jueves, 30 de mayo de 2019

Un Burgués de París

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A finales del siglo XVI, Étienne Pasquier[i] consideraba que el personaje que “se escondía” bajo la denominación “Un Burgués de París” era clérigo, pues el “Diario” de dicho burgués da algunas pistas sobre ello. En el siglo XIX, A. Longnon también habló de un clérigo y otros creyeron que se trató de un camarero de la catedral de París y canciller de la Universidad. Otros, en fin, también creyeron que se trató de un clérigo de la Universidad, posiblemente doctor en teología por la referencia que hace al debate que hubo en 1446. Mitre, por su parte, dice que era un clérigo de “discreto bagaje intelectual”.

El período que abarca el “Diario” que escribió el burgués al que nos referimos, comprende la batalla de Azincourt (1415), en la que el ejército francés fue vencido por el inglés en el contexto de la guerra “de los cien años” y el tratado de Troyes (1420), con la ocupación angloborgoñona de París y la reacción francesa. Contrariamente a otros, el “burgués” muestra simpatía por Borgoña al considerar justa su causa. Para los seguidores de Enrique VI, personificación de una monarquía dual anglo-francesa apoyada durante algún tiempo por el duque de Borgoña (Felipe “el bueno”)[ii], sus oponentes son armagnacs[iii], brigands[iv], ladrones, violadores, peores que sarracenos, seguidores del sedicente delfín del Vienesado[v], secuaces del sedicente rey Carlos…

Para los partidarios del delfín Carlos, sus rivales son “renegados” y genéricamente “ingleses”, aunque no sean de esa nacionalidad. El “Diario” refleja bien las penurias de una época vistas desde un París controlado políticamente durante casi veinte años por el bando borgoñón y en el que se asienta una guarnición inglesa desde 1420. Nuestro burgués podría ser considerado como un colaboracionista con las fuerzas de ocupación, pero no era el único, pues también un sector de la propia Universidad, los cuales consideraron a Juana de Arco[vi] como una simple armagnaque, representante de un mundo de visionarios. Por estos años actuó también Piéronne la bretona[vii], que tuvo el mismo fin que Juana, o Guillermo de Mende, conocido como El pastorcillo, un adolescente marcado por unos estigmas parecidos a los de Francisco de Asís. Fue hecho prisionero por los ingleses en 1431 y posiblemente ahogado en el Sena.

La liberación de Orleáns se menciona en el “Diario” con bastante menos épica de la que otros testimonios mitificadores de Juana de Arco, dando importancia, por el contrario, al frustrado intento de Juana de tomar París, circunstancia que el burgués rodea de un cierto halo de heroísmo ciudadano. Su animadversión hacia Juana sería similar a la de una buena parte de la población de la capital, que veía en ella un elemento de perturbación añadido a los que ya sufría la ciudad. Milicias parisienses filoborgoñonas fueron, en efecto, las que rechazaron a las fuerzas juanistas tras duros combates que obligaron a retirarse a los asaltantes, maldiciendo a la joven que les había prometido una fácil victoria. El burgués dice de Juana que era “una criatura con forma de mujer a la que los suyos llaman la Doncella. Pero quién fuera ella solo Dios lo sabe”.

De todas formas, la lealtad del burgués a su facción no será ilimitada, y con motivo del congreso de Arras de 1435, en donde el duque de Borgoña cambió de bando y se reconcilió con Carlos VII, se debilitará la posición inglesa y hará que París caiga, sin resistencia digna de mención, en manos de las fuerzas reales del condestable Arturo de Richemont[viii] en 1436. Desde este momento parece que los vecinos de París vieron la guerra no como una cuestión dinástica, sino nacional, y aquí el giro del burgués, que ya no usará el término armagnacs en sentido insultante, sino que los identifica con los franceses…

No fue el único que se acomodó a las nuevas circunstancias, como Jean Villiers de L’Isle Adam quien, como miembro del partido borgoñón, en 1430 fue nombrado gobernador de París, pero cinco años después se acercó a Carlos VII. Otros actuaron de forma menos descarada, como el prelado y cronista Tomás Basin, que fue obispo de Liseux (Normandía) en 1448, tras prestar juramento a Enrique VI de Inglaterra. A los pocos meses Carlos VII emprendió una demoledora ofensiva[ix] y, en 1449-1450 Enrique VI ya se encontraba en una situación insostenible; es el momento que el obispo se convierte en colaborador de Carlos VII y redacta una “Historia” de su reinado, aunque C. Beaune considera que siguió teniendo escasa simpatía por dicho rey.

Coherente fue Juan Gerson, canciller de la Universidad de París, filoborgoñón hasta 1400, pero partidario de fórmulas moderadas desde ese año, sobre todo desde el fracaso de la ordenanza Cabochien[x] en 1414, se retiró a un convento de Lyon en 1418. Igual hizo Cristina de Pizan, escritora y quizá precursora del feminismo, que agobiada por la situación de Francia, se retiró a un convento también en 1418. La política de acercamiento a Carlos VII representó un pacífico cambio, siendo la Universidad de París la que más perdió, pues tomando como pretexto su filoborgoñismo, sufrió ya desde 1436 la merma de sus privilegios. La reforma del cardenal Guillermo d’Estouteville en 1453 sirvió para que se impusiese el carácter regional de las universidades del bajo Medievo, frente al sentido internacional que habían tenido en el siglo XIII.

