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domingo, 31 de enero de 2021

El señor marqués no trabaja

Al sur de la provincia de Alicante se encuentra Orihuela, a orillas del río Segura. Río abajo, en el lado norte está la villa de Rafal, que dio nombre a una casa señorial, la de Rafal/Via-Manuel. Varias familias de la pequeña nobleza propietaria habían adquirido el marquesado de dicho nombre a comienzos del siglo XVII, según han estudiado Jesús Millán y Rafael Zurita[i]. Desde entonces, y aun habiendo tomado partido por el archiduque Carlos en la guerra de sucesión a la corona de España, un siglo más tarde, la familia se integró en el círculo de la aristocracia española desempeñando cargos cortesanos.

Los Rafal, sin embargo, no eran poderosos señores de vasallos sino, ante todo, grandes propietarios de tierra en el bajo Segura. Aunque contaban con algunos pequeños señoríos, gran parte de su fortuna se localizaba en tierras de realengo, por lo que su patrimonio estuvo a salvo de la problemática señorial cuando se produjo la legislación sobre la materia en el siglo XIX. A finales de éste siglo la actuación de éste linaje en la política le confirmó en la cúspide social.

A mediados del siglo XVIII el marquesado de Rafal obtenía en el bajo Segura unas 13.000 libras de renta a partir de los señoríos que, además de jurisdicción, incluían monopolios comerciales, y una superficie como dominio directo de la que el señor percibía censos fijos en metálico. En Rafal y Granja de Rocamora (algo más al norte esta localidad) el señor participaba en el diezmo, y en Benferri (algo más al oeste) el señor explotaba tierras en secano y, en un determinado momento, el señor llevó a cabo contratos enfitéuticos. Entre 1736 y 1770 (aproximadamente) las rentas obtenidas en Rafal fueron en aumento para disminuir luego; en Granja de Rocamora también fueron en aumento las rentas (aunque con algunas oscilaciones) entre 1762 y 1794 para descender después; en Benferri el aumento de las rentas fue moderado entre 1752 y diez años más tarde. Pero en el primer tercio del siglo XIX dichas rentas sufrieron un desplome, bastante común –dicen los autores citados- en los señoríos valencianos.

Pero esto no es todo: un señorío en propiedad plena (Puebla de Rocamora, al este de Rafal), que abarcaba 240 Ha. de huerta, estaba destinado a arriendos a corto plazo, representando en 1777 por éste concepto el 12% de la casa de Rafal, siendo importantes pagos en especie[ii]). Las fincas arrendadas en tierras de realengo, a mediados del XVIII, suponían al menos 28 de huertas (unas 699 Ha.) que rentaban 5.500 libras al año, mientras que 865 Ha. de secano (7 fincas) rendían solo 200 libras. Todo ello significaba un 44% de los ingresos, a los que hay que añadir propiedades urbanas en realengo y censos sobre municipios (Orihuela y Almoradi[iii]).

Los Rafal, así, formaron parte de un escalón superior al de otros influyentes propietarios ennoblecidos de la zona, máxime cuando enlazaron con los Vía-Manuel. En 1808, según la administración francesa, la casa de Rafal percibía 40.000 libras al año, el triple de lo que constituían sus ingresos medio siglo atrás, lo que no evitó que la familia, como otras nobles, sufriese un fuerte endeudamiento[iv]: en el mismo año, más de 13.000 libras sin incluir otras “de consideración” con ciertos comerciantes de la Corte.

En los señoríos los ingresos dependían, sobre todo, de las regalías y, en las áreas de enfiteusis, de los luismos (pagados al señor cuando enajenaba tierras u otras posesiones dadas en enfiteusis). Eran ingresos muy vulnerables por las oscilaciones demográficas, llevando a cabo la casa una política “poblacionista” en Benferri, al restringir la facultad del arrendatario para prescindir de la multitud de modestos “terrajeros” que cultivaban las tierras. Pero el declive demográfico afectó sobre todo a Rafal, que perdió casi un tercio de su población entre 1787 y 1857; La Granja (al norte de Rafal) perdió el 6,6% de sus vecinos, pero en Benferri se registró un amento del 21% debido a un cambio sustancial de la propiedad. Las regalías y los luismos fueron cuestionados con la legislación de Cádiz, lo que se tradujo en largas épocas sin percibirse o entraron en un declive definitivo.

