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jueves, 23 de marzo de 2023

Más luz sobre la Galicia medieval

                                      Paisaje rural en Galicia (fotografía de "La Voz de Galicia"

Galicia, en la alta Edad Media, es en buena medida un misterio (como otras muchas regiones). Pero hay algunas buenas investigaciones que han empezado a revelarlo, a esbozar cómo era su sociedad, con sus gentes separadas por estatutos jurídicos y por el desigual disfrute de los bienes materiales. Carlos A. González Paz[i], apoyado en buen número de fuentes, señala que la sociedad gallega del siglo X estaba dominada por el cambio, acelerándose su proceso de transformación.

Aun con las dificultades existentes para saberlo, parece que frente al crecimiento demográfico del siglo IX debido a la llegada de mozárabes, lusitanos o astur-cántabros, hay un parón en el X, pero esos grupos de inmigrantes se afianzan en Galicia, conformando una organización mediante el “acuerdo tácito” con la monarquía astur-leonesa. En la segunda mitad de dicho siglo X habría una cierta recuperación –según el autor citado- gracias al aumento de las posibilidades de subsistencia, sobre todo debido a la puesta en cultivo de más tierras, y así van surgiendo diferencias sociales que antes eran menos perceptibles.

Aunque hubo un debate historiográfico que ahora parece superado sobre el concepto de villa, aquí diremos que quizá perduró en parte el heredado de época romana con aportaciones de la alta Edad Media gallega. Estas villas serían unidades de explotación, generalmente de gran tamaño, de un dueño, pero también pudieron ser “unidades habitacionales, como verdaderas comunidades de aldea”. En estas villas o comunidades aldeanas trabajarían siervos y libres relacionados con el dueño (dominus).

En todo caso la sociedad gallega estuvo fuertemente jerarquizada, siendo la principal diferenciación la que separa a los siervos de los libres, es decir, los primeros serían mucho más dependientes que los segundos. No estamos ante una sociedad esclavista, aunque existían esclavos procedentes de botines de guerra contra el islam, o bien cristianos que caían en la esclavitud por el impago de deudas. Entre los campesinos libres y dependientes, entre colonos y siervos, habría una tendencia a su equiparación con el paso del tiempo, pero en los siglos IX y X la servidumbre es más evidente que en otros territorios cristianos peninsulares.

Distingue el autor citado los servi idonei, destinados a trabajar en la casa o mansión del señor, de los servi inferiores, destinados a producir en los campos; y es dentro de esta estructura donde se encuentran las primeras referencias a la existencia de moriscos[ii] en la Galicia de la época. González Paz cita un documento de principios del siglo X  por el que el rey Ordoño II donó a la iglesia de Compostela varios siervos de origen musulmán, y dice ser esta la primera constancia documental de la existencia de conversos de origen musulmán en Galicia, en total treinta y tres personas entre hombres, mujeres y niños. Quizá habían sido capturados en territorio musulmán y bautizados, pues muchos de ellos tienen nombres propios de cristianos.

El autor al que sigo aporta otra mención relativa al monasterio de Celanova de mediados del siglo X o de su segunda mitad, en la que el obispo Rosendo tenía un siervo cristiano que había sido musulmán. Otro es el caso de una familia procedente de una localidad próxima a Coimbra cuyo primer representante llegó a Galicia tras ser capturado con sus hijos, que poco a poco van adquiriendo nombres propios de cristianos (por el bautismo) y con más claridad la tercera generación (nietos del capturado), herendando todos la condición del primero, siervos domésticos.

El mismo Rosendo concedió la libertad a una mujer de nombre Muzalha, otorgándole ciertas propiedades. Quizá era esclava, pues ha de trabajar dichas propiedades en régimen de dependencia servil, aunque González Paz considera que Muzalha consigue la libertad plena, con lo que pasaría a formar parte del grupo de propietarios libres. Por la misma época, otra mujer, de nombre Iulia, era hija de padres musulmanes, una sierva que alcanzó la libertad según el derecho romano que perduraba, por lo tanto sin tener en cuenta la tradición jurídica visigoda.

Poco a poco se van difuminando las barreras entre dependientes y libres tendiendo a formar un conjunto de pequeños campesinos jurídicamente libres, muchos de los cuales colonizarían sus propias tierras. Por tanto va desapareciendo la servidumbre entre los siglos XI al XIII. Otros datos relativos al cambio de milenio aportan información sobre la adopción de nombres de procedencia cristiana al ser bautizados anteriores musulmanes, apareciendo como siervos rurales, y poco después otro caso de uno de los llamados homines de criatione, categoría de dependencia más laxa que la de siervo.

Pero no todo va en la dirección de la libertad jurídica, pues también se registran casos en los que pequeños propietarios libres caen en la servidumbre. Siguiendo en el siglo XI, unos musulmanes de origen aparecen como cristianos en otro documento, posiblemente siervos, pero también se cita a un grupo de hombres y mujeres que mantienen su nombre musulmán, lo que indica que no habían sido bautizados: en total veintisiete personas. De finales del siglo XI se cita una noticia de siervos moros en Galicia en una liberación testamentaria para pasarlos de siervos a libres.

Del mediados del siglo XII es una documentación sobre “un grupo de moriscos que llegaron a Sobrado dos Monxes[iii] comprados como siervos rurales” por el monasterio citado para que trabajasen sus tierras, sabiéndose además que procedían de Portugal y de tierras zamoranas. La mayoría se bautizaron y cambiaron sus nombres respectivos, salvo dos casos, y unos años más tarde aparece un musulmán de origen, pero convertido al cristianismo con cambio de nombre y manteniendo su apellido originario, siendo la principal novedad que este individuo aparece participando en la vida económica vendiendo propiedades que le pertenecen.

Ciertamente, la presencia de musulmanes en Galicia no es relevante –a la vista de lo investigado hasta ahora- si la comparamos con territorios del centro y sur de la península, además de que, contrariamente a la minoría judía, no se dedicaron a la artesanía o al comercio, salvo alguna excepción como hemos visto; la mayoría fueron campesinos, casi siempre dependientes.


[i] “Sarracenos, moros, mudéjares y moriscos en la Galicia medieval”.

[ii] El autor se separa, en cuanto a la comprensión de este concepto, de otros especialistas. Mientras que para algunos “morisco” solo es aplicable a los musulmanes obligados a bautizarse desde el siglo XV, pero sobre todo desde 1502, él defiende que ya se puede hablar de moriscos con anterioridad.

