escritas las siguientes palabras sobre el arte de su amigo: "... la luz es el movimiento, la vida". Formado en las Academias de Karlsruhe y Bruselas, Schmalzigaug visitó en París el Salón de los Independientes en 1911, donde descubrió las múltiples perspectivas utilizadas por los cubistas. En el retrato de Delbeke todo ha sido interpretado mediante geometrías, si bien la figura del banquero, escritor y coleccionista de arte está más próxima al realismo. 

Al año siguiente -escribe Francisca Vantepitte- la exposición de los pintores futuristas italianos en París fue una revelación para Schmalzigaug. En 1912 fijó su residencia en Venecia atraído por su luz vibrante. Dos años más tarde participó en la "Esposizione futurista internazionale" en la Galleria Sprovieri de Roma. Boccioni, Balla, Russolo y Marinetti elogiaron al único futurista belga, pero tras el estallido de la primera guerra mundial Schmalzigaug se vio obligado a salir de Italia. Su aislamiento en los Países Bajos dio lugar a un cambio en el estilo que también se puede ver en el retrato de Francis Delbeke. La composición se simplifica y es más estructurada, los colores son más apagados y las técnicas de aguada y pastel más sensoriales. Schmalzigaug pintó a su amigo como un intellecutal perspicaz, hojeando los documentos en su escritorio.

Ese banquero intelectual se había interesado por la Revolución Francesa y la por masonería, por el arte y por coleccionar pinturas de artistas belgas. Amberes fue la ciudad que se benefició de su mecenazgo artístico, pero también algunos pintores. Formado en el más acendrado catolicismo esto no fue óbice para comprender los múltiples caminos expresivos del arte.

sábado, 20 de julio de 2013

Boulenger de Tournai

Tournai se encuentra cerca del río Escalda y fue una ciudad medieval relativamente importante, de lo que quedan muestras en su arquitectura. Su plaza mayor con fuentes es característica y en ella quizá jugase, tanto de niño como de mozo Hippolyte Boulenger, pintor belga de cultura francesa que se vio influido por los pintores de Barbizon durante las décadas centrales del siglo XIX. Ante todo fue un paisajista pero también arquetipo de los artistas malditos del siglo, según Pierre-Yves Desaive. Una de sus obras es "The Saint-Hubert Mass", óleo sobre tela pintado en 1871 de 114 por 134 cm. Son muy comunes en él los tonos terrosos, las arborescencias indefinidas, los personajes amontonados y confusos, las atmósferas propias de su Bélgica natal, aunque en el caso de la obra citada los perfiles de la iglesia estén más definidos.

Boulenger nació en una familia modesta y fue huérfano a la edad de dieciseis años; a lo largo de su corta vida luchó contra desórdenes nerviosos graves, lo que eventualmente lo mantenían privado de sus facultades mentales. A pesar de que los elementos innovadores de su obra no se desarrollaron hasta los últimos años de su vida, Boulenger ejerció una influencia considerable sobre el paisajismo belga, según Desaive. Este autor señala que "en 1894 fue descrito como un maestro entre los maestros" en un libro dedicado a los artistas belgas contemporáneos.

Boulenguer comenzó su carrera como paisajista mientras asistía a clases nocturnas en la Escuela de Bruselas. Esta vocación como pintor de paisajes se autoafirmó en la década de 1860, en el momento en que Claude Monet estaba pintando en el bosque de Fontainebleau. Poco a poco este género pictórico, que todavía era despreciado por las academias de arte, comenzó a ser reconocido. Los artistas no se contentaron entonces con una pintura idelizada a partir de un boceto hecho en sus estudios, sino que fueron a hacer sus pinturas sobre el terreno. Boulenger eligió su inspiración en las cercanias de Bruselas, o más raramentea orillas del río Mosa. Conoció a Camile Van Camp, quien le presentó a los pintores Asselbergs, Montigny, Raeymaekers y Coomerans. Juntos, formaron la "Tervueren Schol" cuyo nombre se escogió inicialmente como una especie de broma en alusión a la pequeña población belga de Tervuren, en la provincia de Brabante.

jueves, 27 de junio de 2013

Los belgas se rebelan

"Episodios de septiembre de 1830 en la Grand Place de Bruselas"
"El año 1830 -escribe Brita Velghe- estuvo marcado por el fervor revolucionario". En París, a través de la revolución de julio, terminó el dominio del rey Carlos X. Delacroix pintó "La libertad guiando al pueblo" y en Bruselas, por su parte, durante unos días de septiembre, se dieron los episodios que llevarían al fin del dominio holandés sobre las provincias del Sur (Bélgica), dominio que se había impuesto en el Congreso de Viena durante 1815. El pintor Gustav Wappers -sigue diciendo Velghe- pintó un gran lienzo al óledo recordando dichos episodios (444 por 660 cm.) en 1835. Le fue encargado por las nuevas autoridades blegas y el artista exaltó en él la revolución independentista del nuevo estado. Durante su estancia en París en 1828, Wappers habría frecuentado los ambientes revolucionarios y se había impregnado de ese sentimiento.

