sábado, 7 de agosto de 2021

Arquelógos, médicos y escultores

 

                                                    El rapto de Proserpina, obra de Bernini (*)

En una conferencia que tuve ocasión de escuchar, debida a la profesora Leticia Azcue Brea, esta expuso la evolución de la escultura desde el Renacimiento de Donatello hasta el barroco de Bernini. Lo que interesó a la conferenciante fue el canon, pero también las comparaciones, inspiraciones, aportaciones de la arqueología al progreso de la estatuaria entre los siglos XV y XVII.

La figura humana como modelo no es un redescubrimiento del Renacimiento (sí el desnudo), pues en la Edad Media la representación de humanos fue constante. La novedad del “David” de Donatello es el aniñamiento y cierto erotismo mediante la pluma que esculpe sobre un muslo. Aunque el tema es bíblico, no interesa que el héroe represente a un hombre poderoso, sorprendiendo de esta manera a los que le habían encargado la obra, los Médici. El empleo del bronce es también un saludo a la antigüedad clásica, pues aunque la mayor parte de las obras conservadas lo eran en mármol, se trataba de copias romanas.

En la “María Magdalena” en madera policromada, en cambio, intenta mostrar el sentimiento y el sufrimiento propio de la penitencia. Los brazos hombrunos de la mujer nos sorprenden, quizá para dar un mayor dramatismo a la composición, que recoge la preocupación de franciscanos y dominicos a favor de la penitencia.

Cuando Leonardo dibujó en 1490 el hombre de Vitrubio (un personaje 1.500 años anterior) tiene delante una obra del mismo, y al tiempo, el de Vinci conoció el canon llamado pseudovarroniano[i]; lo lee y presta atención al punto de vista del espectador para que la figura no se vea desproporcionada. El padano Tulio Lombardo, que vivió entre los siglos XV y XVI, aportó a todo ello la serenidad, lo que se puede ver en su “Adán”[ii] conservado en el Metropolitan Museum de Nueva York.

Más expresividad se ve en el “David” de Miguel Ángel (el rostro, tensión de los miembros)… Los escultores pintaban y dibujaban a partir de los hallazgos que les proporcionaban los arqueólogos. Un ejemplo es el “Toro Farnesio”[iii], hoy en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Otro ejemplo es el “Torso Belvedere”[iv], donde el trabajo anatómico se puede comparar con el Adán de la “Creación” miguelangelesca.

La primera versión de Cristo obra de Miguel Ángel, fue encontrada en una localidad del norte de Italia, Bassano, concretamente en el monasterio de San Vincenzo. El autor la dejó inconclusa debido a ciertas dificultades que presentó el bloque de mármol sobre el que trabajaba, y entonces realizó otra versión que se conserva en Santa María sopra Minerva, en Roma (contraposto y movimiento). Eligió el mármol blanco, como otros autores, pero ya sin la policromía de los antiguos. La “Piedad” florentina, por su parte, fue hecha cincuenta años más tarde que la del Vaticano, dejando de tallar el bloque como forma de expresividad.

Los escultores de la época que estamos estudiando estuvieron en contacto con médicos y anatomistas, e incluso los artistas asistían a disecciones para un mejor conocimiento del cuerpo humano. Vesalio, médico de Carlos de Gante, dedicó su obra De Humani Corporis Fabrica al citado rey y luego fue médico también de Felipe II. Juan Valverde de Amusco, por su parte, se tiene por un médico romano, pero su nacimiento fue en Amusco, en la actual provincia de Palencia. Las ilustraciones de sus obras se deben a Gaspar de Becerra, pintor y escultor nacido en Baeza.

La figura de Antinoo que se creyó encontrar, y que luego se sabría era un Hermes del siglo II, sirvió de modelo en todos los sentidos (hoy en el Museo de Nápoles). Excavaciones en Villa Adriana (Tívoli) dieron bustos, estatuas y otras iconografías en el siglo XVIII, por lo que en este siglo se pudo seguir admirando la antigüedad clásica sin necesidad de remitirse a las obras del Renacimiento.

El “Carlos V y el furor” del Museo del Prado, obra del milanés Leoni, aunque este nunca estuvo en España, muestra el modelo áulico que se pretendía para un rey victorioso. El autor eligió el bronce para poder hacer una armadura que permitiese o no mostrar el desnudo, solución que, en contacto con Granvela, este aceptó. El encadenado de la composición podría estar inspirado en el dolor y esfuerzo del “Laocoonte”. Y en cuanto a los estudios anatómicos, otro tanto se podría decir del “Hércules y Caco”[v] de Bandinelli, que se encuentra en la plaza de la Señoría de Florencia.

Para entonces ya el manierismo se había enseñoreado de la escultura (y de la pintura) con Benvenuto Cellini: en la ninfa de Fontainebleau el canon se alarga para ocupar el espacio disponible y que el personaje femenino no aparezca indelicadamente grueso, pero luego se añaden elementos animales que nada tienen que ver con el clasicismo. Giambologna, que ya entra en el siglo XVII, trata de vencer la gravedad con su “Mercurio”, y aún Valerio Cioli, observador de las desproporciones de la naturaleza, nos dejará obras que nada tienen que ver con los cánones admitidos por el Renacimiento: véase su “Sátiro echando agua” en el Museo Nazionale del Bargelo, Florencia.

