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martes, 29 de octubre de 2019

Un sarcófago del siglo III



Detalle del sarcófago de Jonás
El profeta Jonás citado en el Antiguo Testamento, es considerado tanto por el mundo cristiano como por el judío y el islam. Según dicha fuente Jonás desobedeció a Dios al no predicar en Nínive; muy al contrario, se embarcó en Jope (muy cerca de la actual Tel-Aviv) y se quedó dormido mientras la nave sufría todo tipo de contratiempos como consecuencia de una tormenta. La tripulación le despertó para que hiciese algo en relación a su dios, pero Jonás se sintió culpable por el incumplimiento de su misión en Nínive y pidió ser arrojado al mar. Un animal marino lo devoró y Jonás permaneció tres días en su interior, hasta que el dios de Jonás decidió que el pez lo vomitase. Hasta aquí el mito.

En torno al año 280 se esculpió este sarcófago de Jonás en piedra, que se encuentra en el Museo Pio Clementino del Vaticano[i]. Los relieves representan escenas bíblicas relacionadas con Jonás, asunto que tuvo gran importancia en los primeros siglos del cristianismo por la similitud que presentaban los tres días en que el profeta permaneció en el interior del pez con los tres días de Jesús antes de resucitar. Estas referencias a las andanzas de Jonás fueron conocidas pronto en Roma, de forma que se reprodujeron con varia fortuna tanto en pintura como en escultura.

En este sarcófago la leyenda de Jonás se representa en el registro inferior y parte del superior, donde también se representan escenas de la prisión de Pedro y de la resurrección de Lázaro. Algunas escenas esculpidas muestran como Jonás es echado al agua y tragado por el pez, y en otras se ve a Jonás regurgitado por el animal marino, tras lo cual Jonás descansa (desnudo como era propio de la cultura clásica) bajo un árbol. En el sarcófago también se representa a Noé en el arca.

El monstruo marino tiene, en este relieve, un cuerpo en forma de gruesa serpiente, cuyas partes se retuercen complicadamente, representado de forma casi simétrica, en un caso con la caída de Jonás en sus fauces y en la otra la salida del profeta.

Las ondas del mar están representadas de forma parecida a los estrígilos, y los demás personajes presentan un gran movimiento, con cierto naturalismo pero sin guardar proporciones en sus partes. Se observa el velamen de la nave muy simplificado, así como algún animal además del monstruo (un ave) y la escena de Jonás bajo el árbol interrumpe los dos registros.

El tratamiento de los vestidos es clásico, romano, con pliegues abundantes, combinándose detalles como un cesto, otros animales, recipientes, etc. En un extremo se representa un edificio cubierto a dos aguas donde solo se ve una columna, pero se puede hablar de “in antis”. Los cabellos de los personajes, aunque de forma simple, se representan de acuerdo con la influencia romana.



[i] Fue fundado por el papa Clemente XIV en la segunda mitad del siglo XVIII. En 1816 fueron devueltas algunas de las obras que se habían llevado a París a finales del citado siglo como consecuencia de la acción napoleónica.

viernes, 26 de abril de 2019

El asno de Apuleyo



Lucio es el protagonista de esta obra del siglo II, cuyo autor es Apuleyo pero que debió basarse en otra anterior de un tal Lucio de Patras, ciudad al norte del Peloponeso. Transformado Lucio en asno, está en las mejores condiciones para ver el trato que reciben los esclavos sin levantar sospechas de simpatizar con ellos.
La obra sirve al profesor López Barja de Quiroga[i] para ver en qué medida las leyes y la protección que debieran proporcionar a los débiles son falsas. La novela de Apuleyo –dice el autor citado- se construye sobre el engaño. El asno, que al final se vuelve a transformar en Lucio, anda por Tesalia y Macedonia observando las contradicciones del mundo. Es una obra que “se enraíza en Ovidio y en la sátira romana, desde Lucilio a Juvenal”.
En las “Metamorfosis” no hay alusiones directas al mito de la caverna de Platón pero abundan las alusiones platónicas, mientras que en época del emperador Marco Aurelio (s. II d. C.) se despertó un gran interés por entremezclar verdad y mentira.
El último libro de la novela de Apuleyo (XI) se había considerado como un “postizo”, y López Barja considera que en él se nos relata la iniciación a los misterios isíacos del propio Apuleyo. Sin embargo, a partir de la obra de Winkler[ii], los autores se han inclinado por considerar las “Metamorfosis” como “un prodigioso castillo de fuegos artificiales”. La aventura de Lucio –dice el autor citado- es parecida a la de Acteón, convertido en ciervo al quedarse admirando al ver a Artemis bañándose desnuda.
“Entre las cosas que son falsas, meras apariencias, se encuentran las leyes y las convenciones sociales”. En la novela, los huéspedes traicionan a sus anfitriones, las esposas se burlan del matrimonio cometiendo adulterio, los sacerdotes resultan ser seres depravados. Palabras como “obsequium” o “pietas” han perdido su valor por completo. La invocación a la ley no es capaz de salvar al humilde campesino de la violencia de su vecino rico, al contrario, le enfurece y causa una terrible carnicería.
“Así pues, ¿por qué os asombráis vosotros, despreciables criaturas, ganado del foro, o mejor dicho, buitres con toga, si actualmente todos los jueces trafican con sus sentencias a cambio de dinero…?”. Es importantísima la “curiositas” en la novela: dominado por ella, Lucio desea con todas sus fuerzas ver en acción a las célebres magas tesalias, deseo que le trae la ruina, pues es causa de su transformación en asno.
Cuando Lucio-asno recuerda que Ayax, muy superior en la guerra, fue pospuesto por el mediocre Ulises, se irrita; y cuando Lucio-asno está en un molino y contempla a los esclavos que trabajan haciendo pan, su condición de asno le permite ver las mentiras y los engaños. Esos esclavos que hacen pan le producen lástima, con sus cuerpos escuálidos, las espaldas amoratadas por los constantes latigazos, van casi desnudos y llevan la frente marcada con letras, como esclavos fugitivos[iii].
Lucio, una vez que recobra su forma humana, triunfa en el foro, se ha convertido en uno de los “buitres con toga” a los que antes increpaba. “Viene a ser como el abogado al que la bruja Méroe transformó en carnero, y que como carnero, defiende los pleitos”. Después, el dios Osiris se le aparece a Lucio en sueños y le anima a continuar una carrera, que será triunfal, como abogado en el foro, ya que ha adquirido una laboriosa doctrina durante su época como asno. “Su íntimo contacto con la maldad, la crueldad y la mentira humanas no le han hecho mejor”. Lucio no termina más sabio, sino más astuto.
En realidad el esclavo paradigmático de la novela es el propio Lucio, que pasa por diversos amos haciéndose con él mediante compra o robo. Entonces es sometido a los más crueles castigos; un muchacho al que se le confía el asno para transportar leña, lo muele a palos y luego lo martiriza atando a su cola unas espinas afiladas para que se las clave al moverlas, pero por fin es liberado gracias a la muerte del muchacho.
Para los estoicos –dice López Barja- lo único que importa era la esclavitud interior, la del alma, ya que solo se esclaviza el cuerpo, por eso Epicteto[iv] decía que debemos tratar nuestro cuerpo como a un burro de carga. Pero el esclavo siempre tenderá a librarse de su condición, ya mediante la huida, el suicidio o la ejecución. En este último caso, el dueño ata al esclavo a una higuera y lo embadurna con miel para que acudan las hormigas, y con sus mordiscos le hacen sufrir una interminable agonía.
“Cualquier hombre, sin excepción, apenas, en cualquier momento podía ser robado, apaleado, traicionado, metamorfoseado incluso en un animal, perdida su condición humana. La esclavitud es la metáfora de ese riesgo…”.



