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viernes, 30 de diciembre de 2022

Cargados de oro, les daban alcance y morían...

 

Así como en el Tahuantinsuyo se pelearon los españoles encarnizadamente en pleno proceso de conquista de dicho imperio, no menos hicieron los que lucharon en territorio mexica. El cronista Andrés de Tapia[i], que ya estaba en La Española en 1509, participó en las luchas contra los mexicas pero también contra el español Narváez, que había ido por orden del gobernador de Cuba para hacer volver a Cortés a la obediencia; vencido aquel, se avino con este y recibió el premio más querido, una encomienda en Cholula[ii] con miles de indios, la cual perdería poco después quizá recordando Cortés que con menos tendría bastante…

Por su parte, Bernal Díaz del Castillo participó en una expedición en 1517 a Yucatán desde Cuba, pero fue un fracaso por la hostilidad de los indígenas, y pocos años después, en el intento de conquistar lo que hoy conocemos como Honduras, Hernández de Córdoba se enfrentó a Cristóbal de Olid, en lo que terció Pedrarias, terminando el de Córdoba con la cabeza separada del cuerpo, la cual se exhibió clavada en un palo. Como los indios de Honduras se vieran ultrajados en mayor grado de lo que estaban dispuestos a soportar se sublevaron, y con posterioridad más de cien caciques se enfrentaban con sus huestes a los españoles, muriendo entre otros Juan de Grivalva (1528).

Años antes, en la conquista de Tenochtitlan, las carnicerías fueron varias: el ecijano Jerónino de Aguilar, que había sido rescatado en Yucatán poco antes, jugó un importante papel como lengua o intérprete, pues había aprendido maya, lengua que también conocía doña Marina además del nahuatl. Se suele decir que los tlaxcaltecas se aliaron a Cortés para librarse de la opresión mexica, pero lo cierto es que dicha alianza se produjo después de haber sido vencidos. La hueste de Cortés fue combatida en Cholula por otros indígenas, que terminó con la muerte inmisericorde de los indios y la denuncia de Las Casas.

Los totonacas también se aliaron a Cortés y así es como pudo el conquistador, con sus soldados e indios llegar a Moctezuma, el cual les recibió en andas y acompañado de caciques “debajo de un palio muy riquisimo a maravilla y la color de plumas verde con grandes labores de oro”[iii]. Los españoles debieron quedar asombrados ante tanta magnificencia, de la ciudad y del emperador, pero ello no impidió que a la primera ocasión que se les ofreció derribasen los ídolos que se exibían con la excusa de que iban contra la fe cristiana. Al ver las riquezas por todas partes se hicieron con ellas, y Cortés ordenó que se apresase a Moctezuma, el cual con sus caciques e indiada también debieron quedar maravillados ante las armas de fuego, los caballos y las armaduras… Mientras tanto Veracrúz se rebela y Cortés exige a Moctezuma que los responsables sean quemados vivos, lo que se hace.

Ausente el conquistador de Tenochtitlan para atender a otros frentes, la ciudad se subleva igualmente, por lo que los españoles escapan perseguidos por los indios hostiles. Las fuentes hablan de ochocientos muertos (entre los que muchos serían indios “amigos”), conociéndose el episodio como “noche triste”. Cuenta Bernal Díaz del Castillo[iv] que muchos de los españoles murieron porque iban cargados de tesoros que no querían soltar, lo que les impedía la huída, “que con el peso de ello no podían salir ni andar”.

Años más tarde, entre las riberas del Pacífico y las alturas de los Andes, otros españoles se enfrentaron a los incas con la ayuda de chachapoyas, cañaris y otros indígenas, pero no desaprovecharon la ocasión de enfrentarse también entre ellos por el afán de poder y riquezas: ¿para quién sería el Cuzco, capital del Tahuantinsuyo? Almagristas contra pizarristas y Alonso de Alvarado de por medio; en la batalla “definitiva” participaron miles de indígenas en uno y otro bando. Alvarado fue traicionado por algunos de los suyos, envió para su apresamiento sin conseguirlo; en 1538 Almagro fue hecho preso, los suyos fueron vencidos y aquel, asesinado por Hernando Pizarro. Tres años después el hijo de la víctima se vengaría dando muerte a Francisco Pizarro, cuando este ya se encontraba descansando de tantos riesgos en Lima.