El “Diario” del burgués nos transmite información sobre la segunda mitad de la guerra de “los cien años” (1405-1449). Nos pone ante los ojos al París de la época, con numerosos monasterios, la abadía de Saint Denis en las proximidades de la ciudad, su embarcadero y la lonja, el mercado y la Universidad en el contexto de la guerra de los “cien años”. El estilo del “Diario” es, según E. Mitre, plano y frío, salvo en algunos momentos, siendo las fuentes del burgués, orales, así como su bagaje cultual. Hace comparaciones entre París y algunas ciudades bíblicas sitiadas, con las consecuencias del desabastecimiento de productos básicos para la población y la subida de los precios.

Las treguas firmadas en Meulan (en la región de la Isla de Francia) sirvieron para que entrasen en Les Halles grandes cantidades de tocino, pan, pescado y otros productos, pero ello no evitó el hambre y el frío en momentos determinados. Algunos pasajes son relatados con tintes dramáticos, como las matanzas borgoñonas en el París de 1418. No faltaron en el “Diario” noticias sobre los brotes epidémicos, que tuvieron efectos devastadores, comparando algún caso con la hecatombe de 1348 (peste negra). También relata episodios pintorescos, como la llegada a París de doce penitentes (quizá gitanos) en 1427, que procedían del bajo Egipto o del Peloponeso.

El clima de inseguridad espiritual está presente en el “Diario”, lo que llevó a la imposibilidad de algún obispo de tomar posesión, así como el recibimiento multitudinario, en 1429, del hermano Ricardo, sucesor de Vicente Ferrer, con sus predicaciones apocalípticas. Habla también de los lamentos por los ataques de los armagnacs en el entorno de París en 1420, “saqueando, matando, forzando mujeres, muchachas y religiosas”, quizá obra más bien de bandas irregulares que recorrían el país en el contexto del desorden existente. La inseguridad se haría endémica en los años de la ocupación o liberación (según el punto de vista) de Carlos VII. En 1439 el burgués se había hecho eco de las pesadas contribuciones que tenía que sufrir la población para hacer frente a la guerra.



[i] Político y jurista  partidario de un acercamiento entre protestantes y católicos.
[ii] Actuaba con total autonomía en sus territorios.
[iii] Los armagnacs siguieron al duque Luis II de Orleáns, consuegro de Bernard VII de Armagnac. Los borgoñones siguen a Felipe II de Borgoña, hermano del rey Carlos V.
[iv] Bandoleros.
[v] Carlos, regente entre 1418 y 1422 para los armagnac, rival de la facción anglo-borgoñona y Enrique V de Inglaterra.
[vi] Vauchez recuerda los contactos de Juana durante el episodio de Orleáns con el círculo del hermano Ricardo, el exitoso predicador en París. El séquito de Carlos VII se vio en el dilema de aprovechar el efecto movilizador promovido por la joven o el de refrenar cualquier interpretación heterodoxa que pudieran darse a su mensaje.
[vii] Decía tener visiones y quizá conoció a Juana de Arco en 1420. Aquella fue quemada en una hoguera en 1430, un año antes que Juana.
[viii] Militar servidor de Carlos VI y Carlos VII.
[ix] Treinta años atrás, Normandía había resistido a los invasores ingleses.
[x] Tendió a limitar el poder de la monarquía.


martes, 28 de mayo de 2019

"Mar viene de amargura"



El título sale de lo que decían los españoles del siglo XVI, según revela fray Antonio de Guevara en una de sus obras[i], pues gracias al mar muchos se hacían ricos, pero muchos más yacían enterrados. También los ingleses de la época consideraban que antes de mandar a un hijo hacerse marinero, era preferible convertirlo en aprendiz de verdugo. Era general en toda Europa que el mar fue visto como un espacio lleno de peligros, que solo la necesidad o la codicia animaba a adentrarse en él. En ocasiones era también por tradición familiar o “por natural inclinación”, como dejó escrito Juan Escalante de Mendoza, caballero veinticuatro de Sevilla y general de las flotas de la Carrera de Indias.

El mismo citado consideró que la pobreza era el principal impulso que llevaba a la gente al mar, pues en las ciudades portuarias, y aún en otras, había legiones de pobres y mendigos. También muchos niños huérfanos, que en ocasiones fueron reclutados para servir a alguien en las embarcaciones y fuera de ellas. El autor al que sigo dice que los documentos del Archivo de Indias informan de los niños huérfanos que, con seis o siete años, eran “adoptados” por algún oficial o maestre. Si los niños tenían padres, estos llegaban a firmar contratos de aprendizaje, que llevaba a aquellos a un período de sumisión de unos diez años, pues estos niños, además de servir en los barcos, quedaban también atados a su contratador en Indias.

Muchas personas cargadas de deudas acudían a enrolarse, pensando en desertar cuanto antes, por ello los marineros eran confinados en barcos y sometidos a vigilancia. Uno de los incentivos más irresistibles era emigrar a Indias sin pagar pasaje y burlando los controles de la Casa de la Contratación, pues una vez en América era relativamente fácil quedarse, constituyendo la lista de emigrantes ilegales.

El personal necesario para las armadas y la flota de Indias era muy numeroso; en los momentos más intensos, a fines del siglo XVI y principios del XVII, eran necesarios hasta 8.000 hombres al año. En ninguna otra empresa era necesario concentrar a tal número de trabajadores; solo los ejércitos reunían contingentes parecidos y la mayor empresa constructiva de España en el siglo XVI, el palacio-iglesia-monasterio de El Escorial, necesitó no más de mil trabajadores al mismo tiempo.

