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viernes, 19 de mayo de 2023

Oficiales campesinos en el medievo

 

                                       Ilustración del Libro de Horas de Bedford (1423-1430)*

Hace ya tiempo que se distinguen los diversos estatutos del campesinado, sobre todo desde la baja Edad Media, y se conoce la existencia de rústicos que, necesitados por el poder señorial, se aúpan a ejercer cargos para el gobierno de la aldea o de la comarca. Así se ha hablado de “elites rurales” por Frederic Aparisi y Antoni Furió, mientras que Rafael H. Oliva Herrer ha estudiado el mundo rural en la Corona de Castilla durante la baja Edad Media. R. Tawney, por su parte, “rescata su valoración de un sector campesino emprendedor en los siglos XIV y XV”[i].

Aparecen así campesinos como oficiales para administrar los asuntos de la aldea, la justicia y los recursos locales, y también la representación del lugar frente a terceros. Estos dirigentes de aldea se elevaron a un estatuto superior desde el momento en que fueron los encargados de recaudar la renta, pero ello no quiere decir que quedase anulada la posibilidad de conflicto si el señor incumplía sus compromisos o abusaba de su poder. Autores de diversas regiones –dice Laura da Graca- han comprobado la fundación de preeminencias en la posesión de explotaciones de dimensiones significativas, no teniendo su riqueza una base exclusivamente agraria. Los que formaron estos grupos se apoyaron en redes de parentesco para establecer reglamentaciones agrarias, pero al mismo tiempo fueron los primeros en incumplirlas.

También se ha observado que las diferencias son notables según se trate de agricultura comercial o no, y en el caso castellano los estudios se han centrado en las comunidades de villa y tierra, es decir, aquellas que reúnen a varias aldeas que están supeditadas a una villa políticamente. También se han estudiado regiones señorializadas donde la vida campesina no está nucleada en la aldea, encontrándose entonces un bajo perfil de los oficiales rurales, lo que está asociado al carácter disperso y aislado de los núcleos campesinos. No obstante se ha comprobado una cierta presión de las organizaciones de base mediante la tradición asamblearia, una suerte de reunión abierta del concejo aldeano.

José Luis Martín –a quien cita Laura da Graca- ha señalado que según las leyes de Castilla, una aldea es un lugar que no tiene jurisdicción sobre sí ni privilegio de villazgo, y por lo tanto se sitúa bajo la autoridad de un centro político del que depende. A continuación, la autora a quien seguimos aquí se centra en el caso de Piedrahíta (actual provincia de Ávila) que fue centro de una comunidad de villa y tierra; desde mediados del siglo XV contaba con catorce concejos rurales identificados con una o varias aldeas o pequeños poblados. A su vez estaba integrada en el señorío de Valdecorneja, cuyo titular era la casa de Alba.

De esos catorce concejos rurales, la autora ha podido estudiar el caso de tres: Navarredonda de la Sierra (ahora Navarredonda de Gredos), Navaescurial y Horcajo de la Ribera, teniendo el mayor número de pecheros Navarredonda (diez y un tercio), lo que indica la pequeñez poblacional de estos núcleos aún teniendo en cuenta que las familias fuesen numerosas, lo que es poco probable por la alta tasa de mortalidad en la época. Los dirigentes rurales de estos tres concejos gozaron de una relativa autonomía, pero siempre estuvieron cercanos al señor, que confirmó unas Ordenanzas en 1459, las cuales habían sido elaboradas el año anterior por los vecinos de Piedrahíta, es decir, por los representantes rurales de las aldeas: Ordenaron que de cada un año que tengan cargo de los fechos del conçejo seys onbres buenos con los alcaldes e que sean juramentados. E el conçejo, estando a canpana rrepicada, les dio e da poder conplido para que todas las cosas que ellos fizieren que las da el conçejo por firmes e valederas

Los oficiales, por lo tanto, dictan normas y toman decisiones sobre las tierras concejiles, y en algunos casos solo tres o cuatro vecinos figuran como testigos de todas las compraventas y acuerdos; en otros, se observa la participación de unos diez o doce vecinos. Las convocatorias, sin embargo, no estuvieron libres de tensiones, en especial cuando la misión de los testigos juramentados es “ir a ver cosas injuriosas”.

