miércoles, 30 de noviembre de 2011

Lençóis Maranhenses

Ao norte de Brasil, no estado de Maranhâo, encóntrase unha das paisaxes máis insólitas que se poden ver: son os Lençóis Maranhenxes, un xigantesco deserto de dunas brancas de cerca de 100 quilómetros de longo por 50 de ancho o borde do Atlántico. Dito deserto está rodeado dun bosque tropical donde as chuvias poden alcanzar os 1.500 mm. anuais. A auga enche as partes baixas entre as dunas na época das chuvias, entre xuño e setembro, chegando a secarse nos meses anteriores a maio. As dunas alcanzan os 15 ou 20 metros de altitude, pero a paisaxe é cambiante, pois o vento a transforma. 

A cidade de Sâo Luis é a capital do parque natural de Lençóis e tamén do estado de Maranhâo. Nas seguintes fotografías pode verse o único desesrto asulagado do mundo.







martes, 29 de noviembre de 2011

Las cartas de Amenhotep III


 Uno de los más asombrosos descubrimientos que se han producido, sin la necesaria intervención de los arqueólogos, fueron las cartas de Amenhotep III, rey del Egipto antiguo en el siglo XIV antes de Cristo. El soporte son ladrillos y piedras en las que se han grabado textos donde se muestra buena parte de la política exterior del faraón. 

 Egipto se había extendido por Palestina y la costa de Siria hasta donde llegaba la frontera de los hititas y de los hurritas, estos en la alta Mesopotamia y aquellos en la península de Anatolia. En la Mesopotamia media y baja también se alternaron, según los momentos, hegemonías a favor de asirios y babilonios. Amenhotep utilizó el oro que obtenía del Nubia, al sur de sus territorios, para ganarse la amistad y la paz de estos otros reinos, que en muchas de esas cartas le pedían incesantemente más y más metal precioso. No solo conseguia Amenhotep III una paz que era muy fructífera para su pueblo, sino jóvenes que convertía en sus esposas o en miembros de su harén, generalmente princesas de las familias reales citadas. 

En una de las cartas a las que nos referimos el rey de Babilonia se queja de que había pedido a Amenhotep una hija suya en reciprocidad y éste se la había negado. El egipcio le contesta que una princesa egipcia no podía ser moneda de cambio como las princesas babilonias o hititas. En otra carta le pide entonces el babilonio al egipcio una bella joven que aparente ser princesa, a lo que Amenhotep también se niega; hasta tal punto no era solo que no se tratase de alguien de su sangre, sino que ni siquiera pudiera parecerlo. Esto ha sido interpretado como una actitud demostrativa del papel hegemónico que Egipto jugaba en la geopolítica de la época.

La gloria y fama de Amenhotep llegó a tal grado durante su reinado que mandó excavar grandes canteras para sacar de ellas la piedra arenisca que serviría para construir dos templos, uno en su honor y otro en el de su primera esposa, Ti, que de esta forma llegó a ser considerada como una igual que Amenhotep (esto también se decuce de la transcripción de algunas de estas cartas, que se refieren a la política interior en este caso). Con las riquezas que obtenía de otros reinos y del oro nubio sació el templo de Amón-Re, en Tebas, y con ello también a sus sacerdotes, que llegaron por este medio a tener un gran poder político. Esto empezó a inquietar al faraón.

Las cartas y otras piedras talladas en forma de escarabajo, donde se inscribían las hazañas (reales o inventadas) del rey, fueron repartidas a miles por todo el valle del Nilo y por Nubia, por Palestina e incluso fuera de los territorios bajo su autoridad. Se trataba de la primera gran campaña de propaganda política por la que el rey egipcio hacía ver a sus súbditos y reyes exteriores la gloria de su reinado, sus supuestos méritos y el agradecimiento que el pueblo le debía, antes que a los sacerdotes enriquecidos y ambiciosos. Hasta tal punto el poder de estos llegó a ser una amenaza para el rey que éste decidió sustituir el templo de Amon-Re, y por lo tanto a la casta sacerdotal que vivía a expensas del mismo, por otro dios, Atón, poco antes de que Amenhotep muriese a la edad de 39 años. 

Tebas, en el Nilo medio, verá desaparecer su esplendor en el siguiente reinado, cuando el sucesor, Amenhotep IV, que hizo cambiar su nombre -e incluso el de su padre- por el de Akhenaton, cambie la capital un poco más a norte, en Amarna. Será un período nuevo, pero también corto, lleno de novedades que provocarán la vuelta a una tradición que había empezado a transformarse con Amenhotep III.

(Recinto del templo de Amenhotep III donde se encuentran las colosales estatuas que los griegos llamaron de Memnon)

Las ideas económicas de Sarmiento

Entre las mercancías propias del comercio gallego, y más concretamente de las rías del sur, estaba la sardina. Fray Martín aboda por el restablecimiento de la "antigua pesquería", pues ya había decaído bastante en relación a la actividad de los siglos anteriores. De las sardinas habla como de un alimento gustoso y necesario y considera que con la comercialización de dicho producto desde Galicia se podría "inundar" todo el reino de León, parte del de Castilla y todo el "terreno" de Madrid; y lo que interesa permanentemente a Sarmiento, a precio más moderado que hasta el momento. Evidentemente, la abundancia del producto lo abarataría, posibilitando su comercialización y la mejora de las condiciones de vida de los pescadores gallegos. Es partidario, por otra parte, de que se regulen por las autoridades los precios de los portes, actividad que realizaban, como es notorio, los maragatos fundamentalmente. Se queja de la tiranía "exorbitante" de los portes, considerando que constituyen un gran inconveniente para el desarrollo del comercio. Bien sabía nuestro autor que en dicha actividad radicaba, en buena medida, la mejora de la economía de los pueblos. También sabía Sarmiento que en la economía de subsistencia no habría progreso ni mejora. Posibilitar el comercio y liberarle de trabas y dificultades era la solución en un siglo en el que tantos frenos habría que vencer todavía hasta la total liberalización de dicha actividad. Argumentos varios son expuestos por el fraile benedictino con esa minuciosidad y detenimiento propios de quien no tiene ninguna prisa en terminar mil y una razones para demostrar sus muy pensadas teorías. Por ello el autor del texto que comentamos termina insistiendo en que su fin principal es que, en toda España se introduzca "el comercio interior universal" y que en todas sus costas se aumente y se proteja la "universal pesquería".

Otro de los productos gallegos cuya comercialización propone Sarmiento es el vino del Ribeiro, el cual considera debe ser transportado en carros, para lo que es necesario el camino correspondiente a Pontevedra desde donde se embarcaría a otras partes y en especial para otras costas de Galicia. Pontevedra es el lugar elegido de llegada del vino del Ribeiro, ya que considera que está geográficamente tan bien situada "que no se necesita alterar cosa de lo antiguo". Este comercio del vino había hecho del gremio de toneleros el más rico del pasado siglo (XVII). Curiosísima es la forma en que describe Sarmiento por la que se embarcaba vino desde los "Pardiñeiros" o "Almagacenes" en donde se recogía y se empipaba hasta la ocasión de embarcarle. De Pontevedra salía ese vino a Inglaterra, Asturias, Portugal, etc.