[i] “Violencia servil en las “Metamorfosis” de Apuleyo.
[ii] Debe de tratarse de Katharina Winkler, autora de una obra sobre la violencia contra las mujeres.
[iii] Es el carimbo de los esclavos en la América hispana. Ver aquí mismo “El carimbo de los indios esclavos”.
[iv] Vivió parte de su vida como esclavo (siglos I-II d. C.).

viernes, 15 de diciembre de 2017

F. Camilo y los prodigios del lago Albano

El lago Albano

Dice el griego Plutarco, que escribe entre los siglos I y II, que Furio Camilo, aún habiendo sido un general victorioso, cinco veces dictador, haber celebrado cuatro veces el triunfo y haber sido llamado segundo fundador de Roma, no fue nunca cónsul. Vivió entre los siglos V y IV a. C., cuando fueron numerosos los altercados entre la plebe y el Senado, pues no deseaba aquella que el poder ejecutivo se concentrase solo en dos cónsules. En realidad, durante las dictaduras de Camilo, el poder se concentró en sus manos, por lo que la oligarquía, de una forma u otra, siempre ha gobernado el Imperio antes de la República.

Camilo venció para hacerse famoso a los ecuos y volscos, militando bajo el dictador Postumio Tuberto. Al parecer, siendo herido con un dardo en el muslo, se lo sacó y siguió peleando hasta que consiguió ahuyentar a los enemigos. Parece que esto le llevó a ser nombrado censor, en cuyo cargo excitó a los solteros a casarse con viudas, que eran muchas por las pérdidas en las constantes guerras.

Veyes era por entonces una ciudad etrusca que se encontraba inmediatamente por detrás de Roma en importancia, lo que la llevó más de una vez a enfrentarse con la ciudad latina. Camilo fue general en una de estas guerras, pero al mismo tiempo tuvo que enfrentarse a los falerios y a los capenates, a los que desbarató y encerro dentro de las murallas de sus poblados. Pero este fue el momento en el que se dio el suceo del lago Albano, prodigio no menos digno de saberse –dice Plutarco- que cualquiera otro de los increíbles como él. Empezaba el otoño y los ríos iban con poca agua, pero el lago Albano, rodeado de montañas fértiles, estaba repleto de agua superando las faldas de los montes y llegando a igualar los collados que tenía alrededor. Los pastores y vaqueros se asombraron, pero cuando el agua se desbordó por los campos hasta el mar, se asombraron todos los romanos e incluso todos los de Italia.

Ocurrió entonces que un romano que se creía adivino entabló conversación y amistad con un enemigo etrusco, diciéndole que Roma no podría ser vencida mientras las aguas del lago no se retirasen por el esfuerzo de los enemigos, lo que repitió cuando el de Veyes le llevó en volandas hasta donde estaba el campamento etrusco. El senado de la ciudad envió entonces mensajeros a Delfos para consultar al dios, los cuales, hecha su navegación, trajeron un vaticinio según el cual el lago bajaría en su nivel de agua si se daba cumplimiento a ciertos ritos latinos, y los ritos eran cavar zanjas y hacer caminos por donde el agua se desparramase y el nivel del lago bajase, lo que así se hizo.

El senado romano nombró entonces dictador a Camilo, que puso el rito conocido de Leucotoe, consistente en introducir una esclava en el santuario, darle bofetadas y después lanzarla fuera, luego de lo cual invadió Camilo el país de los faliscos, pero no antes.

martes, 12 de diciembre de 2017

Heródoto: historia y mito



Ruinas de Delfos

En el Libro VIII de sus “Historias”, Heródoto explica la formación de la flota naval griega reunida en Artemisio, al noreste de la isla de Eubea y por lo tanto al este de la Grecia clásica. Allí la flota fue atacada por el rey persa Jerjes, de forma que después de varios combates la armada griega se retiró hacia Salamina.

Los tesalos condujeron a los persas contra Fócida (al oeste de Anatolia), siendo esto el origen de las disputas entre los tesalos y los habitantes locales, mientras Jerjes dividió a su ejército: la parte que debía atacar a Delfos huyó debido a los prodigios que sucedieron, mientras que los atenienses abandonaron su ciudad embarcándose hacia Salamina, lo que contribuyó al aumento de la escuadra griega.