La casa de Rafal fue incapaz de contener la crisis del ciclo agrario cuando se sufrieron epidemias, entraron en competencia otros productos y vinieron malas cosechas, además de la presión fiscal a lo largo del siglo XIX. Con todo, durante el régimen de la Restauración, seguían los miembros de la familia codeándose en la Corte con la alta política española.


[i] “Élites terratenientes y tipos de caciquismo…”.

[ii] En especial 100 cahíces de trigo cuyo valor podía rondar las 1.300 libras. El cahíz es una medida de capacidad equivalente a 690 kg., pero con la misma denominación se daban equivalencias distintas en otras partes.

[iii] Al este y muy cerca de Orihuela.

[iv] Jesús Millán y Rafael Zurita aportan una “Nota de los descubiertos en que se hallaba la Casa de la Excma. Sra. Marquesa de Rafal… al tiempo de su fallecimiento [febrero de 1808]”.

Mapa tomado de Wikipedia.

lunes, 18 de enero de 2021

Violencia entre bandos menestrales

 


Rafael Narbona Vizcaíno ha estudiado los conflictos entre bandos populares en la Valencia del siglo XIV[i], poniendo como ejemplo un largo pleito con extorsiones, riñas, peleas, violencia y asesinato entre 1378 y 1380. Pretende el autor citado “desentrañar las claves sociológicas de los antagonismos y solidaridades menestrales”. El pleito que detalla con minuciosidad –dice- no es excepcional sino, al contrario, muy común en los documentos del archivo de Justicia Criminal de Valencia durante la segunda mitad del siglo XIV.

Aunque la historiografía “nos tiene muy acostumbrados a aceptar la sociabilidad medieval cuanto menos como un ámbito de estudio benemérito”, dicha sociabilidad también sirvió para el conflicto en el seno de la familia, del vecindario o del oficio. El caso que estudia Narbona es un proceso desarrollado ante el Justicia Criminal de Valencia desde 1380, tras la correspondiente denuncia, las pesquisas del Justicia, las aportaciones de los testigos, las alegaciones de las partes, los interrogatorios, las sentencias y las ejecuciones capitales.

En los dos años anteriores se había ido produciendo la ruptura de las relaciones profesionales, de amistad y vecinales entre Guillem Hilari y Pere Guaita, hasta la ejecución en la horca de éste como instigador del asesinato del primero. En 1378, Bevenguda, viuda del marinero Guillem Hilari, junto a su hijo Vicent y su hija Romia, denunciaron a Pere Guaita y a Pere Sánxez por apedrear su domicilio durante nueve noches.

La mayoría de los implicados tenía el oficio de peleteros y eran vecinos, pues poseían viviendas colindantes. Las pesquisas del Justicia llevaron hasta la casa de Pere Guaita, quien se encontraba impedido por las heridas causadas en la riña con Hilari, razón por la que fue dado bajo fianza y se le tomaron testimonios en su domicilio. Se trató de una historia de violentas pasiones y de odios desenfrenados entre junio de 1378 y junio de 1380. Se empezó por la ruptura de relaciones entre las partes implicadas aunque, poco después, se hizo una tregua.

Pero a principios de abril de 1379 Pere Guaita fue multado por llevar armas prohibidas en la calle y usarlas en contra de los Hilari. Después, el enfrentamiento volvería a reproducirse, hasta que a mediados de mayo Guillem Hilari apareció gravemente herido en la calle con una gran herida en la espalda y en medio de un gran charco de sangre (pareciendo que hubiesen degollado a un toro, dice Rafael Narbona siguiendo las fuentes). Moribundo, fue trasladado a casa de Vicent Hilari y, según se hizo constar en la denuncia, el crimen se había cometido cuando la víctima regresaba del domicilio de su hermana Romia y se dirigía al de su hermano Vicent. La madre de todos ellos, Bevenguda, acusó de confabulación a un grupo de hombres como causante de la muerte, entre los cuales estaban Pere Guaita y Pere Sànxez, pero también otros, uno de los cuales recaudador de impuestos. La mayor parte de estos estaban unidos por distintos lazos de parentesco, que también se alargaban hasta el grupo enemigo formado por los hermanos Hilari y otros.

