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lunes, 28 de noviembre de 2022

Tiwanaku

 

                                           Cabezas esculpidas y empotradas entre los sillares

Entre el oeste de Bolivia, el sur de Perú y el norte de Chile se desarrolló, en un largo período de tiempo, la cultura Tiahuanaco. Con sus sacerdotes y cultos, sacrificios y otros ritos, no parece diferenciarse de otras muchas culturas, antiguas y más recientes, pero también presenta características singulares que se desarrollaron durante un largo período antes y después de Cristo. Bajo las casas excavadas se han encontrado enterramientos colectivos, bien conservados en los casos en que las condiciones climáticas así lo han permitido, pero no así en las zonas andinas, donde la abundante humedad y las lluvias ecuatoriales habrían hecho su trabajo.

En la Puerta del Sol de Tiwanaku, centro religioso y yacimiento al sur del lago Titicaca, se ha creído durante mucho tiempo que se representa al dios Wiracocha, pero lo cierto es que esta divinidad es de época inca, muy posterior. Las construcciones presentan grandes sillares bien labrados, precedente de lo que mucho más tarde veremos en Machu Picchu.

Las casas, según muestra la arqueología, eran de planta cuadrangular, y piedras apiladas han sido interpretadas como ofrendas; también se han conservado “observatorios místicos”, consistentes en unas piedras que sostienen, como si de una gran mesa se tratase, otra mayor sobre aquellas. Monolitos y caras encajadas entre los sillares de las edificaciones son propias de esta cultura. Algunas de las áreas donde se desarrollaron las formas de vida tiawanaku son áridas y desérticas, sobre todo en las costas del sur de Perú y norte de Chile, donde el régimen de lluvias es mínimo, pero en las zonas montañosas de Bolivia, los taiahuanacos construyeron canales de regadío que permitieron la agricultura.

Los principales yacimientos se encuentran al sur del lago Titicaca, más concretamente al sur del lago Winaymarka, que está en comunicación con el primero por un estrecho canal a una altura media de 3.900 metros sobre el nivel del mar. Al sureste está el yacimiento de Konchamarka, y más al este el de Cochabamba, entre la selva Chapare y el valle Quillacollo. En el sur de Perú hay varios yacimientos en el valle de Moquegua, y en el norte de Chile está el yacimiento de Azapa, en el valle del mismo nombre y cerca de Arica; más al sur se encuentra el yacimiento de San Pedro de Atacama.

La larga duración de la cultura Tiawanaka, desde mediados del segundo milenio antes de Cristo hasta el s. XII d. de C., ha obligado a los especialistas a hacer una periodización que, no obstante, está hoy puesta en cuestión: la etapa de las aldeas, la de la aparición de ciudades y la del imperio (otros hablan de Tiwanaku I, II, III, IV y V). Los datos apuntan a que se trató de un estado teocrático, siempre que no demos a la palabra “estado” un significado estricto, llegando más adelante a la división del trabajo, la arquitectura colosal, obras hidráulicas, agricultura, sacerdotes y otras culturas absorbidas por Tiwanaku. También se discute si esta cultura llegó a constituir realmente un imperio, lo que implicaria ejércitos y guerras, pues no se han hallado fortificaciones, aunque sí una gran zanja que rodea el yacimiento principal. Se ha llegado a sugerir una guerra más bien ritual que convencional.

La época que se ha conocido como imperial (estando en cuestión hoy en día lo acertado o no de esta denominación) va desde el 700 al 1200 d. C., cuando la decadencia cultural daría paso a una mayor intensidad de las relaciones entre Tiwanaku y el resto de las regiones bajo su influencia cultural. Lo cierto es que no hay evidencias de conquistas, pero sí influencias religiosas desde un centro a todos los territorios bajo su influencia cultural, e igualmente el comercio y la evidencia de migraciones; tampoco han aparecido armas ni siquiera en los ajuares. Sería la época de artesanos especializados, pesca en los lagos, ganadería de llamas y alpacas, etc. El templo de Kalasasaya, por ejemplo, es una muestra del trabajo de la piedra, habiéndose construido, al parecer, orientado según interesó para interpretar las diversas estaciones del año, lo que es común a muchas otras construcciones de diversas épocas y países. Piedra que también fue empleada para esculpir estatuas en monolitos, además de elementos decorativos como serpientes, felinos, y otros antropomorfos, habiendo sido identificada esta iconografía como heredada de época anterior,

En cuanto a la cerámica lo más destacado son los vasos de boca ancha, decorados con colores negro, naranja, rojo, y en ocasiones con incisiones, pero no son la cerámica y los monolitos los únicos soportes para las decoraciones: telas con iconografía muy diversa y madera también se han conservado, sobre todo en los casos donde el clima seco de Perú y Chile lo han permitido.

Tiwanaku, como yacimiento, es el más excavado de Bolivia, según el antropólogo José Luis Paz, habiéndose convertido en un símbolo de identidad sobre todo en La Paz, donde los motivos tiawanakos aparecen en edificios públicos, aeropuertos, etc. También se han descubierto zonas de paso en los valles orientales de los Andes. En todo caso, según el arqueólogo Juan Villanueva, se observa una gran diversidad por la topografía, la costa, el interior y los recursos disponibles. Entre los dos yacimientos estudiados en el norte de Chile no hubo influencia Tiawanaku (Azapa y San Pedro de Atakama), lo que habla de una cierta discontinuidad geográfica. Sin embargo parece evidente la influencia entre la cultura wari (en la zona occidental de Perú) y la tiawanaka, aunque estas interacciones fuesen irregulares en el tiempo

Por lo que respecta al yacimiento de Tiwanaku, no reúne las condiciones de una ciudad en un sentido estricto, pero sí está documentado que albergó a una cantidad de población numerosa y que fue un centro ceremonial. En las zonas montañosas (Bolivia) se han comprobado pisos ecológicos para la práctica de la agricultura, donde fue cultivado el maíz, la yuca, papa y frutales entre otros productos. La evidencia de boleadores habla de sociedades pastoriles donde las llamas serían los animales principales.

Hoy se sabe que el lago Titicaca ha descendido su nivel, en los últimos años, 30 cm., lo que indica que cambios climáticos a lo largo del tiempo pudieron haber producido efectos parecidos, en un sentido o en otro. ¿Qué impresión tendrían las mujeres y los hombres de épocas remotas, que observasen estas variaciones en contacto con la naturaleza, que tenían creencias animistas, que han tenido como dios al Señor de los Báculos en el dintel de la Puerta del Sol?