Muchos dirigentes aldeanos –en el caso de Piedrahíta- provienen de familias de oficiales, circunstancia que se ha comprobado como un rasgo del sector de labradores acomodados. En ocasiones un oficial es relevado por su hijo, y así se va formando un linaje que se prolonga hasta un cierto tiempo.


[i] Véase Laura da Graca, “Gobernar la aldea…”.

* Biblioteca Británica, Londres.

domingo, 9 de junio de 2019

Los campesinos chinos en lucha por la igualdad

Liu Ban (o Pang)

Dice Pérez Ledesma[i] que en toda la historia de China existieron movimientos campesinos que pretendieron cambiar la situación de injusticia en la que vivían y lograr la igualdad. La importancia de la revolución que culminó en 1949 se vio precedida por movimientos campesinos frecuentes e intensos, y el historiador Chesneaux señala que “ningún país dispone… de una herencia tan rica y, sobre todo, tan continua como la de China”.

Una de las rebeliones estudiadas es la que tuvo lugar entre los años 1850 y 1864 (Taiping), que llevó a una guerra civil entre las fuerzas imperiales de los Qing y el Reino Celestial de la Gran Paz[ii], un movimiento teocrático. Puede que se produjeran en este enfrentamiento veinte millones de muertos o más, antes de la intervención de las potencias occidentales a favor de la dinastía Qing. Otros estudios se han dedicado a las sociedades secretas y su participación en los movimientos populares chinos de los siglos XIX y XX.

Es un tópico –dice Pérez Ledesma- que los campesinos tienen dificultades para participar en movimientos político-sociales, de forma que hay una gran diferencia entre la enorme fuerza potencial del campesinado tradicional y su limitada influencia en la evolución social. También se ha hablado de la baja clasicidad del campesinado por su segmentación vertical en comunidades locales, clanes y grupos, que tienen diferentes intereses: los campesinos tienen dificultades especiales –ha escrito Eric Wolf- para pasar del reconocimiento pasivo de los males que sufren a la participación política. Los campesinos son competidores entre sí y las alteraciones momentáneas de la rutina amenazan su capacidad para reiniciarla. El control de la tierra le permite retirarse a la producción de subsistencia y los lazos de parentesco suelen amortiguar las conmociones.

Los campesinos pobres y ricos pueden ser parientes, o un campesino puede ser al mismo tiempo propietario, arrendador, arrendatario, trabajador para sus vecinos y mano de obra estacional, lo que le coloca en una posición distinta con respecto a los demás, y con frecuencia los campesinos carecen del conocimiento para articular sus intereses. Sin embargo, los movimientos campesinos chinos han tenido una gran capacidad combativa con fuertes propensiones a la rebelión.

Estas rebeliones produjeron cambios políticos de importancia y en varias ocasiones las dinastías reinantes cayeron víctimas de revueltas campesinas: la Ch’in (221-207 a. C.) fue sustituida por la dinastía Han (206-23 d. C.), instaurada por Liu Pang[iii]. Otras oleadas campesinas acabaron con la segunda dinastía Han (25-220 d. C.) y con las dinastías Tang y Sung (960-1279). Los Ming, que llegaron al poder tras una rebelión popular contra los mongoles, en 1368, fueron derrocados por otra revuelta campesina en 1644, aniquilada posteriormente por los manchúes. En conjunto, se trataba de rebeliones de ámbito relativamente amplio con claros objetivos políticos.