Pero en lo que a vino se refiere Sarmiento demuestra un extraordinario conocimiento de Galicia. Señala las comarcas de Monterrei, el sur de la provincia de Ourense; Valdeorras, lindando con León; Hermitas en la retorcida orografía de la Galicia oriental; Quiroga, las llanuras de Lemos, los campos aledaños a la capital orensana, las comarcas del Ribeiro y Arnoia; Salvaterra y Tui, a orillas del Miño; el valle del Miñor, entre Gondomar y Baiona; el Morrazo, Pontevedra, Poio, Salnés, Ulla, Mariñas, Betanzos, Viveiro y Ribadeo. De todos los vinos parecía ser el más apreciado el del Ribeiro, "ya por la abundancia, ya por más selecto, ya por la mayor cercanía a Pontevedra, ya finalmente por lo apasionados que de él son los Ingleses".

En esa revitalización tan necesaria del comercio, por la que se preocupaba Sarmiento, para lo cual insiste una y otra vez en el camino carretero y otras obras imprescindibles, otras mercancías son señaladas como objeto de comercio: la cerámica de Buño, el trigo de Bergantiños, el hierro de las tierras orientales. Siempre la mentalidad utilitaria y el conocimiento del terreno, lo que le hace hablar de los olivos de Galicia, cultivo truncado más tarde; de la feria de lienzos de Maceda, de la pontevedresa que se remontaba al siglo XV; de su recorrido, por tierra, de la mayoría de las rías gallegas, en las cuales plantea la necesidad de que se impulse nada menos que una técnica que hoy da tan buenos resultados económicos: la acuicultura. Que en todas las rías -dice Sarmiento- "se planten también ostreras, o vivares de tan regalados mariscos". Y todo ello argumentado con esa fuerza que los ilustrados del siglo XVIII supieron imprimir: "la razón lo abraza todo".

El camino carretero que propone Sarmiento para unir la costa a Castilla es el que "en derechura" sale de Pontevedra a Levosende, Puente de San Clodio, Ourense, Limia, Sanabria y Castilla. Descarta los que se podrían pensar por Sotelo de Montes, más al norte, por "escabroso y largo", y el de Filgueira, más al sur, por ser "a trasmano" con relación al Ribeiro. Ese camino aparece en el mapa de Tomás López de 1784, saliendo de Pontevedra hacia el río Caldelas en su curso medio; luego continúa hacia oriente tocando apenas el obispado de Tui y entrando en la provincia de Ourense hasta atravesar el Avia antes del lugar de Levosende, ya en dirección sur. De nuevo cruza el camino el rio Avia en Puente San Clodio y se dirige hacia Ourense siguiendo el valle del Miño. Desde aquella ciudad continúa en dirección sureste hacia el lago de Limia (la laguna de Antela, hoy desecada), tras atravesar el Arnoia, dejando al norte la sierra de San Mamede, pasando por Laza y bordeando la sierra Seca, ya en la parte oriental de la provincia de Ourense. El camino seguía por La Gudiña, Villavieja y Lubián, atravesando las estribaciones meridionales de la sierra Segundera para llegar a Sanabria y de aquí a Castilla.

No pocas serían las dificultades que habrían de salvar los ingenieros, maestros y directores de caminos que emprendieran la obra propuesta por Sarmiento. Tendrían que superar los montes de Barcia por Seixo, entre los obispados de Santiago, Ourense y Tui y luego las escabrosidades que solo muy posteriormente  y con más perfectos medios técnicos se pudieron superar desde las montañas que enmarcan el valle de Monterrei hasta los límites sudorientales de Galicia.

En Sarmiento destaca la erudición, complemento ideal de aquel conocimiento que viene de la propia vida, del andar y ver las cosas que nos rodean. Desde los acontecimientos más recientes, como las incursiones inglesas de 1719, lamentándose Sarmiento de la escasa defensa de las villas, y que dio ocasión a la quema de la Maestranza o Real Arsenal, la cárcel pública y el palacio arzobispal en Pontevedra, hasta los más fantásticos personajes de la historiografía ("el español Gargoris") y la cita de clásicos (Antonino, Virgilio, Silio Itálico, Justino, Pompeyo, Plinio, Vespasiano, Tito). Pero también conoce la existencia delos viejos caminos romanos y por ello advierte "que los que hayan de hacer el camino [el carretero propuesto anteriormente] vayan prevenidos de esta reflexión, pues si debaxo de la tierra se conservan aún ruinas de las calzadas Romanas... es verosímil que se tropiece con alguna porción en los tres, o quatro puntos, en donde las ha de atravesar el nuevo camino". Y añade: "Acaso se descubrirán algunas columnas Miliares..." lo que -dice Sarmiento- ampliaría nuestros conocimientos de la geografía y de muchos lugares del Itinerario de Antonino y del Anónimo de Rávena. ¡Admirable precaución a la que estamos tan poco acostumbrados!

Conoce la Cruz de Ferro en el camino de Santiago y la razón del amontonamiento de las piedras que la sustentan, describe las murallas de la villa de Pontevedra "altas, anchas y de piedra", y dice haber visto el faro de A Coruña y el de A Lanzada, defendiendo la mayor antigüedad de éste último. Celtas, griegos, romanos, de todo pueblo invasor o visitante nos habla Sarmiento, así como de cofradías, fiestas populares, costumbres, topónimos... no hay nada que escape a su curiosidad  reflexión.

Y como hemos dicho, a sus lecturas une la observación permanente de la realidad: "Viniendo yo por el Puente do Cesso, que está sobre la ría de Cormes, y Laxe encontré un Patache...". La experiencia, ese valor nunca olvidado: "un Arquitecto, y un Yingeniero solamente theoricos, serán buenos para cosas mayores, y para hacer con el lápiz sobre una Mesa grandes muestras de sus habilidades. Pero de ningún modo para construir un camino en País en que jamás han estado".

Junto a las vías públicas o el comercio, la industrialización de España es otra de sus preocupaciones. Sarmiento propone que en las inmediaciones de Valdeorras se estableciese una fábrica de paños medianos, asegurando que tendrían mucha venta, ya que Galicia tenía que importar dichos géneros. En efecto, las merinas extremeñas pasaban los meses de verano en las estribaciones más occidentales de la corcillera Cantábrica y en los montes leoneses, lo que haría factible instalar la fábrica de paños allí donde se pudiese obtener a bajo coste la materia prima.

Sarmiento no deja de tratar los más graves asuntos con una buena dosis de humor que, en ocasiones, aflora mezclado con el escepticismo de quien ya se encuentra en la edad madura. Para explicar las causas de la decadencia de la pesca durante el siglo XVIII, con relacióna etapas anteriores en las rías gallegas, indica que fueron las guerras las cuasantes de ese abandono, particularmente las "hostilidades" de piratas y enemigos. Señala que no fueron las sardinas las que "apostataron de la Ría, y se pasaron a los Hereges del Norte... sino los pescadores..." por las causas indicadas. Aquel escepticismo -y cierta amargura- se pone de manifiesto cuando descubre que la villa de Pontevedra no obtuvo ayuda para reponer el puente sobre la ría tras su destrucción parcial por los ingleses y, sin embargo, se intentase que los pontevedreses contribuyesen para fabricar dos puentes "en remoto parage", solo por conveniencia de un particular. "Ni aún para oirlo -dice Sarmiento- alcanza la paciencia", y añade: "La Guerra, el hambre, la peste, y el título de Puentes y Caminos son cuatro pestes, que arruinan a muchos y hacen felices a pocos". ¿Como no ver en en estas sentencias la sagacidad, el conocimiento preciso del terreno y el afán de justicia pero también la denuncia?

