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viernes, 22 de noviembre de 2019

Canteros, pintores, entalladores y pleitos

Túnel de las encerradas (Tui)

En 1821 el maestro cantero Juan Francisco Alonso contrató con el Ayuntamiento de Tui la reedificación de la calle de abajo, lo que hará mancomunadamente con otros, y dos años más tarde remata en pública subasta realizada por el Ayuntamiento la obra de reedificación del muro de la plaza nueva. Pero antes ya se habían dado muchos otros casos de obras de cantería, pintura, tallas para retablos, esculturas simples, etc., sin que faltasen los pleitos por desacuerdos del más variado tipo[i]. Uno de estos pleitos se inició con la demanda por desperfectos de la casa rectoral y capilla mayor de Mouriscados y Meirol[ii].

En 1678, el que luego sería importante escultor, José Domínguez Bugarín, firmó escritura como aprendiz del maestro Esteban de Cendón Buceta, vecino de Pontevedra, convirtiéndose en uno de los mejores entalladores de retablos barrocos de la diócesis de Tui. Años más tarde las monjas le arrendaron la mitad de una casa, “de alto y bajo” por ocho años, y en 1699 su maestro le da poder para que pujase por él en la subasta de la obra de la sillería del coro de la catedral de Tui.

En 1725 el maestro de arquitectura y escultura, Francisco García, contrató con el abad de San Xoán de Fornelos un retablo para la iglesia parroquial. Se le atribuye, por el parecido, el retablo mayor y otros existentes. Un notable pintor de la época, Juan Antonio García de Sotomayor, por su parte, pleiteó con un canónigo prebendado de la catedral de Tui por cuestiones de dinero. Se trataba de la copia de unos cuadros propiedad de la viuda condesa de San Román. En 1788 se vio envuelto en otro pleito relacionado con ciertas obras en el hospital.

El maestro campanero Juan Santos de Peñaranda, por su parte, fue encargado de fundir una campana para una iglesia en 1766 y, al año siguiente, el prior de Santo Domingo de Tui le encargó dos campanas “de hechura romaneada”. El maestro cantero Manuel Antonio Sarrapio García, natural de Cotobade[iii], había terminado en 1737 ciertos trabajos en la iglesia parroquial de Soutomaior, mediando un pleito de los vecinos contra el abad de dicha parroquia.

Benito Antonio Silva Ruibal, maestro pintor, hizo un peritaje de los desperfectos de la casa rectoral y capilla mayor de la iglesia de Mouriscados, en Mondariz, y en 1796 había ajustado el dorado y pintura del retablo y otras obras. En 1798 cobró por pintar un “San José y el Niño” de la catedral de Tui, y en 1803 se le pagó el precio por la pintura del Monumento de Semana Santa. En 1807, por fin, contrató junto con otro la pintura de los retablos de la iglesia parroquial de Chandebrito (Nigrán, Pontevedra). Pero no se vio libre de pleitos, como se puede ver en la documentación que se encuentra en el Archivo Diocesano de Tui[iv].

Benito Solla fue cantero de Cotobade, y en 1804, junto con su hermano, construyó la iglesia de San Salvador de Torneiros (O Porriño, Pontevedra): las paredes fueron de mampostería y la sacristía se cubrió con bóveda de cañón. La piedra de cantería se desbastó en el monte para evita el uso de carros en demasía. Pedro Silva y Ruibal, escultor y pintor de Tui, participó en un pleito con la curia catedral en 1766…

El escultor Antonio de Villar, por su parte, contrató con la villa de Baiona, en 1726, para hacer el retablo mayor de la colegiata, y de un acta de la Congregación de la Escuela de María de Tui, se deduce que en el año 1729 realizó un retablo para dicha congregación, así como otro para la iglesia parroquial de Mos (Pontevedra) y otros retablos con posterioridad.

Domingo Novás y Lemos, maestro cantero, se encargó de construir una casa en 1817 sobre otra arruinada anexa a la capilla de la Escuela de María, dedicada a escuela y “recogimiento de la juventud femenina” (huérfanas). Su hermano, Manuel Francisco Novás y Lemos, maestro arquitecto, ajustó en 1785 la fachada y torre de la iglesia parroquial de Beade (Vigo), y en 1805 presentó los planos de la iglesia de San José y Santa Marta de Ribarteme (As Neves, Pontevedra), cuya obra realizaron unos maestros canteros de Xeve, Pontevedra.

El barroco no es algo exclusivo de las grandes ciudades europeas, sino de las pequeñas villas y aldeas de los lugares más apartados, como vemos en los casos citados, que no son los únicos estudiados por el autor al que sigo aquí. Pleitos, planos, canteros, pintores, entalladores, retablos, cuadros, esculturas religiosas… El cliente era casi siempre la Iglesia, la única que podía dar trabajo a estos hombres, más o menos especializados, que configuran las segundas y terceras líneas después de los grandes artistas de estos siglos.



[i] La fuente para este resumen es la obra de Ernesto Iglesias Almeida, “Arte y artistas en la antigua diócesis de Tui”.
[ii] Ambas localidades en el actual municipio de Mondariz, Pontevedra.
[iii] Tradicional centro de canteros en Galicia, en la comarca de Terra de Montes.
[iv] F. Hospital, núm. 142. 1776, según ha consultado el autor al que sigo aquí.

domingo, 7 de abril de 2019

Los arrieros de Galicia



Los gallegos de tiempos pasados tuvieron que dedicarse a actividades complementarias para superar, siquiera en parte, sus débiles economías, lo que seguramente ocurrió también en otras regiones. El profesor González Lopo ha estudiado el papel de la arriería en el comercio de algunas comarcas de Galicia a partir de una fuente esencial: el catastro de Ensenada[i].