Parece que la ideología de tales revueltas era esencialmente igualitaria: la lucha contra los poderosos y los ricos y la defensa de los pobres y oprimidos, lo que se refleja en los lemas “ataquemos a los ricos y ayudemos a los pobres” o “los mandarines oprimen, ¡que el pueblo se levante!”. Estos levantamientos solían estar sustentadas por infraestructuras estables: las sociedades secretas, muchísimas en número en China, que proporcionaron dirigentes en los momentos de rebeldía además de cumplir funciones de ayuda mutua, seguridad social, protección de las mujeres y afirmación del principio de igualdad con respecto al hombre; además cumplían una función religiosa fundamental prometiendo la salvación espiritual. Los miembros de esas sociedades secretas no eran solo campesinos desposeídos, sino nobles descontentos, artesanos, pequeños comerciantes, contrabandistas, antiguos soldados o bandidos. Estaban influidas por corrientes heterodoxas del taoísmo y del budismo y participaron en la organización y dirección de numerosos movimientos campesinos en los dos últimos siglos, incluidos los republicanos de la primera década del XX como en los maoístas de los años treinta.

De todas formas, la mayoría de los movimientos campesinos clásicos no consiguieron el triunfo por la dispersión geográfica, la mezcla de la revuelta social con el bandidaje y otras causas. Incluso cuando triunfaron, la falta de un programa hizo que muchos esfuerzos fuesen inútiles. En otro orden de cosas hay una controversia sobre la influencia que en los movimientos campesinos chinos tuvo la penetración occidental tras la guerra del opio (1839-1842) y la firma del tratado de Nankín, que abrió el mercado chino a los productos occidentales y favoreció la actividad evangelizadora de los misioneros europeos.

Sea como fuere, el mayor conjunto de guerras campesinas de toda la historia universal se dio en China con la rebelión Taiping, recogiendo la tradición de rebeldía y teniendo como base los nuevos tipos de opresión importados de occidente.

Empezando en Guangxi, como muchas otras revueltas anteriores, el movimiento Taiping fue fundado por Hung Hsiu-ch-üan[iv], teniendo un carácter sincretista que se reflejó en la multiplicidad de facetas ideológicas. Defendió el colectivismo y la modernización al mismo tiempo, combinando elementos de la religión cristiana con fórmulas budistas y taoístas. El movimiento importó reformas occidentales como la creación de una red ferroviaria y un sistema bancario, pero la conversión progresiva de los dirigentes en una camarilla de privilegiados apartó a muchos campesinos. La necesidad de aumentar los impuestos y la reducida zona geográfica donde había triunfado, establecieron sus límites.

La rebelión de Taiping fue la más espectacular, pero no fue el único movimiento campesino de los años 1850-1870. Existió la revuelta de los Nien (1853-1868) en el norte de China, más apegada a las formas de los bandoleros. Las pequeñas unidades de guerrilla de los Nien atacaban a las caravanas de los mercaderes mientras pretendían derrocar a la dinastía Qing sin conseguirlo, pero sus consecuencias fueron terribles.

Las sociedades secretas, por su parte, demostraron un elevado nivel de combatividad dentro del campesinado chino, y serían necesarias enormes matanzas para acabar con la oleada de estas rebeldías. Pero el repliegue no duró mucho, pues a finales del siglo XIX comenzaban de nuevo las revueltas como respuesta a la penetración extranjera en China y a la presión demográfica. En este período se produjeron cambios de especial relevancia que demuestran la penetración del capitalismo, lo que dio lugar a los nuevos movimientos sociopolíticos del siglo XX: la intensificación de cultivos comercializables en detrimento de la producción para la subsistencia, la subida de los arrendamientos rurales, la ruina de los artesanos tradicionales y la aparición de nuevas capas sociales, que se integraron en organizaciones clandestinas con un decisivo componente nacionalista. Un ejemplo de ello son los bóxers (1897-1900).

Ahora se manifiesta la hostilidad de los campesinos hacia el cristianismo, un protonacionalismo popular, de nuevo la intervención de las sociedades secretas, la resistencia ludita a las máquinas y el apoyo a la política antioccidental de la alta burguesía y la baja nobleza.

Las malas cosechas de 1909-1910 agravaron el problema, lo que coadyuvó a la revolución republicana de 1911. Empezó entonces una nueva fase definida por la politización de las luchas campesinas y su control por organizaciones como el Kuomintang y el Partido Comunista; la “acción dirigida desde fuera”, según se ha dicho. Pero las formas clásicas de rebeldía no desaparecieron, aunque las modernas fueron ahora más determinantes.

