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domingo, 27 de diciembre de 2020

Negocios por mar

 

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En la segunda mitad del siglo XVII los puertos cantábricos reciben pescado salado, bacalao y salmón en salmuera que vienen de Inglaterra e Irlanda. Según ha estudiado Cueto-Felgueroso, desde los puertos asturianos se reenviaban parte de esas mercancías a Medina de Rioseco y León. La primera de las citadas había vivido su momento de máximo esplendor económico en el siglo XVI, pero no solo como herencia de sus ferias medievales, sino por los capitales repatriados desde América de sus naturales.

La sal era importada de las salinas francesas de La Rochelle para los alfolís de Castropol, Luarca, Avilés, Gijón y Llanes. El tabaco se compraba en Bilbao, en polvo o importado en hojas del Brasil para abastecer el estanco del tabaco del Principado. Después de la guerra con Portugal (1668) los mercaderes ingleses exportaron a Gijón tabaco del Brasil y de Virginia.

Las “mercancías lícitas” eran géneros textiles y todo tipo de manufacturas de uso doméstico; la mayor parte llegaba al Principado desde Bilbao mediante el transporte de cabotaje. Otro producto es el hierro, del que hay testimonios como el de la pinaza “La Concepción”, de un vecino de Avilés, que lo trae desde Bilbao haciendo escala en Santander, calderas de cobre, sempiterna y bayeta[i] de Inglaterra, hilos y cintas de Flandes, medias para hombre de Inglaterra, cordellate[ii] de Aragón, pelo de camello de Holanda y otros productos como grasa de arder (aceite de ballena) utilizada para el alumbrado.

Desde la Edad Media el comercio de la sal era común en todo el Cantábrico por su utilización en el tratamiento del pescado, siendo una de las regalías del rey. Asturias contó con alfolís para la sal en Castropol, Luarca, Avilés, Gijón y Llanes, siendo éste comercio el que reportó más beneficios. A pesar de la situación de guerra con Portugal hasta 1668 y con Francia durante casi toda la segunda mitad del siglo XVII, el comercio de la sal se mantuvo mediante permisos de importación, siendo la distribución monopolio de la Corona.

A finales de 1641 el Consejo de la Sal informó al Principado que se autorizaba a los arrendadores a traer de Francia hasta 50.000 fanegas de sal (3.500 toneladas) en cualquier barco de países amigos de la Corona, y en los de aquel reino siempre que no trajesen armas, con los permisos para el Reino de Galicia y Principado de Asturias, y solo por los puertos de Vigo, Pontevedra, Muros, Corcubión, Coruña, Betanzos, Viveiro, Ribadeo, Luarca, Avilés, Gijón y Villaviciosa. También llegaba vino desde Ribadavia.

En cuanto a los productos exportados por los puertos asturianos eran avellana verde y tostada (turrada), limones, naranjas y nueces (90% del total). Cueto-Felgueroso señala que la disminución de las cantidades exportadas no dependió de la coyuntura económica del Principado, sino de la evolución del tráfico internacional de mercancías de Castila con el norte de Europa, estrechamente ligado al devenir de la política. Pero no es éste el caso de las exportaciones de grano, importantes entre 1652 y 1656, que se corresponden con las hambrunas en Levante y Andalucía.

No obstante, el suministro a estas regiones se canalizó a través de San Sebastián junto al trigo importado del Báltico. La gran peste de mediados del siglo XVII (1647 a 1652) que asoló Levante y Andalucía provocó, según se ha calculado, que Sevilla perdiese el 25% de su población, a lo que se unieron las malas cosechas, la hambruna y la falta de recursos en las ciudades para la importación de trigo de Sicilia o del Báltico. Así, unos vecinos de Gijón aprovecharon para llevar a Sevilla avellanas, castañas, naranjas y otros frutos, pero como no disponían de los barcos apropiados recurrieron a Santander y Portugalete para poder cargar sus mercancías en Gijón y seguir viaje a Sevilla. Hay otro ejemplo de 12.000 fanegas de trigo (850 toneladas) para llevar a Sevilla desde Gijón, trigo que había sido cultivado en la villa de Fuentes de Ropel[iii], lo que pone de manifiesto que era más rápido el transporte por mar que por tierra, además de que existiesen comerciantes que se ofreciesen a ello. Otros centros de producción cerealera fueron las villas de Mayorga[iv], Villagonta[v] y Toral de los Guzmanes[vi].

En cuanto a la lucha contra el contrabando, a mediados del siglo XVII seguía la misma estrategia que cincuenta años antes (Cédula de 1604 contra los holandeses), pero desde 1648 (tratado de Münster)[vii], los holandeses eran aliados de los españoles, por lo que buena parte de la canela y otras especias traídas por aquellos eran consumidas en España.

Para la lucha contra el contrabando hubo veedores que tenían como misión inspeccionar la introducción de las mercancías al objeto de que se pagase por ellas el impuesto correspondiente. Existieron, no obstante, redes de contrabando, pues se trataba de burlar a la administración de los Estados, en éste caso la Monarquía española, dándose también un contrabando de cabotaje, consistente en no descargar las mercancías en un puerto importante, y sí en otro que estuviese menos vigilado por los agentes reales.


[i] La sempiterna es una planta herbácea y la bayeta un tejido.