A Jerjes no le fue difícil apoderarse entonces de Atenas con su ciudadela, a la que prendió fuego, y aquí es donde surge la figura de Temístocles convenciendo a los griegos de que se diese la batalla en Salamina, convocando Jerjes a sus colaboradores para oír sus consejos. Mientras tanto, las tropas aliadas del Peloponeso fortificaron el istmo contra el que se dirigía el ejército de Jerjes, lo que motivó el intento de los griegos de abandonar Salamina si no es por la insistencia de Temístocles.

En otro orden de cosas los tesalos enviaron un mensajero a los focenses, movidos por la aversión y odio que siempre les habían tenido, y mucho después de su último destrozo de manos de ellos, los focenses: estos, obligados a refugiarse en el Parnaso, tenían a su servicio a un adivino llamado Telias, quien encontró una estratagema para la venganza. Embarnizó con yeso a 600 focenses, los más valientes del ejército, cubriéndolos de pies a cabeza con aquella capa, además de sus armas. Luego se dio la orden de que se matase a todos los que no viniesen a blanquear. Cuando se produjo el enfrentamiento con los tesalios, estos, sobrecogidos de pasmo, pensaron que eran fantasmas o apariciones. Tras este terror se espantó todo el ejército tesalio y los focenses dieron muerte a 4.000 tesalios (ya se sabe de las exageraciones en esta materia) y se apoderaron de sus escudos, los cuales consagraron, la mitad en Abas, donde había un oráculo de Apolo, y la otra en Delfos. En ambos lugares se levantaron grandes estatuas.

Pero ¿cuales fueron los prodigios que los persas vieron en Delfos que provocaron su huída? Delante del templo de Delfos se vieron unas armas de guerra que actuaban por sí mismas, y cuando los persas intentaron acometer el templo, cayeron sobre ellos unos rayos salidos del cielo, dos grandes rocas desgajadas con furia bajaron de la cumbre del Parnaso y bajaron precipitados hacia ellos en medio de un ruido espantoso, aplastando a no pocos, mientras dentro de templo de Minerva Pronea se levantó una gran algazara y griterío…

domingo, 9 de diciembre de 2012

Los Ourea


Hesíodo en época arcaica griega y Apolonio de Rodas, en época helenística, aluden a esos seres misteriosos, con poderes sobrehumanos, pero quizá demonios que viven y señorean los montes. Antes, durante toda la historia griega antigua y después, los Ourea estuvieron presentes en el imaginario griego, sobre todo en las zonas rurales y apartadas, no tanto en las ciudades, y aún más en la región de Beocia, al noroeste del Ática, asomada a la parte más oriental del istmo de Corinto. 

Y es que las montañas de Beocia parece que inspiraron estos personajes imaginarios: el macizo de Citerón, en Beocia, es un conjunto de montañas y tierras altas con una vegetación tipicamente mediterránea, rala y verde por la altura. El macizo de Parnés limita con el Ática, siendo continuación apenas del anterior. El monte Helicón, en el macizo de Citerón, permanece nevado durante el invierno.

Pero también en Lidia (Anatolia), en el monte Olimpo, en el Etna (Sicilia) y en el monte Athos (Tracia) imaginaron los antiguos griegos la presencia de Oreo, el dios de la montaña. Como una misma denominación, u otra parecida, podía tener significados distintos según las regiones, e incluso acepciones diversas, los Oureas eran también personajes demoníacos que se escondían en las montañas, trayendo desgracias a quienes se perdían en ellas. Sin embargo los griegos más antiguos se encomendaron a ellos, pues de esa manera podían conjurar los males que les esperasen. 

La montaña era lugar a donde huían los delincuentes o los esclavos que no soportaban el trato dado por sus dueños, eran lugares a donde ascendían los pastores, lugares misteriosos a donde se retiraban los que querían la soledad o a donde escapaban los que eran perseguidos.

Esta ambigüedad entre divinidad y naturaleza demoníaca ha estado siempre presente en la mitología griega. Incluso un monte, el Olimpo, era la morada de los dioses, a casi tres mil metros de latura, entre Tesalia y Macedonia: ¿como no imaginar lo indecible de una montaña gigantesca para un país montañoso, sí, pero apartada de las principales ciudades griegas?  

domingo, 18 de noviembre de 2012

Átropos, de Goya

Átropos y las otras parcas con un hombre en el centro

Nunca he tenido ocasión de ver esta obra en su original, y hay una viva polémica sobre si la parte derecha es la izquierda o no (en todo caso así aparece reproducida en la mayor parte de las ocasiones). La mentalidad mitológica griega nos ha legado el conjunto más grandioso de leyendas y personajes con propiedades divinas, de héroes, de humanos y otros no exactamente humanos; ligados unos a la naturaleza, otros a las fuentes, a los cielos, a las desgracias, al destino, a la muerte... Átropos es una de las moiras que los romanos llamaron parcas, la que representa lo inexorable. Mientras Cloto hila (el devenir de la vida), Láquesis mide la longitud de la vida y Átropos acaba con ella mediante las tijeras con las que corta el hilo: así la representa Goya en este óleo sobre yeso que luego fue montado sobre un lienzo. Es una obra de 123 por 266 cm. que se encuentra en el museo del Prado (Madrid).

Goya se encontraba al final de su vida: ya había padecido las enfermedades más graves que se le conocen, sobre todo la sordera, que fue a más y que le hizo desconfiado ante las risas de los que le acompañaban. También había padecido una enfermedad que por poco le deja ciego, probablemente por las sustancias que usan los pintores mientras pintan al fresco en posturas forzadas. Goya había perdido a sus padres, a su hijo, a sus mejores amigos, según nos cuenta Zapater, gracias a cuyas cartas tenemos tantas noticias sobre su vida y estado de ánimo. También había pasado Goya la guerra de ocupación francesa; sintiéndose un patriota; no está de acuerdo con la monarquía absoluta, y menos con el rey Fernando, que le resulta inepto. Por eso pide permiso para viajar a Burdeos con el fin de descansar y curarse de sus males. En uno de esos viajes le sorprenderá la muerte, en 1828.

