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domingo, 11 de julio de 2021

Baza, Guadix, Almería... Granada

                                                                    Sierra de Los Filabres 
                                          (senderosdealmeria.es/sierra-de-los-filabres/)

Alonso de Palencia es el cronista de la guerra de Granada cuyo fin se relata aquí. Nacido en 1423, falleció en Sevilla en 1492, poco después de caer en manos cristianas todo el reino nazarí de Granada. 

A la rendición de Baza siguieron, bajo iguales condiciones, otras ciudades y villas, como Purchena[i], que estaba bien defendida; Tabernas[ii], Serón[iii] y otros poblados bien amurallados, así como aldeas difíciles de acceder por las escabrosas montañas de Filabres[iv] y de Bacar[v]. De la mayor parte de ellas tomó posesión el conde de Tendilla, Íñigo de Mendoza[vi].

Estando ya los musulmanes en el arrabal de Baza, los reyes entraron en la ciudad, consagraron la iglesia que durante casi ochocientos años había sido mezquita mayor, oyeron varias misas y dejaron de guarnición 500 caballos y 1.000 peones con víveres suficientes para muchos meses. Allí comprobaron los reyes la enorme cantidad de vituallas que tenía Baza: trigo, cebada, legumbres y de todo lo necesario para la vida. Incluso hubo 150 jinetes musulmanes que pidieron soldada a los reyes para ponerse a su servicio.

Los demás marcharon a Guadix para ponerse a las órdenes de Audelí[vii], que los destinó a la guarnición de Vera[viii], y Audelí salió de Guadix en dirección a Almería, preparándose para entregar esta ciudad en cuanto los reyes Isabel y Fernando llegasen a ella.

Allí llegó el rey Fernando con parte del ejército y los pendones de algunas ciudades de Andalucía, como Sevilla y Jerez; en Serón prohibió que los musulmanes fuesen situados cerca de las huertas, por temor a que cortasen árboles o hiciesen otros destrozos. Se cuidó también de que se respetasen las huertas de Prúgena, donde acampó el ejército, desencadenándose al día siguiente una tormenta. El resto del ejército, mandado por el marqués de Cádiz, no pudo atravesar las montañas, y como los soldados padecían una gran sed, mandó ir haciendo hogueras para que la nieve de las montañas se fundiese, recogiendo el agua en vasijas y logrando así sobrevivir.

Luego el rey Fernando entró en Tabernas con su ejército, entregándose las tropas a todo tipo de desmanes, y poco después acampó cerca de Almería, donde estaba el citado Audelí. El rey llevó consigo al maestre de Santiago, Alfonso de Cárdenas, y al marqués de Cádiz, mandando al comendador Gutierre de Cárdenas que fuese a Almería al encuentro de Audelí y que lo trajese al campamento cristiano.

El rey moro vino con una comitiva de solo doce caballeros, y al ver a Gutierre lo acogió amablemente, escuchándole por medio de un intérprete. Cuando Audelí estuvo en presencia del rey Fernando se postró para besar su mano, pero este rehusó tal ceremonia, ordenándole que montase en su caballo, por lo que el moro besó su propia mano en señal de humillación. El rey cristiano invitó al musulmán a entrar en su tienda donde le invitó a los manjares que estaban preparados, acompañándoles numerosa comitiva de pie. Uno era el marqués de Villena, Diego Téllez Pacheco, otro el de Tendilla, y también estaba allí Álvaro de Bazán y Garcilaso. Concluido el banquete, Audelí se levantó para volver a la ciudad de Almería y disponer lo conveniente para su entrega, siendo acompañado por una pequeña tropa del rey cristiano.

El día 22 de diciembre, siguiente al del banquete citado, todo el ejército, por orden del rey Fernando, "formó sus batallas delante de los reales", aguardando el momento de la entrega de Almería. Audelí permitió que se enarbolase la cruz y el pendón de Santiago, no reprimiendo los cristianos que allí estaban sus lágrimas, según la crónica que sigo aquí. Cuando el rey Fernando entró en la ciudad le salieron al encuentro los faquíes (santones musulmanes que vivían de la limosna) y otros principales de la ciudad para besar sus pies y las manos al vencedor.

Luego, consagrada en la iglesia la mezquita del Alcázar, el rey oyó misa que celebró el clero con gran pompa. Ese mismo día llegó la reina con su primogénita Isabel y el séquito que le correspondía, compuesto por prelados (cardenal Pedro de Mendoza, el obispo de Ávila...) y escuadrones. Se adelantó a su encuentro el rey acompañado de Audelí, que recibió con las mismas ceremonias a la reina.