[ii] Tejido basto de lana cuya trama forma un cordoncillo.

[iii] Nordeste de la actual provincia de Zamora.

[iv] Al norte de la actual provincia de Valladolid.

[v] Hoy despoblado en el municipio de Villaveza del Agua, al nordeste de la actual provincia de Zamora.

[vi] Al sureste de la actual provincia de León.

[vii] Se reconoció la independencia de las Provincias Unidas por la monarquía española.

domingo, 21 de abril de 2019

Miranda y Somiedo en la Edad Media

Valle del Pigüeña
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Belmonte de Miranda y Somiedo son dos municipios del interior occidental de Asturias con un relieve montañoso, sobre todo en Somiedo; valles, praderías e, históricamente, un predominio de la ganadería sobre la agricultura. Tierras aisladas, han estado dominadas durante siglos por una aristocracia temprana y la Iglesia monacal, además de la mitra de Oviedo.

La historiadora Margarita Fernández Mier[i] ha estudiado la documentación que se encuentra en el monasterio de Belmonte y en la catedral ovetense, fundamentalmente, para darnos información de las gentes, trabajos, herencias, compras, etc. en lejanos siglos.  Los grandes propietarios –dice la autora citada- en los siglos X-XI, eran en primer lugar la monarquía y en segundo lugar la aristocracia y los monasterios. En 1032 el rey Bermudo III tenía propiedades patrimoniales por herencia (aunque con las irregularidades que en la época se podían hacer) particularmente la “villa” de Lapedo, que comprendía, a grandes rasgos, la actual parroquia de Belmonte y los pueblos de Belmonte, Cezana, Faidellu, Dolia, Miruxa, Courias (Corias) y Freisnéu, situados a ambas orillas del río Pigüeña.

Otros grandes propietarios eran los condes Pelagio e Ildoncia, Jimena Peláez, María Peláez, Ildoncia Ordóñez, los condes Fernando y Enderquita, Petrus Adefonsi (sobre el que volveremos luego), el rey Alfonso VII, doña Sancha, el rey Fernando II, Alfonso X (reyes de los siglos XII y XIII) y Fernando Analso. Estos son ejemplos de una importante propiedad patrimonial ligada a la monarquía astur-leonesa en el solar de Lapedo ya en el siglo X, y de una aristocracia en fase de ascenso.

La “villa” de Lapedo pasó en 1032 del rey Bermudo III a los condes Pelagio Froilaz e Ildoncia Ordóñez por medio de una permuta, nietos estos últimos de la reina Velasquita[ii], de la que Bermudo había heredado la “villa”. Es decir, la propiedad no sale de la familia, y en 1096 Ildoncia dona a la catedral de Oviedo el monasterio de Arbichales. Dos de sus hijos, además, donan a la catedral diversas heredades en ocho localidades, y otras en tres localidades de Miranda.

Pelagio e Ildoncia (condes) fundaron dentro de la “villa” de Lapedo una iglesia propia y, en el siglo XII, Petrus Adefonsi, descendiente de los condes fundadores, reagrupó la propiedad que se había disgregado en generaciones anteriores. En 1141 recibió las partes que tenía en Lapedo su hermano Gundisalvus, de forma que vuelve el patrimonio a la misma familia, mientras que el monasterio de Lapedo (en Belmonte) consolida sus propiedades, ya que en 1151 Petrus Adefonsi y María Froilaz les donan las heredades que poseían en cuatro localidades, y en 1157 todas las demás de su propiedad.

Otra rama de esta misma familia es la que agrupa la “villa” de Curniana y funda el monasterio de San Salvador. A la muerte de la infanta Cristina, hija de la reina Velasquita, igual que ocurrió con Lapedo, dicho bien se dividió y fue reunido de nuevo por una nieta suya. Todo lo anterior tiene lugar en torno a los ríos Narcea y Pigüeña, base sobre la que se fundan dos importantes cenobios.

Otra familia importante en el siglo XI son los condes Fernando y Enderquita, que poseen dos iglesias propias, donándolas en 1098 a un presbítero. Las grandes propiedades anteriores a 1150 son herencias, mientras que a partir de este año se suceden las donaciones otorgadas por los reyes Alfonso VII, Fernando II y Alfonso X, pero lo que se enajena es la propiedad jurisdiccional, no la efectiva. 

Otro propietario que aparece en el siglo XIII es Fernando Analso, que donó al monasterio (¿de Arbichales, San Salvador, Lapedo?) las propiedades que tenía en Grado a cambio del préstamo de Auviñana. Parece que sus bienes radicaban en el municipio actual de Grado, intentando hacerse con patrimonio en Miranda, lo que logrará en 1277 tras obtener la encomienda del monasterio de Belmonte, usurpando de este modo las prerrogativas jurisdiccionales del mismo.

En 1164 un tal Fernando Vermuti aparece donando al monasterio de Corias heredades en dos localidades, pero no es probable que sea el mismo que consigue la encomienda de Belmonte. Los bienes donados son siempre “villas” completas o mitades, pero también pequeños monasterios que pasan a engrosar el patrimonio del de Belmonte. De todas formas, el mayor propietario eclesiástico de la zona es el monasterio de Lapedo, que hasta mediados del siglo XII solo recibe propiedades de sus fundadores (Pelagio e Ildoncia) y de sus refundadores (Petrus Adefonsi y María Froilaz): primero se anexiona al monasterio la “villa” de Lapedo (s. XI) y posteriormente todo el patrimonio de Petrus Adefonsi (s. XII). Los pequeños propietarios no jugaron un papel relevante en la cesión de patrimonio hasta mediados del siglo XII.