La obra que aquí comentamos fue realizada entre 1821 y 1823, y Goya hace una interpretación particular de los personajes mitológicos: la parca de la lupa representa el nacimiento, la que hila representa la vida y la que tiene unas tijeras, Átropos, la muerte, que es lo inexorable por excelencia. En medio un hombre desconcertado y suspendido en el espacio, un espacio sin color, con una atmósfera brumosa, la vegetación escasa; vistos los personajes, en parte, a contraluz, en un ambiente misterioso, donde dominan las tonalidades negras, pardas y blancas. El hombre parece ser juguete de las parcas, pasivo, absorto, mientras ellas interpretan el papel que les corresponde, rodeándolo, determinando toda su existencia.

sábado, 3 de noviembre de 2012

La túnica de José

Óleo sobre lienzo (223 por 250 cm.)

El muy prolífico Jacob tuvo tantos hijos que sería casi seguro uno de ellos fuese extraordinario. Este, de nombre José, tenía siempre unas visiones fantásticas, por lo que quizá se convirtió en el favorito de su padre (o por lo menos de su madre). Sus hermanos, hartos de esta preferencia, vendieron a José a unos egipcios matando luego un cordero con cuya sangre mancharon la túnica de aquel. Enseñándosela al padre le dijeron que había sido herido y luego raptado; Jacob se asombró por el hecho, pero dio crédito a la mentira.

Pintura y escultura han estado siempre influidas por leyendas, historias y mitos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, de la antigua Grecia, de la antigua Roma y de otras civilizaciones. Velázquez debió pintar la obra cuyo título es "La túnica de José" durante su primer viaje a Italia, en torno a 1630. Era todavía joven y su visita a Italia parece le fue recomendada por Pedro Pablo Rubens, de misión diplomática en la corte española. Hoy la obra se encuentra en el monasterio de El Escorial.

Realismo barroco pero teatralidad, sobre todo por las actitudes de los personajes: Jacob acaba de recibir la noticia y muestra su alarma con el gesto; algunos personajes se muestran de frente, otro de perfil y otro de espaldas, estos últimos en primer plano, por lo que reciben la luz que parece proceder de la derecha del cuadro. El perro da una nota pintoresca y realista a la escena, así como el colorido, que se ha hecho más vivo y variado, probablemente por el contacto con las obras de la escuela veneciana, así como la de los grandes pintores que trabajaron en Roma. Hay también un estudio de perspectiva, pues Velázquez abre una puerta al fondo por donde se ve un paisaje difuminado, como es costumbre en él. 

Jacob no es personaje histórico, y así mismo los demás de este cuadro que se citan en el Génesis, pero fueron recogidos de las tradiciones orales por los escribas judíos cuando redactaron la Biblia. Descendiente de Abraham según la misma tradición, como es sabido José prosperaría en la corte del rey de Egipto gracias a su poder para interpretar los sueños de este. Cuando sean invitados Abraham y sus hijos a visitar la capital egipcia (quizá Pi-Ramsés, en el delta del Nilo) se descubrirá la mentira de los heremanos de José, pero será una enorme alegría para Jacob. 




viernes, 14 de septiembre de 2012

El osado Milón

Milón de Crotona, 1754

Crotona es una ciudad del sur de Italia, en Calabria, donde antiguamente habitaron los brucios, pueblo prerromano. Cuando la región ya estaba en manos de colonizadores griegos, a finales del siglo VI antes de Cristo, el atleta Milón era un niño, pero con el tiempo se convirtió en un competidor destacado como luchador en los juegos. En los juegos ístmicos, que tenían lugar cereca de Corinto, fue vencedor varias veces; en los juegos píticos también cobró fama y en los juegos olímpicos destacó varias veces por encima de otros. 

Etienne Maurice Falconet, escultor francés del siglo XVIII, interpretó así (ver arriba) la desgracia de Milón, que sería destrozado por un león. Pitágoras llevó a Crotona sus conocimientos y allí conoció a Milón, mezclándose aquí historia con leyenda, sin que podamos decir hasta que punto las cosas son ciertas o producto de la imaginación antigua. Obviamente no pudo haber sostenido el techo de la estancia donde Pitágoras discurseaba cuando aquel se vino abajo, pero se la atribuye dicha hazaña. En otra ocasión Milón quiso partir el árbol que unos leñadores habían empezado a talar, pero cuando metió la mano en la hendiduda ya hecha en el tronco quedó atrapado y este fue el momento que un león aprovechó para destrozarle. Un héroe, un gran atleta, pero un hombre limitado al fin. Milón se esfuerza en un escorzo que nos recuerda el carácter agónico de la cultura helenística; el león muerde y se agarra a uno de los muslos del forzudo. El mito queda reflejado en el tronco de árbol que Falconet esculpe donde Milón tiene atrapada su mano.

Falconet fue alumno del escultor Lemoyne y llegó a trabajar para la marquesa de Pompadour. Más tarde Catalina de Rusia, en ese afán de europeizar su corte, le llamó y trabajó en San Petersburgo varios años. Estudioso de la antigüedad clásica, no es extraño que algunas de sus obras se inspiren en mitos o en personajes de la cultura greco-latina. También fue un teórico del arte, publicándose su obra a finales del siglo XVIII.

domingo, 1 de abril de 2012

El nombre que no es permitido pronunciar

Arcadia, única región griega donde perduraron los misterios de Egipto

"En Sais -dice Heródoto-, en el mismo templo de Minerva, a espaldas de su capilla y pegado a su misma pared, se halla el sepulcro de cierto personaje, cuyo nombre no me es permitido pronunciar en esta historia [Euterpe, Libro II de "Historias"]. Dentro de aquel sagrado recinto hay también dos obeliscos de mármol, y junto a ellos una laguna hermoseada alrededor por un pretil de piedra bien labrada, cuya extensión, a mi parecer, es igual a la que tiene la laguna de Delos, que llaman redonda

En aquella laguna hacen de noche los egipcios ciertas representaciones, a las que llaman misterios de las tristes aventuras de una persona que no quiero nombrar, aunque estoy a fondo enterado de cuanto a esto concierne; pero en punto de religión, silencio. Lo mismo digo respecto a la iniciación de Ceres o Tesmoforia, según la llaman los griegos, pues en ella deben estar los ojos abiertos y la boca cerrada, menos en lo que no exige secreto religioso: tal es que las hijas de Danao trajesen estos misterios del Egipto, y que de ellas los aprendieron las mujeres pelasgas; que el uso de esta ceremonia se aboliese en el Peloponeso después de arrojados sus antiguos moradores por los dorios, siendo los arcades los únicos que quedaron de la primera raza, los únicos también que conservaron aquella costumbre".