Si se reflexiona lo que ha sido la historia de la humanidad, desde los tiempos antiguos hasta el mundo actual, se puede comprender tanta hostilidad, tanto odio, tanta ambición, tanta gloria efímera…


[i] Nació en Medellín a finales del siglo XV y murió en México en 1561.

[ii] En el altiplano mexicano.

[iii] Real Academia de la Historia que probablemente se basa en la obra de Bernal Díaz.

[iv] “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”. Esta obra fue redactada por él muchos años después, cuando ya se había retirado de guerras y se puso a recordar sus peligrosas aventuras, por lo que algunos datos serán ciertos y otros no (la precisión con que da algunas informaciónes las hace sospechosas de imaginación).

En la ilustración, paisaje de Cachipampa, cerca de las salinas donde fueron vencidos los almagristas.

jueves, 24 de noviembre de 2022

Los virreyes de la Nueva España

La profesora Enriqueta Vila Vilar ha estudiado el papel desempeñado por los Virreyes de Nueva España en los siglos XVII y XVIII, pero al mismo tiempo ha establecido varias diferencias entre la mayor parte de dicho tiempo y el reinado de Carlos III, cuando más novedades se intentaron con suerte varia. Curiosamente, mientras la metrópoli sufría durante el siglo XVII el agotamiento por el esfuerzo bélico de más de un siglo, Nueva España vivía un florecimiento que no ocultaba, sin embargo, las desigualdades sociales y la trata negrera, además de la merma de la población indígena por las enfermedades contagiosas, fundamentalmente.

Sobre 7,5 millones de kilómetros cuadrados, al menos nominalmente, los Virreyes de Nueva España gobernaron vastos territorios al sur y oeste de los actuales Estados Unidos, México y Mesoamérica, además de las islas Filipinas, incorporadas a dicho Virreinato. Octavio Paz, en cierta ocasión, ha señalado que la historia de México nace en las naciones indígenas precolombinas, continúa con la Nueva España y luego con la República, aunque estos dos últimos regímenes hayan intentado negar al anterior; otros, por su parte, han indicado que los territorios españoles en América no fueron colonias en el sentido que luego se dio a ese término, sino reinos que ya antes de la llegada de los españoles, tenían sus soberanos, emperadores, caciques u otras autoridades.

El Virreinato es una antigua institución española que ya existía en Aragón e Italia, por lo que cuando se trata de organizar política y administrativamente la América española, se recurre a ella. Los Virreyes eran la máxima autoridad militar (Capitanes Generales), judicial (Presidían la Audiencia) y gubernativa (Gobernación), pero tenían además autoridad sobre Corregidores, Alcaldes Mayores y eran Vice-patronos de las diócesis, consecuencia del Derecho de Patronato desde los Reyes Católicos, contrapartida para que España se encargase de la cristianización de los pueblos de Indias. Ya en las Antillas se intentó crear un Virreinato para los Colón pero fracasó por estar inmaduro el proyecto.

Algunos Virreyes de Nueva España llegaron a dar tal brillo a sus Cortes que sobresalían entre algunas de las europeas, consecuencia del simbolismo que pretendían imprimir a una sociedad compleja y multicultural, difícil de gobernar, donde a la población indígena se sumaba la negra, los mestizos, los criollos y los peninsulares, además de otros europeos. Algunos de los Virreyes fueron clérigos (arzobispos) y otros militares, no faltando los pertenecientes a la más alta nobleza hispana.

Pero ya Cervantes, en un pasaje del capítulo XI de la primera parte del “Quijote”, hace sentir que los años finales del siglo XVI y los primeros del XVII, no son lo mismo, a sus ojos, que los de las grandes conquistas. En efecto, uno de los cometidos de los Virreyes en la Nueva España fue combatir el fraude fiscal, que se localizó sobre todo en los puertos de Veracruz y Acapulco, además de construir baluartes en las zonas costeras para combatir las embestidas de las potencias marítimas rivales de España, completar una legislación no pocas veces incumplida incluso por quienes la promulgaron, y velar por el avance de la evangelización en contacto con el clero: la Virgen de Guadalupe que se puede ver en la mayor parte de las iglesias del actual México, no es sino trasunto de una diosa indígena.