También fue gran propietaria la mitra de Oviedo, que adquiere a fines del siglo XI algunas propiedades en las vegas del río Pigüeña, pero también es dueña de muchas otras heredades obtenidas por donaciones entre los siglos IX y XI. El obispo Pelayo[iii] parece que tuvo mucho interés en las vegas de Miranda  y algunos lugares de Somiedo, con ricos pastos para alimentar a una importante cabaña ganadera.

Otra gran propiedad eclesiástica es la del monasterio de Gúa, que puede haber sido fundado a mediados del siglo XII en Santibáñez (entre La Robla y León) y trasladado a fines de dicho siglo a Gúa, al sur de La Pola de Somiedo. Su patrimonio se constituyó a partir de las donaciones reales de Alfonso VII y Fernando II, estando las de este a ambos lados de la cordillera Cantábrica, pero son pocas las donaciones que recibe de pequeños propietarios. Por su parte, una hija de la citada reina Velasquita fundó el monasterio de Curniana, a orillas del Narcea.

En cuanto a los pequeños propietarios que donan sus propiedades, lo más abundante son heredades y “villas” a favor de la mitra de Oviedo y de una Elvira Velázquez, pero otros traspasan sus heredades al monasterio de Belmonte a cambio de bueyes, maravedíes, modios y eminas[iv], yeguas, novillas, un ariete, cerdos, modios de pan, comida y vestido, sólidos[v], escanda, vacas, nocedos (¿), caballos, áureos, zapatos, sueldos, gargallas (¿), ovejas, cabras, sepulturas, heredades, casas, cilleros, juguerías[vi], foros y árboles entre 1144 y 1290, según el estudio de Fernández Mier.

Estos pequeños propietarios aparecen tardíamente en Belmonte, salvo algunos que donan sus bienes a la mitra de Oviedo antes de mediados del siglo XII, pero lo cierto es que “la tónica general [es] la enajenación de sus bienes en beneficio del poder eclesiástico”. Los que traspasan sus propiedades lo hacen por precios muy desiguales y, en ocasiones, a cambio de comida y vestido, lo que demuestra su pobreza.


[i] “Economía y sociedad en Miranda y Somieu en los siglos X-XIII”.
[ii] Fue esposa de Bermudo II y falleció en torno a 1035.
[iii] Primer tercio del s. XI.
[iv] Son las dos medidas para áridos.
[v] Tipo de moneda. Y otras monedas son los áureos y los sueldos.
[vi] ¿Donde se hacen jugos de frutas?

lunes, 8 de abril de 2019

Asturica Augusta

La forma de vida de los pueblos indígenas del noroeste de la península Ibérica, en el siglo I a. de C., era muy distinta de la que impuso Roma a partir del momento en que fundó la ciudad de Asturica Augusta en el mismo lugar donde hoy se encuentra Astorga. En los orígenes de esta ciudad romana, como en otros casos, está el emplazamiento de un campamento romano, para luego, ex novo, levantar la ciudad con las características de otras romanas, aunque el plano no fue exactamente hipodámico.

Los profesores Santos Yanguas y Dopico Caínzos[i] aportan en un estudio datos muy importantes sobre los pueblos indígenas del conventus asturicensis, sensiblemente distintos de los que habitaban en los otros dos conventos del noroeste, lucense y bacarense, pero también distintos de los que vivían al norte de la cordillera Cantábrica. Estos tres conventos tienen en común la conquista simultánea por Roma en época de Augusto y la ausencia de ciudades si los comparamos con los demás territorios de la Hispania Citerior. Pero si los conventos bracarense y lucense comparten una misma cultura, la castreña, en el asturicense la diversidad es mayor.

Las tierras llanas de la Meseta norte propiciaron la aplicación por parte de Roma de estrategias de comunicación distintas que en la cordillera Cantábrica y en la llanura litoral. Al oeste del convento asturicense la arqueología ha descubierto formas de habitación parecidas a las de la Galicia y Portugal actuales al norte del Duero, poniendo de ejemplo los castros de San Chuis[ii] y Coaña. Sin embargo en la Meseta hay claras influencias celtibéricas: no se trata de pequeños poblados, sino de centros de mayor tamaño, como Puentecastro o Lancia[iii], algunos de los cuales se convirtieron en oppida. También hay diferencias en la onomástica.

La epigrafía muestra denominaciones como civitates, gentes, gentilitates, cognationes y castella, sin que los especialistas se hayan puesto de acuerdo sobre el significado y las diferencias que los romanos quisieron mostrar con esta diversidad. Algunas de aquellas denominaciones parecen tener un carácter territorial (la civitas de tal área geográfica) y los castella parecen ser las poblaciones indígenas donde los romanos observaron unidades militares, pero como estas fueron generadas por Roma ¿lo eran con anterioridad? En la zona occidental del convento asturicense se han encontrado castella, mientras que en la oriental, cognationes que se integran en las civitates; en la zona meridional del futuro conventus se documentan gentilitates, y las gentes tuvieron una naturaleza territorial y política. Como vemos, nada claro.