Entre la marinería se admitía a extranjeros, viéndose sobre todo portugueses, genoveses, napolitanos, malteses, flamencos y alemanes. Como muchos de estos estaban en situación ilegal en España, se resignaban a un salario más bajo con tal de enrolarse hacia las Indias. Toda la tripulación estaba confinada como siglos más tarde lo estarán los obreros en las fábricas, siendo un barco grande de la época la máquina más sofisticada conocida, y así los que alcanzaban los puestos más importantes, habían de prepararse muy cuidadosamente y bajo una supervisión constante. Pero las condiciones de trabajo eran pésimas: además de una fuerte inseguridad y un alto riesgo personal, los marineros debían estar disponibles a cualquier hora del día y de la noche según el tiempo atmosférico, y los accidentes de trabajo eran constantes, incluyendo las batallas, que eran frecuentes; además, las tripulaciones quedaban sujetas a sus jefes en tierra.

Para ascender profesionalmente en la marinería lo más importante era la experiencia, empezando por los “pajes de nao”, niños que se ocupaban de la limpieza a bordo, eran criados y cumplían ciertas funciones religiosas cantando en alto algunas lecciones de la doctrina cristiana. También llevaban el cómputo de las horas mediante grandes relojes de arena (ampolletas) que debían ser volteados cada media hora, momento en el que los pajes debían recitar una salmodia para que se supiese que no se habían olvidado.

A los diecisiete años podían ascender a grumetes, que realizaban operaciones de gran responsabilidad, como subir por la arboladura y otras tareas pesadas como la carga y descarga. A los 25 años se llegaba a marinero, que llevaba la caña del timón o realizar maniobras más complejas. A los cuarenta años estos marineros se podían considerar ancianos en muchos casos, por lo que podían pasar a contramaestres y/o guardianes, encargados de la disciplina; el despensero y el condestable eran otros cargos, este último encargado de la conservación de las armas. Un carpintero y un calafate por embarcación cobraban salarios superiores a los de la marinería.

Los cargos superiores eran el piloto, el maestre y el capitán, este último jefe militar del buque, que en las grandes naves de carga solía ser un hidalgo. El piloto debía conocer cada uno de los accidentes geográficos de las costas y podía ascender si sabía leer y escribir. El maestre era el administrador económico, que era a la vez dueño del barco salvo que este fuese muy grande, en cuyo caso se contrataba a uno que supiese el oficio y que, además, debía entregar importantes fianzas pecuniarias para garantizar la justa administración durante los ocho o nueve meses que duraba la campaña de navegación, pero en la Carrera de Indias muchos realizaban sus negocios ilegales: traficar con el cáñamo de los aparejos, sisando el vino y la comida, sustrayendo pólvora, etc.

Las condiciones de habitabilidad de los buques eran pésimas, donde el hacinamiento solo permitía un metro y medio cuadrado por persona, con animales aquí y allá. Sin embargo, el pasaje se pagaba a precio de oro, consiguiendo los más pudientes un habitáculo separado de los del resto. El calor era otro de los inconvenientes, así como la suciedad, sobre todo por la falta de agua dulce, hasta el punto de que se decía que los barcos de Su Majestad “antes se olían que se veían”. El dominico fray Tomás de la Torre dejó escrito que por el calor, “la brea del navío ardía” y que “nos trataban como a negros”, pues “no se puede imaginar hospital más sucio y de más gemidos como aquel”[ii].

Eugenio de Salazar, por su parte, escribió que “uno vomita, otro suelta los vientos, otro descarga la tripa…”[iii]. La alimentación a bordo era deficiente, porque la conservación de los alimentos se hacía mediante salazones o deshidratándolos, mientras que las botijas de agua ocupaban un gran volumen, pero esta debía ser racionada, llevando muchas veces a la sed de los viajeros. El citado Eugenio de Salazar dijo que era tal la sed que se sufría que “por beberla y no sentirla”, de la poca agua que se daba a cada persona.

Pasadas las Canarias hacia el oeste se disfrutaban los vientos alisios, dedicándose entonces los tripulantes al juego, aunque estuviese prohibido: dados, naipes y ajedrez, este último para minorías. La lectura colectiva también era un entretenimiento, encargándose o pidiéndose a uno que leyera para los que no sabían: vidas de santos, de papas, libros de caballerías y novelas pastoriles. Los juegos del amor –dice Pérez-Mallaín- estaban prohibidos, pero se hacía la vista gorda y no fueron pocos los escándalos provocados entre disimulo y disimulo, pero la homosexualidad, relativamente común entre personas que pasaban muchos meses en alta mar (y más habiendo jóvenes), aunque perseguida, se solía guardar en secreto, y si se denunciaba era más bien por un odio larvado sobre los acusados.

La profesión de marinero tenía uno de los máximos desprestigios, y quienes la ejercían procedían de los estratos más bajos de la sociedad, compartiendo con esclavos ciertos trabajos, teniendo solo consideración los que, a bordo de los buques, dirigían las operaciones militares, haciendo valer su condición de hidalgos. Don Álvaro de Bazán, “El Mozo”, por ejemplo, fue nombrado a mediados del siglo XVI marqués de Santa Cruz.

En cuanto a la persecución de delitos cometidos durante las travesías marítimas, la justicia fue cada vez más dura a medida que avanzaba la Edad Moderna, y la indefensión fue cada vez más manifiesta, e independientemente de la verdad, quedó escrito que la mar era “capa de malhechores y refugio de pecadores”[iv], donde se blasfemaba, se bebía, se engañaba, se difamaba, se robaba, se asesinaba y se fornicaba”.