 

sábado, 26 de noviembre de 2022

Contacto religioso entre indios y monjes

 

                                                             Ilustración en el Popol Vuh

La religión prehispánica en América estuvo ligada muy hondamente a la naturaleza, los astros, los ritos, las autoridades indígenas y a la madre tierra. El “Popol Vuh” recoge mitos e historias de los quichés, habitantes de una región central de la actual Guatemala. En dicho libo se aprecia la espiritualidad y la tradición de un pueblo que, en muchos aspectos, son comunes a otros pueblos indígenas.

Las danzas de los matachines, por ejemplo, tienen una tradición milenaria, según el profesor José Rubén Romero Galván, y los indios tenían una cosmovisión mítica sobre el origen de su ser, subyaciendo una idea sobre el tiempo y el espacio, con divinidades que tenían diversas funciones respectivas. También creían en etapas separadas por grandes cataclismos, en lo que se ha visto el sentido trágico de la religiosidad mexica.

Los dioses luchaban entre sí, y ello daba lugar a la sucesión de los días y las noches, y antes de que nada existiera era la inactividad. Los ritos eran llevados a cabo con regularidad en el gran templo de Tenochtitlan, pero también había ritos domésticos, como ofrecimientos y abluciones que empezaban con el amanecer, antes de emplearse los miembros de la familia en cada uno de sus quehaceres.

La misión apostólica de las órdenes mendicantes primero, otras después, consistió en entrar en contacto con estos ritos y en la comprensión de estas cosmovisiones que los indios, en ocasiones, no veían tan distantes de las predicaciones. El clero regular en América promovió el encuentro de Dios con el hombre, de la misma forma que el indio se sentía permanentemente en contacto con sus divinidades. Por otra parte hubo una gran similitud entre los calendarios indígenas y los llevados desde España, tanto el anual de 365 días como el litúrgico, calendario lunar, desde adviento a la pascua.

Una vez que se extendió la colonización y el cristianismo a partir de ciudades preexistentes o fundadas ex novo, fueron consideradas como lugares consagrados, con sus iglesias y conventos, las llamadas a oración por medio de las campanas que recordaban la divinidad al conjunto de la población. Por otro lado estaba la riqueza de los símbolos y las imágenes, que en ocasiones fueron asimiladas a la iconografía indígena.

Las sepulturas en los templos, antes de que se establecieran camposantos, recordaban permanentemente a la muerte y a la otra vida oída en las predicaciones, pero también imaginada por los indios en sus creencias religiosas. Se ha considerado que los sueños han tenido una importancia fundamental en esto, pues al despertar se era consciente de que otro “yo” y otros seres deambulaban por una vida trascendente.

En todo caso el impacto en los indígenas con la cristianización fue evidente, según el profesor Romero Galván, al sentir una desazón por no coincidir las nuevas enseñanzas con lo aprendido de sus antepasados, y así lo expone Bernardino de Sahagún en sus “Coloquios”. Después de que llegasen a la Nueva España los primeros franciscanos en 1524, Cortés escribió al rey demandando el envío de más, pues era el clero regular el que verdaderamente tenía formación.

En el núcleo de todas las religiones indígenas había un común denominador animista, aunque luego se observen variaciones según pueblos y regiones, pues hay que tener en cuenta que no hubo contacto entre ellos en la mayor parte de los casos. El dominico Fray Diego Durán ha dejado una obra como historiador[i] que, al conocer el náhuatl, le permitió ahondar en las creencias indígenas y adaptarse mejor a su sensibilidad religiosa. El cristianismo americano, por su parte, asumió ritos y ofrendas de las religiones prehispánicas, y todo ello fue visto como compatible con la guerra, las traiciones, las matanzas y la crueldad…



[i] “Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme”.

viernes, 29 de enero de 2021

La Ciénaga y Sierra Nevada precolombinas

 

Al norte de Colombia hay un área geográfica, junto al mar Caribe, que está dominada por las ciudades de Ciénaga y Santa Marta. El nombre de la primera deriva de las ciénagas que existieron y aún existen, la gran ciénaga al suroeste de dicha ciudad, cerca de la cual desembocan pequeños ríos que proceden de las estribaciones de la Sierra Nevada en el interior: Toribio, Córdoba, Aguja, Frío y Sevilla, más largos estos dos últimos. Entre la vertiente de la sierra y la costa hay una estrecha franja llana y casi a la misma altura que el nivel del mar, siendo más ancha a medida que nos dirigimos hacia el sur.

Los especialistas han excavado yacimientos de los antiguos tairona, la mayor parte de los cuales en los cursos bajos de los ríos citados y cerca de la ciudad de Ciénaga. La Sierra Nevada y sus estribaciones ocupan un espacio parecido a un triángulo, con uno de los vértices hacia el sur y un claro contraste entre el centro elevado[i] y la moderación topográfica del resto.

Pero “área tairona” hace referencia a una serie de comunidades que presentan analogías entre sí y también diferencias. Entre ellas hubo intercambios, remontándose a los siglos VII u VIII el origen de una cerámica que los arqueólogos han llamado tairona, aunque fuesen diversas las comunidades que la fabricasen. Conocieron la agricultura y sus características se mantenían en el siglo XVI, cuando los pobladores del litoral fueron repartidos entre encomenderos, mientras que la sierra fue refugio de indígenas que, aún hoy, no están integrados en la sociedad criolla.

Langebaeck[ii] dice que al sur de Ciénaga predomina el manglar, con su potencial pesquero y de fibras vegetales, mientras que el mar ofrece recursos pesqueros y sal. Adentrándonos hasta las estribaciones de la sierra hay recursos madereros en relación con el régimen de lluvias de la región, que presenta dos estaciones, una seca (más prolongada) y otra húmeda, siendo una zona apta para la producción de varios productos irrigados gracias a los cursos de los ríos Córdoba y Toribio. A medida que se asciende la sierra, esta presenta características erosivas y también son pobres los suelos al este de Santa Marta (unos treinta kilómetros al norte de Ciénaga).

El autor citado habla de sociedades agroalfareras en torno al siglo XI a. de C., que culminarían en torno al cambio de era; es el período conocido como malamboide por su estrecha relación con la tradición Malambo del bajo Magdalena[iii], cuyos habitantes cultivaban yuca[iv]. Las excavaciones arqueológicas han dado budares, planchas circulares de arcilla para tostar. Otros recursos fueron la caza, la pesca y los moluscos.