Sarmiento es buen conocedor de la naturaleza del hombre, tanto cuando nos habla de asuntos pedagógicos como cuando glosa a Feijoo en la "grandísima miscelánea" que representa la "Demostración crítico-apologética...". También cuando indaga en la toponimia y en su ensayo "El porque sí", en el que da respuesta a las acusaciones de sus opositores. El humor vuelve aquí a destaparse y Sarmiento pone en la conciencia del lector la dicotomía entre el viejo método de admitir como verdades cosas no probadas y el por él defendido del imperio de la razón.

En relación con el hombre de su tiempo Sarmiento bien sabe lo que estudios muy posteriores han revelado notoriamente: "Y como por ser Animal terrestre [el hombre] tiene un natural horror a habitar sobre las aguas, y mucho más a engolfarse en el Mar, aún cuando no está alterado..." invita a las autoridades a encontrar medios para adiestrar a los marineros y marinos "sobre las ondas irritadadas del Océano".

Jean Delumeau ha investigado en nuestro siglo sobre el miedo al mar en las sociedad preindustrial que conoció y vivió Sarmiento. Sancho Panza con su "si quieres aprender a rezar vete al mar" o aquel personaje de Erasmo que exclama "¡Qué locura confiarse al mar!", pueden ser dos ejemplos anteriores al siglo XVIII. Pero también Rousseau (sigo al citado Delumeau) confesará que "perdido en el mar inmenso de mis desdichas, no puedo olvidar los detalles de mi primer naufragio". También Jean de Léry, Deschamps, Ronsard, Du Bellay, Baudelaire y el mismo Víctor Hugo. Delumeau nos dice que el mar es, para el hombre anterior a la sociedad industrial, el dominio de Satán. Disipar los temores hacia el mar por dominio del arte de navegar es el afán que Sarmiento quiere poner en la conciencia de los gobernantes de su tiempo.

A lo largo de todo el texto que comentamos brota con facilidad la idea del empirismo y racionalismo que impregna la personalidad y la obra de Fray Martín, la medodología inspirada en la observación y la experimentación. Ello es así aún cuando vaya en contra de las autoridades: una fiscalidad inadecuada, la mala administración de los caudales públicos, el abandono de servicios básicos como la defensa de las costas, la construcción de caminos, la explotación de las minas o el impulso de la industria. Y si se trata de la moral, la política, la economía o el estudio de la sociedad, así lo podemos comprobar en la "Carta al Concejo de Pontevedra" de 1748, en la ya citada "Demostración crítico-apologética..." y en su "Viaje a Galicia" de 1745.

Y al lado de las ideas trascendentales y positivas está también el estudio de la cultura popular: el folklorismo, las costumbres y las radiciones, las fiestas, los espectáculos públicos, los bailes. Todo ello, separadamente o en amalgama, fue objeto del estudio sarmentiano.


El indio Chicora

En el verano de 1521 unos castellanos arribaban a las costas atlánticas de los actuales Estados Unidos, concretamente a las proximidades del cabo Fear, en el estado de Carolina del Norte. Los índígenas de aquellas tierras se espantaron entonces y huyeron rapidamente. Tras esta primera impresión y luego de alguna que otra añagaza de los castellanos para atraerlos a su confianza, el rey de los indígenas envió cincuenta de los suyos cargados de comida para los cristianos. Cuenta Bartolomé de las Casas que el rey los recibió "con gran reverencia y placer" y les concedió guias para que les acompañasen a visitar aquellas tierras. La mentalidad indígena (en este caso los indios algonquinos) consideraba a los recién llegados provenientes del cielo, ya que su religión naturalista les hacía creer en el más allá tras la muerte, en un paríso y en un infierno.

Los castellanos a lo suyo. evangelizar, ganar honores y fama, encontrar oro a raudales; así lo reconocieron Vázquez de Ayllón, Pedro de Quexos, Ginés Doncel y otros.

"Con astucia y maña" -dice el citado las Casas- un día invitaron los castellanos a los indios a sus navíos. Cuando había un buen número de nativos dentro leváronse las anclas y comenzó su transporte rumbo a Santo Domingo (la isla Española). Murieron casi todos los indios, ya en la travesía o en el cautiverio dominicano. Uno de los supervivientes, llamado por el licenciado Ayllón, Francisco Chicora (nombre castellano y apellido tomado de la tierra americana que acababan de explorar) llegó a España de la mano de su "protector". No tuvo otra idea que ingeniárselas para regresar a su "América". Toda la fantasía que este indio desplegó para convencer al castellano de las riquezas que le esperaban en América es un buen ejemplo de la capacidad de un hombre "incivilizado" en busca de su libertad.

En 1526 se armaron buques desde España a la isla Española y desde aquí a la costa de Estados Unidos: frailes, soldados, animales, armas, habitantes para colonizar las nuevas tierras, todo un conjunto de seres y objetos como era común en estas empresas.


Los indios algonquinos, sin embargo, no iban a ser fáciles. Las situaciones fueron diversas pero, en general, desastrosas para los castellanos. Por lo que respecta al indio Chicora en cuanto se vio en tierras conocidas abandonó a su dueño y siguió la vida que ya no registra historia alguna. 

La región sudoriental de los actuales Estados Unidos fue explorada, pero a duras penas conquistada y nunca colonizada por varios cientos de hispanos bajo los auspicios de Castilla. Hernando de Soto, en la primera mitad del siglo XVI, empieza su caminata a Florida para seguir por los estados actuales de Georgia, Carolina del Norte, Tennesse, Alabama, Mississippí, Arkansas, Luisiana y Texas. Penalidades, miserias, destrucción, situaciones casi incomprensibles para las mentalidades actuales, todo ello constituye una amalgama de acontecimientos  que muestran el carácter pendenciero de los conquistadores, legado extraordinario de unos hombres (muchos, ciertamente) a los que siguieron con la pluma los cronistas que, en número tampoco despreciable, han puesto la nota erudita, curiosa, literaria, histórica incluso que hoy da ocasión a una nueva reflexión e interpretación sobre América. 

El indio Chicora está perdido en el tiempo, su cuerpo sepultado y desaparecido ya en algún valle apalachiano. Muchos otros han debido desplegar infinita imaginación para combatir aquella otra que pusieron a prueba osadísimos hidalgos hispanos.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Los cismáticos del islam

Existe una corriente historiográfica que considera que, en su momento, el islam fue concebido como un nuevo cisma del cristianismo, y un ejemplo de ello lo tenemos en Juan Damasceno (s. VIII). En el siglo VI la comunidad arábigo-nestoriana de los 'ibad (siervos de Dios) fue una especie de preludio de la comunidad originaria islámica. De hecho el judaísmo y el cristianismo fueron elementos que impulsaron a los árabes a un cambio espiritual. Las comunidades nómadas y sedantarias de Arabia no podían seguir con sus ídolos mientras poco más al norte, con quien mantenian relaciones comerciales y culturales (sobre todo con Siria) se habían desarrollado desde hacía siglos confesiones monoteístas superiores. 