[iii] Al sureste de la provincia de A Coruña.

martes, 28 de febrero de 2023

Obispos tudenses

                                                                       Catedral de Tui

Aun siendo Tui una pequeña diócesis en uno de los extremos de la cristiandad, tuvo obispos cortesanos que quizá nunca pisaron su tierra, como es el caso de Luis Marliano (1517-1521). Según unas u otras fuentes era natural de Flandes o de Milán, y seguramente era hombre ilustrado, pues fue médico de Felipe “el Hermoso” y luego del rey Carlos. Con anterioridad a su estado eclesiástico pudo estar casado, teniendo un hijo de nombre Pedro Antonio Marliano, que sería rector de la iglesia de los santos Justo y Pastor de Entenza, al sur de Salceda de Caselas y muy cerca del río Miño (actual provincia de Pontevedra). Don Pedro fue también canónigo de Tui, probablemente por cuestión de rentas.

El obispo Don Luis parece que lo fue al mismo tiempo de Tui y de Ciudad Rodrigo, aunque Ávila y la Cueva dice que de la segunda diócesis fue obispo entre 1514 y 1523, estando generalmente bien informado. Una prueba de que el obispo Marliano no pisó la ciudad de Tui es que en 1518 dio poder a Micer Daniel Marliano (probablemente otro pariente suyo) “para que viniese a Tui y en su nombre administrase el obispado…”. El prelado, por su parte, acompañaba a la corte del rey Carlos en Valladolid, A Coruña y Aragón, en la época en que arreciaba la guerra de las Comunidades de Castilla.

Como se ve, nepotismo y absentismo fueron la norma en este obispo, pero no fue el único. Su predecesor en Tui, Martín Zurbano (1514-1516) fue miembro del Consejo de la Reina Juana y de la Inquisición, por lo que no tendría mucho tiempo para ocuparse del obispado, así como del monasterio de Poio, del que fue administrador. Y el predecesor de Don Martín fue Juan de Sepúlveda (1512-1514) aunque nunca se posesionó de la diócesis tudense, siendo promocionado probablemente a Malta, donde murió.

Tui tuvo no pocos obispos procedentes de la nobleza, ya fuese alta o baja, ejemplo de lo cual es Pedro Sarmiento (1523-1525), hijo de los terceros condes de Salinas, habiendo estudiado en las Universidades de Salamanca y Valladolid. También ocupó cargos en la corte del rey Carlos, pero con anterioridad había sido canónigo en Tui (1510), y cura en San Verísimo de Arcos aun antes (1498), parroquia que se encuentra al Este de Ponteareas (actual provincia de Pontevedra). Es un caso curioso, pues combinó al apostolado parroquial con altas dignidades cortesanas, habiendo sido capellán de los Reyes Católicos, y en 1523 se encontraba en Pamplona acompañando al rey Carlos, señalando Ávila y la Cueva que estuvo con el Emperador “en las jornadas de Flandes, Alemania y Austria”; también “en la empresa contra el turco”, y había asistido en Bolonia a la ceremonia de coronación del Emperador por parte del papa Clemente VII en 1530[i].

El sucesor de Pedro Sarmiento fue Pedro González Mauro (1525-1526) y a buen seguro su pontificado fue tan corto porque sus muchas responsabilidades le reclamaban en otros sitios: miembro de la Inquisición, Presidente de la Chancillería de Valladolid, etc. Diego de Avellaneda, el siguiente obispo tudense (1526-1537) fue miembro del Real Consejo, Presidente de la Chancillería de Granada, del Consejo de Navarra (1530), que coincidía con el cargo de virrey allí, pero Tui fue gobernado por medio de un provisor, lo que no le impidió dejarnos una obra interesante: un libro tumbo de todas las haciendas y temporalidades del obispo y un apeo[ii] de todos los beneficios de la diócesis que eran de patronato del obispo; estableció en Tui cátedras de latinidad, canto llano, contrapuntos y canto de órgano, no faltando un litigio con el arcediano de Miñor sobre las luctuosas[iii] de la colegiata de Baiona, del que salió victorioso en 1528.

En 1537 llegó a Tui un veneciano para hacerse cargo del obispado, Juan de Remia, que solo lo ocupó dicho año, pues su principal ocupación estuvo en la corte, muriendo en Toledo en 1539. Le sucedió Sebastián Ramírez de Fuenleal, que fue inquisidor en Sevilla antes de que el Emperador le nombrase oidor de la Chancillería de Granada, pasando luego a Indias (1524) para hacerse cargo de la Audiencia de Santo Domingo, y aún tuvo otros cargos en Nueva España. Fue obispo de Tui entre 1538 y 1540.

En Poyatos, al norte de la actual provincia de Cuenca, nació Miguel Muñoz, que fue obispo de Tui entre 1540 y 1547, pero antes había sido oidor en la Chancillería de Granada (1527) y miembro de la Inquisición (Suprema). Debió solicitar la mitra de Cuenca porque allí fue promovido. Le sucedió en Tui Juan de San Millán (1547-1564) uno de los pocos de los aquí referidos que tuvo un largo pontificado, siendo el primero que obligó a los canónigos a residir en la ciudad de Tui, pues no lo hacían, lo que fue una de las decisiones del Concilio de Trento (hay dudas sobre si asistió a él o no). Otra prueba de nepotismo, tan común en la época, es que el racionero Joanes de San Millán, pariente suyo, consiguió ser más tarde canónigo.

Para terminar con esta muestra de obispos tudenses del siglo XVI citamos a Diego de Torquemada, natural de Bujalance, población al Este de la actual provincia de Córdoba. Era de familia noble y fue comisario de la Inquisición, siendo provisor suyo su hermano Pedro. También de acuerdo con lo establecido en el Concilio de Trento ordenó se compusiesen libros de bautizados, casados y difuntos, anticipándose tres siglos al Estado en este tipo de registros. Con motivo de la muerte del rey de Portugal, Don Sebastián, el Prior de Crato[iv] se opuso al reconocimiento de Felipe II como rey del vecino país, por lo que el monarca tomó militarmente Porto. Su obispo, Don Simón de Sá Pereira, sin embargo, aceptó al rey español, se desplazó a Braga, y junto con su arzobispo, Don Fray Bartolomé de los Mártires, llegaron a Tui, donde fueron recibidos por Don Diego de Torquemada, otro ejemplo de largo pontificado, pues ocupó la sede tudense entre 1564 y 1582.