El poblamiento se basaba en unas pocas y pequeñas viviendas que formaban aldeas cerca de la desembocadura de los ríos Córdoba y Toribio, apareciendo con el cambio de era una nueva población denominada neguanje (por la bahía de dicho nombre), que ocupó los alrededores de Ciénaga y se extendió por el resto del litoral. Es entonces cuando se introduce el cultivo del maíz y se desarrolló la artesanía, se poblaron las estribaciones de la sierra y se mantuvieron intercambios entre los diversos grupos humanos (vasijas de cerámica del río Ranchería[v]).

El interés del artículo de Langebaeck radica, entre otras virtudes, en poner de manifiesto la enorme variedad de situaciones en un espacio relativamente reducido, lo que habla de formas de vida muy locales, preservando lo propio contra las influencias exteriores. Al sur de la Ciénaga Grande, los hallazgos arqueológicos arrojaron una cerámica similar a la tairona, pero con algunas diferencias en las formas y la decoración. Al occidente de la isla Salamanca, a la entrada de la bahía que se sitúa al este de la desembocadura del Magdalena, está documentada la influencia tairona desde el siglo X hasta el momento de la conquista. En estas dos culturas, la de la isla Salamanca y la del borde de la Ciénaga Grande, las condiciones poco aptas para la agricultura volcaron a los habitantes hacia la recolección de moluscos, la pesca y la caza.

En la costa casi no hay arquitectura en piedra, contrariamente a la sierra, especialmente en los cursos altos de los ríos Córdoba, Toribio y Frío, con restos de enormes aldeas con basamentos para vivienda, caminos y áreas públicas de piedra. En el área de la Ciénaga son muy escasos los hallazgos de objetos ceremoniales, cuentas de collar líticas, bastones de mando, estatuaria y petroglifos, comunes en otros sitios tairona. De hecho, los españoles no describieron ningún centro político de importancia en los alrededores de la Ciénaga, mientras hablaron de la importancia que tuvieron algunos caciques en comunidades de la Sierra, en la cabecera del río Toribio.

Algunos restos arqueológicos que ha señalado Langebaeck en su artículo son una estatua de unos 50 cm. procedente del alto río Frío, simulando la cabeza de un animal con grandes dientes; vasijas de cerámica originarias del río Sevilla; cuentas de collar procedentes del alto río Frío y otras encontradas en el alto río La Aguja, pero todas ellas en manos de coleccionistas privados.


[i] La máxima altura es de unos 5.700 m. sobre el nivel del mar.

[ii] Carl Henrik Langebaeck es investigador del Museo del Oro, propiedad del Banco de la República de Colombia, Bogotá.

[iii] Desagua en el Caribe, Barranquilla, frente a Ciénaga.

[iv] Un tubérculo de forma alargada.

[v] Nace en la Sierra Nevada y desemboca al nordeste de esta.

Mapa: Al oeste La Ciénaga y los ríos que descienden desde Sierra Nevada. (prosierra.org/index.php/la-sierra-nevada/la-sierra-parte-1/geografia)

viernes, 10 de mayo de 2019

Un libro sobre Tlatelolco


Como “punto cimero” entre las publicaciones sobre la historia mexicana ha sido calificado el libro que aquí comentamos[i]. Beatriz de la Fuente, a quien sigo para este resumen, se refiere solo a los tiempos prehispánicos, cuando México-Tlatelolco era ciudad gemela y rival de México-Tenochtitlan.

Estas dos ciudades tuvieron desarrollos paralelos, aunque el gran mercado de Tlatelolco le dio una fama especial. Parece que los tlatelolcas eran del mismo grupo étnico que los tenochcas; fundaron su ciudad en un islote con montículos en el año 1337 o 1338. Algunos trabajos arqueológicos parecen demostrar que Tlatelolco es más antigua que Tenochtitlan y también más rica y poderosa, cuando fue aliada de los tepanecas[ii], y por esas fechas los tenochcas eran pobres pescadores. Las relaciones entre tlatelolcas y tenochcas fueron difíciles a lo largo de la historia compartida. Hacia 1431 los tlatelolcas construyeron una barrera entre su ciudad y Tenochtitlan, que para entonces se encontraba en notable expansión; después la barrera fue “removida” –dice Beatriz de la Fuente- y en torno a 1450 las ciudades quedaron separadas por un canal.

En una guerra Tlatelolco fue conquistada por los mexicas en 1473, y en los próximos cincuenta años estuvo subordinada a Tenochtitlan, viéndose obligados los tlatelolcas a venerar al dios de los vencedores, Huitzilopochtli, y su mercado cayó bajo la hegemonía tenochca, pero entre 1428 y 1467 Tlatelolco había alcanzado una extraordinaria expansión económica, época de su independencia. En este tiempo participó en la conquista de ciudades importantes y se beneficia de las mismas, al igual que Tenochtitlan.

Los informantes de Bernardino de Sahagún[iii] le dicen que “fueron principales dos mercaderes [los tlatelolcas]… se comenzaron a comprar y vender barrotes de oro, y cuentas de oro, y piedras azules labradas como cuentas, y grandes chalchihuites[iv] y grandes quetzales[v], y pellejos labrados de animales fieros, y otros plumas de diversas maneras y colores”. Pero desde 1473, año en que Tlatelolco fue conquistada por los tenochcas, la ciudad fue gobernada por “cónsules”, según los llamó Sahagún, y eran dos.

En cuanto al mercado de Tlatelolco, de él partían rutas comerciales hacia distintos lugares de Mesoamérica; se ubicaba al oriente del recinto sagrado en amplia plaza limitada por cuartos y bodegas. Una descripción del mismo la debemos a Hernán Cortés (segunda “Carta de Relación”) y otra a Bernal Díaz del Castillo en su “Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España”. De estas informaciones se ha elaborado una maqueta para el Museo Nacional de Antropología de México, así como una pintura de Diego Rivera que se encuentra en el Palacio Nacional. Díaz del Castillo se expresa así: ... no habíamos visto tal cosa , quedamos admirados de la multitud de gente y mercaderías… Los mercaderes de oro y plata y piedras ricas y plumas y mantas y cosas labradas… y cueros de tigres, de leones y nutrias... El comercio –dice Beatriz de la Fuente- fue actividad sustantiva del hombre prehispánico.

Se ha dicho que los mexicas tenían predilección por asentarse en cuevas, manantiales, abrigos rocosos y montañas, pero acaso era el recuerdo de sitios y ciudades antiguas; en todo caso la elección de Taltelolco no fue ajena a esa evocación; transformaron la tierra en chinampas[vi] y en lagos, y drenadron tierras pantanosas, y terracearon campos de cultivo. Cada ciudad tenía en su centro  su recinto sagrado; de él salían avenidas, acueductos y canales. Conocemos la traza del Tlatelolco prehispánico debido a algunos mapas del siglo XVI, y en otro elaborado para Cortés se advierten dos calzadas importantes que comunicaban México con Tlatelolco y en ella se reconocen ciertos patrones arquetípicos: basamentos piramidales dobles con dos escalinatas y en lo alto templos, y edificios de planta circular o mixta en la que se combinan rectángulos y círculos.