Muhamad fue considerado en un principio como un "hanif" más (uno de tantos predicadores que existían entonces). Algo parecido al "Mesías" cristiano: Jesús se presenta a las comunidades judías como tal, pero otros también lo habían hecho y lo siguieron haciendo. La diferencia es que Jesús tuvo la fortuna de tener seguidores y, según los evangelios, que en mucho son fuentes históricas, una actividad que otros no fueron capaces de llevar a cabo. Como en el caso del primitivo cristianismo, las predicaciones de Muhamad no solo perjudicaban a las creencias politeístas locales, sino -se creía- al lucrativo negocio de las peregrinaciones, y de hecho los hebreos de Medina discutieron a Muhamad.

Al principio la religión islámica se impuso no solo por la convicción de los fieles, sino mediante luchas contra los opositores y el particularismo de las tribus. Cuando la religión islámica llega a la Persia sasánida se impone, pero no la lengua árabe ni la cultura en general, que prevalece gracias a su riqueza, el persa. Tal circunstancia ha podido influir en las diferenes concepciones religiosas dentro del islam chií (persa) y sunní (fuera de Persia) si bien encontramos chiíes también en Irak y otras modernas naciones. 

(Patio de la principal mezquita de Damasco)

Los cristianos ya son legales


A pincipios del siglo IV el cristianismo era aún una de tantas religiones para la salvación de origen oriental. Además era la única religión exclusivista, que obligaba a rechazar el sacrificio a las divinidades oficiales, por lo que se convirtió en peligrosa. Constantino no aspiró a imponer la exclusividad del cristianismo frente a otras religioes, sino a hacerlas compatibles, y no elevó nunca a religión única y oficial del Estado al cristianismo. 

En el año 382 el obispo Gregorio de Nisa escribía: "cuando voy a la tienda y pregungo cuanto tengo que pagar, me responden con un discurso filosófico sobre el Hijo engendrado o no engengrado del Padre...", con lo que nos quiere decir que los asuntos teológicos, por primera y quizá única vez en toda la historia, estuvieron en boca de las personas sencillas, de los ciudadanos que iban y venían; no era algo exclusivo de clérigos o estudiosos. Esta cita es tanto más creíble por cuanto el personaje ha gozado de cierto predicamento en su época, y los obispos eran ya entonces la máxima autoridad eclesiástica en cada distrito, eran elegidos por el pueblo cristiano y más tarde por el sínodo metropolitano. A su autoridad, docente y espiritual, unían la jurídica. 

Ya en el siglo IV se formaron patriarcados y a mediados del V de iure (concilio de Calcedonia): Alejandría, Antioquía, Constantinopla, Jerusalén y Roma. Pero los obispos no tenían autoridad dogmática, que era algo reservado a la asamblea de obispos, el sínodo, pudiendo congregar a los del ámbito metropolitano o a los de todo el patriarcado. Y ni siquiera el sínodo general o concilio ecuménico fue idea de la Iglesia primitiva, sino de la Corte de Constantino, siendo convocado y presidido por el emperador.

Por otro lado el mundo espiritual pagano y el cristiano se hallaban intimamente ligados, tanto en lo referente a las formas del culto y a las prácticas devotas como en la general creencia sobre la actuación de poderes invisibles en este mundo. De aquella época dice Franz Georg Maier que "la herejía es la madre de la teología". No habría teología fijada de forma ortodoxa si no hubiese sido propiciada por las corrientes que se consideraron heréticas, ya en el campo de la disciplina, del dogma o de lo social. 

Incienso, agua bendita y ornato de velas procedían del ceremonial de la Corte y de las festividades de los misterios; la Virgen sobre la luna, del culto a Isis; las Navidades fueron fijadas en tiempos de Constantino en el aniversario del dios-sol (25 de diciembre). El naciente culto de las reliquias, por otra parte, basado en la convicción de la acción mágica de su contacto, derivaba de concepciones paganas y las mismas peregrinaciones tienen precursores y orígenes no cristianos, en el judaísmo.

En el primer cristianismo hubo varios teólodos que contraponían cristianismo y Estado (Tertuliano) y para Agustín de Hipona todo orden político debía ser considerado como perverso, de dominio del hombre sobre el hombre (he aquí un anarquista primitivo); la cristianización de un orden basado en el poder no se concebía, pero lo cierto es que la práctica se impuso a los pensadores: el derecho de los emperadores a intervenir en temas religiosos y eclesiásticos se basó en que su autoridad era "divina" y la aceptación del emperador como cabeza de la Iglesia fue en Oriente mayor que en Occidente.

Crisis en Britannia


Hoy existe un acuerdo practicamente generalizado en que los creadores de las nuevas formas de vida del Imperio Romano fueron Diocleciano y Constantino, teniendo en cuenta que contaron con importantes cortesanos que les asesoraron y ejecutaron sus decisiones. 

Es sabido que el siglo III de nuestra era conoce una gran crisis en toda Europa occidental que se venía gestando desde tiempo atrás, y que las incursiones periódicas de pueblos extranjeros a la civilización romana no hicieron sino profundizar. Una muestra de esta crisis se da ejemplarmente en Britannia, cuando se produce la revuelta del militar romano-galo Carausio, que se hizo reconocer durante tres años (desde 286) como emperador de Britannia y el norte de Galia. La Historia Regum Britanniae suministra información sobre los hechos, pero es una obra escrita en el siglo XII por el monje Godofredo de Monmouth, por lo que en muchos aspectos no puede ser considerada sino como un cronicón al que hay que poner en cuarentena. 

Carausio es solo el exponente del grado de descomposición del Imperio en una de sus zonas periféricas, teniendo en cuenta que se trata de una de las regiones más tardiamente romanizadas (no se completa, si se puede hablar así, hasta el siglo II de nuestra era). Contra Carausio preparó Maximiano una expedición, pero no la pudo llevar a cabo; más tarde también Constancio Cloro lo intentó, pero Carausio se aproximó con su ejército a la desembocadura del Rin para impedirlo. A la postre no sería Roma la que venciese al caudillo, sino un colaborador de éste, Alecto, que le asesinó probablemente para repartirse el tesoro con sus cómplices, pues era el responsable de su custodia. 

La misma construcción del palacio de Espalato por Diocleciano, concebido como una ciudad-fortaleza a la orilla del mar Adriático, muestra el cambio de mentalidad y de estética. Atrás quedan los palacios de época flavia y antonina. Ahora Espalato tiene más la forma de un castillo medieval que anuncia esa nueva época, aunque conserve los elementos clásicos amontonados en una organización urbanística sujeta a la seguridad y a la defensa. 