[i] Ya en 1519 los electores del Imperio habían elegido a Carlos emperador, pero el acto de 1530 revistió un simbolismo, sobre todo teniendo en cuenta que tres años antes había saqueado Roma por aliarse el pontífice con otros príncipes europeos (Francia, Inglaterra, Ducado de Milán, República de Florencia y República de Venecia) ante el poderío de Carlos en Italia.

[ii] Deslinde de fincas.

[iii] Impuesto debido a la Iglesia por los servicios funerarios de los curas.

[iv] Don Antonio de Portugal, nieto del rey Manuel I “el Afortunado”. A la muerte del rey Don Sebastián, fue rey Enrique I durante dos años, siendo además cardenal y sin sucesión, lo que aprovechó el rey Felipe II para postularse como rey de Portugal, contando con apoyo interno.

jueves, 30 de septiembre de 2021

Un día en Os Ancares

 

facebook.com/LucensesSinLua

En el municipio de Becerreá, provincia de Lugo, se encuentra la aldea de Penamaior, donde visitamos un antiguo monasterio del siglo XII del que solo queda la iglesia y algunas construcciones en ruinas. Una fuente y un molino aprovechan el agua de un riachuelo que lleva el nombre de Convento, aunque el molino, muy posterior al siglo citado, no está en uso.

La iglesia se encuentra bien conservada, tanto en su interior como en su exterior, pues ha sido convertida en sede parroquial. Una fachada sobria con portada románica entre dos contrafuertes, los que indican la separación entre las naves laterales del interior y la central. Sobre la portada un relieve con mitra y báculo, probablemente porque los abades, en algún momento, fueron mitrados. Tres vanos en la parte superior, mayor en el centro y, sobre él, una espadaña con dos huecos que da equilibrio a una construcción de no mucha altura.

En el muro de la izquierda, según se mira hacia la fachada de la iglesia, un rosetón que puede estuviese antes en la fachada, aunque no hay documentación que lo acredite. El interior es rústico, con columnas gruesas de planta circular y otras cruciformes; arcadas apuntadas entre las naves y tres ábsides, el central con un retablo barroco. Se conservan capiteles figurativos y otros con motivos vegetales, en algunos con el ajedrezado jacetano y estando otros restaurados.

Lo que fue monasterio está en ruinas, pero se adivina una sencillez absoluta, muy lejana a los grandes cenobios que todos conocemos; se conserva, no obstante, una escalera de piedra muy llamativa y algunas construcciones con muros de mampostería.

En dirección sur se llega a Liñares, nombre que hace alusión al cultivo y quizá el trabajo del lino, y poco después a Cereixal, donde se encuentra una “casa grande” con todas las características del poderío, incluyendo el alto muro que la cierra.

En la misma dirección se llega a la villa de Becerreá, donde también hay algunos edificios notables bien aprovechados para la utilidad pública, como la antigua cárcel del siglo XIX que ahora el sede del Juzgado. Y desde aquí, hacia el Este, se llega a Ponte Gatín, o “ponte do demo”, una construcción medieval con una sola arcada y doble pendiente sobre el curso alto del río Navia. Teniendo en cuenta que parece documentada la vía XIX de Antonino, el airoso puente sería un hito en su recorrido.

La vegetación, en todos los lugares que hemos citado, es exuberante y umbrosa, formada por especies forestales autóctonas: carballos y castaños sobre todo, pero también abedules y manzanos. Abundan los prados, pues es zona ganadera para leche y carne de vacuno, acompañando el clima lluvioso y de montaña para conservar el verdor perenne de las laderas, las vaguadas y los valles.

Podemos encontrar pallozas, construcciones antiguas de familias campesinas de una sencillez asombrosa que se remontan a siglos atrás, con techumbres vegetales y muros de sillería o mampostería: Pedrelada, Fontarón, Regosmil…También encontramos hórreos que se parecen a los asturianos, cuadrados en su planta: Pontes de Gatín, Pedrelada…, molinos en Cruzul y Gatín…

Estamos en los Os Ancares, una comarca montañosa formada por varias sierras al Este de la provincia de Lugo que se extiende a la de León. En las proximidades de Triacastela nace el río Navia, pródigo en meandros, atravesando de sur a norte Os Ancares, abundante en caudal que se aprovecha, ya en tierra asturiana, para el gran embalse en Grandas de Salime y los más pequeños de Doiras y Arbón.

Hay algunos castros excavados, como el de Santa María, en el municipio de Cervantes, unas pocas construcciones redondeadas a la espera de que salgan a la luz sus compañeras, en el rellano de una ladera, con arborescencias y matorrales. Piedras o fitos que marcan límites (Agüeira), un dolmen en Pedra Cobertoira, roquedos con formas caprichosas que se asoman al aire, vistas panorámicas de unas montañas viejas azotadas por la erosión y la antigüedad.

domingo, 13 de septiembre de 2020

¿Una villa romana en Sober?

http://culturagalega.gal/noticia.php?id=30656&soportal=

Al sur de la provincia de Lugo se encuentra Sober, y en una de sus parroquias, Proendos, parece que pudiera encontrarse una villa de época romana después de los trabajos realizados con georradar en una superficie de unos 27.000 m2. Otros trabajos de arqueología han dado algunas columnas, materiales constructivos y cerámica, pero no todos los elementos son de época romana, sino también prehistórica y medieval.

En un espacio de forma irregular y a una profundidad de 1,60 m., el georradar ha permitido reconstruir varias construcciones, una con ábside y muros que se cortan, en general, perpendicularmente, y podrían aparecer algunas vías de canalización. En otra superficie el georradar, a una profundidad de 1,91 m., ha permitido descubrir una construcción rectangular, dividida por muros y, uno de ellos, exterior, hasta otra construcción de planta muy regular.

En una tercera zona de forma acusadamente rectangular, a una profundidad de 1,33 m., se conservan dos construcciones, una de ellas incompleta, pero que parecen cuadradas. En su conjunto se puede afirmar que las construcciones, inicialmente diseminadas y discontinuas, ocupan un espacio no pequeño que permiten especular con una villa[i].

lunes, 7 de septiembre de 2020

Galicia y América

Monte Real en Baiona (Pontevedra)
taperiaamadorra.com/la-zona-en-im%C3%A1genes/im%C3%A

Begoña Fernández Rodríguez[i], en un trabajo sobre el descubrimiento de América y Galicia, aporta importantes datos sobre las relaciones entre la región noroccidental de España y América, que según ella son intensas a partir del siglo XVI, cuando algunos puertos recibieron autorización para comerciar con los territorios americanos descubiertos.