[i] “De muchos trabajos que se pasan en las galeras”, 1539. Luego han citado a este autor José Luis Martínez y Pablo E. Pérez-Mallaín, autor este de “Los hombres de las rutas oceánicas hispánicas en el siglo XVI”, trabajo en el que se basa el presente resumen.
[ii] “Diario del viaje de Salamanca a Ciudad Real (Chiapas). 1544-1545”.
[iii] “La mar descrita por los mareados”.
[iv] Fray Antonio de Guevara.

sábado, 25 de mayo de 2019

España compra armas a Alemania

Fotografía de "El Mundo"

Entre 1940 y 1945 la España de Franco tuvo unas relaciones comerciales con la Alemania de Hitler consistentes en suministrar a los nazis productos para su industria (plomo, wolframio, blenda, mercurio, pirita, estroncio, espato-fluor, pieles, corcho y lana, entre otros) y alimentos (aceite de oliva, conservas de pescado…). En total, según Lucas Molina[i], 32 productos por los que Franco exigió el envío de armas modernas a España, pues no tenía sino un ejército anticuado y un armamento obsoleto.

A finales de 1942 se firmó entre los dos países un Acuerdo Comercial que permitió reactivar el clearing (o compensación por el tiempo que transcurre entre el momento de una compra y el que se paga). El Ejército español, para regular los desfases de la balanza comercial germano-española (muy desfavorable a Alemania) en 1943 reunió en Berlín a una comisión con otra alemana, reuniones que se prolongarían en el tiempo teniendo como sede también Madrid. Los negociadores españoles no estaban dispuestos a que la elevación de los precios de los armamentos por parte alemana le permitiese compensar las muchas exportaciones que España enviaba a Alemania. Esto se consiguió por parte española, pudiendo comprar las armas fabricadas en Alemania a menor precio del pretendido por dicho país.

Según el autor citado, entre 1940 y 1945 Alemania fue el principal destino de las ventas de productos españoles, el 24,74%, mientras que a Gran Bretaña el 20,53%, con la mirada puesta en el saldo definitivo de las deudas de guerra vigentes todavía. A mediados de 1942, el incesante incremento de las importaciones de productos españoles por parte de Alemania (700% en 1941 con respecto a 1940), no era compensado por el aumento de las exportaciones alemanas a España (en el mismo período, un 150%). Tras la invasión de la URSS por parte de Alemania estas cifras se acentuaron, de forma que a finales de 1942 existía un gran desfase en la balanza comercial entre Alemania y España de cerca de 200 millones de marcos (152,8 millones de marcos a finales de 1941 y 198,3 millones de marcos un año después).

Entre 1939 y 1942 la cuenta compensadora del comercio exterior entre ambos países tuvo una tremenda caída que perjudicaba a España, pues no vio compensado el desequilibrio en el clearing, cuestión que correspondió corregir al nuevo ministro de Exteriores, el conde de Jordana, que vino a sustituir a Serrano Suñer. Este era pro-nazi, pero Jordana era un militar que tenía por objetivo defender los intereses de España en esta materia, independientemente de sus responsabilidades como colaborador de las dos dictaduras, la de Primo de Rivera y la de Franco[ii]. Su segundo mandato en el ministerio de Exteriores significó un vuelco en las relaciones comerciales con Alemania, considerando que si España exportaba a Alemania y cobraba más tarde, estaba financiando gratuitamente el comercio alemán, proponiéndose firmar un tratado que corrigiese esa situación, pues el descubierto de los últimos años había crecido mucho.

El armamento alemán sería la válvula de escape que utilizarían ambos países para mantener controlado el déficit máximo aceptado en el Tratado Comercial firmado a finales de 1942[iii]. Alemania accedió a suministrar armas a España, entre otras razones por los rumores de que se preparaba un desembarco aliado en el norte de África, lo que se conoció con el nombre de Operación Torch. España no estaba preparada ni para defenderse ni para rechazar una posible invasión en su “protectorado” africano.

El Programa Bar contenía cláusulas para salvar el desequilibrio monetario entre España y Alemania, de forma que unos meses más tarde los alemanes presentaron un proyecto de entrega en los dos próximos años de armamento por valor de 1.000 millones de marcos. La mayor parte de las entregas se realizarían durante 1943 y el resto hasta 1945. Esto hacía necesaria una revisión de los precios de los productos de ambos países, sirviendo dichos 1.000 millones de marcos para enjugar el desequilibrio del clearing hispano-alemán.

Se produjeron una serie de reuniones en Madrid, donde la delegación alemana propuso considerar un coeficiente de aumento de los precios, el coeficiente de 4 sobre 1 (el valor de las exportaciones españolas debía ser cuatro veces el de las importaciones de armamento alemán). La delegación española no lo aceptó teniendo en cuenta el diferente tipo de cambio que regía en España para la divisa alemana en los años 1939 y 1943, datos que señalaban un coeficiente muy inferior al propuesto por los alemanes. Por ejemplo, en las relaciones comerciales de España con Argentina, Estados Unidos o Brasil, no se empleaba aquel coeficiente. Los españoles quería equiparar el valor de las exportaciones a Alemania con el de las importaciones de armamento alemán, lo que no fue aceptado por los delegados alemanes[iv].

Los españoles plantearon entonces que debían ponerse sobre la mesa los datos exactos de las materias primas que entraban en la fabricación del armamento, algunas de las cuales serían de procedencia española, pues España fue siempre una fuente importante de exportación de minerales a Alemania. Mientras tanto el General Martínez de Campos era Presidente de la Comisión Interministerial para la Adquisición de Material de Guerra en Berlín. Los alemanes argumentaron que para calcular el precio del armamento que se enviaría a España no se podría tener en cuenta el de la época de paz, siendo así que parte de dicho armamento se había fabricado durante la guerra.