Hasta aquí el relato de Heródoto sobre ciertas tradiciones egipcias que habrían adoptado algunos griegos. La persona a la que Heródoto no quiere nombrar es un dios egipcio, Osiris, que como en muchos mitos pasa por aventuras y desventuras, momentos de gloria y de desgracia. El tal dios -para Heródoto innombrable- habría sido asesinado por su hermano Seth, que despedazó su cuerpo echándolo por varias partes de Egipto. La esposa y hermana de Osiris, Isis, habría recuperado las diversas partes de aquel cuerpo excepto el pene, porque se lo habría comido el pez oxirrínico, nombre derivado de una ciudad al sur del delta del Nilo. 

Sea como fuere, según Heródoto, los habitantes del Peloponeso, antes de que llegasen los dorios (1200 a. de Cristo, quizá uno de los "pueblos del mar") y por lo tanto antes de que se formase el pueblo griego o heleno, como en tiempos posteriores se le conocerá, recibieron el rito que se debía a Osiris. El relato tiene interés porque viene a confirmar lo que ya sabemos sobre las relaciones entre egipcios y pobladores de la futura Hélade antes de Troya. 

No deja de ser curioso que Osiris, para los antiguos griegos, sea el dios de la fertilidad, quizá queriéndole restituir de la desgracia que sufrió teniendo que resucitar por la recomposición que de su cuerpo hizo Isis, pero sin pene. Más lógica tiene que sea también el dios de la resurrección y que presidiera los juicios de aquellos que mueren en el momento de iniciar una nueva vida.

martes, 13 de marzo de 2012

Perseo y Andrómeda (R. Mengs)


Se trata de una obra de R. Mengs, pintada al óleo sobre lienzo, de tema mitológico, que se encuentra en el Museo del Hermitage (1774-1779) de 227 por 154 cm., lo que permite hablar de gran formato, algo muy querido por los pintores neoclásicos cuando se trataba de temas mitológicos sobre todo. Perseo estaba destinado a ser rey de Argos, pero en una demostración atlética lanzó el disco con tan mala fortuna que hirió de muerte a su propio abuelo. Afligido, renunció a reinar y se marchó a Tirinto (ciudad cercana a Argos, en la Argólida) donde se hizo rey de la ciudad, viviendo felizmente con Andrómeda, que le dio abundante descendencia. Obviamente los personajes no son históricos: Perseo era un semidios, pues había nacido de Danae fecundada por Zeus mediante una lluvia. Andrómeda era hija de un rey etíope. Es una reflexión sobre el destino.

La composición presenta una cierta línea descendente de izquierda a derecha (fijarse en parte inferior del cuadro) para dar sensación de profundicad (además de elementos en segundo plano, como el caballo, que esconde su cuerpo en la oscuridad). El tratamiento que se da a los personajes es clásico: tanto los ropajes y la actitud de Andrómeda (lirismo y ropajes, transparencias y delicadeza) como el desnudo de Perseo, con unas proporciones clásicas cercanas al "ideal de belleza" de la Grecia antigua. El movimiento es contenido; otra característica de la pintura neoclásica; contrariamente a los violentos escorzos del barroco, así como una luz que ya no es fuertemente contrastada con la oscuridad del fondo. La línea dibujística, si la comparamos con la obra de David o de Ingres es menos precisa -otra vez el difuminado de los contornos propio del barroco reciente- y la comuniación entre los personajes es sutil, no convencional. 

¿Que versión nos presenta Mengs aquí? El momento en que Perseo llega, apeado de su caballo, a Tirinto, se encuentra con la inquieta Andrómeda y se predisponen a una vida plácida y amorosa (nada indica en el cuadro drama o inquietud) ante la presencia de un "amorcillo" o Eros, que juguetea siempre entre los enamorados en ciernes para insuflarles la atracción mutua: el amor. Pero Eros parece flotar, como Andrómeda; en el caso del dios inadvertidamente, como si la escena no fuese con él, pues su intervención es siempre indirecta y sorpresiva. La luz no es aquí lo fundamental, sino el tema, la poesía que entraña la composición, con los personajes idealizados y jóvenes, desnudo él, vestida ella levente, con los ropajes agitados por el movimiento y por el aura suave. 

  

lunes, 20 de febrero de 2012

Dos estilos

Entre persas y griegos (sabido que los primeros y los segundos son el resultado de sendos mestizajes) si en algo cabe distinguirlos es en su estética, en su arte, en su concepción de lo bello, lo fantástico, lo misterioso. 

Solo dos obras traigo aquí a colación para comprender, y basta con ver, la gran diferencia de gustos y estilos entre los artistas de una y otra civilización, porque en cuanto a brutalidad, contradicciones y ambiciones imperialistas, no se diferencian apenas. 

En el museo del Louvre se conserva un friso de 2,8 por 2,06 metros que representa en relieve al dios Dionysos guiando a las horas, momentos del dia o de la naturaleza: la mentalidad poética de los griegos (en la que sus mitos son un ejemplo) les hizo personificar el amanecer, la paz, el orden, las plantas, el otoño, la justicia, la abundancia, la música, el atardecer, la música, etc. Se trata de una copia romana de época imperial a partir de un original neoático. Las proporciones y el ideal de belleza abstracta, de las que siempre se ha hablado, están presentes; así como el movimiento sereno y poético, el naturalismo y el tratamiento delicado de los ropajes. El dios está representado de una forma inusual, barbado y como caudillo que conduce. Podemos imaginar la parte del friso que no se ha conservado, pues las horas eran muy numerosas.
En el relieve persa que nos sirve de comparación toda proporción está ausente: muy al contrario, se intenta representar la fuerza y la violencia, se exagera la musculatura del león, pero no se persigue dar la sensación de dolor del animal atacado, un toro, símbolo del vigor viril, que se retuerce no obstante en escorzo y donde encontramos un geometrismo arcaizante en el pelaje y en las facciones de los animales. Esta escena ha sido representada en el arte persa en varias ocasiones de diversas maneras. No hay aquí poesía, aunque sí una técnica depuradísima, una capacidad de orbservación extraordinaria para plasmar las garras del animal y otros detalles. 