Baiona, en el extremo suroccidental de Galicia, se convierte entonces en un punto de referencia de culturas, tradiciones e intercambios diversos dependiendo del momento histórico (señala la autora citada). Primero fueron las relaciones comerciales; a partir del siglo XIX mediante el fenómeno migratorio, que llevaría a hablar de una Galicia exterior, la población asentada, con mucho la más numerosa de España, en tierras americanas. Pero no todas las comarcas de Galicia tuvieron el mismo papel en este asunto: destacaron las que tenían una “vocación” marinera y, en especial, las que desde los primeros momentos establecieron relaciones con las nuevas tierras descubiertas. Particularmente el puerto de Baiona se transformó como consecuencia de estas relaciones comerciales.

Desde el primer momento hubo una mínima presencia indígena americana en Baiona, pues en La Pinta, embarcación que llegó a dicho puerto de regreso, viajaban junto con la tripulación y la carga, tres “indios procedentes de la isla Guanahani”. Fallecido uno de ellos, fue sepultado en las inmediaciones de la fortaleza de Monte Real (estamos aún a finales del siglo XV). Dice Begoña Fernández que luego se formó una creencia popular de que la embarcación, junto con las labores de carenado para mantener el estado de poder navegar hasta el puerto de Palos, debió de abastecerse en Baiona de víveres y de agua, elemento éste que se obtuvo en el llamado pozo de la aguada, que todavía se conserva en el Paseo de la Ribera.

En el siglo XVI la relación de Baiona con América aumenta gracias al comercio, teniendo importancia la Real Cédula del rey Carlos, en 1529, por la que se concedió autorización para despachar navíos con mercancía hacia Indias, aunque a la vuelta debían pasar por Sevilla para los correspondientes controles; pero el puerto de Baiona reúne las condiciones de abrigo tan necesarias entonces. En 1500 llegó un navío procedente de Margarita con un cargamento de perlas y en 1503 una nao. En cuanto a las mercancías que eran llevadas a Indias, la Real Cédula citada establecía que debían ponerse en conocimiento de los oficiales de destino, que no podían navegar en tiempo de guerra sin licencia y, como queda dicho, que el retorno debía hacerse por el puerto de Sevilla.

La profesora Saavedra Vázquez, a quien cita nuestra autora, considera que entre las condiciones más favorables que presentaba Baiona con respecto a A Coruña, está la mayor conexión que se produjo en aquella con los intereses de los grupos foráneos, como el acuerdo firmado entre el Concejo de Baiona y mercaderes ingleses en 1556.

El progreso de Baiona se reducirá sensiblemente en el siglo XVII, debido en parte a la inestabilidad por los numerosos conflictos bélicos con los países vecinos, entre los que destaca la guerra de restauración portuguesa de 1640, que se prolongo durante varias décadas con mayor o menor intensidad. De ahí los refuerzos de las fortalezas, como el que se encuentra en el núcleo de Monte Real. Esta política de refuerzo defensivo –dice Begoña Fernández- condicionó el desarrollo urbano, tal y como se constata en la capilla de la Misericordia, monumento que recuerda el valor del tráfico comercial entre esta villa gallega y América. Éste templo, sede de la organización asistencial más antigua de la población, alberga –según la tradición- uno de los ejemplos que aluden a la riqueza procedente de América. Otro de los factores que influyó negativamente fue la política de Felipe III contra los países protestantes, prohibiendo el mantenimiento de relaciones comerciales con estos territorios; y también conviene tener en cuenta las incursiones de las flotas holandesas e inglesas en las costas de Galicia, que aunque no atacaron directamente a la villa, sí causaron incertidumbre ante la situación de que se produjeran situaciones parecidas a las de A Coruña o Vigo.


[i] “Un viaje desde Occidente…”.

domingo, 28 de junio de 2020

Salazones en la Galicia romana

http://www.culturaclasica.com/?q=node/6099

De las diversas industrias que conocemos de época romana, la de salazón de pescado tuvo una gran importancia dependiendo de las zonas costeras. Para el caso de Galicia los arqueólogos han descubierto instalaciones de salazón en Vigo, en el lugar de Nerga (Hío) Bueu, O Grove, Vilagarcía de Arousa (todas ellas en la provincia de Pontevedra), Cariño, Espasante, Bares  (en la provincia de A Coruña) y Area, en la costa de Lugo, municipio de Viveiro.

En ocasiones la existencia de instalaciones salazoneras están asociadas a salinas, que sirven a dicha industria, como es el caso de una zona urbana de Vigo, en la pendiente hacia la costa, cuya cronología más amplia se ha establecido entre los siglos I y III de nuestra era. En otras ocasiones se trata de factorías tardorromanas (siglos III-V).

En el lugar de O Fiunchal, en la playa de Carril (Alcabre, Vigo) se han podido reconocer tres tanques de salazón, uno de los cuales mide 1,60 por 2,70 metros que solamente se levanta 6 cm. Todo él está revestido de opus signinum[i], habiéndose comprobado la existencia de otras estancias complementarias para los trabajadores, además de tégulas e ímbrices (tejas planas y curvas)[ii].

En Punta Borralleiro (Alcabre, Vigo), no lejos del anterior yacimiento, se empleó la roca para dar basamento a la instalación, encontrando los arqueólogos diversos muros y también opus signinum. Otro ejemplo es el que se ha investigado en la calle Pontevedra de Vigo (y otras anexas) donde se han podido constatar diversos niveles de ocupación, desde el siglo II a. C. hasta el VII d. C., aunque no sabemos si la explotación sería continuada. Se sabe que el lugar de unas salinas anexas fue empleado para una necrópolis de entre los siglos III-VI. Estas salinas ocuparían una extensión de 400 m2, donde hubo estanques de decantación, de planta rectangular delimitados por lajas de piedra. Se ha descubierto, también, un horno que se data en los siglos I-II.

En A Igrexiña, lugar en el extremo suroeste de la península del Morrazo (Pontevedra), se descubrió un castro en una colina, así como un pavimento de salinas, que se supone abastecieron a los trabajos salazoneros de los habitantes del castro. Un tanque estudiado por A. Acuña Piñeiro tiene planta cuadrangular (2,90 por 2,40 metros) y una altura máxima de 1,15 metros (8 m3 de capacidad). Las esquinas son cóncavas y el revestimiento es de opus caementicum[iii]. Los tanques son de gran tamaño y la factoría habría sido abandonada en el siglo IV. En total se trata de cuatro tanques para salar el pescado, un anexo y un muro, habiéndose encontrado características similares en el estuario del Tajo y en el Algarve portugués. Los trabajos arqueológicos han dado abundantes tégulas y fragmentos de ánforas.