Esto lo vamos a ver después en Velázquez, cuando pinta alguna de las figuras femeninas que acompañan a las “Meninas” o en sus bufones. También vemos figuras desproporcionadas en el retablo de la basílica de El Escorial, obra de Pompeo Leoni (hijo del anterior). Ello es debido a la distancia desde la que han de ser observadas por el espectador: las figuras que se encuentran más abajo miden 1,68 m., las del centro 1,96 y las de arriba 2,66; no de otra manera se pueden evitar distorsiones.

Bernini añadió el efectismo y el desequilibrio heredado del manierismo, añadiendo una morbidez[vi] que denota un gran conocimiento del cuerpo humano y una gran destreza técnica. En su “Apolo y Dafe” contrapone el hombre a la mujer, el vicio a la virtud, la violencia a la tranquilidad, y aporta una nota de instantaneidad muy lograda.


[i] En un principio se atribuyó a Varrón, autor del siglo I a. de C.

[ii] El pedestal que sostenía la escultura se rompió y esta quedó partida en muchas piezas, mayores y menores, que los especialistas tardaron varios años en componer. Es obra de 1490.

[iii] Vasari dice que fue encontrada la escultura a mediados del s. XVI en las Termas de Caracalla, Roma.

[iv] Debió de formar parte de una composición más compleja, guardándose ahora en el Museo Pío-Clementino (Museos Vaticanos). Primero estuvo expuesta la figura en el patio Belvedere, al norte de la basílica de San Pedro.

[v] Gigante de la mitología romana que inspira la maldad, viviendo en una cueva en la colina Aventina.

[vi] Véase su “Rapto de Proserpina”.

(*) mymodernmet.com/es/bernini-el-rapto-de-proserpina/

viernes, 6 de agosto de 2021

Renoir, Sorolla y otros

 

                                                                  Obra de Ramón Casas

Se trata de una exposición en Pontevedra donde lo que menos hay es de los pintores del título, pero no deja de tener interés porque, sin embargo, pone de manifiesto el papel de la mujer en la pintura entre finales del siglo XIX y principios del XX.

Las mujeres representadas son, generalmente, burguesas en actitud de descanso, leyendo, desnudos, practicando deporte (lo que solo era concebible entre las acomodadas), pintando al aire libre, en la playa, asistiendo a espectáculos en el teatro, en cafés o acompañadas de sus esposos u otros hombres, en el palco para asistir a una corrida de toros; la mayor parte de las veces se trata de mujeres jóvenes.

Una mujer sentada, obra de Rusiñol, contrasta con la imagen hierática de otra obra suya, una joven representada de perfil, junto a un espejo que refleja parte de su rostro y la figura del pintor. En este caso se trata de un óleo sobre lienzo de 1894 (100 por 81 cm.) que se encuentra en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Teniendo en cuenta que el autor nació en 1861 es obra de un Rusiñol todavía joven.

Algunos de los cuadros expuestos son de Ramón Casas, con su peculiarísimo estilo (una mujer burguesa), pero también hay otras obras que representan mujeres humildes (una gitana, una pastora o mujeres en la playa). De Casas se ha seleccionado una obra donde se representa a una mujer asomada a la ventana. Junto a estas pinturas destaca una mujer desnuda en bronce, obra de Gargallo, de mediano formato. Contrariamente a su predilección por el vacío, en este caso la mujer es compacta e incluso rolliza, en actitud pudorosa.

De Renoir destaca una obra titulada “Mujer e hijo en el campo”, de inconfundible factura con los colores cálidos y muy mezclados, mucho menos conocida que las escenas bulliciosas con la gente divirtiéndose en el baile o junto a un río.

Se exponen obras de Isidre Nonell, que también cultivó el dibujo, en el que el tema de la mujer se repite: su “Cabeza de gitana” fue pintada en 1906, siendo el autor aún joven. Es un óleo sobre lienzo de 54 por 46 cm. que se encuentra en el Museo Español de Arte Contemporáneo, en la ciudad universitaria de Madrid desde la década de los setenta del pasado siglo. Su obra “La Paloma”, representando a otra gitana, muestra la pincelada rápida y superpuesta con colores obscuros y el rostro de perfil reflejando nostalgia o pesar.

Más joven que los citados es Benjamín Palencia, del que se expone un desnudo, cuando sus preferencias son los paisajes, urbanos y rurales, con ensayos en diversos estilos, en algunas ocasiones bajo la influencia de Cézanne.

De Sorolla hay expuestas cuatro obras, la más llamativa (y quizá de mejor calidad) es una de pequeño formato donde se representa una escena de playa, pero también un desnudo femenino y una mujer sentada.

Algunas obras representan tenuemente el realismo declinante, otras están en la línea del impresionismo; las de Casas y otros representan escenas plácidas de la vida burguesa, bien conocida por el autor citado en la Barcelona de su tiempo. En esta exposición se produce un gran contraste cromático: la luminosidad, los rojos y amarillos por un lado, las escenas campestres por otro, pero también la soledad, la melancolía, la ociosidad de ciertos personajes, el desgarro o, al menos, la angustia, la tristeza de esas mujeres humildes, de esas gitanas.