Lo que sí está claro es el enorme impacto que Roma causó en estos pobladores, máxime teniendo en cuenta que la conquista acababa de producirse, y que Roma impone aquí una organización administrativa sin precedentes dentro de la historia de Roma. La génesis del conventus asturicensis está en torno al Ara Augusta[iv]. El “ara” dota a diversos pueblos indígenas, forzados por Roma, de un elemento de cohesión mediante una fuerza ideológica de lo sagrado y al culto imperial.

Pues sobre estos precedentes se construye Astúrica, sobre la que, sin dejar de estar poblada en ningún momento, se encuentra la Astorga actual. Es la urbs magnifica a la que se refiere Plinio (el viejo), que nada tiene que ver con Lancia, a la que Floro llama urbs, que debió ser importante desde el siglo IV a. de C. sobrepasando las 10 Ha., pero para los romanos era un oppidum que la alejaba de Astúrica. A finales del siglo I d. de C. se extendía por casi 30 Ha. y contaba con foro en la parte más alta, edificios religiosos, infraestructuras del agua (cloacas y termas) probablemente –dicen los autores citados- anteriores al siglo II d. de C. y también contó con domus privadas.

La administración de la ciudad estaba en manos de procuratores para diversas funciones (una de ellas el control de las minas del noroeste), letati también con varias funciones (jurídicas, militares, etc.) mayoritariamente de procedencia itálica. La mayoría de las inscripciones descubiertas, tras más de 150 intervenciones arqueológicas, están datadas a partir del siglo II de nuestra era, algunas sobre grandes soportes, con dedicatorias a divinidades romanas y orientales.

Asturica fue la residencia de los procuratores Augusti con funciones para los tres conventos del noroeste, habiéndose encontrado epígrafes de ocho de aquellos. Los procuratores metallorum, de cuatro de los cuales tenemos noticia en inscripciones halladas en Villalis, a menos de 20 km. de Astorga. Igualmente se han encontrado cuatro inscripciones sobre beneficiarii procuratoris en Villaris, datadas en la segunda mitad del siglo II, y otra en Astorga de entre los siglos I y II. La onomástica de estos funcionarios delata su procedencia: uno de ellos era de Tergeste (Trieste), de finales del siglo I, otro, itálico de la primera mitad del s. II, y otro probablemente de Roma de mediados del mismo siglo. En Astúrica había gran variedad de estratos sociales, desde los de rango senatorial y milites hasta los de libertos y esclavos privados, pero también imperiales, una nueva sociedad muy diferente a la indígena. En la ciudad no habitaba solo población romana, sino también los indígenas de otras zonas. No sabemos qué estatuto jurídico tuvo Astúrica pero la mención a una Res Publicae Asturicae Augustae per magistratos…nos habla de algo desconocido para los indígenas; aunque no estemos ante un municipio, sí había poderes anuales y electivos que no tiene paralelo con la población indígena antes de la llegada de los romanos.

Asturica introduce la escritura, desconocida por los indígenas hasta entonces y conocemos el Edicto del Bierzo[v], emitido por Augusto en el año 15 a. de C., el documento más antiguo sobre el Noroeste. En realidad se trata de dos edictos que muestran la política tradicional de conquista romana: favorecía a los pueblos que le eran fieles y castigaba a los rebeldes. Este tipo de documento fue imitado por los indígenas, como es el caso de la tabula de hospitalidad de los Zoelae, viéndose cómo los acuerdos entre indígenas también se dotan de soportes en bronce y en la lengua latina de los conquistadores.

Se introdujeron nuevos cultos y divinidades romanas y orientales, especialmente el dedicado a Iuppiter Omptimus Maximus, muy extendido por el Noroeste, y al emperador. Como capital de un convento, en Astúrica tenía su sede el culto imperial conventual, donde residía el sacerdote encargado del mismo.



[i] “El impacto de Asturica Augusta como ciudad del poder en su ámbito”. El presente resumen está basado en este trabajo.
[ii] Cerca de San Martín de Beduledo, Celón, Allande.
[iii] Ver aquí mismo “Las dos Lancia”, sobre las dudas de si esta denominación corresponde al poblado prerromano en Villasabariego (León) o el de Arrabalde (Zamora).
[iv] En otras “aras” hay una evidente unión de lo político, al ser usadas como elemento aglutinador de pueblos indígenas. Es el caso del altar Lugdunum, fundado en 12 a. de C., o el ara Ubiorum (por las mismas fechas), el situado junto al Elba, etc.
[v] Ver aquí mismo “El edicto de El Bierzo”.
(La fotografía es de asturicaromana.wordpress.com/)

domingo, 31 de marzo de 2019

Cosas de reyes



La monarquía es una institución antigua que se ha ido adaptando a lo largo del tiempo y que ha aportado fórmulas muy pragmáticas para garantizar el poder en manos de un linaje. En el reino astur-leonés se han dado usos sucesorios diversos que ha estudiado, entre otros, Marco V. García Quintela[i]. Ya Sánchez-Albornoz había intuido la idea de los asociados al rey en la monarquía astur-leonesa, pero siempre se ajustó a la idea de que dicha monarquía era electiva, como había ocurrido en época visigoda, asentándose el principio hereditario solo tardíamente.