La crónica dice que los presentes no vieron en los semblantes de los labradores moros ni en los vecinos de Almería, en el momento de la entrega, señal alguna de tristeza o pesadumbre, sino que más bien mostraron alegría y dieron muestra de afabilidad, pero esto puede ser más bien apreciación interesada por parte del cronista. Luego fueron entregadas Almuñécar y otras poblaciones obedientes a Audelí, faltando solo que se procediese la entrega de Granada por el rey Boabdil.


[i] En el interior de la actual provincia de Almería.

[ii] Al sur de la provincia de Almería pero no en la costa.

[iii] Al oeste de la provincia de Almería, cerca de Purchena.

[iv] En un sentido longitudinal divide la provincia de Almería antes de llegar a las llanuras orientales.

[v] Es una estribación de la anterior.

[vi] Nacido en Guadalajara en 1440, murió en Granada en 1515. Nieto del poeta Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana. Tendilla está en el suroeste de la actual provincia de Guadalajara.

[vii] Llamado por los cristianos El Zagal, fue hermano de un rey granadino y sobrino de Boabdil.

[viii] Al Este de la actual provincia de Almería.

domingo, 21 de julio de 2019

Temer a los moros

Castillo de Rebollet (Valencia)

La última empresa de Jaime I de Aragón (1276) habría sido, según Jerónimo Zurita[i], “echar del reino de Valencia a los moros”, a lo que le había exhortado el papa Clemente IV, pero tal cosa estuvo lejos de ser realidad.

Durante el siglo XIII la rivalidad castellano-aragonesa se manifestó a la hora de repartirse territorios[ii], y el área valenciana se limitó, en ocasiones, a la prestación del vasallaje de parte de los señores musulmanes locales. La ocupación del territorio valenciano se caracterizó por una serie de tratados, y así se explica la permanencia en el país de un buen número de musulmanes, dándose una política de mantenerlos en el territorio incluso después de las primeras revueltas. También se emprendió una tarea colonizadora con musulmanes llegados del exterior, iniciativa que partió de los señores de lugares con mudéjares.

La inmigración musulmana no sobrevive, en cambio, en el siglo siguiente, quizá como consecuencia del aumento de la población cristiana y los peligros que comportaba la población islámica. Se dieron entonces dos posturas que algunos autores discuten: la de quienes se mostraron favorables a la existencia de musulmanes en Valencia y la de quienes endurecieron su oposición a ellos, lo que se demuestra en las cartas-puebla a partir de mediados del siglo XIV. Puede que los cristianos viesen a los musulmanes como competidores y colaboradores con su trabajo del poder señorial[iii], y de ahí los asaltos a las morerías de Alcira, Liria, Castellnou, Onda y Oropesa en 1276, con ocasión de la revuelta de los caudillos mudéjares; también los asaltos a la morería valenciana en 1309 y 1399, coincidiendo con la cruzada contra Almería y una expedición aragonesa a Berbería, respectivamente. Otro ejemplo es el episodio de 1455, quedando la morería valenciana reducida a la postración.

El último cuarto del siglo XIII se caracteriza por la existencia de una amplia mayoría de población mudéjar sometida a explotación y a desestructuración, lo que provoca recelos y fugas subrepticias al reino de Granada. Los cristianos, por su parte, reaccionaron periódicamente contra ello, mientras que quizá existió una política nazarí en lo tocante a la suerte de los mudéjares de Valencia[iv]. Entretanto se dio el gran alzamiento mudéjar de 1276-1277, que dejaría una fuerte impronta en las comunidades cristianas, en el que tomó parte, como en 1247-1258, Al Azraq, un caudillo que vivió al sur del reino de Valencia, aunque en 1276 se encontraba exiliado en Granada. La tregua fue pactada, pero en 1278 se levantó la población de Montesa (al suroeste de Xátiva) confiando en recibir apoyos de fuera, lo que llevó al rey Pedro III a permanecer en Valencia durante 1279 para evitarlo.