En el municipio de Bueu (Pontevedra), en el barrio de Pescadoira, hubo una instalación salazonera durante los siglos I y II. R. A. Viñas Cué ha descubierto tanquetas, construcciones anexas y canales, así como un taller alfarero: un horno cerámico para fabricar ánforas. En Adro Vello (O Grove, Pontevedra) se descubrió una cubeta para la salazón de pescado; las paredes son de mampostería de unos 30 cm. de espesor y revestido en su interior con cal y pequeños trozos de piedra, tejas y ladrillos. Las esquinas son también cóncavas, y el piso de la habitación donde se encuentra esta cubeta es de opus signinum.

Los habitantes de los castros ya explotaron los recursos pesqueros de la costa[iv], de forma que pesca y marisqueo formaron parte de sus actividades económicas. Los “concheiros” que han aparecido dan prueba de ello, así como los anzuelos y pesas que se han encontrado. Además, otros estudios han confirmado la presencia de especies diversas de media y gran talla, presentes también en las costas gallegas actuales.

Cuando los soldados, comerciantes y demás personal de cultura romana, llegan a Galicia, encuentran a estos castreños e intensifican la producción, comercialización y consumo de conservas de pescado, que es característica del mundo clásico en todo el Mediterráneo. Entre los romanos, la salazón del pescado llegó a constituir una industria muy desarrollada, consistiendo los trabajos en destripar a los peces y cortarlos en grandes trozos triangulares o cúbicos, en los que a su vez se hacían cortes para facilitar la penetración de la sal. Se colocaba en grandes cubas donde era mezclado con una cantidad correspondiente de sal. Tras una maceración de veinte días, se retiraba el pescado así tratado y se depositaba en ánforas con tapones de barro, que se almacenaban para su exportación (se entiende que los excedentes).

La importancia de la industria salazonera en el noroeste del África romana, en Andalucía y Portugal, se completó, si acaso con menor intensidad al ser una región periférica, con las salazones de la antigua Galicia.




[i] Con piezas cerámicas partidas en pequeños trozos y unidos con cal.
[ii] “La explotación del mar en la Galicia romana: el ejemplo de las instalaciones de salazón”, Ana María Suárez Piñeiro.
[iii] Se utilizan diversos materiales, piedras, escombros, etc. unidos mediante cal, tierra mojada…
[iv] Ana María Suárez Piñeiro. En el trabajo citado antes se basa el presente resumen.

martes, 24 de diciembre de 2019

"La sentencia de excomunión es medicinal a las animas..."

https://www.santamarialareal.org/noticias/un-libro-para-acercar
-el-camino-de-santiago-y-las-peregrinaciones-todos-los-publicos

Las constituciones sinodales más antiguas que se conservan en Galicia, se remontan al siglo XII, según ha estudiado Mercedes Vázquez Bertomeu[i], cuando todavía ocupaba el arzobispado de Compostela Diego Gelmírez, que convocó varias asambleas en las que participaron el clero y el pueblo.

Pero el carácter ambiguo de estas reuniones ha llevado a los investigadores a considerar que las actas sinodales más antiguas datan de 1226, durante el mandato del arzobispo compostelano Bernardo II. Desde este momento se llevaron a cabo, con anterioridad al concilio de Trento, noventa y seis sínodos, por los cuales conocemos las actuaciones de los prelados y de los clérigos, así como los asuntos objeto de los visitadores diocesanos. La autora citada estudia también las normas emanadas de los concilios provinciales y de los concilios legatinos (estos últimos con participación de clérigos y autoridades civiles, además de, eventualmente, obispos de otros reinos) desarrollados en los primeros decenios de los siglos XIII y XIV.

Entre dicha documentación se han podido estudiar las sentencias de excomunión o los contratos de arrendamiento de bienes[ii], cuestiones relacionadas con la administración diocesana, legados testamentarios, amonestaciones, etc. ya en plenitud la reforma gregoriana[iii] llevada a cabo con anterioridad. También en estos sínodos se trataban cuestiones relativas al gobierno temporal de los señoríos episcopales, sobre todo a partir del siglo XIV, destacando dos instancias: la audiencia y la hacienda episcopales, pues fueron corrientes las intromisiones de laicos, monasterios y órdenes mendicantes en las competencias que los sínodos pretendían reservar a los obispos y a sus representantes, los más importantes los arcedianos.

El gobierno político debió permanecer en buena medida sujeto a una estricta vigilancia de los prelados, que dejaron en manos de los concejos rurales y urbanos y de las justicias seglares competencias muy limitadas. Debe tenerse en cuenta que la Iglesia fue asumiendo funciones como las últimas voluntades, sobre las viudas, los huérfanos, las disoluciones matrimoniales, etc. El férreo control de los obispos gallegos se vio facilitado por cuanto fueron señores de las ciudades episcopales y de las villas más importantes del reino, así como de una parte importante de los territorios rurales, lo que llevó a quejas y conflictos durante toda la Edad Media y, llegando el siglo XVI, largos procesos judiciales.

La parroquia y el párroco, clérigo éste que disfruta de un beneficio y que tiene la obligación de la “cura de almas”, comienzan a perfilarse a partir del IV concilio de Letrán (1215) y en la documentación de Galicia se utilizan los términos rector o clérigo cureiro, también el de clérigo acompañado del topónimo donde ejerce la función, aplicándose en este caso también cuando se trata de eclesiásticos auxiliares poseedores de capellanías o sinecuras. Desde este momento la Iglesia recupera el protagonismo para supervisar la vida religiosa local y los arcedianos son los encargados de la designación de los clérigos.

La parroquia se configura como “entidad de encuadramiento natural de los fieles”, obligados a la confesión anual y al pago del diezmo entre otros preceptos.

Los sínodos nacen de la voluntad del obispo y los canónigos, no pudiendo ninguno de ellos legislar por separado. Estos últimos son una élite cultural y de poder que separan su patrimonio (como corporación) del del obispo y nunca renuncian a su papel como cotitulares de las diócesis, aunque con el tiempo los obispos fueron adquiriendo más poder, hasta el punto de que se llegó a prohibir a los clérigos arrendar bienes de sus beneficios sin licencia episcopal.  