La "Notitia dignitatum" da cuenta también de los hechos que aquí comentamos, pero sobre todo de la organización de un Estado que no ha podido adaptarse a una expansión difícil para la época. El magister officiorum, el quaestor, los ministros de finanzas, los funcionarios de la administración regional en Galia, Italia, Iliria y Oriente, los gobernadores "consularis" y el dux de cada frontera, ya no son capaces de contener la avalancha que se viene encima. Como Carausio surgirán otros, el poder se cuarteará y los pactos o "foedus" no tardarán en llegar.


Delfos: religión, política y negocio

En la región de Fócida, al oeste de Atenas, y en una de las estribaciones del monte Parnaso, aún se encuentran las ruinas de los antiguos edificios de Delfos, el lugar del tempo de Apolo por excelencia, el de la pitia y los sacerdotes, en un terreno empinado y con vegetación mediterránea. Calímaco de Cirene nos ha dejado hermosos versos sobre el oráculo, sobre Delfos y sobre los peregrinos que acudían a descubrir su suerte. En Delfos, para los antiguos griegos, se encontraba el onfalos, el centro del mundo, simbolizado en una piedra regular con forma parecida a un cono. 

El desnivel y escarpamiento del terreno hacen las ruinas todavía más imponentes y enigmáticas, permitiéndonos evocar lo que sería el ritual adivinatorio que se prolongó por casi mil años en el tiempo. La consulta a Apolo, excepcional, se hacía el 7 de marzo, mientras que en las demás se seguía un ritual que comenzaba con la purificación de la pitia y los sacerdotes en la fuente Castalia, que al parecer permitía a los adivinadores dar con la solución a los problemas de los incautos. Luego empezaba la procesión hacia el templo desde el punto más hondo del paraje; las sirvientas quemaban ramas de laurel para hacer más aparatosa y creíble la ceremonia. El camino se recorría entre estatuas, llevando los peregrinos ofrendas votivas de oro, marfil y otros objetos valiosos. Como exvotos se han depositado y encontrado figuras de caballitos metálicos, hojas bellamente repujadas, amuletos de todo tipo. Cerca se encontraba el Tesoro de los Atenienses, donde estos guardaban el tesoro arrebatado a los que ellos llamaban medos, aunque los dirigentes del poderoso imperio oriental fuesen persas. También se encontraba allí el Tesoro de las Amazonas, que todavía se conserva en ruinas con inscripciones sobre las hazañas de Hércules. El Tesoro, en fin, de Siracusa, con los restos que evocan una de las más desastrosas batallas perdidas por los atenienses y que obligó a muchos de ellos a explotar las minas de Siracusa con el esfuerzo y la vergüenza sobre sus cabezas.

Cuando empezaba la consulta el oráculo este era lo suficientemente ambiguo como para que se pudiese interpretar que acertaba, fuese una u otra la suerte del consultante. La pitia, ebria o pareciendo estarlo, hacía gestos espasmódicos, mientras que algunos peregrinos, más excépticos, mostraban en sus rostros la pobreza y el descontento. El oráculo, mientras tanto, hacía de portavoz de Apolo, aceptándose la presencia allí de otros dioses que pregonaban la oportuniad que había que dar a los vencidos alrededor del fuego sagrado. A Apolo consultaban los aliados y los enemigos sin distinción, incluso en las mismas jornadas, por eso todavía se conserva en parte el monumento a Lisandro, espartano que venció a los atenienses en Egospótamos.

                                                                                                                                (Onfalos)

Cerca está el teatro, siempre al lado de santuarios, con la delicadeza y proporción que no tienen otros, ni la monumentalidad del de Epidauro, otro lugar de peregrinación para visitar a Asclepio, en busta de la salud que la naturaleza negaba a algunos griegos. En Delfos se daban instrucciones a los jefes militares y políticos, a los comerciantes y a los aventureros para que fundasen colonias, como si de un foro político se tratase, se organizaban los juegos píticos panhelénicos, consistentes en música, poesía, teatro y deportes cada cuatro años. Durante ellos se hacía la paz, como reflejo de que los juegos tenían una base religiosa y era necesaria la concordia entre las ciudades griegas, para que los atletas y artistas alcanzasen la gloria.

¿A donde iban a parar las ricas ofrendas de los peregrinos, que se hacían acompañar de vacas, ovejas, otros animales, joyas, mantos, enseres y exvotos de la más variada naturaleza? No a Apolo, que era inmaterial por muchas veces que se le representase como un joven imberbe. ¿Quizá se repartían las riquezas la pitia, los sacerdotes y el resto del personal? Un negocio que duró mucho tiempo, alimentado por la fe mitológica y la conversión de Delfos en un lugar sagrado, sí, pero también centro político donde tantos consejos se daban a los estrategos.

(Apolo de Mantua)

domingo, 27 de noviembre de 2011

Rodas medieval

A cualquier persona con una instrucción media el nombre de Rodas le sitúa en la antigua Grecia, pero la isla del Egeo, que forma con otras el Dodecaneso (las doce islas) tiene una importante historia medieval de la mano de los Caballeros de San Juan de Jerusalen y, por supuesto, también de sus gentes sencillas y trabajadoras. 

La gran ciudadela construída en la Edad Media muestra sus murallas y torreones, con almenas y matacanes, desde donde los Caballeros hicieron frente a las embestidas turcas en una época en la que las civilizaciones cristiana y musulmana no habían aprendido a reconocerse (algo parecido a lo que ocurre ahora hasta cierto punto). De la presencia turca a partir del siglo XVI se yergue, entre otros edificios, un alminar muy parecido a los que flanquean la iglesia-mezquita-museo de Santa Sofía de Constantinopla. En la ciudadela y en las calles donde vive la población civil podemos ver relieves cristianos, edificios góticos, patios y escudos nobiliarios, relieves románicos, esfinges, calles perfectamente empedradas (entre las que destaca la de los Caballeros) vírgenes esculpidas con el niño, casas nobles que admiraron los peregrinos que iban a Tierra Santa y hacían escala en Rodas para comprar telas y especias. 

También los peregrinos se curaban de sus heridas, como los guerreros y otros habitantes, en el grandioso hospital que todavía se conserva, con sus amplias naves, capillas nervadas, arcadas ojivales, gárgolas, un jardín en la azotea, plementerías y sillares bien labrados. Es una arquitectura verdaderamente monumental que, como inspirada por los monjes-soldados, tiene algo de piedad religiosa y de fortaleza militar, imponente esta, para defenderse del turco que, al menos en dos ocasiones, cuando la Edad Media declinaba, intentó su captura. 

La primera vez en 1480, cuando los cañones tronaron en una y otra dirección, fue para desgracia de los otomanos; pero la segunda vez, en 1522, con varios centenares de navíos, atacaron Rodas y echaron de allí a los Caballeros, amedrentaron a la población; entre unos y otros ejércitos (cristianos y musulmanes) se encargaron de producir unas 40.000 muertes, de las que no se salvaron ancianos, mujeres, niños y por supuesto soldados. Mientras este fragor se producía, el mar azulísimo y la luz vívida casi todo el año fueron testigos de aquellas batallas. Desde entonces comenzaron a proliferar las cúpulas bizantinas, que aún se conservan en todo su esplendor y, como antaño, tintinean al viento las ampaloas en los campos que rodean a la vieja ciudadela, que sobresale incluso durante el solpor de cada día. 