En la década siguiente menguó la alarma al estar los mudéjares privados de sus líderes aristocráticos, mientras que en Granada se intensifica la presencia meriní. A principios del siglo XIV, cuando Murcia está en manos aragonesas, Bernardo de Sarriá[v] escribe a Jaime II alarmado por los éxitos granadinos en Jaén y Alcaudete[vi], y estas no serán las únicas victorias nazaríes que susciten recelos entre los cristianos: la derrota y muerte de los infantes Pedro y Juan en la batalla de la Vega[vii] (1319) causó conmoción en Andalucía y desató una ola de histeria en Valencia. De nuevo se firmaron treguas con Granada, pero en 1323 otra vez las autoridades de Valencia temen lo peor de granadinos y meriníes.

Poco a poco se fue gestando la idea de que norteafricanos y granadinos pretendían llevar a cabo una contracruzada debido a la presencia de zenetes[viii] en territorio granadino. La operación combinada iría acompañada de un alzamiento de los mudéjares de Cocentaina[ix], Oliva, Rebollet[x] y huerta de Alicante. Se extendió el rumor (que se ha atribuido al rey castellano Alfonso XI con el objeto de recibir ayuda del rey Pedro IV de Aragón contra los magrebíes) de que el sultán granadino estaba dispuesto a recuperar Valencia. El rey aragonés solicitó ayuda económica al papa Benedicto XIII (1339), la que no consiguió porque el papa creyó que el rey aragonés quería el dinero para otras empresas, como dominar Cerdeña. El texto de la petición presenta a los meriníes como herederos de la legitimidad almohade, deseosos de recobrar los territorios “de los cuales España es fundada”. Mientras tanto seguían las correrías periódicas de los granadinos por el sur del reino valenciano.

Después de firmarse la paz de Torrellas[xi] (1304), por la que Murcia vuelve al dominio castellano, el rey aragonés escribe a Fernando IV para informarle de una reciente algara nazarí en territorio valenciano, y poco más tarde los zenetes, a sueldo de Granada, atraviesan los campos de Murcia y saquean el término de Orihuela. En 1331 el visir Ridwan corre estos campos y los de Elche para acabar saqueando Guardamar (sur de la actual provincia de Alicante) donde se apodera de veinte mil cahices de trigo. Al año siguiente Elche sufre un cerco granadino gracias a la ayuda que los mudéjares del reino valenciano prestaban, a cambio de lo cual se les permitía incluirse en la tropa hacia Granada, pero otras muchas incursiones modestas incluso resultaban ignoradas por los musulmanes valencianos, todo ello gracias a la facilidad con la que se podía atravesar el territorio murciano (Orihuela-Sangonera-Rio de Sangonera-Totana-cercanías de Lorca-frontera granadina). A fines del siglo XIV concluyó una larga etapa de paz relativa en la frontera terrestre con la muerte de Muhammad V, que había reinado en dos períodos: 1354-1359 y 1362-1391).

La judería valenciana fue asaltada en 1391, lo que se inscribe en los asaltos que ese año se dieron en otras ciudades y villas de la Península. Las autoridades, por su parte, aprovecharon la próxima partida hacia Almería de una embarcación cargada de paños para pedir a los tripulantes que actuasen como espías. Debe tenerse en cuenta que del nuevo sultán, Yusuf II, la burguesía valenciana no se fíaba, además de que el asalto a la judería había provocado una gran intranquilidad entre los mudéjares, justificada porque pocos días más tarde hubo una intentona sobre la aljama de la capital.

El furor antisemita es la principal causa de la movilización en masa de los cristianos valencianos, sobre todo cuando llegan noticias de Elche y Orihuela, víctimas de unas y otras incursiones granadinas; por eso el rey Juan I de Castilla pide al concejo de Lorca que se le dé aviso de cualquier circunstancia en dicho sentido. Martín I de Aragón, por su parte, también toma medidas fortaleciendo las plazas meridionales, sobre todo cuando recibe noticia de la matanza llevada a cabo por los granadinos sobre las huestes del maestre de Alcántara, Martín Yáñez de la Barbuda, que había participado en una incursión sobre Granada en 1394.