Como durante las negociaciones sobre este asunto se había producido un parón en las exportaciones españolas, Berlín quiso desbloquear la situación, mientras que Martínez de Campos enviaba a Jordana un informe derivado de ciertas comparaciones con los precios del armamento alemán en años anteriores: “De esta comparación –decía Campos- … podrá vd. deducir que los precios actuales son superiores, llegando algunos a cuadruplicar los anteriores…”. Los datos que aporta Lucas Molina sobre el aumento de los precios del armamento alemán son muy claros, lo que puso a los ministros de los tres Ejércitos españoles (tierra, mar y aire) sobre aviso de este asunto, hicieron sus propias valoraciones y confirmaron el aumento de precios que los alemanes habían venido practicando y pretendían consolidar, lo que representaba una estafa (usando la expresión del autor al que sigo), teniendo en cuenta la necesidad que Alemania tenía de los productos de primera necesidad y para la industria por parte de España.

A mediados de 1943 se produjeron varias reuniones de miembros de los ministerios de Exteriores y de los ejércitos españoles, llegando a ciertas conclusiones sobre el escrupuloso estudio que había realizado la comisión técnica española para desvelar la ventaja que Alemania había venido teniendo con respecto a España. El Director General de Política Económica del Ministerio de Exteriores, Vicente Taberna, elaboró un informe sobre este asunto en el que se dice que las negociaciones se estaban llevando con ventaja por parte española, pues había un déficit alemán en el clearing comercial de más de 150 millones de marcos, muy por encima de los 115 millones reconocidos por parte alemana.

Entonces se intentó por parte alemana llevar el asunto al terreno político, es decir, no tanto a la objetividad de los datos que se habían aportado, sino a la necesidad que Alemania tenía de los productos que España le enviaba si quería mantenerse en la guerra. A España no le interesaba dejar de recibir el material de guerra alemán, y así el embajador alemán en Madrid envió un escrito al ministro Jordana pidiéndole que hiciese valer su influencia para reconducir este asunto, pero Jordana probablemente sabia que Alemania perdería la guerra, España necesitaba petróleo (entre otros bienes) de los aliados, y el ministro español no era pro-alemán sino muy pragmático, por lo que los aspectos políticos no primaron sobre los técnicos, y así se firmó en agosto de 1943, en San Sebastián, un Acuerdo Adicional al Convenio Comercial hispano-alemán de finales del año anterior. Este acuerdo prorrogaba un año más el de 1942, manteniendo el principio de equilibrio y el posible descubierto del clearing hispano-alemán de hasta 70 millones de marcos al final de 1944, autorizando la exportación a España de armamento alemán por valor de 216,5 millones de marcos.

Un aspecto poco o nada conocido en el que la diplomacia española no permitió que al país se le estafase como se había venido haciendo durante el mandato de Serrano Suñer.



[i] “1943. Entre la estafa y el mito…”.
[ii] Fue Ministro de Exteriores antes que Serrano. Falleció en 1944.
[iii] Un Programa de Armamentos conocido con el nombre de Programa Bar, oso en lengua alemana.
[iv] El que presidía la delegación alemana era Ernst Eisenlohr, diplomático y político alemán que había sido embajador en Grecia entre 1931 y 1936. Murió en 1958.

miércoles, 22 de mayo de 2019

El monte y las comunidades agrarias



José María Ramos Santos[i] ha publicado un interesante trabajo sobre lo que la Edad Media legó a la Moderna, en cuanto a los montes como elemento indispensable del paisaje agrario. El autor se refiere a los montes de tres provincias españolas actuales, Ávila, Salamanca y Valladolid, una superficie de unos 650 km2 repartidos por 18 términos municipales. La expansión de la agricultura y la ganadería obligaron a los municipios a reglamentar el aprovechamiento de los montes, pues su explotación presenta una casuística extraordinaria.

Las Ordenanzas que se aprobaron reflejan la valoración del monte por las comunidades campesinas, pero también la complejidad de las relaciones sociales durante la Edad Moderna. Los conflictos a causa de los montes enfrentan a personas, grupos y municipios entre sí, estudiando Ramos Santos las Ordenanzas de Madrigal de las Altas Torres y de Tordesillas contra la tendencia a la disminución de los aprovechamientos en los montes.

En 1663 –dice el autor citado- se planteó un pleito entre vecinos de la villa de Horcajo de las Torres[ii] y la de Madrigal sobre las penas impuestas a los ganaderos de la primera, que entraban con sus ganados en los montes de la segunda, pero este conflicto tiene su origen en diferencias que se remontan al menos al siglo XIV, cuando tuvo que pactarse una concordia para el aprovechamiento de los pastos. En efecto, solían darse incursiones de unos vecinos en los montes de otros pueblos para cortar leña de encina o pino, por lo que se dictaron unas Ordenanzas Antiguas de Montes a finales del siglo XIV, y otras en 1532.

Comparando estas dos Ordenanzas se observa la existencia de un monte mixto en los territorios estudiados, donde la encina y dos especies de pinos (resinero y piñonero) son dominantes. Había también dehesas donde los animales porcinos aprovechaban las bellotas, y otros terrenos, grandes extensiones de pastizales. Del pinar se aprovechaban la piña, la resina y la madera, y era posible el aprovechamiento de esta en turnos de 25 a 30 años, pero hubo casos de fraude, como revelan los investigadores.