Las conclusiones a todas las diligencias condujeron hasta la confesión del asesinato, llevado a cabo por otros a instigación de Pere Guaita, quien ejercía una poderosa relación tutelar y cierta ascendencia sobre los ejecutores materiales. El pleito concluyó con la ejecución del asesino en las horcas de Carraixet[ii] y con el ajusticiamiento de Pere Guaita tres días después en el cadalso próximo al Palacio real. Sus cadáveres quedaron expuestos durante largo tiempo ante los transeúntes, pues un pregón publicado por el Justicia prohibió tocar y descender los cuerpos de los patíbulos bajo pena de muerte, con el fin de exhibir y hacer público el escarmiento dado a los criminales.

De todas formas, para sacarles la confesión a los condenados, fueron sometidos a tormento, diciendo luego ellos, cuando iban al patíbulo, que no eran culpables y que la confesión se había producido para no sufrir. No acabó aquí todo, pero para lo que nos interesa es suficiente.

El autor del estudio (Narbona Vizcaíno) explica cómo se tejió aquella espiral de violencia desde una espesa red de relaciones familiares, vecinales y profesionales, sin otro fin que la venganza. Las denuncias, las paces, las treguas, las amenazas, los encuentros armados y las emboscadas, tipifican esta frecuente violencia de los bandos populares, donde las relaciones de parentesco, vecinales o profesionales se presentaban inherentes a un conjunto de reciprocidades, solidaridades, socorro y ayuda mutua entre las partes enfrentadas.

Los gremios amparaban a sus miembros, las fiestas populares socializaban a la población, las necesidades de unos eran socorridas por otros, pero al tiempo la violencia no estaba ausente, como demuestra la investigación tomada como base para éste resumen.


[i] “Bandos populares en la Valencia del Trescientos…”.

[ii] Es un curso de agua al norte de la actual provincia de Valencia.

lunes, 12 de octubre de 2020

Enterramientos al norte de el Argar

 


Un estudio muy interesante muestra las prácticas funerarias realizadas durante el segundo milenio antes de Cristo por las poblaciones que habitaron en el sistema Bético valenciano, particularmente en el llamado Corredor de Villena, pero también en otras comarcas que no estuvieron influidas por la cultura del Argar. Para dichos territorios lo más destacado –dicen los autores del estudio- es el empleo de grietas o covachas para las inhumaciones, fuera de las zonas de hábitat.

El territorio estudiado abarca toda la provincia de Alicante y algunas zonas meridionales de la de Valencia, una superficie cercana a los 6.000 km2, configurándose el paisaje en forma de hoyas o cubetas geográficas de diferentes tamaños y morfologías, siendo una de las más destacadas la de Alcoi, de morfología irregular y atravesada por el río Serpis en un paisaje muy ondulado en los márgenes y más plano en el centro. A esta hoya se abren una serie de valles que le dan forma ramificada .

En Cocentaina, al norte de la provincia de Alicante, están la cova dels Coloms, considerada por algunos de habitación y por otros para enterramiento; también la cova del Piquet del Baladre, excavada pasada la mitad del siglo XX, y de ella proceden varios fragmentos de cerámica y de molinos, lascas y fauna, pero no han aparecido restos humanos; la cova de la Penya Banyada, en una de las laderas del Pic Negre, parece ser que no ha sido excavada, conociéndose solo un hacha de cobre y algunos fragmentos cerámicos.

En Alcoi, muy cerca de Concentaina, se encuentran la cova de la Boira, correspondiendo el nivel estratigráfico quinto a la Edad del Bronce. Se han encontrado dos fragmentos de cráneo humano junto con puntas de flecha de sílex, molinos y hachas de piedra, un diente de hoz y láminas de sílex; la cova del Cau de les Raboses, que fue escavada a mediados del siglo XX, localizándose a casi un metro de profundidad los restos de cinco individuos en posición fetal separados de lo que podría ser el ajuar. Además, molinos de piedra, fragmentos de cerámica, sílex, caracoles y cuentas de collar discoidales de piedra; y Mas del Corral es un yacimiento donde se encontraron restos de inhumaciones. Según J. Trelis, a quien citan Jover Maestre y López Padilla[i], existían dos niveles de enterramiento, correspondiendo los restos a dos individuos en el nivel superior y a varios grupos de huesos en el inferior. A finales de los años ochenta pasados se localizaron al menos restos de dos cráneos, uno de ellos infantil, así como otros huesos, cerámicas y algunos fragmentos de molinos.