Era obligado asistir a los sínodos, tanto los clérigos seculares como los representantes monásticos, significando esto las relaciones feudales que se daban en el seno de los sínodos: la comparecencia se entendía como señal de reconocimiento y sujeción a la autoridad episcopal, celebrándose estos sínodos anualmente. Los textos sinodales más completos, para el caso de Galicia, son los de finales del siglo XV hasta el concilio de Trento, período de gran actividad sinodal.

La multitud de menciones a escrituras que se encuentran, a medida que pasa el tiempo, muestra la desobediencia a las normas establecidas por los sínodos, lo que provocó constantes reiteraciones. Se produjeron trasvases de clérigos de unas diócesis gallegas a otras y se dieron casos como, por ejemplo, el que buena parte del arcedianato de Deza, de la diócesis de Lugo, estuviera sujeto a la jurisdicción de los arzobispos de Compostela, y la asignación de las diócesis gallegas a la metrópoli compostelana no tuvo lugar hasta 1394[iv].

Los documentos sinodales dedican mucho espacio a la designación de clérigos, exigiendo corrección en sus vidas y la obligación de residencia, así como la sujeción de los clérigos a la obediencia de los obispos, lo cual se va logrando mediante la dotación a estos de un poder efectivo para decidir el acceso a las órdenes sacras y los beneficios, curados o no. Pero eran relativamente escasos –dice Vázquez Bertomeu- los beneficios parroquiales que los obispos podían presentar directamente sin atender a los derechos de presentación de otras personas o instituciones, y otro problema es la renta proporcionada por cada beneficio, pues cuando esta garantizaba una vida cómoda era más factible que el clérigo cumpliese con su deber de residencia. No obstante, la fragmentación de los beneficios (sobre todo las sinecuras) y sus rentas (diezmos frecuentemente percibidos por laicos), fue un obstáculo.

Algunos sínodos se dedicaron a obligar a varios patronos a ponerse de acuerdo para las presentaciones de clérigos, so pena de perder dicha facultad, al mismo tiempo que se exigió la verificación de órdenes sacras, de forma que ningún clérigo podría ejercer la cura de almas sin licencia expresa. En cuanto a la ordenación, el sínodo celebrado en Tui con Diego de Muros (1482), detalló por primera vez los requerimientos para acceder a cada grado, pero ya existían con anterioridad disposiciones menos ordenadas a este respecto, siendo la más antigua la promulgada en el concilio legatino de Valladolid en 1228, exigiendo a los clérigos capitulares y parroquiales el conocimiento del latín.

En 1229, en Santiago, el arzobispo Bernardo II insiste sobre este asunto, no existiendo más noticias hasta 1435 con Lope de Mendoza que, ante la escasez de clérigos gramáticos, exime de esta condición a quienes demuestren lo elemental para el oficio clerical. En algún momento los estudios de gramática fueron necesarios para el acceso al menos a las órdenes mayores, tal y como disponen los sínodos de Tui, Mondoñedo y Ourense donde, además de escribir y leer, los candidatos a órdenes debían saber latín.

En cuanto al lectorado, se exigió saber leer, el canto y el rezo de las horas canónicas, pero el esfuerzo sobre estos asuntos se ve cuando ya en 1226 se pide informe a los arcedianos sobre los clérigos hábiles para estudiar, así como cuáles son sus facultades y sus bienes, buscando consolidar la educación del clero a través de las escuelas catedralicias. Pero aún en 1322 se exigía en un concilio legatino que los clérigos tuviesen un dominio suficiente de la escritura. Los legisladores sinodales, por otra parte, establecían qué clérigos podían excomulgar ante el incumplimiento de ciertas normas, pues la sentencia de excomunión es medicinal a las animas, e se suele poner por justas causas de conducta o rebeldía, se decía en un sínodo habido en Ourense en 1543.



[i] “Clérigos y escritura en los sínodos gallegos anteriores a Trento”.
[ii] Los sínodos procuraban que no cayesen en personas poderosas con capacidad para apropiárselos.
[iii] Inspirada por el papa Gregorio Magno (siglo VI-VII), pero llevada a cabo por Gregorio VII en el siglo XI.
[iv] D. Mansilla Reoyo ha estudiado las disputas diocesanas entre Toledo, Braga y Compostela durante los siglos XII y XV. Citado por Vázquez Bertomeu en la obra de la nota i.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Canteros, pintores, entalladores y pleitos

Túnel de las encerradas (Tui)

En 1821 el maestro cantero Juan Francisco Alonso contrató con el Ayuntamiento de Tui la reedificación de la calle de abajo, lo que hará mancomunadamente con otros, y dos años más tarde remata en pública subasta realizada por el Ayuntamiento la obra de reedificación del muro de la plaza nueva. Pero antes ya se habían dado muchos otros casos de obras de cantería, pintura, tallas para retablos, esculturas simples, etc., sin que faltasen los pleitos por desacuerdos del más variado tipo[i]. Uno de estos pleitos se inició con la demanda por desperfectos de la casa rectoral y capilla mayor de Mouriscados y Meirol[ii].

En 1678, el que luego sería importante escultor, José Domínguez Bugarín, firmó escritura como aprendiz del maestro Esteban de Cendón Buceta, vecino de Pontevedra, convirtiéndose en uno de los mejores entalladores de retablos barrocos de la diócesis de Tui. Años más tarde las monjas le arrendaron la mitad de una casa, “de alto y bajo” por ocho años, y en 1699 su maestro le da poder para que pujase por él en la subasta de la obra de la sillería del coro de la catedral de Tui.

En 1725 el maestro de arquitectura y escultura, Francisco García, contrató con el abad de San Xoán de Fornelos un retablo para la iglesia parroquial. Se le atribuye, por el parecido, el retablo mayor y otros existentes. Un notable pintor de la época, Juan Antonio García de Sotomayor, por su parte, pleiteó con un canónigo prebendado de la catedral de Tui por cuestiones de dinero. Se trataba de la copia de unos cuadros propiedad de la viuda condesa de San Román. En 1788 se vio envuelto en otro pleito relacionado con ciertas obras en el hospital.

El maestro campanero Juan Santos de Peñaranda, por su parte, fue encargado de fundir una campana para una iglesia en 1766 y, al año siguiente, el prior de Santo Domingo de Tui le encargó dos campanas “de hechura romaneada”. El maestro cantero Manuel Antonio Sarrapio García, natural de Cotobade[iii], había terminado en 1737 ciertos trabajos en la iglesia parroquial de Soutomaior, mediando un pleito de los vecinos contra el abad de dicha parroquia.