Una explosión de pólvora hizo estragos en la ciudadelaen en el siglo XVIII, pero las autoridades italianas, que ocuparon las islas del Dodecaneso a principios del XX, se encargaron de su reconstrucción. Construir, destruir y volver a construir: matar, herir y sanar en el gran y majestuoso hospital de Rodas; este parece ser el designio de la humanidad que tan dificil nos resulta entender. Por fortuna, aún se puede pasear por los claustros, ver los sepulcros que se conservan en las iglesias, los almendros que florecen en su temporada... Ahora son recuerdos aquellos seis meses de sitio a la ciudadela de Rodas, en 1522.


Violencia en la escultura helenística

La plástica griega tiene grandes muestras, sobre todo en época helenística, de un carácter agónico. Personajes que luchan, que padecen, que se esfuerzan, que sucumben ante el enemigo, que atacan fieramente... Aquí solo voy a poner unos ejemplos que me permitan expresar lo que quiero.



Los Luchadores son una muestra de que la serenidad y el ideal de belleza abstracta que había dominado hasta mediados del siglo IV antes de Cristo, ha dejado paso a otros caminos expresivos, donde las luchas y la distorsión de los cuerpos son protagonistas, cuando antes estos temas estaban practicamente reducidos a los relieves de las metopas. 

La escuela de Pérgamo dio el Monumento a Atalo I, compuesto de varias figuras, entre las que destaca este galo moribundo, donde podemos apreciar no solo el gusto por un modelado acabado sino aquel carácter agónico del que hablábamos.



De la escuela de Rodas se conserva el Laoconte, que además de introducirnos en una de tantas leyendas sobre dramas o tragedias, muestra el esfuerzo de los personajes, que acabarán sucumbiendo ante la plaga de serpientes. Obra de Agesandros, Atenodoros y Polidoros, permaneció perdida hasta el siglo XV, influyendo sin duda en la escultura de Miguel Ángel.
El Toro Farnesio muestra la ira y venganza de los personajes contra la mujer a quien consideran culpable. El movimiento y el esfuerzo representado en el conjunto son el objetivo de sus autores: Apolonios y Tauriscos.

En el siglo IV antes de Cristo, cuando se está produciendo el tránsito desde el clasicismo hacia el "barroquismo" helenístico, ya Scopas da muestras de abrir este camino a la escultura griega. Una muestra de ello son sus relieves orientales del mausoleo de Halicarnaso.



Carta de C. Plinio a Calvisio Rufo

Calvisio Rufo fue un ricachón que tenía posesiones en Como, al norte de Italia, donde C. Plinio pasó algunas temporadas de las que ha dejado constancia sobre el placer que tuvo en ello. Ahora el historiador habla a su amigo del buen recuerdo que tiene también de Vestricio Espurina, general romano y tres veces cónsul en el siglo I de nuestra era. 

Ignoro -dice C. Plinio- si he pasado algún período de tiempo más agradable que el que he vivido hace poco con Espurina, ciertamente hasta tal punto que no quiero parecerme a nadie más en mi vejez, si es que se me permite envejecer; pues no hay nada más distinguido que su modo de vida. Por lo que a mí respecta, del mismo modo que el movimiento regular de los astros, me agrada también la vida metódica de las personas, sobre todo la de los ancianos: pues en los jóvenes no son indecorosas incluso ciertas actitudes desordenadas...; todo apacible y organizado conviene a los ancianos, para quienes la laboriosidad es extenporánea y la ambición indigna. Esta norma la observa Espurina muy estrictamente; es más, los asuntos nimios... los encierra en cierta disposición ordenada como en círculo. Por la mañana permanece en la cama, solicita el calzado a la segunda hora, camina tres millas y ejercita no menos su espíritu que su cuerpo. Si le acompañan amigos, se desarrollan conversaciones muy dignas, si no, se lee un libro... Cumplidas siete millas, de nuevo camina una, de nuevo se sienta o retorna a su habitación y a la pluma. Pues compone, y ciertamente en una y otra lengua, poemas muy eruditos... Cuando se anuncia la hora del baño... camina desnudo al sol si no hace viento. A continuación, juega a la pelota con energía y durante bastante tiempo... Una vez bañado, se recuesta y retrasa la comida un poco; entre tanto, escucha a un lector que recita algo de forma tranquila y agradable... Se sirve la comida, tan excelente como frugal, en vajilla de plata pura y antigua; se utiliza también una de Corinto por la que siente predilección, pero no en demasía. 

Luego C. Plinio sigue escribiendo a su amigo Rufo que Espurina asiste a comedias y se dedica al estudio, que prolonga la velada hasta parte de la noche incluso en verano (así se podría levantar tarde al día siguiente) y de esa forma ha llegado a los setenta y siete años, edad que no debía ser muy corriente en la época. Pide luego a su amigo Rufo que, como él quiere seguir el ejemplo de Espurina, si te parece que estoy ocupado muchísimo tiempo, me cites ante los tribunales con esta carta mía y me ordenes que descanse cuando haya evitado la acusación de pereza. Adiós.
Un ejemplo de hedonismo, de sabiduría, pero también de como se podía uno permitir esta vida si había llegado a alcanzar los más altos puestos de la sociedad romana.


Todos somos muy ignorantes...

Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas. Esta reflexión se atribuye a Albert Einstein. Hay muchas otras que se atribuyen a este o aquel personaje notable sin que podamos -en la mayoría de los casos- comprobar si es o no cierto, pero sí es cierto que la frase es ingeniosa y certera.


Griegos en Susa


En el año 331 antes de Cristo llegaron los primeros griegos a la ciudad elamita de Susa, centro de una importante civilización que se remonta al año 4000 antes de Cristo, por lo tanto coetánea de las primeras ciudades-estado mesopotámicas. En el siglo IV antes de Cristo Susa no era más que el centro de una satrapía persa, ya en decadencia respecto de su antiguo esplendor, a no ser por la función administrativa que representaba de la mano de Abulites. Susa se encuentra en las estribaciones de los montes Zagros, en una región feraz que había posibilitado el desarrollo de su civilización, objeto de ambición para muchos pueblos a lo largo de la historia.

Cuando las tropas griegas, a las que se habían ido sumando mercenarios anatolios y mesopotámicos, llegaron a Susa se asombraron de su apadana, de sus calles y edificios notables, de sus esfinges y del paisaje que rodea a la ciudad, entonces como ahora irrigado por el río Coaspis. La información de que disponemos hoy se la debemos, entre otros autores, a Quinto Curcio, a quien ha tradudido Mateo Ibáñez de Segovia y Orellana.


Los griegos fueron obsequiados, pues se presentaban en Susa como vencedores, con dromedarios y elefantes que había hecho traer el rey persa Darío de la India. Curcio dice que con la intención de amedrentar a los macedonios y "así se burla la fortuna de los intentos y disposiciones de los hombres". Los griegos entraron en la ciudad y encontraron muchísimas monedas y cincuenta mil talentos de plata en barras (según el propio Curcio) de las cuales se hicieron dueños por la rapiña y el saqueo.