Pero Taltelolco también presenta diferencias con respecto a Tenochtitlan en sus calles y canales irregulares. Edificio excepcional por su unicidad es el llamado “Templo calendárico”, porque lleva en recuadros, en lo alto del talud y en todos sus lados, relieves con signos calendáricos de tipo adivinatorio.

En cuanto a su cerámica, Tlatelolco fue ciudad única, destacando el plato en barro con superficie en seis formas onduladas y apoyado en tres patas como discos planos, lo que carece de antecedentes y paralelismos. Sus formas barrocas –dicen algunos- pudieron haber sido fabricadas poco después de la conquista, quizá durante el breve reinado de Cuauthémoc, quien hizo la última defensa de Tlatelolco durante el sitio de Cortés.



[i] “Tlatelolco”, obra de varios autores.
[ii] Se instalaron en la cuenca de México a mediados del siglo XII.
[iii] Autor de “Historia General de las Cosas de Nueva España”
[iv] Piedras verdes.
[v] Un tipo de ave.
[vi] Setos o cercas de cañas que delimitaban un área dedicada a la agricultura donde la tierra estaba en balsas. Ahí se cultivaban flores y otros productos.

sábado, 20 de agosto de 2016

Quinametin y toltecas.

La estela 31 de Tikal descrita en varias de sus partes


¿Quiénes fueron anteriores a los aztecas en el valle de México? Según ciertas fuentes, que no pueden probarlo, los primeros habitantes fueron los quinametin (gigantes) “cuyos cuerpos han aparecido en muchas partes de la tierra cavando por diversos lugares de ella”. En realidad, los huesos encontrados en los terrenos sedimentarios de la cuenca de México –dice Félix Jiménez Villalba- fueron estimados en el siglo XVI en unos cinco metros y pertenecieron a elefantes. Pero los historiadores del siglo XVI consideraron verosímiles la existencia de aquellos pobladores gigantes que habrían construido los grandes edificios de Teotihuacán; la gran pirámide se corresponde con la época más floreciente de la cultura teotihuacana.

A los toltecas se les atribuye la mítica Tollán, que quizá sea el conjunto de las ciudades reales de Tula, Cholula y Teotihuacán. Cuando los aztecas llegaron al valle de México, Teotihuacán era un montón de ruinas desde hacía muchos siglos. Jiménez Moreno[1] basándose en crónicas indígenas identifica a los habitantes de Teotihuacán con los quinametin y los nonoalcas, los teotihuacanos epigonales. La ciudad creció –a tenor de lo que demuestra la arqueología- vertiginosamente y en los siglos V y VI d. de C. podría haber tenido ciento cincuenta mil habitantes. A finales del IX había quedado reducida a una tercera parte. Su existencia abarca un período de unos novecientos años y estaba planificada de acuerdo con un patrón previo, quizá por el estricto control de los sacerdotes. Se distribuye en torno a una gran avenida que cruza el centro ceremonial de sur a norte, y cuenta con grandiosas pirámides del sol y de la luna. Los demás edificios aparecen a ambos lados de la avenida y todos ellos están orientados unos 15º al este del norte.

Socialmente quizá había castas que eran la base en la que se sustentaba todo; nobles y plebeyos, guerreros, comerciantes y artesanos. La religión ocupaba un lugar preponderante, pero Teotihuacán era una ciudad y no un centro ceremonial; téngase en cuenta que se trata de 32 km2 de urbanización. Hay pocos indicios de que se tratase de un estado militarista: no existen fortificaciones ni escenas de batallas, y las pinturas en las que se representan guerreros (pocas) son muy tardías. Pero sí hay abundancia de templos y representaciones de sacerdotes, siendo muy corrientes las escenas religiosas, de las que quizá un ejemplo sea la estela 31 de Tikal[2]. En cuanto a la posibilidad de que Teotihuacán se hubiese mantenido tantos siglos sin ejército, sería caso único en la historia, por lo que debe rechazarse.

La arqueología ha revelado trabajos en obsidiana, cerámica de gran calidad y magnificas pinturas murales, extendiéndose esta influencia a toda Mesoamérica, pero entre los siglos VII y VIII de nuestra era, la ciudad de Teotihuacán desaparece para siempre por incendios y destrucciones, como ha revelado la arqueología. La paulatina deforestación del valle pudo acarrear cambios climáticos, con el consiguiente empobrecimiento de los recursos agrícolas. Las incursiones de otros pueblos fueron cada vez más frecuentes y entonces se produjo una diáspora.

Los toltecas serían invadidos por los chichimecas y entonces la teocracia y el comercio dejaron de ser la base de la organización social. A medida que los arqueólogos han ido haciendo su trabajo ha salido a la luz que la capital de los toltecas era de segunda categoría, no obstante ser arquitectos, escultores y orfebres de primera calidad. También los expertos han barruntado que pudieron existir dos grupos étnicos distintos, los nonoalcas y los toltecas propiamente dichos, opuestos ambos a los sacrificios humanos y quizá organizados socialmente de forma dual. Contrariamente a los teotihuacanos, la representación de guerreros indica que estos fueron los auténticos protagonistas, extendiéndose hacia Tabasco y Yucatán.

Quizá Chichén Itzá fue una capital de los toltecas y en el siglo X se produjo una escisión en Tula y el grupo perdedor fue expulsado, dirigiéndose al golfo de México primero y luego a Yucatán, donde las pruebas de la presencia tolteca son evidentes. Posiblemente fue entonces cuando llegaron los itzaes en dicho siglo y el panorama sufre un cambio radical: eran gentes de habla maya-chontal. En todo caso las águilas y jaguares esculpidos, los guerreros y otros símbolos por el estilo son típicamente toltecas.

En la “frontera” norte de estos pueblos se encontraban los chichimecas, que no eran tan primitivos como algunas fuentes han hecho creer. Practicaban, eso sí, el nomadismo en tierras más bien esteparias o desérticas, poco aptas para la agricultura, y quizá combinaron dicho sedentarismo con algunas prácticas agrícolas. Incluso se ha podido comprobar que una estrecha franja desde el sur hasta el norte de México había sido cultivada, atravesando las tierras que ahora están desertizadas como consecuencia de los cambios climáticos habidos.