Los matorrales de la zona estudiada son diversos tipos de retamas[iii] y el tomillo, consecuencia de las alteraciones producidas en el monte y su degradación, lo que resulta inevitable por la sobreexplotación ganadera y la corta continuada de leña. En las Ordenanzas del siglo XIV no se mencionan aquellos matorrales, mientras que sí figura el royuelo, que estaba protegido y prohibida su corta, aunque seguramente había sido extendido artificialmente por el interés económico que ofrecía, pues de él se obtenía un tinte rojizo para la industria textil.

De todas formas hubo una integración en la economía rural de estas dos plantas, el tomillo y la retama, pues en 1532 se penalizó la corta de ambas con el objeto de evitar su desaparición, aprovechándose para consumo en los hogares (tomillo), como combustible (retama), para la fabricación de colorantes a partir de las flores o como pasto para el ganado. El pastoreo abusivo en el monte es consecuencia de la importancia de la cabaña ganadera. En 1532 se establecieron dos cambios importantes: la prohibición de la entrada de ganado cabrío en el monte y la supresión del límite de 50 cabezas a partir del cual se pagaba una multa, lo que benefició a los grandes propietarios de ganado lanar, mientras que durante el reinado de Isabel I se procedió a una privatización de ciertos aprovechamientos en los bienes comunales, todo lo contrario de lo que había ocurrido durante la Edad Media, cuando los más humildes habían tenido libre acceso a los bienes de propios y comunales. Las cortas fraudulentas de leña constituyeron otra de las causas del deterioro del monte, y así se va creando un monte abierto en el que se extendieron plantas arbustivas como la retama y el tomillo.

En el siglo XVI hubo un intento por parte de la monarquía en extender las superficies forestales, justo cuando se da una lucha entre el interés de los concejos en acrecentar su poder y el de los poderes centrales por el suyo. En 1518 el rey envía a las ciudades y villas de la Corona de Castilla una provisión para el aumento y mejora de los plantíos, en lo que se ve una alarma ante la deforestación del reino, y esto llevó a un aumento de la superficie forestal plantándose pinares en dos grandes zonas del área estudiada por nuestro autor: la Vega, y a lo largo del camino que va junto al río Zapardiel[iv] hacia Foncastín[v], Zofraguilla[vi] y Torrecida del Valle[vii], en el límite con Medina del Campo. La preocupación por los montes va pareja a la de frenar la expansión del ganado, por eso la entrada de vacunos y porcinos se penalizaba con una multa, y con otras la de ganado lanar.

Pero a pesar de las Ordenanzas y de las sanciones a quienes abusasen de los aprovechamientos de los montes más allá de lo permitido, los asaltos a los montes fueron una constante durante toda la Edad Moderna, prueba de la utilidad que representaban para las economías campesinas, siendo muy difícil ponerles freno. No resultó infrecuente que fuesen los propios vecinos de un municipio los más interesados en la realización de “rompimientos” en el monte con el fin de cultivar las tierras: son los montes entradizos, los espacios más cercanos a la villa o mejor comunicados con ella. De hecho, el cultivo planificado del monte durante algunos años seguidos, dejando árboles estratégicamente dispuestos entre las tierras de cultivo, fue un recurso habitual para incrementar la producción de cereal, pero que también revertía en una mejora de la tierra cuando, pasado un tiempo, volvía a destinarse a forestal.



[i] “Ordenanzas de montes y conflictividad social en la Corona de Castilla: de la Baja Edad Media a la Edad Moderna”.
[ii] En el extremo norte de la actual provincia de Ávila.
[iii] Negra o de escobas, de tallo largo, con los tallos muy apretados, etc.
[iv] Nace en la sierra de Ávila y va en dirección a Medina del Campo, desembocando en el Duero. En su curso alto salva una gran pendiente.
[v] En el suroeste de la provincia de Valladolid.
[vi] Cerca de Tordesillas.
[vii] En el suroeste de la provincia de Valladolid.

lunes, 20 de mayo de 2019

Mujeres de la revolución soviética



La movilización de mujeres durante la revolución rusa de 1917 fue importante para caldear el ambiente, pero algunas de ellas tuvieron una cierta importancia por tratarse de luchadoras a favor de la mujer como tal, de la educación, o de la revisión del concepto de familia tradicional. Inessa Armand (Elisabeth Setéphane de Herbenville) hació en París en 1874 y murió en Beslán (Osetia del Norte) en 1920. Su familia era de religión judía y ella se casó con el heredero de una boyante industria textil rusa. Desde 1908 mantuvo correspondencia con Lenin, de cual quizá fue amante, contrayendo el cólera en el Cáucaso, falleció a la edad de 46 años.

Quizá se puede decir que la revolución soviética fue pionera en tomar conciencia de la condición de la mujer, habiendo sido Armand jefa de Jenotdel, la organización que reclamaba la igualdad de sexos en el Partido Comunista. Ella misma consideró que la maternidad era una pesada cruz insoportable para la mujer. Inauguró una escuela para niños campesinos cerca de Moscú y promovió una organización caritativa para mujeres prostitutas. Colaboró con Lenin en la propaganda antibelicista durante la primera guerra mundial y criticó la llamada “cocina casera”: para las mujeres –dijo- “y en especial para las obreras [era] un castigo insoportable que les consume todo el tiempo libre, las priva de la posibilidad de ir a las reuniones, de leer y de tomar parte en la lucha de clases”. No se planteó que las labores domésticas debían ser compartidas entre los dos cónyuges, sino que las consideraba un baldón del que debían ser liberadas por el Estado.