Puede haber una diferencia de uno o dos siglos entre una escultura y la otra, pero la evolución de uno y otro estilo nunca fueron en la dirección de encontrarse, sino de mantener sus señas de identidad. Cuando Persia esté bajo dominio alejandrino se impondrá, antes que otra cosa, el gusto griego en el arte. 

martes, 14 de febrero de 2012

Los rarámuris



"Antigua y Medieval" ha publicado una información sobre las investigaciones llevadas a cabo en Chihuahua, México, entre la comunidad tarahumara, llamándose sus miembros a sí mismos rarámuris. La belleza de algunos de los párrafos contenidos en dicha información me anima a ponerlos aquí:

Un día Dios y su hermano mayor, el Diablo, estaban sentados juntos hablando y decidieron ver quiénes podían crear humanos. Dios tomó barro puro mientras que el Diablo mezcló su barro con cenizas blancas y empezaron a formar algunas figurillas. Cuando los muñecos estuvieron listos, los quemaron para que se endurecieran. Las figuras de Dios eran más oscuras que las del Diablo. Eran los rarámuris, mientras que los del Diablo eran chabochis.

Entonces decidieron ver quién podía dar vida a las figuras. Dios sopló su aliento en sus muñecos e inmediatamente tuvieron vida, pero el Diablo, a pesar de soplar, no tuvo éxito. Se volvió hacia Dios y le preguntó: "¿Cómo hiciste eso?", de manera que Dios le enseñó cómo darle almas a sus creaciones.

Esta es una de las historias de los rarámuris que ha recogido en su obra el antropólogo William Merrill, interesado en la cultura tarahumara. En Sierra Tarahumara, en el municipio de Rejogochi, descubrió el "alma tarahumara". De acuerdo con este antropólogo -sigue informando "Antigua y Medieval"- el concepto de alma es fundamental en la visión del mundo rarámuri porque todas las explicaciones para sus acciones y estados físicos, mentales y emocionales están apoyados finalmente en sus teorías sobre la naturaleza y actividad de las almas.

Los rarámuris creen que si el cuerpo es lastimado, el bienestar y seguridad de las almas se pone en peligro, y si las almas son negligentes o abandonan el cuerpo, la persona se enfermará y morirá. Carlos Montemayor, por su parte, escribió que los tarahumaras se designan a sí mismos rarámuris (rará, que significa pie; muri, que significa correr, es decir, el que corre a pie), y que su condición, su identidad, su memoria y su pensamiento están ligados a este vocablo; y solo cuando hablan en español utilizan el término tarahumara (que alude a la rapidez de los corredores). Este autor ("Los tarahumaras: pueblo de estrellas y barrancas", Aldus, 1995) estudió escritos de los rarámuris, entre ellos los que hablan sobre la habilidad que tienen para correr y para resistir largas caminatas. También estudió el aislamiento de los rarámuris y su marcado carácter de autosuficiencia, algo que ha permitido que su experiencia con el mundo occidental sea complicada.

A los tarahumaras los conoció Antonin Artaud antes de 1936, cuando estuvo en México entre estas comunidades: El mal, para ellos, no consiste en el pecado, que no existe: el mal es la pérdida de la consciencia. Tienen un alto sentido de la justicia; buscan la reparación del daño, la restitución y el reconocimiento de las obligaciones, más que los castigos o las condenas por un delito. La cosmovisión rarámuri les hace bailar para Dios, porque tienen un compromiso con él.

jueves, 26 de enero de 2012

"Deu-la-Deu"

Monçao es una pequeña villa portuguesa fronteriza con Galicia, antigua plaza de guerra a orillas del río Miño. Famosos son sus arroces con lamprea y las "queijanas raianas". Unas aguas medicinales han servido a muchos, siendo monumentos nacionales las murallas de la antigua fortaleza, la iglesia "matriz" y el palacio "da Brejoeira".

Cuenta Sant'Anna Dionísio que el rey Dinis, en guerra con Castilla, mandó levantar en 1306 un robusto castillo. Durante las guerras fernandinas la villa sufrió algunos ataques de los "secuaces" de Enrique de Trastámara. Fue uno de esos trances en los que se dio el legendario episodio del levantamiento de un cerco por obra de "Deu-la-Deu", esposa del alcalde Vasco de Abreu. Los sitiados luchaban con extremas privaciones cuando esa mujer tuvo la idea de juntar los últimos puñados de harina y con ellos cocer algunos panes, que envió por encima de las murallas a los sitiadores, acompañados -cide Sant'Anna- de algunas palabras de femenina e irónica gentileza: "si precisais más, decidlo". De esta forma los sitiadores llegaron a la conclusión de que los sitiados tenían víveres para resistir mucho tiempo, abandonando de esta forma su objetivo. 

En la plaza de la villa se encuentra ahora una estatua de la "Deu-la-Deu" (Dios la dio), la figura femenina puesta en pie, con un tamiz, sobre un pedestal, pero inspirada en el mito de las danaides. Si bien estas mujeres fueron condenadas por haber asesinado a sus maridos en la misma noche de bodas (por orden de su padre), consistiendo la condena en verter continuamente agua en un recipiente sin fondo -labor por lo tanto sin fin- ello inspiró al artista de la estatua portuguesa en la medida en que los sitiadores estarían condenados ilimitadamente al sitio sin conseguir nada...