Parece –dice Jiménez Villalba- que entre 900 y 1350 los asentamientos norteños recibieron influencias toltecas, al tiempo que un éxodo chichimeca hacia el sur, violento, trastocó las cosas. En el siglo XIII varias tribus chichimecas fueron hacia el sur y se produjo la confrontación con los toltecas, pero los chichimecas no acabaron con la cultura clásica de aquellos, herederos a su vez de la etapa teotihuacana, sino que hubo un renacimiento hasta que, entre dicho siglo y el XV, muchas tierras norteñas fueron abandonadas. Tula fue arrasada por un gran incendio y luego sufrió un saqueo desordenado, y esta es la situación que empezaron a conocer pequeños grupos de aztecas que se internaron en el territorio.

Los aztecas, incapaces de imponerse, quizá se integraron y, poco a poco, se fueron haciendo con el poder en un mundo que ya no era el de las culturas clásicas prehispánicas. Empezarían siendo mercenarios al servicio de toltecas, chichimecas y otros grupos, hasta que consideraron el momento en el que era propicio el asalto al poder. Con los aztecas en el poder llegaron en el siglo XVI los españoles… 


[1] Citado por Félix Jiménez Villaba.
[2] Es un monumento bellamente esculpido con inscripciones en la parte posterior y en las laterales con relieves que muestran a tres individuos, uno al frente y dos a los lados. Aún cuando se han perdido unos veinte grifos, se la puede considerar bien conservada por haber sido enterrada. La parte frontal de la estela muestra a un individuo de perfil vestido lujosamente y mirando hacia la izquierda. En su traje se ven numerosos símbolos iconográficos. (Federico Fashen).  
Fuente: "La Monarquía indiana...", Félix Jiménez Villalba.

Tikal al norte, en Petén

lunes, 29 de abril de 2013

La Cuenca Mirador

Bosque de el Petén guatemalteco ocultando una pirámide

En el interior de Guatemala, entre el trópico y el Ecuador, abundan los bosques de tupidos árboles consecuencia de la humedad. Desde este país hasta la península de Yucatán se desarrolló una de las civilizaciones más ricas de la América precolombina, y los arqueólogos están trabajando en una de las concentraciones de ciudades de mayor interés en la actualidad: Cuenca Mirador. Algunos consideran que aquí está el origen de dicha civilización, que luego se extendería hacia el norte. Lo que sí parece probado es que durante el período que va desde el siglo XII antes de Cristo hasta el II después de Cristo, la vida urbana floreció en la región donde se encuentra la Cuenca Mirador. Pero esta denominación no es solo la de una amplia región del Petén, sino que se extiende hasa el sur de México.

¿Es posible que se extén excavando cincuenta ciudades en esta región? Así lo asegura el arqueólogo Hansen (1), entre las que cita El Mirador, Tinkal, Xulnal, Waká y Nakbe. El citado especialista habla de ciudades de tamaños diversos, que quizá congregasen a una población muy numerosa en su conjunto. Para que esto fuese así tendría que haber abundante comida, sobre todo procedente de la agricultura: frutas, frijoles, calabazas... pero también (según leo en Terrae Antiquae) se alimentaban de perros, pavos y venados.

Las ciudades mayas no constan solo de calles y edificios comunes, sino de templos, pirámides, esculturas en relieve de gran monumentalidad, quizá bajo la influencia olmeca, y las pirámides tienen una función distinta a la de otras civilizaciones: no eran tumbas para los grandes personajes, "son puro relleno de piedras y lodo, son sólidas... el objetivo era religioso, destinadas a ceremonias", señala el arqueólogo Hansen. La influencia olmeca se supone por la utilización de la obsidiana y el jade, piedras extraídas de las montañas de Guatemala. También son importantes las calzadas, lo que nos habla de la comunicación entre unas ciudades y otras y por lo tanto del comercio, con anchuras de entre 40 y 50 metros. Pero no se conocen carros, por lo que debían ser utilizadas solo por los habitantes que cargarían con sus mercancías, así como sobre animales.

¿Y en que consistía la religiosidad? Se sabe que se practicaban sacrificios por influencia azteca, pero entonces ya en época posterior a la citada antes. También puede que los rituales religiosos estuviesen relacionados con juegos de pelota. Hansen dice que las pirámides "estaban relacionadas con los solsticios y los equinoccios. Estaban orientadas para los movimientos del Sol, más que todo en el mes de febrero, cuando tenían que sembrar el maíz...". Como en otras civilizaciones los mayas tenían un dios femenino y otro masculino, además de varios dioses que se vinculaban entre sí: el de la lluvia, el dios pájaro, el dios del maíz... Para Hansen "se quería formar solidaridad con las poblaciones [pues los dioeses eran comunes], para unificar la población en una ideología política, religiosa y económica".

Las ciudades mayas (véase la concentración al norte del Petén)
Las viviendas de los mayas se ampliaban a media que las familias crecían pero también se han encontrado laberintos, baños y mercados. Cada ciudad era independiente entre sí, como las poleis griegas, cada una de las cuales establecía las fórmulas para el control de las aguas estacionales. Los mayas nos han dejado escritos, no se trata de una civilización ágrafa.

La ciudad maya El Mirador llegó a su máximo esplendor en torno al siglo IV antes de Cristo, con edificios de piedra revestida de estucos, obtenidos con piedra caliza y leña. Se quemaban estos materiales y luego se molían hasta conseguir una especie de arena, pero las lluvias exigían una contínua renovación de los estucos. El Mirador se encuentra comunicada por una calzada con Nakbe, descubierta en 1962, la ciudad de las gigantescas estelas que muestran hombres vestindos con un estilo peculiar, jugando a veces a la pelota.

Sabemos mucho en términos absolutos sobre la civilización maya pero sabemos muy poco en términos relativos. Quedan muchos trabajos arqueológicos por hacer, muchas discusiones entre los especialistas, muchos materiales por estudiar. La arqueología comparada dará sus resultados mientras los trabajos continúan en La Cuenca Mirador. 
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(1) Richard Hansen es uno de los máximos especialistas en la civilización maya, de la Universidad de Idaho. Ha trabajado, entre otras regiones, en el Petén de Guatemala.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Geoglifos en Acre


En el extremo occidental de Brasil se encuentra el estado de Acre, en plena Amazonía y lindando con Perú. Las llanuras dominan en el paisaje, pero también las arborescencias del clima ecuatorial, a unos doscientos metros de media sobre el nivel del mar. El río Acre, que la población indígena llama Aquiry, da nombre al estado. 