No pudo ver que los dirigentes del régimen comunista soviético fueron varones de forma abrumadora, por lo que “la vieja servidumbre familiar” no se superó con el nuevo régimen. Su exigencia de que la educación y el cuidado de los hijos debían ser cosa del Estado no se dio plenamente y, en todo caso, la revolución feminista con la que soñó no se dio en la Unión Soviética.

Aleksandra Kollontai, por su parte, fue embajadora en Noruega, Suecia y México, la primera vez en el mundo que una mujer desempeñaba una función como esta. De familia acomodada, su madre, sin embargo, pertenecía a una familia que había acumulado fortuna con la industria de la madera. Aleksnadra fue a estudiar a Suiza y se unió a las filas revolucionarias en 1905; luego destacó como escritora sobre temas de la mujer, la lucha de clases, la sexualidad y otros. “Para llegar a ser verdaderamente libre –escribió- la mujer debe desprenderse de las cadenas que la arroja encima la forma actual, trasnochada y opresiva, de la familia”, pero sabemos que en la Unión Soviética el modelo tradicional familiar continuó sin cambios. Fue partidaria de hacer desaparecer el matrimonio, pero fue consciente de que otras fórmulas de unión familiar eran utópicas. Aunque relacionó la libertad sexual con el sistema capitalista, como sabemos, aquella se venido imponiendo en sociedades capitalistas, y su idea de que la familia era consecuencia “del monstruoso sistema capitalista”, sabemos que aquella existió siempre, ya fuese en su forma patriarcal o nuclear, en todos los tiempos.

Junto con Inessa Armand creó el Jenotdel, un departamento de mujeres trabajadoras y campesinas del Partido Bolchevique. Se trataba de centrarse en los problemas de la mujer, que entonces iban mucho más allá de lo que hoy tenemos por tales: en 1925, en Azerbaiyán y los territorios del Asia central, más de treinta mujeres activistas perdieron la vida, víctimas de una sociedad anclara en el pasado. Este organismo también combatió los altos índices de analfabetismo, habiendo regiones donde el porcentaje de mujeres que sabían leer y escribir no superaba el 2%. Las revistas, los folletos, las poblaciones de todo tipo, trataban de superar la postración de la mujer, pero chocaban con una población que veía aquellas novedades como impropias, además de que dichas publicaciones pretendían un adoctrinamiento dirigido. Pero sí fue útil la construcción de guarderías, casas infantiles y comedores públicos.

Nadiezhda Krúpskaya destacó por su labor educativa creando las primeras bibliotecas públicas. De origen humilde, en 1894 se unió al Grupo para la Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera, donde conoció a Lenin, su futuro esposo. Detenidos ambos, parece que tuvieron la oportunidad de elegir Siberia como destino, la aldea de Shúshenskoye (Minusinsk), pero ella y Lenin fueron obligados a casarse por el rito religioso.

Allí trabajó para Iskra, el periódico de los socialistas rusos emigrados fundado en Leipzig. Tras el triunfo de la revolución, ocupó importantes puestos en el Ministerio de Educación, donde combatió el tipo de educación que había conocido, compitiendo por tener éxito y superar al otro, por eso critica el sistema de “alabanzas y reprobaciones, notas, premios y castigos”, sostiene que la religión “arranca al hombre de la sociedad”. En realidad se trata de pensamientos muy generales y adaptados a lo que se exigía de una revolucionaria comunista, pero no tiene en cuenta el papel histórico que la religión ha jugado en el mundo, aún antes de que existiesen iglesias de cada una de aquellas.

Valoró el papel que debía realizar el Komsomol con la juventud, pero en realidad este organismo no hizo otra cosa sino adoctrinar críticamente a los jóvenes. No le vendría mal al Konsomol aprender psicología, dijo, como hacen los sacerdotes católicos, con el objeto de que “las escuelas fabriles y de los poblados obreros… los niños y los adolescentes viven las inquietudes de las masas obreras”. Considerar al obrero en la fábrica capitalista como un eslabón de una cadena no evitó que, igualmente, así fuese en la práctica del nuevo estado comunista.

Julia Alexandrovna Kostenko, en 2006, publicó un estudio en el que detectó dos fenómenos: la formulación de un nuevo canon de feminidad y la superación de la idea tradicional de familia, pero la misma autora considera que sigue faltando “un estudio detallado de la actividad de los departamentos de la mujer… Fuera del foco de atención de los investigadores quedan una serie de problemas relacionados con la formación de la nueva identidad de la mujer soviética”[i].


[i] El presente resumen se basa en el trabajo de Dimitrina Jivkova Semova.

domingo, 19 de mayo de 2019

Expediciones antiguas en África

Busto del rey Juba II procedente de Volúbilis.
Museo Arqueológico de Rabat.

El rey Juba II de Numidia y luego de Mauretania, educado en Roma, fue escritor y elogiado por Plutarco, pues había ido recogiendo datos sobre una “terra incognita” en África más al sur y al este de los territorios por él conocidos. Más tarde Plinio aprovechó esta información para su “Historia Natural”. Avieno, por su parte, dice de Juba que dedicó buena parte de su vida al estudio.