García Quintela, sin embargo, señala que el famoso historiador no tuvo en cuenta las relaciones de parentesco entre todos los ocupantes de la realeza. El prestigio de los primeros reyes –defiende Albornoz- se hizo extensivo a sus familias haciendo de sus miembros candidatos “naturales” a la elección. Además, los electores eran los miembros de la corte “hechura de la estirpe Alfonsina”. Esto es lo que se puede llamar tesis goticista a la que se opone la tesis autoctonista defendida por A. Barbero y M. Vigil[ii]. Las fuentes que estos autores han consultado parecen demostrar la importancia del elemento local en la sucesión, que puede explicarse por los intereses y tradiciones puramente locales, y hacen hincapié en el papel jugado por una serie de mujeres en ello.

Ermesinda, hija de Pelayo, Audosinda, hija de Alfonso I, y una hija anónima de Fruela, parecen determinar el ascenso al trono de sus respectivos maridos –Alfonso I, Silo y Nepociano, respectivamente-. Se trataría de una sucesión matrilineal indirecta que iría desapareciendo hasta imponerse la línea patrilineal que coexistió alternándose con la matrilineal. La raíz de esto estaría en usos prerromanos, donde destaca la filiación matrilineal o de formas de avunculado[iii] en las dedicatorias funerarias latinas con rasgos de indigenismo.

La elegibilidad de tradición gótica (o germánica) y el papel de las mujeres en la sucesión derivan de una tradición autóctona. De todas formas, tanto la elegibilidad como el carácter hereditario de los reyes han convivido en momentos distintos, como por ejemplo en el caso de Irlanda. De igual forma coexistieron en la Roma de los reyes antes del régimen republicano. Por su parte, Sánchez-Albornoz señala que la realeza, para la época astur-leonesa, circuló siempre entre los integrantes de un determinado linaje, hasta que relativamente tarde se impuso el principio hereditario. Por lo que respecta a la herencia por vía femenina, Barbero y Vigil (solo hasta el reinado de Alfonso III) señalan que solo se da en tres[iv] de los trece casos que estudian, considerándolos restos de un sistema en retroceso antes de que se imponga el régimen patrilineal.

En cuanto a la asociación (junto al rey efectivo) se da en el caso de Alfonso I y Nepociano. La elección se dio en los casos de Pelayo, Alfonso I, Bermudo I, Ramiro I, Ordoño IV, Ramiro III y Bermudo II. Los casos de herencia de la realeza directamente de los padres son Favila, Fruela I, Ordoño I, Alfonso III, Ordoño II, Ordoño III y Alfonso V. Vemos, pues, que la variedad es la norma. La realeza pasa –dice García Quintela- por todos los miembros disponibles de cada una de las generaciones dentro del linaje, contando parientes colaterales y por alianza (este es el papel de las mujeres). El cómo se forma un grupo de aspirantes a la realeza ya lo encontramos en la antigua Tesalia, donde se conoce una “clase” de reyes, basileeis, de donde salen los reyes efectivos.

Destaca el retraso en el ascenso al trono de Alfonso II, asociado por Audosinda y Silo con la función de comes palatinum, relegado por sus tíos Mauregato y Bermundo I, que lo asoció por segunda vez. Con Alfonso II se impone el principio hereditario durante más de medio siglo, para volver al sistema antiguo. A Ordoño II le sucede su hermano, a quien sucede su sobrino Alfonso IV, sucedido por su hermano Ramiro II.

La asociación al trono solo aparece de forma expresa las dos veces que hemos visto con Alfonso II, y cuando el que lo asocia es Bermundo I, lo hace con preferencia sobre su propio hijo. Parece evidente, por otra parte, que el título de comes palatinum fue un trampolín para el acceso a la realeza: Aldroito y Piniolo se la disputaron a Ramiro I, y así se ve que el sistema generaba conflictos porque de por medio estuvieron las ambiciones, las diferencias de edad, las capacidades militares o intelectuales… Vimara fue asesinado por su hermano, Mauregato fue presentado como un tirano por obligar a su sobrino Alfonso II a entrar en un monasterio, Nepociano termina cegado[v] por orden de Ramiro I, los hijos de Ordoño II se enfrentan por el trono con los de Fruela II. La conflictividad es un elemento estructural de esta monarquía.

En el caso de Pamplona nos encontramos con algo parecido: la segunda dinastía de reyes, formada por los Jimeno, dominó todo el siglo X y accedieron al poder cuando tres de los hijos de García Jiménez se unieron en matrimonio con otras tantas mujeres de la familia Arista, linaje que ocupaba la realeza hasta entonces, y su hija Sancha Garcés también se casa con un varón Arista. La reiteración de esta alianza –dice García Quintela- indica una especie de dumping por los Jimeno sobre los Arista y esto se ve de nuevo con los hijos de Íñigo Garcés, hermano de Sancho Garcés, que se casan con mujeres del linaje muladí de los Ibn Qusa[vi]. Sabemos de enfrentamientos  entre los hermanos de Íñigo y Sancho, y que este (y sobre todo su mujer, Toda, a la que las fuentes atribuyen un gran protagonismo) casó a sus hijas con varones de la dinastía astur-leonesa.