El jabalí de Calidón

Meleagro entrega a Atalanta la piel del jabalí

La mitología griega es tan rica que es inabarcable, porque además los mitos se diversifican en versiones distintas consecuencia de haber sito transmitidos, muchos de ellos, oralmente. Meleagro era hijo del rey de Calidón, que nosotros conocemos como Etolia, más al norte de la península del Peloponeso. Como dicho rey, en unas ofrendas, se olvidó de venerar a la diosa Artemisa, ésta envió a Calidón un feroz jabalí, animal jamás visto por su enormidad para los de su especie, con el fin de que devastase todo el territorio. El jabalí de Calidón es uno de esos animales asociados al inframundo de los griegos, algo así como el infierno de otras culturas. 

La caza del jabalí de Calidón en una cerámica griega
Entonces el rey de Etolia convocó a los más valientes cazadores contra el jabalí, apuntándose argonautas, varios héroes, su propio hijo Meleagro y la cazadora Atalanta, de la que se enamoraría aquel. Algunos de los participantes en la cacería enconaron sus ánimos, pues no aceptaban que una mujer pudiese tener más destreza que ellos (al parecer ciereto machismo también se daba entre los antiguos griegos, que a la postre son los que inventaron estos mitos). Pero lo cierto es que fue precisamente Atalanta la que primero hirió al jabalí, aunque Meleagro terminaría por darle muerte, entregando su piel a la cazadora. En realidad el rey había ofrecido la piel y los colmillos del jabalí a los que le dieran caza y acabasen con los destrozos que ocasionaba en el reino. 

Abajo, un relieve romano donde Meleagro lancea al jabalí de Calidón. Compárese el diverso estilo entre este relieve y el de más abajo.


Meleagro, no obstante, estaba condenado a moir si un tizón de leña se consumía en el fuego, lo que ocurrió tras el episodio de la caceria por decisión de su madre, que no aceptaba aquel hubiese dado muerte a sus tíos (hermanos de la madre) que disputaban el trofeo a la cazadora, no pudiendo Meleagro dar satisfacción a su amor por Atalanta y muriendo.

El arte se ha hecho eco del mito desde los pintores de vasijas en la antigua Grecia hasta el barroco, donde Rubens es quizá el mejor ejemplo. Abajo tenemos el relieve de un sarcófago de época imperial romana donde Meleagro aparece clavando al jabalí. La influencia helenística es evidente (Museos Capitolinos de Roma).


Abajo, un óleo monumental de Nicolás Pousin (1637-38) de 160 por 360 cm., donde la comitiva de cazadores sale en busca del jabalí.


Jacob Jordaens pintó el cuadro de abajo en dos etapas, la primera corresponde a la parte derecha del cuadro, donde aparece el enamorado Meleagro ante Atalanta (1628). La segunda, a la izquierda, donde aparecen varios cazadores. Los dos lienzos se unieron por el centro, lo que se nota viendo el original (Museo del Prado).


Abajo "Atalanta y Meleagro cazando el jabalí de Calidón" (1635-36, de Rubens; M. del Prado).


Abajo la obra de Rubens en la que de nuevo Meleagro lucha con el jabalí, mientras Atalanta, detrás del hijo del rey, se apresta a ayudarle (creo que se encuentra en un museo de Bélgica después de haber sido robado y recuperado).

lunes, 23 de enero de 2012

El Asia de Heródoto

Río Kizilirmak, antiguo Halys, en Anatolia

La península de Anatolia, la alta Mesopotamia, las regiones del Cáucaso, las orientales del mar Caspio (patria de los masagetas), las regiones ocupadas por los escitas (al norte, entre el Caspio y el mar Negro y al oeste de este mar), las regiones de las estribaciones meridionales de los Urales e incluso la cuenca del río Istish, afluente del Obi, de más de 4.000 km. aquél, en Siberia, son las vastas áreas geográficas a las que se refiere el sabio griego del siglo V antes de Cristo, basándose en los testimonios literarios de Homero (s. VIII a. de C.) y en sus viajes y contacto con los escitas.

Mapa que conoció Heródoto

En el mapa de arriba, los montes Zagros se unen arbitrariamente a las montañas del interior de Asia; los Urales aparecen unidos a las mesetas entre el Dniéper, el Don y el Volga; entre los Cárpatos, Alpes y Pirineos no hay discontinuidad; los montes Atlas no están individualizados por cordilleras; el macizo etiópico está desplazado demasiado al norte...

Es imposibe -creo yo- precisar la localización de algunos de los pueblos que cita, así como las regiones a las que se refiere, pues en ocasiones dice ser "boscosas", en otras que media "un desierto", que donde está el viento "bóreas"... y datos por el estilo. De lo que sí podemos estar ciertos es que el río Borístenes es el que conocemos como Dniéper, que desemboca en el mar Negro al noroeste de Crimea. Cerca encuentra Herótodo a los calipidas, a quienes él llama "griegos escitas", no siendo extraño, pues en su época la colonización de las costas del mar Negro por parte de los comerciantes griegos estaba avanzada y se mezclarían con tribus escitas. Al norte de las riberas del Ponto Euxino cita a los alazones, que también aparecen en la Ilíada de Homero como alidados de los troyanos, aunque algunos autores sostienen que su nombre proviene del río Halys (el Kizilismak turco) que desde el oriente de Antolia discurre por el centro y desemboca al norte de dicha península en el mar Negro: pero entonces los alazones estarían al sur y no al norte de los calipidas, justo al otro lado del mar Negro.

Península de Crimea y mar de Azov
A los neuros los sitúa Heródoto al norte de los alazones, que siguiendo la última interpretación que hicimos estarían en la costa meridional póntica. Cita también al río Hispanis al oeste del Borístenes, sin que puedda yo saber a qué río se refiere. Más al norte cita a los andrófagos, que según los mapas de la época estarían en las estribaciones meridionales de los montes Urales, para volver luego al sur y situarnos en el mar de Azov, que en la antigüedad se llamaba laguna Meótide. El río Tanais (el Don) desemboca al noreste de dicho mar de Azoz, y al norte estarían los melanclenos, limitando con otros más al norte aún, llamados budinos, que habitaban una zona boscosa.