Al haberse hecho claros en el bosque amazónico han salido a la luz los geoglifos que también vemos en otras partes de América (los más estudiados los de Nazca). Asombra la geometría con que fueron trazadas las gigantescas figuras sobre la superficie, pero asombra también el gran número de figuras, más de 300 según "Terra". No es posible apreciar la forma de estas figuras si no es desde el aire, lo que hace todavía más enigmático el fin para el que fueron hechas. La cronología para algunos de estos geoglifos se remonta a diez mil años de antigüedad y llegan a medir centenares de metros.

Uno de los geoglifos está formado por caminos paralelos delimitados por muros, a unos 20 Km. de Boca do Acre, en la ribera derecha del río Purus. Otro geoglifo tiene forma de cuadrado doble, cerca de la frontera entre Acre y el estado de Amazonas. Los expertos consideran que "la construcción de esas figuras geométricas pudo haber sido un fenómeno regional común de los puebos arawak y tacana, que las habrían usado para reuniones, actividades religiosas y, en algunos casos, como lugar de residencia". Pero queda mucho por investigar antes de llegar a conclusiones definitivas, porque lo cierto es que la relación con la religión es un lugar común en este tipo de interpretaciones. 

Como hace 35 años que aparecieron los primeros geoglifos se está celebrando ahora el II Simposio Internacional de Arqueología de la Amazonía Occidental, sirviendo también de homenaje a Ondemar Ferreira Dias y a Frlankin Levy, los que descubrieron los dos primeros geoglifos en Acre. La lectura de "As primeiras pesquisas arqueológicas no Acre", de los autores citados, abrirá el simposio de Río Branco. 

Las denominaciones arawak y tacana hacen referencia a las lenguas que hablaban estos pueblos, extendidos por el oeste de Brasil y Bolivia actuales. Pacíficos ante la llegada de los europeos, que los conocieron muy pronto, seguramente se desplazaron de un lugar a otro hace muchos siglos, pues también encontramos estas familias lingüísticas en el Caribe.

martes, 30 de octubre de 2012

Calakmul

Al sureste de México y al sur de Campeche se encuentra uno de los centros más importantes -y mejor conservados- de la cultura maya. Se trata de Calakmul, cerca de la frontera con Guatemala. El sitio fue estudiado en la década de los treinta del pasado siglo, pero es en la década de los ochenta cuando se llevan a cabo excavaciones sistemáticas por parte de especialistas de la Universidad Autónoma de Campeche. 

El centro urbano de Calakmul estuvo habitado durante un milenio y medio aproximadamente, siendo su momento de máximo esplendor en el período llamado clásico (entre el siglo III y el X de nuestra era). La escritura maya, estudiada cada vez con más interés, ha constituido una fuente inapreciable para saber más sobre los mayas y sobre Calakmul, ciudad que se enfrentó varias veces a la otra importante, Tikal (hoy en el Petén guatemalteco).

Calakmul está formada por varios espacios construídos y, en medio, una gran plaza que servía de centro político, observatorio astronómico y símbolo sagrado. Una serie de canales y un gran número de estelas han arrojado luz sobre esta ciudad y civilización. "Antigua y Medieval" ha informado que el arqueólogo Ramón Carrasco, director de un proyecto arqueológico en Calakmul, ha dado cuenta de un conjunto de pinturas descubiertas hace unos sesis años. Ahora estas pinturas se encuentran a 23º centígrados y a 93% de humedad para su conservación. Las pinturas representan una pirámide y un paisaje que podría aludir a un festejo.

El edificio más notable de Calakmul



sábado, 20 de octubre de 2012

La Loma de Ichanga

Valle de Hualfín

Al noroeste de Argentina, en las estribaciones de los Andes, discurren los ríos Hualfín y Loconte; al este se encuentra la sierra de Hualfín, en medio el valle y al oeste la gran mole andina de la que es prólogo el cordón Durazno. Bárbara Balesta y Federico Wynveldt (1) han publicado un breve ensayo, en el que se basa este artículo, donde presentan los trabajos arqueológicos en la Loma de Ichanga, Catamarca. La cronología de los restos encontrados va desde el siglo XI al XV de nuestra era, constatándose se trató de un espacio donde se produjeron enfrentamientos guerreros entre diversas comunidades, obviamente antes de la llegada de los europeos, particularmente españoles. Los autores parecen demostrar que el abandono del lugar se dio con el incendio de algunas casas a modo de ritual y coincidiendo con la conquista incaica.

Que las comunidades indígenas de América se enfrentaron en guerras antes de la llegada de los españoles es una obviedad, por lo que el mito del "buen salvaje" no deja de ser eso. Los arqueólogos citados demuestran que en la zona estudiada -como en otras- hubo organizaciones políticas complejas y una creciente situación de beligerancia entre ellas. Los antiguos habitanes de la Loma de Ichanga, así como otros de la zona, pertenecen a la llamada cultura Belén, de los territorios correspondientes a Tinogasta y Belén, caracterizada por la práctica de la agricultura y por la elaboración de una cerámica en la que los motivos decorativos se pintaban en negro sobre fondo rojo.

La mayor parte de los lugares donde se han encontrado construcciones para viviendas están sobre lomas de difícil acceso, protegidas muchas de ellas por murallas defensivas. En la localidad de La Ciénaga es donde fue descubierta la Loma de Ichanga, a unos 50 metros de altura sobre los terrenos circundantes, pero en su conjunto la región está a algo más de 1.500 m. sobre el nivel del mar, por lo que -dada su latitud, unos 27º sur- el clima es templado-cálido, con lluvias solo en verano, algo continentalizado, lo que hace que los inviernos sean fríos y los cauces fluviales no tengan agua salvo en la época de lluvias (en verano). Los autores señalan que estas sequías podrían no darse en la época estudiada (ss. XI-XV), pues lo razonable es pensar que los grupos indígenas se instalasen allí donde había agua.

La particularidad de la Loma de Ichanga es que no presenta arquitectura defensiva como en los demás casos de la región, aunque los especialistas se han puesto de acuerdo en considerar que el estado de guerra era endémico en la época, y muy concretamente en la etapa anterior a la conquista inca. Las razones de las hostilidades pudieron ser un cambio climático que dejó sin recursos a sus habitantes, necesidades de aprovisionarse con los bienes de otros; también la presión demográfica sobre los oasis puneños y valles fluviales cercanos a la puna; incursiones de grupos nómadas o seminómadas provenientes del este de los Andes y, en época incaica, la recluta de grupos de mitimaes, familias que fueron separadas de sus comunidades y trasladadas de pueblos ya sometidos a otros que todavía no lo estaban o al revés: el caso es que cumpliesen las misiones que las autoridades incas les encomendaban. La guerra, en fin, pudo haberse producido por las diferencias sociales que se fueron generando o por el control de los recursos, y los enfrentamientos se producirían entre grupos de familias o entre organizaciones políticas más complejas. 