Alejandro, al frente de los griegos (o macedonios) respetó a Abulites, pero poco después mandó ejecutarlo, así como primero se admiró de los edificios persas y luego mandó destruirlos. Lo mismo haría con el palacio de Persépolis. Los griegos se enseñorearon de la ciudad, ocuparon las mejores casas, comprobaron la brillantez de una civilización que ahora estaba bajo dominio persa, pero que tenía su propia personalidad y transmitieron a la metrópoli una información que luego recogerían, entre otros, Diodoro y Plutarco. También inspeccionaron el paisaje, con abundante agua y vegetación, si bien esta concentrada en algunas zonas para dar ocasión a otras más pedregosas y quebradas.



Galegos acá e acolá

Un dos fenómenos máis importantes da Idade Media é a repoboación, que mellor sería dicir repoboacións, pois se produciron en momentos distintos e con características tamén distintas.

No século VIII formáronse ás "póvoas" ou "polas", das cales hai en Galicia varios exemplos, que teñen a súa orixe nos poboadores traídos o norte por Afonso I e o seu irmán. O historiador portugués Gama Barros ten demostrado que Galicia aportou poboadores o norte de Portugal en época de Afonso III, algo que ven a compensar as devastacións de Afonso I no val do Douro, levando as súas xentes o norte. Polo tanto temos que a poboacion entre o norte do actual Portugal e Galicia estivo, segundo unha época ou outra, a merded das necesidades repoboadoras da monarquía, algo que tamén se deu co interior da meseta castelá. Nesta política es encadran as rebelións contra os monarcas ástures (Fruela e Silo) por parte da nobreza galega da época (galegos e nobreza galega son termos que se poñen aquí sen todo o rigor requerido).

Pola súa parte Odoario, bispo procedente do norte de África, repoboou Lugo na época de Afonso I. Anos máis tarde Afonso II organizou a sede espiscopal de Ourense, mentres que pola súa parte, a principios do século X Lugo estaba aínda débilmente poboada, o que explica as ordes de Ordoño II os condes do territorio para que se establecesen alí, sendo durante este rinado (850-866) cando se produxo a repoboación do val medio do Miño: Tui e Ourense, a donde Afonso III levaría máis tarde o bispo Sebastián, expulsado de Arcávica (Ercavica?) e o mosteiro de Samos chegaron, durante o século X, clérigos desde al-Andalus.

Chaves, no norte do Portugal actual, foi repoboada polo conde Odoario, pero as repoboacións das que vimos falando non se fixeron dunha vez; a inestabilidade da época (invasións normandas sobre todo entre os século IX e X) tiñan á poboación costeira e a aquela que se asentara nos vales dos ríos (Miño, Tambre...) en peremanente inestabilidade, polo que fuxindo a poboación a outras zonas, a monarquía e a nobreza tiveron que volver a asegurar os territorios con poboación comprometida nas terras que podía aproveitar. Debe terse en conta que ata principios do século XII o mar Cantábrico estivo dominado por normandos e musulmáns.

Noutro orde de cousas cabe falar dun feudalismo galego o terse desenvolvido moito as relaciones feudovasaláticas, sobre todo debido o predominio do señorío monástico, pero tamén encontramos casos de oposición nobiliaria o proceso repoboador, como é o caso do interior de Galicia por parte de Afonso IX. En realidade estase no proceso de integración de Galicia nas estruturas do reino ástur (ou galego-ástur, como gosta dicir a algúns) e a nobreza non está polo labor de perder autonomía para facer e desfacer o seu antollo.

(Invasións de musulmáns e normandos durante os séculos IX e X)

Guerra en Galicia

 (Paisaje en Calvos de Randín, Ourense)

La guerra de sucesión a la corona de España, desatada a principios del siglo XVIII por causas dinásticas, tuvo su repercusión en Galicia, sobre todo porque la corona portuguesa estaba comprometida con Inglaterra, opuesta a la entronización del pretendiente francés Felipe de Anjou.

El heredero que las potencias europeas habían previsto para suceder al disminuido Carlos II había sido José Fernando de Baviera (el propio Carlos II así lo había decidido en testamento, presionado por unos y por otros) pero aquel personaje, del que nada notable se sabe, falleció antes incluso que el rey de España, en 1699. La entronización del de Baviera habría representado la entrega a Francia de Guipúzcoa y la pérdida de Cerdeña, los Países Bajos españoles y las colonias de América, pero como queda dicho nada de ello se llevó a cabo por el momento. 

Una vez que Felipe de Ajou fue reconocido por las potencias como rey de España (previo nuevo testamento del voluble Carlos II) se supo que ello no implicaba la renuncia a heredar, en su caso, la corona francesa, con el desequilibrio europeo que ello significaría. Se produjo entonces la guerra de sucesión a la corona de España que, a su vez, fue una guerra civil, pues mientras Navarra y Castilla se mostraron favorables al pretendiente francés, los territorios de la corona de Aragón lo fueron al arquiduque Carlos de Austria, el otro pretendiente en discordia.

Las tropas portuguesas, de acuerdo con Inglaterra, invadieron el sur de Galicia por los valles de los ríos Limia y Támega, llegando por este último a Chaves, Oimbra, Verín y Vilardevós. En varios lugares de la planicie de Monterrei tuvieron lugar enfrentamientos entre las tropas de uno y otro ejército. Así mismo por el valle del Limia un ejército portugués entró en Lobeira, Entrimo y, más al Este, Calvos de Randín, Tosende y Paradela. Aquí el terreno es más escabroso, por lo que los enfrentamientos tuvieron la forma de emboscadas que, sin embargo, no inquietaron a la Corte, tratándose de una región periférica.

La población de Galicia no se jugaba nada en esta guerra y fue, como otros habitantes y territorios, un juguete en manos de nobles, sirvientes y cortesanos, además de las respectivas familias reales, ambas emparentadas con la vieja casa de Habsburgo hispánica. Las autoridades gallegas, todavía encuadradas en el esquema administrativo y militar del siglo XVII, actuaron en favor del pretendiente francés, organizándose en 1705 las Compañías en Ourense y siendo Allariz plaza de armas. Dos años después un ejército portugués ocupó el castillo de Leboreiro. 

Tampoco la población portuguesa se jugaba nada en esta guerra; más bien fueron las oligarquías del país vecino las que involucraron a Portugal en un juego de alianzas que hicieron de este país una colonia comercial inglesa. En 1703 se firmó el tratado de Methuen, verdadero monumento juridico por el que Portugal mantuvo relaciones comerciales muy intensas con Inglaterra. Ello, que desde el punto de vista económico fue beneficioso (la exportación de vino de Oporto experimentó un auge extraordinario) complicaría a Portugal en conflictos posteriores, como un siglo más tarde con ocasión de las guerras napoleónicas. 

Aún antes de terminar la guerra en 1713, las tropas portuguesas fueron desalojadas de Galicia, pues el pretendiente austríaco había tomado ya posesión años antes del trono que antaño ocuparan los herederos de Carlos de Gante y de su hermano Fernando.