El autor citado dice que todos los informes sobre la red viaria gallega, que se redactan entre mediados del siglo XVIII y finales del XIX, hablan de insuficiencias y que el tráfico rodado solo era posible en las vías que unían las principales ciudades, todo ello a pesar del interés de los gobernantes, animados de un espíritu ilustrado. Los habitantes también reclamaron mejoras en las comunicaciones, pues los pleitos que llegaron a la Real Audiencia desde la zona de Cotobade o A Cañiza sobre la conservación y mejora de caminos y puentes así lo evidencian, estando interesados, para las comarcas objeto de estudio por González Lopo, en el transporte del vino del Ribeiro y las mercancías que se enviaban a Portugal.

Sin embargo, entre 1840 y 1865, casi el 72% de los 7.500 km. de caminos existentes en Galicia lo eran de herradura, y aquí es donde está la importancia de los arrieros, que ya desarrollaron una importante labor profesional en siglos anteriores. Así, algunas comarcas y ciudades pudieron consumir sal y pescado, y ya durante la segunda mitad del siglo XVI y las primeras décadas del XVII la economía pontevedresa se apoyaba fundamentalmente en la pesca y el vino del Ribeiro, que fue objeto de exportación a Europa y América. Todo ello teniendo en cuenta que el suroeste de Galicia, como casi toda la región, es montuosa, lo que no arredró a los maragatos, que con razón se han llevado la fama de la arriería, siendo algunas comarcas de Galicia “auténticos semilleros” de profesionales del tráfico ambulante.

Las comarcas que estudia el autor citado abarcan más de 600 km2 con características diferentes, pero con dos trazos en común: se trata de una zona muy montañosa cerca de las sierras del Suido, O Cando y Faro, con alturas que oscilan entre 400 y 1.000 metros, abundantes pastos para las caballerías y una importante cabaña ganadera. En la actualidad comprende los municipios de Cotobade, A Lama, Ponte Caldelas, Fornelos de Montes, O Covelo y A Cañiza, además de la feligresía de San Félix de Lougares. Por estas tierras pasaban las vías de comunicación interna de mayor vitalidad de Galicia, pues conectaban la región vitivinícola de O Ribeiro con la costa pontevedresa, así como el camino breeiro que conectaba aquella comarca son Santiago por Terra de Montes. En Camposancos, lugar de la parroquia de Prado (O Covelo) había un importante cruce de caminos. En segundo lugar, durante el siglo XVIII se intensifica el tráfico comercial por la temprana introducción del maíz (primeras décadas del s. XVII), aumentando la población durante la primera mitad del XVIII en un 87% (Caldevergazo), 44,6% (Cotobade) y 47,7% (Terra de Montes). En A Cañiza el número medio de nacimientos se triplica en dos décadas del siglo XVII, si bien desde finales de este siglo se invierte la tendencia, pero el número de bautismos aumenta todavía en un 17% hasta el momento máximo del XVIII. Por lo tanto tenemos, para las épocas señaladas, altas densidades de población: en 1787 la media gallega duplicaba la del conjunto de España.

No obstante cabe hablar de contrastes entre las diversas comarcas objeto de estudio, pero el dinamismo demográfico se reflejó en nuevas entidades administrativas eclesiásticas, cuando antes algunos lugares eran simples anejos parroquiales. González Lopo ofrece datos entre 1702 y 1815, en cuyo período siete lugares pasan a ser parroquias y cuatro más se crean como nuevas. Pero en la década de 1730 se hace evidente un desfase entre población y subsistencias, por lo que la primera tendrá que buscar nuevas soluciones, teniendo en cuenta que en las comarcas estudiadas por González Lopo la superficie de cultivo es escasa: en Cotobade el 16%, en Terra de Montes  el 9%, en A Cañiza el 4,9%. Entonces los labradores se emplearon como jornaleros tanto en España como en Portugal, y los pobladores de las zonas más agrestes se dedicaron a la explotación ganadera, como canteros y otros oficios, uno de ellos el comercio ambulante: arrieros, carreteros, buhoneros… El padrón de 1708 indica que en la jurisdicción de Caldevergazo la proporción de arrieros sobre el total de vecinos era del 14,6%, mientras que cuarenta y cuatro años más tarde, el 18%.

Según el catastro de Ensenada los canteros eran, a mediados del siglo XVIII en Cotobade, el 54,2% del total de la población; en A Lama el 32,3% eran arrieros, mientras que en Ponte Caldelas, Fornelos de Montes, O Covelo, A Cañiza y Pazos de Borbén los porcentajes de labradores oscilaban, a mediados del XVIII, entre el 60 y el 92% sobre el total de la población. El mismo autor señala que en un total de 18 parroquias de la comarca estudiada, el porcentaje de arrieros oscilaba, en las mismas fechas, entre el 20,1 y el 33,7%. Los animales de las recuas eran mulos y mulas además de jacos (equinos del país), siendo el número de animales empleado por cada arriero, en el caso de Cotobade 3,1 y en A Lama 2,8, pero existe un arriero dedicado al transporte de sal que disponía de una recua de ocho animales, seis mulas y dos jacos, siendo en Cotobade donde se daba la mayor utilidad del oficio arriero, seguido de A Lama, O Covelo, Ponte Caldelas y A Cañiza, pero en estos dos últimos casos a mucha distancia del primero, siendo las mulas y mulos eran más productivos que los jacos.

[i] “La arriería en el comercio de la Galicia suroccidental según el catastro de Ensenada”.
(La ilustración es de https://www.amazon.es/Grabado-antiguo-Xilograf%C3%ADa-Oficios-Arriero/dp/B00BSD4ZYK)