La guerra llevó a construcciones de elementos defensivos en la región : murallas de gran altura, torres, torreones, troneras, parapetos y fosas, además de aprovechar la topografía para visionar un amplio territorio por donde podían amenazar los enemigos. En todo caso hay múltiples indicadores de guerra y diferentes tipos de conflicto: el estudio de la zona demuestra la existencia de entradas diseñadas defensivamente y se identifican puestos de observación; se han encontrado armas y armaduras o restos de ellas, pero la defensa no debió organizarse solo en cada poblado, sino de forma global en un conjunto de ellos. Los incendios se han interpretado como señal de encuentros violentos y se han encontrado esqueletos no enterrados; los incendios de techos se asocian a la intención de retorno y, como se ha dicho, con una finalidad ritual. 

Al este del río Hualfín se han estudiado los casos de Cerrito Colorado de la Ciénaga de Arriba y Cerrito Colorado de La Ciénaga de Abajo, en ambos casos sobre las terrazas del río. La Loma de Ichanga se encuentra en la confluencia entre los cauces de los ríos Ichanga y La Calera, y consta de 15 recintos de piedra cuya planta es rectangular. La superficie de estos recintos oscila entre 42 y 6 m2, pero hay varios entre 10,2 y 18,3. Están cerrados con muro simple en unos casos y con muro doble en otros, y las puertas fueron hechas con una anchura media de 0,5 metros, mientras que su longitud oscila entre 0,5 y 1,8 metros. Los materiales constructivos son bloques irregulares de granito y lajas y, para acceder al interior, se construyeron largos y estrechos pasillos. A excepción de un recinto (el llamado 7) que tiene dimensiones excepcionales, la mayoría de ellos tiene unas dimensiones entre 6 y 19 m2, con paredes de entre 3 y 4,7 metros de largo. En el recinto 6 se ha encontrado una tinaja decorada de acuerdo con la cultura de Belén, huesos, otras figuras, hoyos para postes, troncos pequeños, restos de enramada, restos de martos y una vasija tiznada, entre otros materiales. El recinto 7 tiene un piso construido de pedregullo y las vasijas encontradas en el conjunto de la Loma presentan dos tipos dominantes: las abiertas o cuencos y las cerradas u ollas.
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(1) Universidad Nacional de La Plata. 

sábado, 1 de septiembre de 2012

Las esferas de los boruca


Si se observa una mapa de Costa Rica se verá que, asomadas al océano Pacífico, hay dos penínsulas: la mayor, al norte, es la de Nicoya; la menor, al sur, la de Osa. En esta última habitaron durante un milenio aproximadamente (400-1500 después de Cristo) los boruca, creadores de una civilización o cultura precolombina caracterizada, entre otras cosas, por sus esferas. Hoy los boruca, que quizá no pasen de unos pocos miles, se encuentran en torno a Puntarenas, en la península norteña de Nicoya.

¿Que interpretación debe hacerse sobre las esferas de los boruca? Nada definitivo: podría tratarse de poderes espirituales (Jiménez Dereida), pero el citado entre paréntesis es un escultor que se ha inspirado en dichas esferas, no un arqueólogo, aunque merece tenerse en cuenta su opinión porque se trata de alguien que ha reflexionado sobre ello. 

Las enigmáticas esferas de piedra elaboradas en época precolombina por indígenas costarricenses y su futura candidatura a patrimonio mundial, pretenden contribuir al rescate de la memoria cultural de Costa Rica y mostrar al mundo una civilización prácticamente desconocida. "La esfera es un concepto de integridad", dice el mismo autor. Desde que las esferas boruca fueron "descubiertas" en 1939 el interés por las mismas ha ido creciendo, hasta el punto de que ahora se intenta sean declaradas patrimonio mundial por la UNESCO. 

Christian Kandler, director del Museo Nacional, ha encargado que se estudien varias esferas de los dos centenares descubiertas, encontrándose en diverso estado según los casos. La erosión y la esfolización son dos de los males que pedecen las esferas por el paso del tiempo, teniendo en cuenta que la cultura boruca fue destruida por los conquistadores españoles a lo largo del siglo XVI. Una de las características es la aproximación a la redondez absoluta (en torno al 95%) y los tamaños oscilan entre los dos metros y medio hasta los 10 cm. de diámetro; algunas pesan varias toneladas. El hecho de que algunas hayan sido trasladadas, en época antigua, de su lugar original, añade otro interés a la investigación en curso.

Cuando se ven esferas anlineadas ¿se trata de alguna forma de calendario para saber cuando empiezan y terminan los equinoccios y los solsticios? Lo cierto es que la esfera ha tenido significados trascendentes en civilizaciones muy distintas, pero el interés que muestran estas radica en la singularidad de los yacimientos y la abundancia de las esferas.



jueves, 2 de agosto de 2012

Colombia precolombina

Curso y valle del río Cauca (http://acuacolo.blogspot.com.es/2014/07/rio-cauca.htm)
Por los dientes y huesos encontrados podemos saber algo sobre la vida de los pueblos indígenas que habitaban el valle del Cauca, en el oeste de Colombia, en época precolombina. Según informa "Antigua y Medieval" aquellos habitantes tenían una dieta mixta, donde la carne era consumida en pocas ocasiones; el maíz y las frutas eran, sin embargo, alimentos casi diarios. Por la vértebras encontradas se sabe que sufrieron malformaciones como consecuencia de cargar pesos ayudándose con la frente, probablemente atando la carga a la frente, lo que les hizo -si no lo eran ya- de complexión fuerte. 

Muchos de los huesos y dientes estudiados por los especialistas se encuentran en el Museo Arqueológico "Julio César Cubillos" de la Universidad del Valle. Los huesos corresponden a individuos de cuatro culturas distintas: Quimbaya, Sonso, Bolo Quebradaseca y Piartal-Tuza, remontándose a los siglos V al XV.

Se ha estudiado la forma de los huesos, el desgaste de los mismos y los dientes y sus enfermedades, como caries. Así se conoce la estatura del individuo y que la mayor parte de los habitantes eran diestros, pero también había algunos zurdos. Las cargas que llevaban a su espalda eran, en ocasiones, grandes ollas cargadas de líquidos como chicha, bebida alcohólica obtenida de la fermentación del maíz. De 15 cráneos dos tienen deformada la frente, lo que según los especialistas se debe en parte a que a los niños se les deformaba el cráneo por razones estéticas. Los dolores por llevar grandes pesos a la espalda tuvieron que ser soportados, pues así lo indican el aumento de la densidad del hueso o del cartílago.