En la gruta de les Llometes, también en Alcoi, se encuentran unos enterramientos –hasta seis inhumaciones- considerados de la Edad del Bronce, pero el material se halla en paradero desconocido, conservándose tan solo una laminilla de cobre o bronce. Al parecer los cadáveres estaban con las extremidades extendidas y los cráneos sobre vasijas cerámicas. En el mismo municipio el Barranc del Sint ha dado un enterramiento consistente en una inhumación en fosa abierta en lo más alto de una de las laderas del barranco, aproximadamente a un kilómetro de la boca de entrada al mismo. El esqueleto se hallaba sobre la roca en decúbito lateral derecho y, como único ajuar, al parecer, una mano de molino fragmentada situada junto al cráneo. Una capa de tierra de unos 50 cm. de espesor cubría éste enterramiento, a la que se superponía otra capa de tierra distinta de unos 20 cm. con cerámicas medievales.

M. S. Hernández, a quien citan los autores del estudio, consideró que se podía tratar de un enterramiento en cueva con niveles de habitación superpuestos, idea en la que insistió más tarde J. Vicens. En Alcoi también se encuentra Ull del Moro, con enterramientos que aparecieron en dos grietas situadas en la falda sur del cerro sobre el que se alza el poblado. En una excavación aparecieron dos cadáveres con sendas lajas aprovechando las paredes rocosas de la grieta. El ajuar constaba, al parecer, de un hacha de piedra pulida, una lámina de sílex y algunas conchas marinas. Otro enterramiento doble se localizó en una tercera grieta de 3 metros de profundidad y una boca de 2,50 por 0,70 metros. En su interior se halló el esqueleto de un adulto y el de un niño, y como único ajuar un colgante de piedra de color verdoso.

Los autores concluyen que frente a una sociedad de clases y expansiva como la argárica, con prácticas caracterizadas por la inhumación individual dentro del área de los poblados, con diferencias en los ajuares, las comunidades no argáricas por ellos estudiadas conservan sus códigos evidenciados en las prácticas funerarias en cueva o grieta –preferentemente dobles o triples y en ocasiones múltiples- cercanas al asentamiento de habitación. En algunos casos, estos últimos adoptaron como ajuares funerarios objetos de adorno en cobre, plata y oro como símbolos identificadores de las elites, teniendo su origen, no obstante, en los prototipos argáricos, con independencia de que se trate de manufacturas propias o adquiridas. Por el contrario las armas, auténtico símbolo de las elites del mundo argárico, no fueron adoptadas (que se sepa hasta el momento).


[i] Arqueología de la muerte”.

domingo, 5 de julio de 2020

Zaqueo se sube a una higuera



Dice Paulino Iradiel que en todas las ciudades de tamaño medio y grande de la Península, uno de los conflictos y enfrentamientos más frecuentes entre elite mercantil, artesanado y política fiscal municipal era la compraventa al por menor por los sectores artesanales y de los extranjeros en la ciudad[i]. El mismo autor señala que el punto cardinal de la fiscalidad de la época (se refiere a la Baja Edad Media) es la ciudad, su economía y su cultura político-institucional, y añade que “núcleo del sistema fiscal sobre las manufacturas fueron las ciudades, cada una cabeza de un espacio territorial reducido que comprendía su gobernación o simplemente su territorio”.

Aunque la teoría, desde hacía tiempo, señalaba que el fin de la fiscalidad era la “causa justa” o el bien de la comunidad, en la realidad vemos abusos, fraudes, ilegalidades, conflictos, etc. Con los recursos obtenidos mediante la fiscalidad se reconstruían murallas, fosos, se construían puentes, otras infraestructuras y se pagaba la defensa de la ciudad. Siguiendo al mismo autor citado, en todas las ciudades y centros urbanos menores, la relación entre política y economía revela el papel dominante de las instituciones locales, más que estatales, en la promoción o en la desmotivación de las actividades industriales, siendo así que la mayoría de ellas tuvieron un desarrollo sin precedentes en los sectores artesanales, que va paralelo al ascenso vertiginoso de la fiscalidad indirecta.