(Puente sobre el Támega en Chaves, al norte de Portugal)

sábado, 26 de noviembre de 2011

De Láncaster a Owen

El cuáquero Joseph Láncaster ha sido uno de los filántropos más notables entre los siglos XVIII y XIX, preocupado sobre todo por la educación de las clases menestorosas en la sociedad de su tiempo. Algunos historiadores se han fijado que buena parte de los proyectos de innovación que se van a producir durante el siglo XIX, tanto en el campo de la economía como en el de la educación, provino de minorías que se apartan, a modo de disidentes, de la mayoría dominante o neutra: en Inglaterra se da sobre todo entre algunos grupos protestantes y, en el conjunto de Europa, entre las comunidades judías. Si se les aparta, si no se les acepta, estas minorías buscan su propio camino, intentando establecer mejoras al margen del Estado, que se encuentra en otras manos. 

Los ideales utilitarios están en la base de esos disidentes, cuáqueros y judíos que vemos entre los siglos XVIII y XIX sobre todo en Europa. España tuvo experiencias en el campo de la filantropía educativa antes de estos siglos, pero con su decadencia tocó el turno a países como Francia e Inglaterra, donde encontramos a Herbault, Raikes, Paulet, Andrew Bell y otros. Joseph Láncaster publicó una obra a principios del siglo XIX ("Mejoras en educación") donde muestra el conocimiento que tiene de experiencias anteriores sobre la actuación en esta materia entre las clases menesterosas. El éxito, aunque pasajero, de estas experiencias, donde cientos de niños pobres eran enseñados por los más capaces, bajo la dirección de algunos adultos, llegó a Ferrol, en Galicia y a Madrás, en la India, prueba del gran escándalo que la sociedad pre e industrial causaban en algunos espíritus inquietos.

Que yo sepa todavía no se ha hecho una película sobre la figura de Robert Owen, uno de los personajes más extraordinarios, en mi opinión, de los últimos siglos. Inglés, de clase media pero trabajador desde joven, visionario de un mundo que no ha podido ser porque lo ha impedido el crimen y la usura practicados por los poderosos, llenó toda una época de la utopía socialista tanto en el plano teórico como en el práctico: sus dos obras "La formación del carácter humano" y "Una nueva visión de la sociedad" muestran hasta que punto se anticipó a otros muchos incluso con más profundidad que estudios posteriores, cuando se ha dispuesto de medios que Owen no tuvo. Se trata de un estudio muy meritorio sobre psicología social y de una serie de propuestas para superar la enorme lacra de miseria que ocasionó el capitalismo en el siglo de la primera industrialización. 

Su "New Harmony" en Indiana (al sur de los grandes lagos, en Estados Unidos) le arruinó, pues el capital que invirtió a fondo perdido en la experiencia, donde obreros de toda condición vivirían en comunidad, aportando cada uno sus destrezas, aprendiendo a leer, escribir, interpretar, la aritmética, la geometría, las artes útiles, etc., no contó con las bases que son necesarias en un tiempo en cambio relativamente rápido: la asistencia del Estado. Lejos estaba este, en manos de una minoría puritana y ambiciosa, de entender que correspondía a los poderes públicos la educación de niños y jóvenes. 




Númidas en Numancia

 
El siglo II antes de Cristo es el de las grandes resistencias de los pueblos indígenas de la península Ibérica ante el avance romano. El sometimiento de oretanos y carpetanos, titos, belos, berones, vettones, lusitanos, arévacos y celtíberos en general, jalonan buena parte de aquella centuria. 

No es conveniente hacer una interpretación simple que sitúe a las poderosas legiones romanas a un lado y a los ejércitos indígenas comandados por jefes o caudillos al otro. Población indígena luchó al lado de Roma como capitanes romanos traicionaron a sus jefes, lo que para Roma será un grave problema un siglo más tarde.

De igual manera también Roma contó con mercenarios a su servicio de muy diversas procedencias, pero en la lucha contra los arévacos numantinos, ayudados por otros pueblos cercanos, participó un personaje que pasaría a la historia como un gran dirigente militar y político de los númidas, asentados en el norte de África, entre las actuales Túnez y Argelia. Se trata de Yugurta. Salustio nos habla de la participación de este númida en el sometimiento de los numantinos.

El historiador romano pone en boca de Micipsa, padre adoptivo de Yugurta, palabras de elogio paa éste: con la esperanza de que el valor de Jugurta podría algún día contribuir a la gloria de su reino. El rey númida Micipsa tuvo muchas dudas sobre su sucesión, habiendo tenido dos hijos cosanguíneos: Aderbal e Hiempsal. Por su parte dice Salustio que en el ejército romano había ya en el siglo II antes de Cristo varios sujetos (de poca cuenta y también nobles) que anteponían las riquezas a lo bueno y honesto... mas que no por su virtud. Estos inflamaban el ánimo elevado de Jugurta, prometiéndole que "si llegaba a faltar Micipsa, sería su único sucesor en el imperio de Numidia, así por su gran valor, como porque en Roma todo se vendía". 
 
Teniendo, pues, que enviar el rey númida refuerzos a las legiones romanas en Hispania, tanto de infantería como de caballería para la guerra de Numancia, le eligió por Comandante de los Númidas que destinaba a España. Luego Salustio, como es común en él, se dedica a ciertas consideraciones morales poniendo en boca de Micipsa las siguientes palabras:
Pequeño eras tú, Jugurta, cuando muerto tu padre... te recogí en mi casa... con tu valor nos has estrechado más en la amistad de los Romanos... Advierte [y aquí se nota la prosa de Salustio] que no son los ejércitos ni los tesoros la seguridad de un reino, sino los amigos, los cuales ni se ganan por las armas, ni se compran con el oro: la buena fe y el obsequio los produce. Descartado que Salustio era un ingenuo, está elogiando a quien él considera un gran caudillo que recibe las advertencias de su padre adoptivo y describiendo como a él mismo le gustaría fuese el mundo.

La división entre Yugurta y sus hermanos se produjo más tarde, llevando a un conflicto civil que hizo intervenir a Roma en Numidia, pero lo que aquí nos interesa es la participación de ejércitos norteafricanos, adiestrados por las legiones romanas, en la meseta castellana. Venían los ejércitos romanos por el valle del Ebro, desde Octogesa a Celse, Salduba, Calagurris y Vareia en una de sus rutas. En otra por Bílbilis y Ocilis, antes de llegar al sitio de Numancia, que como se sabe tuvo varios episodios y una larga duración antes de la derrota definitiva de los arévacos numantinos. La participación númida en esta campaña no fue numerosa, pero sí destacó la pesonalidad de Jugurta, seguramente tanto en el campo de batalla como en ganarse el favor de los generales romanos. Lo cierto es que la historiografía romana lo ha tratado con encomio, no obstante el héroe númida terminó enemistado con Roma, que lo capturó y ejecutó en la capital del imperio a finales del siglo II antes de Cristo. 

Mientras Yugurta sirvió a los intereses romanos gozó de su apoyo, cuando provocó una guerra civil en Numidia que no interesaba a Roma, preocupada por la estabilidad en la zona, cayó víctima de su ambición, pero también de la de sus opositores.
 
 (Numidia en color amarillo)