Los reyes de Viguera[vii] tuvieron un papel especial, pues Sancho Garcés II y Ramiro de Viguera recibieron el tículo de rex al mismo tiempo, aunque la primacía la tuvo Sancho, y este título lo recibieron cuatro miembros de la familia real pamplonesa, llegasen a ser reyes o no.


[i] “Parejas de reyes hispanos en la Antigüedad y la Alta Edad Media”.
[ii] El presente resumen se ha hecho teniendo en cuenta la obra citada en la nota i.
[iii] Avunculus es el tío materno. El hermano de la madre ocupaba un lugar de privilegio en el sistema de parentesco.
[iv] Son los citados de Alfonso I, Silo y Nepociano.
[v] El cegamiento fue frecuente entre los aspirantes a la realeza en Irlanda.
[vi] Creo que es Ibn Musa, de la familia de los Banu Qasi.
[vii] En el centro de la actual comunidad de La Rioja, en el valle del río Iregua.

jueves, 17 de agosto de 2017

"Muries" de villas en el noroeste de Hispania



Villa romana de Veranes

Parece que las minas del noroeste de Hispania dejaron de explotarse durante el primer tercio del siglo III, pero a juicio de Santos Yanguas no están claras las causas: agotamiento del mineral, falta de mano de obra, fin de la rentabilidad… El mismo autor señala que no es posible que la escasez de mano de obra esclava fuese una causa determinante, puesto que a lo largo del siglo II estas labores fueron realizadas ya por mano de obra libre. Una de las causas más sobresalientes fue la decadencia general del Imperio, mientras que la continua reparación de calzadas y el encuentro de tesorillos durante el bajo Imperio parece demostrar que un cierto grado de explotación minera continuó.

Santos Yanguas considera que puede dividirse la ocupación romana del noroeste hispano en tres etapas: desde las guerras cántabras hasta mediados del siglo II; hasta el último tercio del siglo III, y hasta la primera mitad del V, época en la que se desarrolló la mayor y más intensa colonización agrícola, a partir de la cual se produjo la tardía romanización del noroeste, pero esto no quiere decir que no se conservaran estructuras económicas propias de época prerromana y, en todo caso, no se extendieron por todo el norte los elementos más característicos de la vida urbana romana, el empleo masivo de mano de obra esclava, la propiedad privada y el uso de la moneda.

A partir del siglo II, pero sobre todo de los siguientes, aparecen abundantes villae, cuya existencia conocemos por sus posesores o dueños, que han perdurado en los nombres de lugar. Durante la última etapa la labor romanizadota, además, correspondió a la Iglesia, que se dio de forma casi exclusiva en el campo económico. Los fundos o villae fueron de pequeña o mediana extensión, contrariamente a lo ocurrido en otras partes de Hispania y del Imperio. La arqueología ha permitido descubrir lujosas villae en especial en la zona meseteña del territorio astur, con mosaicos y otros elementos, mientras que al norte de la cordillera Cantábrica la mayor parte son del siglo IV, pues no aparecen mencionadas por los escritores antiguos. Los nombres de lugar terminados en –ana han sido estudiados por C. Bobes.

Aunque la crisis que sufrió el Imperio desde el siglo III afectó a muchos aspectos, las villas del noroeste continuaron pujantes desarrollándose una vida agropecuaria a la manera romana. Son ejemplos las de El Pedregal (Andallón), las Murias de Beloño (Celero), la Isla (Colunga), Campo de Valdés (Gijón), Cabruñana (Grado), Pauzana (Lugo de Llanera), Viella o Monte las Murias (Lugones), Lillo (en el Naranco), Paraxuga (Oviedo), Boiddes (Villaviciosa), La Magdalena de la Llera (Santianes de Pravia), las Murias de Ponte (Soto del Barco), Pumarín (Tremañes), Torre Vieja (Valduno), Mamorana (Lena) y Villarmosén, que cuando el autor al que sigo escribió su obra se encontraba sin localizar. Se cita a Veranes (Gijón) sin más porque quizá su excavación es posterior, pero su pervivencia dio una basílica paleocristiana.

La de Campo Valdés, por ejemplo, contó con termas anejas que se nos han conservado, siendo parecidas en importancia las de Tremañes, Pumarín y de Serín y Jove. De la villa de Boides se conservan noticias en época medieval, contando también con termas independientes. En Vega del Ciego (Lena) se ha descubierto un plano parcial que pudo ser en época medieval el lugar llamado castello Memorama. Se han conservado cuatro piezas principales separadas de dos en dos por un corredor central; la habitación más cercana al ábside podría ser el triclinium, y algunos restos numismáticos y cerámicos se guardan hoy en el Museo Arqueológico de Oviedo.

En la ciudad de Oviedo pudo haber una villa de la primera mitad del siglo IV y en las proximidades de la capital, las villas de Folgueras (Lugones) y las de Liño, Villarmosén, Villamar y Constante, todas ubicadas en las faldas del monte Naranco, habiendo aportado la de Liño ciertos documentos epigráficos

En Tremañes de Abajo (Tineo) se han descubierto restos que delatan la existencia de una posible villa, e igualmente en Sobrerriba (Cornellana), todas ellas centros de explotación agrícola y ganadera cuyas actividades se extendieron, en algunos casos, a época visigoda. En Natahoyo, junto a Gijón, pudo haber otro centro de explotación agropecuaria, pues en las donaciones de reyes medievales se encuentran con frecuencia alusiones a villas como las de Vellio, Vones, Fozana, Gotos, Liédena o Arbolies.