Al norte de los budinos habría un desierto, quizá el del oeste del actual Turkmenistán; dice Heródoto "hacia el viento subsolano" (del este) y luego los tissagetas, que eran cazadores. A su lado los yurgas, también cazadores, que viven en bosques, pero todos estos pueblos parecen ser subdivisiones del concepto "escita", pues dice Heródoto que "hacia oriente" están unos escitas apartados y disidentes del conjunto. Las tierras de casi todos estos pueblos las califica de llanas, y así es, pues salvo el interior de Anatolia y el Cáucaso, hay vastas regiones llanas y bajas en torno al Caspio, al mar Negro y al mar de Azov. 

Al pie de unas montañas, dice, hombres calvos (y las mujeres), de narices chatas y barbas, lo que nos indica que estamos en longitudes más orientales: los argipeos. En los montes cercanos vivirían los egípodas, que según hoyó nuestro historiador "duermen un semestre entero como si fuese un día", para añadir, "lo que de todo punto no admito". ¿Un eco de las noches boreales de seis meses? Los isedones, pueblo mítico para nosotros (como quizá otros que cita Heródoto) vivían al norte de los escitas, lo que es poco decir, porque estos se movieron y ocuparon un vasto territorio, pero el historiador añade que en la cuenca del Istish, que es afluente del Obi, en plena Siberia.

Cuenca del Obi, del que es afluente el Irtish


domingo, 22 de enero de 2012

Hércules el salaz

Hércules Farnesio
Habiendo perdido Hércules unas yeguas mientras dormía, se puso a buscarlas, llegando a una tierra que llamaban Hilea por haber muchos bosques (la pequeña Tartaria, al norte del mar Negro). Encontró entonces a una mujer que lo era desde las nalgas hacia arriba, pero una serpiente desde las nalgas hacia abajo. Le preguntó por sus yeguas y le contestó que estaban en su poder, pero que no se las devolvería a no se que se ayuntase con ella. Así lo hizo Hércules, pero no una, sino varias veces, pues tal era el goce que sentía la extraña mujer (y Hércules) que iba dilatando el día en que había de entregar al héroe sus yeguas. Cuando llegó el momento se dispuso Hércules a partir con los animales, pero la mujer le dijo que estaba embaraza de él con tres hijos, dándole Hércules unas instrucciones hacerca de qué hacer con cada uno de ellos cuando fuesen mayores. Al más joven le fue puesto por nombre Escita, y de él proceden los pueblos que los griegos conocieron como tales. (El "Hércules Farnesio" se encuentra en el Museo Arqueológico de Nápoles y es una copia romana en mármol del original en bronce obra e Lisipo: s. IV a. de C. Se encontró a mediados del siglo XVI en las termas de Caracalla).

Estando en cierta ocasión los escitas en guerra con los masagetas, pueblo nómada que deambulada por las inmediaciones del mar Caspio y del Aral, los escitas pasaron el río Araxes (al norte del actual Irán) y se internaron en la región de los cimerios. Éstos, viendo el gran ejército de los escitas, pasaron a deliberar si sería mejor hacerles frente o escapar. Los reyes y sus seguidores eran partidarios de presentar batalla, pero el "vulgo" -dice Heródoto- prefería abandonar aquellas tierras y no correr el riesgo de una cruel derrota. Sobre esto discutieron una y otra vez, de manera que, no llegando a un acuerdo, terminaron peleando entre sí, lo que posibilitó que los escitas se hicieran con aquellas tierras, mientras los cimerios enterraban a sus muertos en las riberas del río Tiras (Dniéster). (Libro IV de las "Historias" de Heródoto: Melpómene o musa del teatro).

Río Tiras o Dniéster

viernes, 20 de enero de 2012

La Abdera tracia

Como Hércules tuviera la misión de robar unos caballos del rey Diomedes, que lo era de Argos, pues dichos caballos devoraban carne humana, primero tuvo que enfrentarse al ejército que Diomedes le envió para combatirle, pero venciendo Hércules y sus acompañantes, arrojó el cuerpo del rey a sus propios caballos, los cuales lo devoraron. Entonces los équidos se volvieron mansos. No obstante, como los caballos devoraron también al hijo de Hércules, éste fundó Abdera en la costa tracia. Hasta aquí la fábula que encontramos en diversas partes, pero también en el prolífico Homero.
 
Pero la arqueología, más realista, parece haber encontrado solo algunas muestras de mediados del siglo VII antes de Cristo, por lo tanto más tarde de que Homero escribiese sus obras. Jonios que huyeron de la costa anatolia bajo presión persa, se asentaron en Abdera con la oposicion de los tracios, lo que Píndaro canta en algunos de sus versos. A principios del siglo V a. de C. cayó bajo dominio persa, antes de que dieran comienzo las guerras que los griegos llamaron médicas. A mediados de esa centuria formó parte de una liga comandada entre Atenas y Delos, pero en la primera mitad del siglo IV antes de Cristo la ciudad fue destruída por tribus tracias. A la postre, estaba en territorio tracio y la lejanía respecto de la Grecia más genuína le jugó una mala pasada, como había sido con la conquista persa.

El rey macedonio Filippo II conquistó Abdera a mediados de dicho siglo IV pero en la centuria siguiente de nuevo está bajo el mando del rey tracio Lisímaco, para pasar luego a manos de seleúcidas de Asia, ptolomeos de Egipto y macedonios (estos se hacen dueños de la ciudad a principios del siglo II a. de C.). Un asedio romano pocos años después, con la ayuda del rey Eumenes II de Pérgamo, terminará con la poca autonomía de que había disfrutado la ciudad a lo largo de su historia, de la que apenas nos quedan los restos de una muralla defensiva. 

¿Conocían los comerciantes tirios la Abdera tracia cuando fundaron la colonia del mismo nombre en la costa andaluza de la actual Almería? ¿Era la geografía de aquellos parajes parecido, lo que llevó a los fenicios a dar el mismo nombre a la colonia andaluza?

Restos arqueológicos de Abdera