Benito Antonio Silva Ruibal, maestro pintor, hizo un peritaje de los desperfectos de la casa rectoral y capilla mayor de la iglesia de Mouriscados, en Mondariz, y en 1796 había ajustado el dorado y pintura del retablo y otras obras. En 1798 cobró por pintar un “San José y el Niño” de la catedral de Tui, y en 1803 se le pagó el precio por la pintura del Monumento de Semana Santa. En 1807, por fin, contrató junto con otro la pintura de los retablos de la iglesia parroquial de Chandebrito (Nigrán, Pontevedra). Pero no se vio libre de pleitos, como se puede ver en la documentación que se encuentra en el Archivo Diocesano de Tui[iv].

Benito Solla fue cantero de Cotobade, y en 1804, junto con su hermano, construyó la iglesia de San Salvador de Torneiros (O Porriño, Pontevedra): las paredes fueron de mampostería y la sacristía se cubrió con bóveda de cañón. La piedra de cantería se desbastó en el monte para evita el uso de carros en demasía. Pedro Silva y Ruibal, escultor y pintor de Tui, participó en un pleito con la curia catedral en 1766…

El escultor Antonio de Villar, por su parte, contrató con la villa de Baiona, en 1726, para hacer el retablo mayor de la colegiata, y de un acta de la Congregación de la Escuela de María de Tui, se deduce que en el año 1729 realizó un retablo para dicha congregación, así como otro para la iglesia parroquial de Mos (Pontevedra) y otros retablos con posterioridad.

Domingo Novás y Lemos, maestro cantero, se encargó de construir una casa en 1817 sobre otra arruinada anexa a la capilla de la Escuela de María, dedicada a escuela y “recogimiento de la juventud femenina” (huérfanas). Su hermano, Manuel Francisco Novás y Lemos, maestro arquitecto, ajustó en 1785 la fachada y torre de la iglesia parroquial de Beade (Vigo), y en 1805 presentó los planos de la iglesia de San José y Santa Marta de Ribarteme (As Neves, Pontevedra), cuya obra realizaron unos maestros canteros de Xeve, Pontevedra.

El barroco no es algo exclusivo de las grandes ciudades europeas, sino de las pequeñas villas y aldeas de los lugares más apartados, como vemos en los casos citados, que no son los únicos estudiados por el autor al que sigo aquí. Pleitos, planos, canteros, pintores, entalladores, retablos, cuadros, esculturas religiosas… El cliente era casi siempre la Iglesia, la única que podía dar trabajo a estos hombres, más o menos especializados, que configuran las segundas y terceras líneas después de los grandes artistas de estos siglos.



[i] La fuente para este resumen es la obra de Ernesto Iglesias Almeida, “Arte y artistas en la antigua diócesis de Tui”.
[ii] Ambas localidades en el actual municipio de Mondariz, Pontevedra.
[iii] Tradicional centro de canteros en Galicia, en la comarca de Terra de Montes.
[iv] F. Hospital, núm. 142. 1776, según ha consultado el autor al que sigo aquí.

domingo, 7 de abril de 2019

Los arrieros de Galicia



Los gallegos de tiempos pasados tuvieron que dedicarse a actividades complementarias para superar, siquiera en parte, sus débiles economías, lo que seguramente ocurrió también en otras regiones. El profesor González Lopo ha estudiado el papel de la arriería en el comercio de algunas comarcas de Galicia a partir de una fuente esencial: el catastro de Ensenada[i].

El autor citado dice que todos los informes sobre la red viaria gallega, que se redactan entre mediados del siglo XVIII y finales del XIX, hablan de insuficiencias y que el tráfico rodado solo era posible en las vías que unían las principales ciudades, todo ello a pesar del interés de los gobernantes, animados de un espíritu ilustrado. Los habitantes también reclamaron mejoras en las comunicaciones, pues los pleitos que llegaron a la Real Audiencia desde la zona de Cotobade o A Cañiza sobre la conservación y mejora de caminos y puentes así lo evidencian, estando interesados, para las comarcas objeto de estudio por González Lopo, en el transporte del vino del Ribeiro y las mercancías que se enviaban a Portugal.

Sin embargo, entre 1840 y 1865, casi el 72% de los 7.500 km. de caminos existentes en Galicia lo eran de herradura, y aquí es donde está la importancia de los arrieros, que ya desarrollaron una importante labor profesional en siglos anteriores. Así, algunas comarcas y ciudades pudieron consumir sal y pescado, y ya durante la segunda mitad del siglo XVI y las primeras décadas del XVII la economía pontevedresa se apoyaba fundamentalmente en la pesca y el vino del Ribeiro, que fue objeto de exportación a Europa y América. Todo ello teniendo en cuenta que el suroeste de Galicia, como casi toda la región, es montuosa, lo que no arredró a los maragatos, que con razón se han llevado la fama de la arriería, siendo algunas comarcas de Galicia “auténticos semilleros” de profesionales del tráfico ambulante.

Las comarcas que estudia el autor citado abarcan más de 600 km2 con características diferentes, pero con dos trazos en común: se trata de una zona muy montañosa cerca de las sierras del Suido, O Cando y Faro, con alturas que oscilan entre 400 y 1.000 metros, abundantes pastos para las caballerías y una importante cabaña ganadera. En la actualidad comprende los municipios de Cotobade, A Lama, Ponte Caldelas, Fornelos de Montes, O Covelo y A Cañiza, además de la feligresía de San Félix de Lougares. Por estas tierras pasaban las vías de comunicación interna de mayor vitalidad de Galicia, pues conectaban la región vitivinícola de O Ribeiro con la costa pontevedresa, así como el camino breeiro que conectaba aquella comarca son Santiago por Terra de Montes. En Camposancos, lugar de la parroquia de Prado (O Covelo) había un importante cruce de caminos. En segundo lugar, durante el siglo XVIII se intensifica el tráfico comercial por la temprana introducción del maíz (primeras décadas del s. XVII), aumentando la población durante la primera mitad del XVIII en un 87% (Caldevergazo), 44,6% (Cotobade) y 47,7% (Terra de Montes). En A Cañiza el número medio de nacimientos se triplica en dos décadas del siglo XVII, si bien desde finales de este siglo se invierte la tendencia, pero el número de bautismos aumenta todavía en un 17% hasta el momento máximo del XVIII. Por lo tanto tenemos, para las épocas señaladas, altas densidades de población: en 1787 la media gallega duplicaba la del conjunto de España.