En la zona de Hunan, al sureste de China, en los años 1924-1927, se crearon numerosas asociaciones campesinas apoyadas por el Kuomintang o por el Partido Comunista. Formadas por campesinos pobres, se adueñaron del poder local, formaron milicias rurales y su punto central fue luchar para la reducción de impuestos y contra la usura. La participación campesina en el movimiento nacionalista Kuomintang y en la revolución comunista china, tenía numerosos precedentes.



[i] “En torno a los movimientos campesinos chinos”.
[ii] Se inició al sur de China, en la provincia de Guangxi.
[iii]  Junto con Zhu Yuanzhang, fundador de la dinastía Ming, los dos únicos de procedencia campesina.
[iv] Nacido en 1814 y fallecido en 1864, era miembro de una familia de granjeros, pero tuvo estudios.

domingo, 28 de abril de 2019

Siervos y campesinos



Muy probablemente el campesinado ha tenido un estatus parecido en época tardorromana, visigoda y altomedieval, pero de acuerdo con la legislación visigoda jugaron un importante papel los servi, y otras fuentes hablan de huidas de esclavos. El profesor Martín Viso advierte de que el término servus se utilizó en la época con una gran pluralidad de significados y que el esclavismo, entendido como esclavitud en masa, no parece haber sido una realidad en época hispano-goda.

El sistema socioeconómico romano no se estructuró en torno al uso masivo de mano de obra esclava, aunque pudieron darse situaciones locales que desmientan lo anterior. Lo que sí es posible es que la legislación buscase mantener a la población adscrita a la tierra con fines fiscales, en cuyo caso los servi no serían esclavos. Por otro lado, en zonas de fuerte desarrollo de la gran propiedad, la diferenciación social entre servi y esclavos no debía ser mucha en la práctica, ya que los campesinos dependientes serían casi esclavos, aunque pagaban censos a los propietarios de tierras y estaban vinculados a estos por reglas de patrocinium.

La mayor parte del campesinado debió de ser legalmente libre y económicamente autónomo, poseyendo tierras y sometido directamente al poder central, que trataba de mantenerlo al margen del control aristocrático, y estos campesinos libres se organizaban en instituciones propias. Las pizarras visigodas –un tipo de documentación privada procedente del suroeste de la meseta norte y datadas en los siglos VI y VII- evidencian la existencia de rustici que pagaban tributos. Estos rustici gestionarían libremente la tierra, ya que los propietarios se la habían cedido para ello.

El profesor Martín Viso señala que campesinos y grandes propietarios no eran esferas completamente opuestas, pues la aristocracia se detecta en algunas poblaciones campesinas. Es el caso de Gózquez[i], que se ha excavado en su totalidad y se trata de un asentamiento rural campesino con una actividad orientada al mercado, como sucede con la producción de aceite y un relativamente alto número de équidos, un animal asociado a la aristocracia. Es decir, los campesinos dispusieron de una mayor capacidad de agencia para organizar y gestionar la producción que en épocas anteriores.

Este predominio de campesinos basados en la producción familiar, con tendencia a la subsistencia y al policultivo, puede ser el causante de la imagen de una decadencia de la producción con respecto a la época romana, pero en realidad lo que hay es una disminución de la especialización e intensificación debido a la decadencia de las grandes redes comerciales y también por la menor riqueza de las aristocracias.

En tal sentido cabe destacar el auge de la ganadería. En el entorno de Barcelona se ha observado un incremento de la deforestación de áreas de montaña, unido a un aumento de los materiales de sedimentación en los deltas de los ríos, lo que reconfiguró la geografía del litoral. Por otro lado, los datos polínicos procedentes de la comarca salmantina de La Armuña y de algunos lugares de la Sierra de Gredos revelan un avance de la deforestación asociada a la ganadería, y esta también aparece en la legislación visigoda. Otra cosa es que se trate de un fenómeno generalizado o no.


[i] San Martín de la Vega, Madrid.