Los indígenas de la cultura Sonso, en el centro del Valle, tenían mayor desgaste en los dientes al ser más carnívoros, además de que consumían alimentos menos elaborados. También se sabe de los de la cultura Quimbaya (entre Antioquía y el norte del Valle) que se relacionaron con gentes venidas de otras partes, posiblemente de Centro América y del Caribe, y que los de la cultura Quebradaseca provenían de los Andres.

viernes, 13 de julio de 2012

Orígenes del poblamiento americano


"Antigua y Medieval" informa que una investigación genómica parece haber resuelto cómo llegaron los nativos americanos al continente. Según un equipo internacional de científicos, con participación española, hubo una primera gran oleada migratoria que cruzó el estrecho de Bering, seguida por otras dos oleadas de expansión de origen asiático.

Por primera vez un estudio ha analizado las poblaciones nativas americanas desde la perspectiva genética para concluir que estas poblaciones surgieron de tres olas migratorias, según un estudio publicado en Nature. "La metodología de nuestro estudio es uno de los puntos fuertes de la investigación, ya que la antropología molecular permite definir los patrones genéticos que explican los asentamientos actuales. Nuestra técnica logra reconstruir el genoma y el origen del individuo a partir de la historia demográfica que contiene el ADN", dice Antonio Salas, investigador de la Universidad de Santiago de Compostela. 

Hasta ahora, el origen demográfico de América había sido un tema de investigación polémico debido a las diferentes hipótesis científicas que postularon arqueólogos y lingüistas. Ahora, la genómica da la razón a la criticada teoría del lingüista norteamericano Joseph Greenberg, que postuló tres oleadas de expansión que corresponden a las tres grandes "familias" lingüísticas: panamericana, esquimal y na-dené. Según los investigadores, la mayoría de los nativos actuales -que habitan desde Canadá hasta Chile- descienden de una primera ola migratoria y cruzaron el estrecho de Bering hace unos 15.000 años. En cambio, las otras oleadas de expansión provienen de Asia.

Los científicos han reconstruído el genoma de 52 pueblos nativos de los Estados Unidos y 17 de Siberia a partir del material genético de poblaciones modernas. Además, los autores examinaron más de 360.000 variantes genéticas. Las lenguas nativas de América son las panamericanas, de los primeros pobladores, las lenguas esquimo-aleutianas, de los esquimales (nativas de Groenlandia, el Ártico canadiense, Alaska y Siberia) y las lenguas na-dené, de los indios americanos y los apaches.

Los que hablan lenguas esquimo-aleutianas heredaron la mitad de su genoma de una segunda ola migratoria procedente de Asia. Los investigadores se refieren a los descendientes de la primera ola como "primeros americanos" y "los resultados muestran que hubo un proceso de expansión migratoria hacia el sur a lo largo de la costa, sobre todo la del Pacífico. Posteriormente hubo diferenciaciones poblacionales que produjeron un aislamiento de grupos, relativo hasta la actualidad, con muy poco intercambio genético entre ellos", señalan los expertos. Por último, los que hablan lenguas na-dené del noroeste de Norteamérica tendrían un 10% de carga genética de una tercera ola migratoria procedente también del continente asiático.

martes, 14 de febrero de 2012

Los rarámuris



"Antigua y Medieval" ha publicado una información sobre las investigaciones llevadas a cabo en Chihuahua, México, entre la comunidad tarahumara, llamándose sus miembros a sí mismos rarámuris. La belleza de algunos de los párrafos contenidos en dicha información me anima a ponerlos aquí:

Un día Dios y su hermano mayor, el Diablo, estaban sentados juntos hablando y decidieron ver quiénes podían crear humanos. Dios tomó barro puro mientras que el Diablo mezcló su barro con cenizas blancas y empezaron a formar algunas figurillas. Cuando los muñecos estuvieron listos, los quemaron para que se endurecieran. Las figuras de Dios eran más oscuras que las del Diablo. Eran los rarámuris, mientras que los del Diablo eran chabochis.

Entonces decidieron ver quién podía dar vida a las figuras. Dios sopló su aliento en sus muñecos e inmediatamente tuvieron vida, pero el Diablo, a pesar de soplar, no tuvo éxito. Se volvió hacia Dios y le preguntó: "¿Cómo hiciste eso?", de manera que Dios le enseñó cómo darle almas a sus creaciones.

Esta es una de las historias de los rarámuris que ha recogido en su obra el antropólogo William Merrill, interesado en la cultura tarahumara. En Sierra Tarahumara, en el municipio de Rejogochi, descubrió el "alma tarahumara". De acuerdo con este antropólogo -sigue informando "Antigua y Medieval"- el concepto de alma es fundamental en la visión del mundo rarámuri porque todas las explicaciones para sus acciones y estados físicos, mentales y emocionales están apoyados finalmente en sus teorías sobre la naturaleza y actividad de las almas.

Los rarámuris creen que si el cuerpo es lastimado, el bienestar y seguridad de las almas se pone en peligro, y si las almas son negligentes o abandonan el cuerpo, la persona se enfermará y morirá. Carlos Montemayor, por su parte, escribió que los tarahumaras se designan a sí mismos rarámuris (rará, que significa pie; muri, que significa correr, es decir, el que corre a pie), y que su condición, su identidad, su memoria y su pensamiento están ligados a este vocablo; y solo cuando hablan en español utilizan el término tarahumara (que alude a la rapidez de los corredores). Este autor ("Los tarahumaras: pueblo de estrellas y barrancas", Aldus, 1995) estudió escritos de los rarámuris, entre ellos los que hablan sobre la habilidad que tienen para correr y para resistir largas caminatas. También estudió el aislamiento de los rarámuris y su marcado carácter de autosuficiencia, algo que ha permitido que su experiencia con el mundo occidental sea complicada.

A los tarahumaras los conoció Antonin Artaud antes de 1936, cuando estuvo en México entre estas comunidades: El mal, para ellos, no consiste en el pecado, que no existe: el mal es la pérdida de la consciencia. Tienen un alto sentido de la justicia; buscan la reparación del daño, la restitución y el reconocimiento de las obligaciones, más que los castigos o las condenas por un delito. La cosmovisión rarámuri les hace bailar para Dios, porque tienen un compromiso con él.