La mayoría en la actual Asturias se encontraban en la región litoral o en los diferentes valles fluviales, donde han perdurado formas del trabajo agrícola indígena y romano. En la meseta, en cambio, se encuentran más mosaicos, pero tanto en unas como en otras (al norte o al sur de la cordillera Cantábrica) se ha dado un tipo de agricultura intensiva muchas veces en manos de mujeres, sobre todo entre los astures augustanos. La mano de obra, más que esclava, fue semiservil o mediante colonos con un mayor o menor grado de libertad económica, pero dependiente de la familia dueña de las villas.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Derecho antiguo y rural

Palacio de Gobiendes en Colunga

Es muy interesante el trabajo de Amable Concha González (1) sobre la antropología jurídica en Asturias a partir de la obra de H. Maine, “Ancient Law”. Hay una serie de voces en el conjunto de costumbres jurídico-políticas asturianas: derrota, vecera, andecha, adras, sextafeira…, “costumbres, que todavía viven hoy en un rincón de nuestras montañas”. Las magnitudes ecológicas que deben tenerse en cuenta –dice el autor- son las poblaciones humanas, los animales domésticos, los espacios cultivados, el trabajo… Según F. Barth (2) las formas más territorializadas y políticas terminaron difundiendo sus estructuras a las más parentales y menos políticas si existía algún tipo de interdependencia.

En Asturias perduraron reminiscencias de una “constitución agraria indoeuropea”, de forma que lo primero es el valor de la costumbre como fuente del ordenamiento jurídico. Los conjuntos tumulares en los límites entre Riosa, Llena y Quirós, los de La Pasera (Noreña y Llangreu), La Paraza (Llangreu y Sieru), El Picaxu (Llangreu y Oviedo) así como otros, tienen su origen en la época del bronce, “aún reconociendo unos antecedentes megalíticos del proceso”. Incluso el autor señala que cuando el Derecho romano se impone, aún permanecen las costumbres ancestrles como leyes conviviendo con los magistrados per Asturiae et Gallaecia. Con Augusto se abolió el procedimiento de la legis actiones, que solo quedó en vigor para algunos casos, por lo que es dudoso que se aplicase el ius civile en la Asturias transmontana.

El segundo de los principios de las normas consuetudinarias es el valor fundante de la comunidad, que tiene un componente espiritual. El “común”, la asamblea comunal, busca una justicia armónica, con acuerdos plenamente consensuados que no conocen de mayorías y minorías. La regla de la mayoría no parece haber sido conocida por las primitivas asambleas indoeuropeas. El autor se pregunta si los pagi, vici, conciliabula, fora, son organizaciones preexistentes o contemporáneas de la ciudad-estado.

En principio poco hay que no pueda llevarse a conceyu, a concejo, como tampoco era posible “salvar” el voto cuando no se ha estado de acuerdo con la decisión adoptada. Las convocatorias no pretenden garantías, el orden del día o los sistemas de votación, sino el consenso social sobre los temas que atañen a la comunidad. En la práctica encontramos la prestación personal, que se entiende debida para con el patrimonio comunal: mantener plazas, caminos, manantiales, abrevaderos, fuentes, lavaderos, corrales, montes y riberas de los ríos… Cada vecino debe prestar personalmente el tiempo y el trabajo para la consecución de aquellos fines. Pero también el concejo puede decidir que el vecino arregle su casa, o los muros de sus propiedades si presentan un aspecto indecoroso.

El proceso de territorialización de los “linajes” permite la reproducción de los valores de estas organizaciones humanas, por lo que se llegó a dar una identificación entre comunidad y territorio. En cuanto a la condición de vecino, se era si se consideraba a cada uno como tal, pues podría darse el caso de alguien que no lo fuese por haberse avecindado recientemente o por no pertenecer a uno de los linajes vecinales; o bien no se dejaba de ser vecino cuando se emigraba a otro lugar (se volviese al de origen o no). Vale la frase es vecino quien puede... En cuanto al cristianismo, propugnó y defendió la comunidad.

Este derecho consuetudiario sobrevivió porque Roma no pudo ocuparse, con la misma intensidad, de extender sus leyes a todos los confines del imperio; pensemos en valles encajados, aislados, pequeñas comunidades alejadas de toda civitas. Roma empezó a considerar municipios a los que previamente eran ciudades en el sentido clásico del término.

La comunidad da por supuesta la obligación de participar en las asambleas y decisiones, así como aceptar los cargos públicos, desde los vistores elegidos por turnos rotatorios en las parroquias de Tinéu, Allande, Cangas e Ibias, hasta los alcaldes y celadores elegidos por el conceyu en la zona oriental de Asturias. Los sistemas de elección eran las suertes o rotación, que presumían la aceptación solidaria. Y esta solidaridad permitía una cierta redistribución de la renta. Cuando el concejo fija a priori los precios en que los vecinos que andechen habrán de pagar el kilogramo de res accidentalmente muerta a cada convecino, se establece un sistema de ayudas.

El predominio de la propiedad plural no fue óbice para que existiese la propiedad privada detentada por individuos y familias nucleares. De igual manera no debe confundirse la propiedad comunal (plural) con la pública.

(1)     “Una aproximación a la antropología jurídica de Asturias”.