El motor principal para las haciendas locales fue el comercio, y el impulso prioritario residió en la actividad crediticia y en la inversión especulativa de arrendamientos. Como en otras partes de Europa, también aquí el mercado externo precedió, con mucho, al mercando interno como estímulo para el crecimiento.

Paulino Iradiel estudia en la obra citada abajo el área mediterránea de la Península (Corona de Aragón y Murcia) señalando la difusa deslocalización de las actividades manufactureras ligadas a privilegios, públicos o señoriales, que benefician a numerosos centros de diversa dimensión y a burgos rurales. Los casos de Barcelona y Valencia son distintos: en estas ciudades –dice- el peso de la industria, del capital y del volumen de población permitió armonizar las economías de sus respectivas regiones, pasando de la pluralidad de centros competitivos (siglo XIII) a uno en que cada “ciudad capital” representaba el punto nodal del crecimiento y de la innovación.

Esto sucede especialmente en la industria textil lanar y sedera, pero también en la construcción, cerámica, construcción naval, cuero, etc. Este fenómeno puede verse también, en parte, en Zaragoza, Lérida, en menor medida en la ciudad de Mallorca e incluso en algunas zonas castellanas de Murcia, Córdoba, Toledo o Ciudad Real. Durante el siglo XV todavía dominaba el proteccionismo local que pocas ciudades dominantes fueron capaces de controlar totalmente.

En Valencia ciudad la fiscalidad directa fue disminuyendo (aunque se mantuvo en los centros menores) hasta desaparecer completamente a partir de inicios del siglo XV, mientras que la indirecta se va imponiendo en las sisas[ii] (desde 1330-1340) sobre draps (paños), cueros, tejidos, lino, esparto y otras manufacturas. El constante volumen de los impuestos estuvo relacionado, como es lógico, con el mayor volumen de mercancías en movimiento (materias primas, instrumentos de trabajo, productos acabados) aunque esto no es lo único que se persigue por las autoridades, sino conseguir “fama y honra”, por eso uno de los objetivos era impedir que los productos de las zonas rurales pudieran hacer competencia a los de la ciudad (aquellos eran tenidos de peor calidad).

Especialmente frecuentes fueron las disposiciones proteccionistas en territorio valenciano, en pugna con la presencia en los mercados del Mediterráneo oriental, por la concentración de la producción en manos de pelaires y tintoreros y por la entrada constante de pañería castellana. Las décadas centrales del siglo XV fueron especialmente críticas para la pañería valenciana cuando, según alguna fuente, el oficio de “perayria” era el más importante de la ciudad. Hasta el mismo Consell de Mallorca prohibió, en 1499, la introducción de paños valencianos, pero ya en 1467 el monarca catalano-aragonés había prohibido la entrada total de paños castellanos que no fueran de “pinte e aparell” (¿lujo?).

Lo cual sucede en Murcia con relación a la pañería rural de Yecla, Chinchilla, Jumilla, Albacete y Molina; en Orihuela impidiendo la entrada de los paños valencianos, y en menor medida en otras ciudades como Córdoba o Toledo. Cada ciudad impuso sus propias reglas de protección del mercado interno, lo que supone la existencia de centros urbanos con autoridad amplia y reconocida para establecer regímenes aduaneros y favorecer fiscalmente a los productos locales, pero se mantuvo la tendencia a admitir la producción rural con la condición de que los paños fueran iguales en calidad, peso y medidas a los de la ciudad, o que entraran crudos para ser tintados y acabados en la ciudad dominante. Nunca se prohibió la entrada de paños extranjeros (flamencos, franceses o florentinos, y a veces ingleses) de calidad superior o inexistentes en la producción local.

Otra cosa es la existencia de personajes como el Zaqueo evangélico, que haciéndose con la contrata pública para cobrar los impuestos, aumentaba las cantidades a que estaban obligados los contribuyentes haciéndose así inmensamente rico.



[i] “Fisco y política económica de la manufactura urbana”.
[ii] Gravaba ciertas cosas que se vendían y para que se mantuviesen los tipos de pesos y medidas.

domingo, 21 de julio de 2019

Temer a los moros

Castillo de Rebollet (Valencia)

La última empresa de Jaime I de Aragón (1276) habría sido, según Jerónimo Zurita[i], “echar del reino de Valencia a los moros”, a lo que le había exhortado el papa Clemente IV, pero tal cosa estuvo lejos de ser realidad.