Durante el siglo XV continuarán los enfrentamientos: Alonso Yáñez Fajardo inició la guerra con Granada y en 1452 los castellanos vencieron a los granadinos en Los Alporchones, cerca de Lorca…


[i] Vivió en el siglo XVI y fue Cronista Mayor del reino de Aragón.
[ii] “Los mudéjares valencianos y el reino nazarí de Granada…”. En este trabajo se basa el presente resumen.
[iii] Otro tanto ocurre en el reino de Granada cuando es conquistado en 1492. Para el cristiano común su consideración como tal era el único argumento que podía separarle del mudéjar y justificar una pretendida superioridad.
[iv] García Cárcel, para un período posterior, ha señalado la interacción de los cristianos nuevos de Granada y Valencia durante los años previos a la revuelta morisca granadina de 1569. Dicho autor habla de “un inteligente montaje del mito Granada, asociado a unas connotaciones de terror febril al maligno contacto, de horror a la cultura morisca”. En la configuración de este mito jugó un papel el rey Carlos para evitar que moriscos granadinos se trasladasen al reino de Valencia, al tiempo que hubo disposiciones que vedaban el abandono de residencia de los moriscos valencianos. Pero tales medidas no fueron nuevas.
[v] Noble y almirante de la Corona de Aragón.
[vi] Al suroeste de la actual provincia de Jaén.
[vii] En Pinos Puente, al oeste de la actual provincia de Granada. El infante Pedro era hijo de Alfonso X, y Juan, de Sancho IV.
[viii] Grupo de pueblos bereberes que llegaron a formar una importante confederación, siendo otras las de los masmuda y de los sanhaya.
[ix] Al norte de la actual provincia de Alicante.
[x] En el extremo sureste de la actual provincia de Valencia.
[xi] Oeste de la actual provincia de Zaragoza.

viernes, 12 de abril de 2019

"Honra de la nación Etiópica"

Granada en el siglo XVI

Puede parecer extraño imaginar la existencia de negros, en la España del siglo XVI, ejerciendo como catedráticos de universidad o juristas en la Chancillería de Granada, pero lo cierto es que existieron, y este es el objeto de estudio de Magdalena Díaz basándose, sobre todo, en una fuente, los libros escritos por Francisco Bermúdez de Pedraza[i].

Uno de esos personajes de raza negra fue Juan Latino, catedrático de la Universidad de Granada, que vivió durante el siglo XVI como esclavo de un descendiente de Gonzálo Fernández de Córdoba. Liberado de la esclavitud, ascendió socialmente como hicieron otros africanos, pocos, en la España de la época. Latino nació en torno a 1516 en Baena (Córdoba) o en Etiopía[ii], teniendo luego la amistad del arzobispo de Granada, lo que le valió para entrar como profesor en la Universidad de Granada, que no le impidió romper las alabanzas hacia sus protectores, criticando incluso al rey Felipe II, posiblemente por el comercio esclavista hacia tierras americanas.

Otro es el caso de la bordadora Catalina de Soto, a la que Bermúdez de Pedraza califica de negra “ilustre”, “Reyna de negras”, señalando que se paseaba por Granada “con dos criadas blancas detrás della”. Los reyes habían protegido la producción textil al ordenar en 1494 que no se importaran paños, salvo para ornamentar las iglesias. Posiblemente –dice Magdalena Díaz- bordara para la Iglesia, pero lo que sí es seguro es que lo hacía para las damas de la nobleza granadina.

De Catalina, Juan Latino, Cristóbal Meneses y el licenciado Ortiz, dice Bermúdez de Pedraza que eran la “honra de la nación Etiópica”. Meneses era hijo de un noble y una negra, y Elena de Céspedes había nacido en Alhama de Granada en 1545 (su origen era morisco o negro), acusada y encarcelada bajo la sospecha de ser monfi[iii], fue acompañante de la hija de su amo y, una vez liberada, se buscó la vida en diferentes partes de Andalucía como soldado, pastor, calcetera, bordadora y sastre, y después se examinó del título de cirujano en Madrid. Haciéndose pasar por hombre se casó con una mujer, siendo condenada por la Inquisición a servir en un hospital de enfermos.

El licenciado Ortiz fue abogado de la Real Chancillería de Granada, y fray Cristóbal de Meneses sabemos que perteneció a la orden dominica. De ellos y de los anteriores dice Bermúdez de Pedraza que eran “negros ilustres”. Todos ellos estuvieron vinculados, durante más o menos tiempo, con Granada, una ciudad que parecía dulcificar su carácter esclavista proveniente del continuo cautiverio  y rescate de esclavos entre cristianos y musulmanes. Con la población africana parece que se aplicó el patronazgo y el mecenazgo y no debe olvidarse que durante la dependencia de Portugal de la monarquía española, la llegada de esclavos africanos a la Península fue en tránsito hacia las colonias americanas.