En la noche del 25 de agosto de 1830 se representó en el teatro de la Monnaie de Bruselas una de las óperas de Auber, tituada "La chica muda de Portici". Durante el cuarto acto el canto sagrado de amor a la patria se extendió en forma de insurrección por todo el país. El 23 de septiembre el ejército holandés entró en Bruselas y avacuó la ciiudad al amancer del 27, después de cuatro días de lucha. En una composición piramidal Wappers refleja los episodios en los que los ciudadanos de Bruselas son homenajeados. Un ex alumno de la Academia de Amberes, Wappers -dice Velghe- sería el que desencadenase el movimiento romántico belga rompiendo con el neoclasicismo y recogiendo la elocuencia pictórica de Rubens: en efecto, los personajes amontonados, uno muestra un panfleto desde lo alto, otros hacen sonar sus tambores, algún capitán a caballo, mujeres que se suman a la revuelta y sufren las heridas, niños que se balancean, la bandera se quiere ondear, el cielo brumoso, los edificios capitalinos...

El pintor tenía poco más de treinta años cuando realizó esta obra y ya en 1830 había pintado "La devoción del burgomaestre de Leiden". Luego trabajó en Amberes, para el rey Leopoldo y para el rey francés Luis Felipe de Orleáns. No podrá negarse que supo conectar con el espíritu de la época que le tocó vivir; no con el sentimiento revolucionario de 1848, pero sí con el más templado y romántico de 1830.

domingo, 12 de febrero de 2012

Coudenberg

El palacio de Coudenberg (óleo sobre lienzo atribuido a Brueghel)

En una colina donde ahora se encuentra la plaza Real de Bruselas había, desde los siglos XI o XII, un castillo que, tras sufrir un incendio en 1731, yace en ruinas bajo la plaza. La colina de Coudenberg sería con el tiempo el centro de la ciudad de Bruselas. Fue residencia de los duques de Brabante después de que el ducado fuese condado feudal nacido cuando se creó la Lotaringia en el año 843. Por lo tanto la colina de Coudenberg fue centro de decisiones políticas e intrigas cortesanas desde muy pronto. También sería más tarde lugar de recreo, sobre todo cuando el ducado cayó en manos de los duques de Borgoña, que entre finales del siglo IX hasta finales del XV sería independiente. 

En el siglo XIV Felipe el atrevido, hijo del rey francés Juan II, recibió el ducado, que formaría un estado diferente al casarse aquel con Margarita III de Flandes. Queda así constituido uno de los estados medievales más curiosos, pues sus territorios estaban inconexos entre los actuales Países Bajos, Luxemburgo y la Borgoña francesa, además de otras plazasen el norte de la actual Francia. A mediados del siglo XV, en pleno auge económico de la región, acabada la guerra de los "cien años" y de acuerdo con el gusto cortesano por el arte, Felipe el bueno decidió construir en el antiguo castillo, transformado a lo largo de los siglos en palacio, un aula magna. Dueño del palacio será el emperador y rey de España Carlos de Gante, construyéndose bajo su reinado una capilla gótica. 

Una de las estancias del antiguo palacio
Las estatuas, las galerías, los salones y jardines se amplían. Tapices y objetos de lujo, libros y ajuares completan el patrimonio del palacio de Coudenberg, además de pinturas de Rubens, Tiziano y Brueghel entre otros. Hoy es un lugar arqueológico al que se accede por el museo de Belvue, pudiéndose visitar los sótanos y bodegas, la cocina y los almacenes. En el aula magna citada abdicó en 1555, al parecer, Carlos de Gante en favor de su hijo Felipe II de España y de su hermano Fernando, que heredaría el imperio germánico. 

En loos jardines que rodeaban al palacio de Coudenberg había otros palacetes menores, uno de ellos el de Hoogstraeten, de la familia Lalaing, donde en el siglo XVI se construiría una galería gótica muy restaurada en la actualidad. Aquí hay ahora un museo, cuyos fondos fueron descubiertos durante las excavacines que se llevaron a cabo para sacar a la luz el complejo de Coudenberg: cerámicas, objetos de lujo, azulejos, cristalerías venecianas y armas. 

El condado y luego ducado de Brabante, que comprendía el propio Brabante, Amberes y Bruselas, tenía aquí su centro; hoy es más bien lugar de cultura. Cuando el palacio se incendió en 1731, justo un siglo antes de que los belgas consiguiesen su independencia, ¿sería aquel incendio una premonición de que con la destrucción del palacio no estaba lejos la libertad de los pobladores?