Durante el siglo XIII la rivalidad castellano-aragonesa se manifestó a la hora de repartirse territorios[ii], y el área valenciana se limitó, en ocasiones, a la prestación del vasallaje de parte de los señores musulmanes locales. La ocupación del territorio valenciano se caracterizó por una serie de tratados, y así se explica la permanencia en el país de un buen número de musulmanes, dándose una política de mantenerlos en el territorio incluso después de las primeras revueltas. También se emprendió una tarea colonizadora con musulmanes llegados del exterior, iniciativa que partió de los señores de lugares con mudéjares.

La inmigración musulmana no sobrevive, en cambio, en el siglo siguiente, quizá como consecuencia del aumento de la población cristiana y los peligros que comportaba la población islámica. Se dieron entonces dos posturas que algunos autores discuten: la de quienes se mostraron favorables a la existencia de musulmanes en Valencia y la de quienes endurecieron su oposición a ellos, lo que se demuestra en las cartas-puebla a partir de mediados del siglo XIV. Puede que los cristianos viesen a los musulmanes como competidores y colaboradores con su trabajo del poder señorial[iii], y de ahí los asaltos a las morerías de Alcira, Liria, Castellnou, Onda y Oropesa en 1276, con ocasión de la revuelta de los caudillos mudéjares; también los asaltos a la morería valenciana en 1309 y 1399, coincidiendo con la cruzada contra Almería y una expedición aragonesa a Berbería, respectivamente. Otro ejemplo es el episodio de 1455, quedando la morería valenciana reducida a la postración.

El último cuarto del siglo XIII se caracteriza por la existencia de una amplia mayoría de población mudéjar sometida a explotación y a desestructuración, lo que provoca recelos y fugas subrepticias al reino de Granada. Los cristianos, por su parte, reaccionaron periódicamente contra ello, mientras que quizá existió una política nazarí en lo tocante a la suerte de los mudéjares de Valencia[iv]. Entretanto se dio el gran alzamiento mudéjar de 1276-1277, que dejaría una fuerte impronta en las comunidades cristianas, en el que tomó parte, como en 1247-1258, Al Azraq, un caudillo que vivió al sur del reino de Valencia, aunque en 1276 se encontraba exiliado en Granada. La tregua fue pactada, pero en 1278 se levantó la población de Montesa (al suroeste de Xátiva) confiando en recibir apoyos de fuera, lo que llevó al rey Pedro III a permanecer en Valencia durante 1279 para evitarlo.

En la década siguiente menguó la alarma al estar los mudéjares privados de sus líderes aristocráticos, mientras que en Granada se intensifica la presencia meriní. A principios del siglo XIV, cuando Murcia está en manos aragonesas, Bernardo de Sarriá[v] escribe a Jaime II alarmado por los éxitos granadinos en Jaén y Alcaudete[vi], y estas no serán las únicas victorias nazaríes que susciten recelos entre los cristianos: la derrota y muerte de los infantes Pedro y Juan en la batalla de la Vega[vii] (1319) causó conmoción en Andalucía y desató una ola de histeria en Valencia. De nuevo se firmaron treguas con Granada, pero en 1323 otra vez las autoridades de Valencia temen lo peor de granadinos y meriníes.

Poco a poco se fue gestando la idea de que norteafricanos y granadinos pretendían llevar a cabo una contracruzada debido a la presencia de zenetes[viii] en territorio granadino. La operación combinada iría acompañada de un alzamiento de los mudéjares de Cocentaina[ix], Oliva, Rebollet[x] y huerta de Alicante. Se extendió el rumor (que se ha atribuido al rey castellano Alfonso XI con el objeto de recibir ayuda del rey Pedro IV de Aragón contra los magrebíes) de que el sultán granadino estaba dispuesto a recuperar Valencia. El rey aragonés solicitó ayuda económica al papa Benedicto XIII (1339), la que no consiguió porque el papa creyó que el rey aragonés quería el dinero para otras empresas, como dominar Cerdeña. El texto de la petición presenta a los meriníes como herederos de la legitimidad almohade, deseosos de recobrar los territorios “de los cuales España es fundada”. Mientras tanto seguían las correrías periódicas de los granadinos por el sur del reino valenciano.