Al tiempo la imagen del negro se fue transformando, desde la de un bufón a un ser exótico y vicioso, pero algunos, como los que hemos visto, son el resultado de matrimonios mixtos y, en el caso de Juan Latino, se casó con una granadina, por lo que fue mejor aceptado que los moriscos, a los que se les vio siempre reticentes a aceptar el cristianismo. En Gibraleón (Huelva), donde hubo esclavos africanos que arraigaron fuertemente, todavía hoy se puede observar el mestizaje, según Magdalena Díaz.

En la época los europeos tenían una idea de los africanos como individuos de piel oscura que habitaban un mundo raro, maravilloso y monstruoso, inventando rasgos de crueldad para justificar la dominación sobre ellos; se les veía como una especie que había que civilizar. En España, con respecto a los moriscos, al dar comienzo 1567, entró en vigor la pragmática que les obligaba a dejar sus costumbres (lengua, vestido, baño, religión…) y a adoptar el cristianismo como único credo religioso. Lo que ya había preparado Carlos I en 1526 había quedado sin cumplir hasta que el arzobispo Pedro Guerrero consiguió su aplicación.

Volviendo a nuestros personajes, todos ellos eran hijos de un noble y una negra esclava, lo que dice mucho del papel que jugaban estas en ciertas casas como barraganas u objeto de las apetencias momentáneas de sus amos. Pero lo particular de los que hemos citado es que triunfaron en sus profesiones, consiguieron integrarse en la sociedad de su época e incluso, en la mayoría de los casos, fueron protegidos por sus progenitores.



[i] Nacido en Granada en 1576, fue clérigo e historiador.
[ii] Se hablaba en la época de Etiopía para referirse al África negra al sur del Sahara.
[iii] Desterrados o exiliados por su propia voluntad que no cumplieron las capitulaciones de Granada. Para sobrevivir constituyeron cuadrillas que asaltaban y robaban.

martes, 9 de abril de 2019

Los mudéjares se rebelan

Castillejo de Abrucena (foto de Pako Manzano)

En el contexto de la guerra de Granada, a finales del siglo XV, se dieron algunas características que pone de manifiesto Cristina Segura Graíño en uno de sus trabajos[i]. En primer lugar la desproporción temporal que hay entre las distintas fases de dicha guerra, pues las tierras malagueñas cayeron en manos cristianas a lo largo de 1482-1487, mientras que las orientales del reino granadino fueron sometidas en apenas dos años. La autora se pregunta si ello es debido a la pérdida de combatividad de los nazaríes o a la benignidad de las capitulaciones en zona almeriense en comparación a la dureza de las malagueñas. También, obviamente, está la crisis del régimen nazarí, dividido internamente.

Los habitantes del reino de Granada, convertidos a la fuerza en moriscos, mantuvieron una situación de guerra endémica durante los dos primeros tercios del siglo XVI, hasta la explosión de la guerra en las Alpujarras. En cuanto a las capitulaciones que tuvieron que aceptar los granadinos, más que queridas por la población, fueron firmadas por sus autoridades colaboracionistas, lo que explica los levantamientos populares y lo deficiente de la conquista cristiana. Los habitantes de la actual provincia de Almería y este de la de Granada debieron tener noticia de los incumplimientos por parte cristiana de las capitulaciones firmadas en la región malagueña. Y tanto Boabdil como Al-Zagal –dice Segura Graíño- fueron insolidarios con su pueblo, aunque este prefiriese a dichas autoridades que al poder cristiano.

La inestabilidad de la conquista cristiana se demostró en 1490, lo que llevó a los reyes Isabel y Fernando a ordenar la expulsión de los mudéjares de las ciudades fortificadas que habían sido conquistadas. Poco después de las capitulaciones ya hay transgresiones de las mismas por ambos bandos: los mudéjares se levantaron entre 1489 y 1490 y los reyes cristianos, con esa excusa, incumplen lo pactado expulsando a los mudéjares de Almería, Baza, Guadix, Almuñécar y Fiñana[ii], centro este último de la revuelta. Tras un largo asedio, la ciudad de Baza se entregó a finales de 1489, pero los caudillos musulmanes tuvieron que vencer las reticencias de la población. Se pactó la entrega de Almería y Guadix respetando –como para todo el territorio- la hacienda a toda la población, sus modos de vida, su religión y sus equipos militares, excepto las armas de fuego, como se ha estudiado para el caso de Purchena, villas y lugares del río Almanzora y sierra de Filambres. La capitulación de Almería se habría dado en Baza a finales de 1489 o en Écija en 1490, y los habitantes de la ciudad de Baza fueron forzados a instalarse en sus arrabales.