No obstante cabe hablar de contrastes entre las diversas comarcas objeto de estudio, pero el dinamismo demográfico se reflejó en nuevas entidades administrativas eclesiásticas, cuando antes algunos lugares eran simples anejos parroquiales. González Lopo ofrece datos entre 1702 y 1815, en cuyo período siete lugares pasan a ser parroquias y cuatro más se crean como nuevas. Pero en la década de 1730 se hace evidente un desfase entre población y subsistencias, por lo que la primera tendrá que buscar nuevas soluciones, teniendo en cuenta que en las comarcas estudiadas por González Lopo la superficie de cultivo es escasa: en Cotobade el 16%, en Terra de Montes  el 9%, en A Cañiza el 4,9%. Entonces los labradores se emplearon como jornaleros tanto en España como en Portugal, y los pobladores de las zonas más agrestes se dedicaron a la explotación ganadera, como canteros y otros oficios, uno de ellos el comercio ambulante: arrieros, carreteros, buhoneros… El padrón de 1708 indica que en la jurisdicción de Caldevergazo la proporción de arrieros sobre el total de vecinos era del 14,6%, mientras que cuarenta y cuatro años más tarde, el 18%.

Según el catastro de Ensenada los canteros eran, a mediados del siglo XVIII en Cotobade, el 54,2% del total de la población; en A Lama el 32,3% eran arrieros, mientras que en Ponte Caldelas, Fornelos de Montes, O Covelo, A Cañiza y Pazos de Borbén los porcentajes de labradores oscilaban, a mediados del XVIII, entre el 60 y el 92% sobre el total de la población. El mismo autor señala que en un total de 18 parroquias de la comarca estudiada, el porcentaje de arrieros oscilaba, en las mismas fechas, entre el 20,1 y el 33,7%. Los animales de las recuas eran mulos y mulas además de jacos (equinos del país), siendo el número de animales empleado por cada arriero, en el caso de Cotobade 3,1 y en A Lama 2,8, pero existe un arriero dedicado al transporte de sal que disponía de una recua de ocho animales, seis mulas y dos jacos, siendo en Cotobade donde se daba la mayor utilidad del oficio arriero, seguido de A Lama, O Covelo, Ponte Caldelas y A Cañiza, pero en estos dos últimos casos a mucha distancia del primero, siendo las mulas y mulos eran más productivos que los jacos.

[i] “La arriería en el comercio de la Galicia suroccidental según el catastro de Ensenada”.
(La ilustración es de https://www.amazon.es/Grabado-antiguo-Xilograf%C3%ADa-Oficios-Arriero/dp/B00BSD4ZYK)

martes, 26 de marzo de 2019

Las villas gallegas en el siglo XVIII



A finales del siglo XVIII había en Galicia quince villas o ciudades que superaban los 2.000 habitantes: ocho de ellas costeras (Viveiro, A Graña, Ferrol, A Coruña, Muros, Pontevedra, Vigo y A Garda), cinco interiores (Tui, Allariz, Ourense, Santiago y Lugo) y dos muy próximas a la costa (Betanzos y Padrón).

El profesor Isidro Dubert, en un trabajo sobre el mundo urbano gallego en el siglo XVIII[i], dice que, en 1787, solo un 7% de la población de Galicia vivía en estas villas[ii], lo que permite decir que estamos ante un ámbito débilmente urbanizado, “más aún que el constituido por aquellas otras áreas regionales europeas que en su día obtuvieron una consideración semejante. Y esto se podría decir de todo el norte de España, en donde por las mismas fechas, un 7,6% de habitantes vivía en enclaves con más de 2.000 habitantes. Pero estos enclaves –dice el citado profesor- articularon y formaron uno o más sistemas urbanos, los cuales jugaron un papel capital en el desarrollo socioeconómico de las comarcas más septentrionales de la península.

Esta situación llegará casi intacta hasta el siglo XX, pero Isidro Dubert establece una diferencia: la región vasco-cantábrica estaba aislada de la asturiana por grandes espacios vacíos; en Galicia aparecían las pequeñas villas de Ribadeo, Viveiro y Mondoñedo, además de los puertos de Ferrol y A Coruña. Más al sur se encontraban otras villas que no tuvieron la complejidad de las vasco-cantábricas.

El mundo rural –y las villas que aquí se estudian participaban en buena medida de él- estaba formado por los núcleos situados a más de 500 m. sobre el nivel del mar, estaba muy fragmentado y tenía dificultades de comunicación entre sí y con la costa. La economía, aquí, se basaba en el cultivo del centeno, el aprovechamiento del monte y la ganadería, además de las zonas de viñedo en las riberas orensanas y lucenses de los ríos Miño y Sil: era la Galicia menos urbanizada. Los rendimientos agrarios eran bajos, el poblamiento era disperso y, no obstante, aparecieron “fórmulas protoindustriales” vinculadas al textil tras 1770. Así, la densidad de población no llegaba a 30 habitantes por km2.

Otro era el caso de las villas que estudia Isidro Dubert, dedicadas a actividades comerciales y pesqueras si se encontraban en la costa, pero a finales del siglo XVIII eran de inferior nivel que dos centurias atrás. Estas villas se beneficiaron de la introducción del maíz en el siglo XVII y la agricultura era más evolucionada, apareciendo una temprana ganadería estabulada. La mayor parte de estas villas estaba en la fachada atlántica y la densidad de población de las comarcas donde se encuentran superaba, a mediados del siglo XVIII, los 80 habitantes por km2. Solo A Coruña, Ferrol y Santiago, en 1787, superaban los 5.000 habitantes, aunque por razones distintas: capitalidad, puerto y universidad respectivamente.

Los puertos gallegos, al comenzar el siglo XVIII, habían quedado reducidos a funciones secundarias y a ser descarga de la pesca de bajura. Se ve, por tanto, una acusada dualidad costa-interior, pero la primera era netamente dependiente del su entorno rural, lo que impidió a las villas periféricas desarrollar una diversidad de funciones con respecto a sus alfoces.

En las décadas de 1750-1760, ciertas decisiones políticas favorecieron a las villas de A Coruña, Ferrol y Vigo, que junto con las que no disfrutaron de esas ventajas, siguieron jugando un papel jurídico-administrativo que permitió formar una trama urbana gallega[iii].



[i] “Las dinámicas demográficas de las pequeñas villas gallegas a finales del Antiguo Régimen”.
[ii] Cita al profesor Eiras Roel.
[iii] El presente resumen está hecho a partir de la obra citada en la nota i.