Después de firmarse la paz de Torrellas[xi] (1304), por la que Murcia vuelve al dominio castellano, el rey aragonés escribe a Fernando IV para informarle de una reciente algara nazarí en territorio valenciano, y poco más tarde los zenetes, a sueldo de Granada, atraviesan los campos de Murcia y saquean el término de Orihuela. En 1331 el visir Ridwan corre estos campos y los de Elche para acabar saqueando Guardamar (sur de la actual provincia de Alicante) donde se apodera de veinte mil cahices de trigo. Al año siguiente Elche sufre un cerco granadino gracias a la ayuda que los mudéjares del reino valenciano prestaban, a cambio de lo cual se les permitía incluirse en la tropa hacia Granada, pero otras muchas incursiones modestas incluso resultaban ignoradas por los musulmanes valencianos, todo ello gracias a la facilidad con la que se podía atravesar el territorio murciano (Orihuela-Sangonera-Rio de Sangonera-Totana-cercanías de Lorca-frontera granadina). A fines del siglo XIV concluyó una larga etapa de paz relativa en la frontera terrestre con la muerte de Muhammad V, que había reinado en dos períodos: 1354-1359 y 1362-1391).

La judería valenciana fue asaltada en 1391, lo que se inscribe en los asaltos que ese año se dieron en otras ciudades y villas de la Península. Las autoridades, por su parte, aprovecharon la próxima partida hacia Almería de una embarcación cargada de paños para pedir a los tripulantes que actuasen como espías. Debe tenerse en cuenta que del nuevo sultán, Yusuf II, la burguesía valenciana no se fíaba, además de que el asalto a la judería había provocado una gran intranquilidad entre los mudéjares, justificada porque pocos días más tarde hubo una intentona sobre la aljama de la capital.

El furor antisemita es la principal causa de la movilización en masa de los cristianos valencianos, sobre todo cuando llegan noticias de Elche y Orihuela, víctimas de unas y otras incursiones granadinas; por eso el rey Juan I de Castilla pide al concejo de Lorca que se le dé aviso de cualquier circunstancia en dicho sentido. Martín I de Aragón, por su parte, también toma medidas fortaleciendo las plazas meridionales, sobre todo cuando recibe noticia de la matanza llevada a cabo por los granadinos sobre las huestes del maestre de Alcántara, Martín Yáñez de la Barbuda, que había participado en una incursión sobre Granada en 1394.

Durante el siglo XV continuarán los enfrentamientos: Alonso Yáñez Fajardo inició la guerra con Granada y en 1452 los castellanos vencieron a los granadinos en Los Alporchones, cerca de Lorca…


[i] Vivió en el siglo XVI y fue Cronista Mayor del reino de Aragón.
[ii] “Los mudéjares valencianos y el reino nazarí de Granada…”. En este trabajo se basa el presente resumen.
[iii] Otro tanto ocurre en el reino de Granada cuando es conquistado en 1492. Para el cristiano común su consideración como tal era el único argumento que podía separarle del mudéjar y justificar una pretendida superioridad.
[iv] García Cárcel, para un período posterior, ha señalado la interacción de los cristianos nuevos de Granada y Valencia durante los años previos a la revuelta morisca granadina de 1569. Dicho autor habla de “un inteligente montaje del mito Granada, asociado a unas connotaciones de terror febril al maligno contacto, de horror a la cultura morisca”. En la configuración de este mito jugó un papel el rey Carlos para evitar que moriscos granadinos se trasladasen al reino de Valencia, al tiempo que hubo disposiciones que vedaban el abandono de residencia de los moriscos valencianos. Pero tales medidas no fueron nuevas.
[v] Noble y almirante de la Corona de Aragón.
[vi] Al suroeste de la actual provincia de Jaén.
[vii] En Pinos Puente, al oeste de la actual provincia de Granada. El infante Pedro era hijo de Alfonso X, y Juan, de Sancho IV.
[viii] Grupo de pueblos bereberes que llegaron a formar una importante confederación, siendo otras las de los masmuda y de los sanhaya.
[ix] Al norte de la actual provincia de Alicante.
[x] En el extremo sureste de la actual provincia de Valencia.
[xi] Oeste de la actual provincia de Zaragoza.