(2)     “Los grupos étnicos y sus fronteras…”, F. C. E., México, 1976.




 

 

lunes, 10 de julio de 2017

Asturias entre el imperio y los godos




Tablero de cancel de Lucus Asturum

José Antonio Gutiérrez González y otros consideran que Asturias estuvo plenamente integrada en la organización administrativa romana, aunque es posible, como señaló Sánchez Albornoz, que los indígenas que vivían en los valles más encajados y apartados de los principales núcleos de población, escapasen a la influencia romana e incluso goda. Hoy se dispone de muchos datos sobe el Gijón romano, Veranes[1], Puelles[2], Memorana[3], Andallón[4], Paraxuga[5] y Rodiles[6], entre otros lugares.

Astures, lugones y pésicos, indígenas transmontanos, quedaron encuadrados en los territorios administrativos de Noega (civitas), Lucus Asturum, Flavionavia, Paelontium y Paesocorum (civitas). Ninguno de estos centros eran núcleos urbanos compactos, mientras que pervivían algunos castros como los de Coaña, San Chuis y Chao Samartín en la zona lucense y la civitas de Vadinia entre los cántabros vadinienses. En época bajoimperial el único núcleo urbano de cierta importancia era Gijón, como lo demuestra el recinto amurallado, las termas y una factoría de salazones. Se han encontrado de esta época cerámicas y una red de villae (Veranes, Beloño[7], Tremañes[8], Jove…).

Hoy se sabe que las defensas del Homón de Faro[9], en la vía de la Carisa, y el Muro de la vía de la Mesa[10] son de época altomedieval. El primero pudo construirse, según algunos, sobre alguna otra construcción anterior para defenderse el rey Wamba de una rebelión nobiliaria. J. Uría ha señalado que el Muro de la vía de la Mesa consta de foso, “caballete térreo, restos de un foro mural externo” que corta perpendicularmente el plano de las cumbres a lo largo de unos 120 metros y por encima de los 1.600 de altura sobre el nivel del mar.

En Gijón se han encontrado cerámicas hechas fuera, tanto mediterránea (terra sigillata africana, focense, un ánfora de Cartago) como atlántica (terra sigillata gris gálica), como otras cerámicas de fabricación regional. Gijón fue, en esta época, un centro comercial de calidad y largo alcance, donde también hubo producción metalúrgica.

Lucus Asturum cuenta –según José Avelino Gutiérrez González[11]- con documentación arqueológica muy parcial: objetos metálicos, un mosaico y quizá unas termas. La mansio de Luco Astorum ha dado un tablero de cancel con talla plana donde se representan dos cuadrúpedos afrontados ante un árbol esquematizado, motivo que se verá en siglos posteriores en otras manifestaciones artísticas. Algo parecido se puede decir de Flavionavia, la cual aún no está localizada aunque se supone que estuvo en el bajo curso del Nalón. Pravia, por su parte, floreció en el siglo VIII al desplazar Silo aquí la sede regia.

El núcleo vadiniense, con posible vicus viario entre Cangas de Onís y Corao, muestra cierta vitalidad hasta el siglo V, hasta que en el VIII se convierta en el primer centro de poder astur. A partir del siglo VII desaparecen algunos de los indicadores arqueológicos anteriores, como cerámicas, mientras que la producción local se impone.

Se han estudiado algunos asentamientos rurales en llanura: villae, vici, casae…, además de algunos castros que se distinguen de las los anteriores por el régimen de propiedad. En el occidente la actividad minera mantuvo algunos castros como es el caso de Coaña, mientras que las villas más importantes –en el conjunto de Asturias- serían las de Veranes, Beloño, Puelles y Memorana. El autor citado señala también edificios rurales de cierta monumentalidad, pero que no podrían considerarse villas: La Isla, Murias de Ponte, Pumarín, Serín… Un caso aparte es Valduno, en la vega del Nalón, al contar con balnea.

Estas villas fueron reconvertidas con el andar del tiempo en áreas de producción agropecuaria más que en lugares residenciales. La parte señorial fue reutilizada para fraguas, hornos, silos y lagares. Las zonas que ocupaban las termas, la entrada señorial (oecus), el tablinum[12] o los ninfeos, fueron transformados en zonas culturales y funerarias, como mausoleos, iglesias y necrópolis.

Se han estudiado otros asentamientos como los castella u oppida: el de Curiel (en Peñaferruz, Gijón), que habría correspondido a los siglos VIII al X, así como castros que conservaron su función residencial y defensiva, y torres en la antigüedad tardía completan este apretado panorama.



[1] Es una villa romana cercana a Gijón, excavada y abierta el público.
[2] En Valdediós, Villaviciosa.
[3] Villa romana (cerca de Pola de Lena) donde se encontró un mosaico en 1921 que hoy se conserva en el Museo Arqueológico de Asturias.
[4] En el municipio de Las Regueras, centro de Asturias.
[5] Fuente de época romana en Oviedo.
[6] En el centro de Asturias.
[7] Junto a Gijón.
[8] Barrio de Gijón.
[9] Entre los municipios de Aller y Lena.
[10] Entre Somiedo y Teverga.
[11] “Arqueología tardoantigua en Asturias…”.
[12] Sala en uno de los lados del peristilo, a veces entre este el impluvium.