Pero como el poder de los Virreyes era mucho, empezaron a llegar los Visitadores para hacer sus averiguaciones sobre rectitud, honestidad, cumplimiento del deber, etc., sabiéndose en la Corte de España que la vastedad del territorio obligaba a los Virreyes a delegar para presidir Audiencias y Gobernaciones alejadas de la capital virreinal. Por eso se limitó a unos pocos años el mandato de los Virreyes, pero lo cierto es que mientras unos duraron en el cargo apenas un año, otros pasaron de diez. También se empezaron a hacer Juicios de Residencia al final de cada mandato, asunto que preocupaba mucho a los Virreyes, a tal punto que no podían abandonar el cargo hasta que dicho juicio llegaba a sus conclusiones: algunos fueron detenidos al llegar a España. Sea como fuere, seguían llegando las remesas de plata a España, primero hasta el puerto de Sevilla y luego al de Cádiz, como ha constatado J. Elliott.

Un ejemplo notable fue Juan de Palafox, Virrey primero y visitador después, pero también obispo de Tlaxcala, que destacó por sus fundaciones y varios conflictos con los jesuitas. Otro es el caso de Pedro Moya de Contreras, también Virrey, luego visitador y arzobispo, que destacó en su labor fiscalizadora por ordenar el encarcelamiento de varios administradores acusados de corrupción; su actuación fue tan radical que se le ha considerado temerario por los subordinados.

Militar fue el Virrey Antonio de Bucarelli, ya en el siglo XVIII, que destacó por su oposición a José de Gálvez, el encargado de una serie de reformas en la Nueva España entre las que estaban el establecimiento de intendencias, institución de marcado carácter económico vetada a los criollos, lo que preparó la animadversión hacia la metrópoli. Bucarelli fue un reformador convincente, y su autoridad se extendió de tal manera que hasta que cesó en el cargo, Gálvez no pudo llevar a cabo sus innovaciones. Este último, de formación jurídica, quiso implantar un sistema de intendencias que venían dando buen resultado en España, pero se vio con la expulsión de los jesuitas de América y tuvo que hacer frente a las muchas protestas de la población por ello.

La Corte Virreinal estaba formada por la familia del Virrey, los criados y paniaguados, además de los que pululaban en busca de un beneficio o prebenda. El lujo era la norma, más notable durante el siglo XVIII, a lo que contribuyó la importancia que adquirió la ciudad de México, a escala mundial, durante dicha centuria. En la Plaza Mayor se estableció el palacio virreinal junto a la Audiencia, la catedral y el Ayuntamiento, mientras la ciudad se desparramaba con una marcada forma rectangular. Los majestuosos recibimientos cuando llegaba un nuevo Virrey dan ocasión a pensar en el gran poder que ostentaban, pero también en la adulación de los servidores y la importancia económica de Nueva España. Ya a principios del siglo XVII el poeta Bernardo de Balbuena se había hecho eco de lo que decimos en su obra “Grandeza Mexicana”.

Los virreyes se hicieron retratar, e igualmente varios miembros de su familia y altos cortesanos; una forma de mostrar el rango alcanzado y el deseo de inmortalidad, lo que trataba de imitar la elite criolla. No en vano los productos asiáticos arribaban a Acapulco en el galeón de Manila, y el Virrey correspondiente ordenaba el comercio, controlaba al clero y trataba de proteger a los indios (o al menos esa era su obligación legal); aquella era una sociedad patriarcal y anti-igualitaria. El duque del Alburquerque, como Virrey, estuvo empeñado en que llegasen los recursos económicos a España para sostener la guerra de sucesión a la Corona borbónica en el cambio de dinastía; otro Virrey, el duque de Linares, permitió a Inglaterra la trata negrera en Nueva España en un intento de equilibro solo entendible desde la mentalidad de la época, pero se preocupó de las deudas contraídas por los trabajadores del campo, situación que heredó de su predecesor. El marqués de las Amarillas, como Virrey, favoreció la colonización de zonas mineras y tuvo que mediar en la pacificación de poblaciones norteñas, muy alejadas de la capital y poco integradas en el Virreinato, teniendo que combatir a los comanche de Texas en otro ejemplo de desarraigo y falta de integración de los pueblos más alejados.

En general los Virreyes se ocuparon de que funcionasen los Tribunales de Justicia, de recomponer la fiscalidad mermada por el contrabando, crearon fábricas entre las que destaca la de tabacos, reformaron el ejército y contribuyeron a la expulsión de los jesuitas que, en la medida en que provocó las protestas de la población, tuvieron que combatirlas.