De todas formas, las anotaciones de Juba II sobre las expediciones que mandó realizar en el norte de África tuvieron mucho de presunciones, según señala Enrique Gozalbes[i]. Fueron dos las direcciones de sus exploraciones, unas hacia el Atlas y el océano Atlántico, y otra hacia las fuentes del Nilo, mero intento. Ya entonces se planteó la posibilidad de circunnavegar África, como habían hecho unos fenicios a finales del siglo VII a. de C., la primera y única hasta el siglo XV. También se conservaron los intentos de Eudoxos a finales del siglo II a. de C., pero sobre todo el viaje del cartaginés Hannon, quizá en el siglo V a. de C., que habría navegado por la costa norte de Marruecos y, más al sur, habría llegado a unas islas con un volcán en erupción, islas donde había unos homínidos llamados “gorilas”.

Hannon viajó en torno a Lixus, cerca de Larache, y luego a Cerné (Mogador). Gozalbes explica que sobre este periplo de Hannon la historiografía está dividida: unos consideran que se trata de una falsificación tardía, otros que el viajero llegó hasta el golfo de Guinea, y los que consideran que el volcán en erupción sería el Teide, por lo que estaríamos ante las islas Canarias. En todo caso Juba II no tuvo en cuenta la noticia de los seres llamados “gorilas”, contrariamente a Jenofonte Lampsaceno[ii] y Estacio Seboso[iii].

Juba II quiso cerciorarse de la información facilitada por el periplo de Hannon y ordenó adentrarse en el Atlas, la cordillera más famosa de la antigüedad, pues se suponía que sostenía el cielo, pero el primer elemento de continuidad con el periplo de Hannon fue la exploración del litoral oceánico, hasta el punto de que los datos de Agripa, en época de Augusto, para la elaboración del mapa Orbis pictus procedían del relato de la exploración de Juba. El Hesperu Ceras puede ser el cabo Bojador, y las primeras islas mandadas explorar por el rey mauritano fueron las Purpurariae, en alusión a la púrpura getúlica producida en el Atlántico, que iba a cobrar una justa fama a partir de ese momento, de tal forma que se convirtió en una de las producciones más emblemáticas del África occidental, siendo un monopolio real. Plinio destaca las zonas principales de producción: Tiro, Laconia, Méninx[iv] y la costa gétula del océano en África; al tiempo identifica la región de Mogador como la Getulia, cuyos pobladores eran los autololes, al sur de los mauri y al norte de los etíopes. Juba tiene en estas exploraciones motivos científicos, pero también políticos y económicos. Por su parte, Pomponio Mela indica que los gétulos llamados pharusios y nigritas eran los que explotaban las conchas de este litoral para la fabricación de los tintes, pero según Gozalbes, estos gétulos pharusios y nitritas en la época anterior a la conquista romana, después de la misma son los que recibieron el nombre de autololes.

Después Juba ordenó la exploración de las Fortunatae insulas, que se identifican con las Canarias[v], cuyo nombre procedía de los Campos Elíseos[vi] de los primeros poetas helénicos. En el caso de España, desde que a finales del siglo XVI fray Alonso de Espinosa realizara su descripción de la isla de Tenerife, se ha identificado a las “afortunadas” con las islas Canarias. De todas formas, los exploradores de Juba no estuvieron en todas las islas, pero sí pudieron ver que ya estaban habitadas. Ombrios se llamó a una de las Canarias donde había una laguna[vii]; Iunonia tenía un pequeño templo de piedra; Capraria estaba llena de lagartos; Ninguaria fue llamada así por sus nieves eternas y por estar cubierta de niebla, que podría ser Tenerife por las nieves del Teide…

Pero ¿quién era Juba II? De origen númida, fue educado en Roma desde muy niño, tuvo por esposa a Cleopatra, hija de la egipcia del mismo nombre, y escritor muy prestigioso. Su padre, Juba I, se había alineado con Roma al hacerse cliente de Pompeyo en la guerra civil contra César, pero después del triunfo de este en la batalla de Thapso[viii], Juba I murió. Los territorios de Numidia fueron repartidos entre Roma y reyes aliados, siendo enviado a Roma el hijo del rey, futuro Juba II, que fue educado por Octavia, esposa entonces de Marco Antonio, hasta que Juba recibió la ciudadanía romana. Luego participó en las guerras cántabras junto a Augusto (años 26 y 25 a. de C.), donde este se garantió plenamente la lealtad de Juba.

La zona más meridional de África en poder de Roma, Getulia, y las Mauretaniae, la más occidental, estaban pobladas por gentes no urbanizadas y de costumbres muy “bárbaras”. Estas tierras de Marruecos y Argelia habían caído en manos de Roma y Augusto entregó el reino unificado a Juba II, quien había contraído matrimonio con Cleopatra Selene, hija de la antigua reina de Egipto y también educada en Roma. Al final de su reinado (23 de nuestra era) Juba asoció al trono a su hijo Ptolomeo, y otro Ptolomeo, el escritor, nos habla de Getulia como el pueblo de los melanogetulos, que Plinio sitúa entre los etíopes y los mauritanos, junto a los gimnetes (desnudos), farusios y los perorses, ya dando al océano.



[i] “Las exploraciones geográficas del rey Juba II de Mauretania”.
[ii] Habría hecho uso del periplo de Hannon.
[iii] De él habla Plinio.
[iv] En Túnez.
[v] Lanzarote y Fuerteventura podrían ser las islas de las Hespérides, en contraposición a las otras, las Afortunadas.
[vi] Se encontraban, según la mitología, en el Epiro.
[vii] Para Núñez de la Peña (1676) sería Hierro, pero para otros, Isla Salvaje, perteneciente a Portugal, entre Canarias y Madeira.
[viii] Al este de Túnez, en el año 46 a. de C. A partir de este momento Numidia quedó anexada a Roma.