Los reyes cristianos permanecieron en Baza hasta finales de 1489, para encaminarse con su ejército, penosamente durante el invierno, a las plazas fuertes de Almería y Guadix. La primera de estas ciudades se entregó fácilmente, pues previamente Yayah Al-Nayar había convencido a Al-Zagal de lo inútil de la resistencia. Desde aquí se fueron a Guadix las fuerzas reales, pernoctando en Fiñana y llegando a aquella ciudad al día siguiente, pero descontento el pueblo musulmán, los reyes obligaron también a los habitantes a situarse en sus arrabales, pues no se quería que aquellas tierras quedasen despobladas si se procedía a una expulsión generalizada. La población mudéjar debió jurar fidelidad a los nuevos amos y a no prestar ayuda a las fuerzas nazaríes aún no sometidas.

Los más beneficiados con las capitulaciones fueron Al-Zagal[iii], que recibió el señorío de Andarax[iv], el valle de Alhaurín[v], la mitad de las salinas de Maleha, cuya renta anual era de cuatro millones de maravedíes, y el señorío sobre dos mil mudéjares; Al-Nayar[vi] se benefició de la taha[vii] de Marxena y el tratamiento de infante, y Mahomad Haçen recibió la villa de Serón[viii].

A principios de 1490 todo el sector oriental estaba en manos de los cristianos, pero sin llegar a consolidar su dominio. Los reyes, que se han ido a Córdoba, esperan que Boabdil cumpla lo pactado en 1487, la entrega de Granada, pero no será así y se reanudaron las hostilidades con la toma de la posición de Padul[ix] por los nazaríes, y parece ser que la actitud de Boabdil se debió a la exigencia de la población, de forma que los reyes se tuvieron que dirigir a los gobernadores nazaríes, no al propio Boabdil, que proyectó una ofensiva convocando a las poblaciones mudéjares a la rebelión, con resultados positivos. Lúcar[x] sufrió un ataque por tropas procedentes de Tíjola[xi]; en la costa se produjo la rebelión de Adra, donde la población mudéjar sometió a los cristianos y esperó socorro por mar (los benimerines), pero la plaza fue recuperada por cristianos al mando de los cuales estuvo Al-Nayar. Mientras, Boabdil sitió Salobreña[xii] y penetró en la Alpujarra; luego el ejército musulmán se dirigió a las tahas de Andarax, Marxena y Alboloduy[xiii], rebelándose los mudéjares al llegar Boabdil y poniéndose bajo su mando, pero según las crónicas árabes solamente recuperó Andarax.

El sometimiento conseguido por los cristianos, en todo caso, era deficiente, y el riesgo de levantamiento mudéjar continuó. De hecho se observa una revuelta general contra los cristianos y los caudillos musulmanes aliados, que habían llegado a pactos personales. Boabdil tuvo un éxito rápido, mientras las protestas de la población musulmana iban en aumento ante los incumplimientos de las capitulaciones.

El levantamiento de Fiñana, lugar próximo a Gudadix, revistió especial virulencia, pero los cristianos sofocaron la insurrección esclavizando a toda la población y siendo expoliada en sus bienes: muebles, oro, plata, joyas, ganado, etc. constituyó el botín de los vencedores, que eran las milicias concejiles de Baza, Úbeda, Jaén, Lorca, Murcia y Cartagena. La represión cristiana terminó con la diáspora y, como medida preventiva, el rey Fernando ordenó que se evacuasen todas las plazas fuertes, siendo entonces expulsados los habitantes de Baza, Almería, Guadix y Almuñécar, además de los de otras poblaciones fortificadas. Los mudéjares debían permanecer en las huertas que rodeaban sus respectivas ciudades en espera de la llegada del rey, que partió de Córdoba talando la vega de Granada, intentó castigar a los cabecillas y volvió otra vez a Córdoba. Por su parte el concejo de Murcia recibió orden de atacar a Marxena y Alboloduy, de nuevo en manos de los musulmanes.

La rebelión fue endémica, volviendo las tahas del alto valle del Andarax a manos musulmanas, pero otra vez, intermitentemente, a poder de los cristianos. Las tahas alpujarreñas se levantaron también  y Guadix fue reprimida, lo que quizá provoco el levantamiento de los musulmanes de Fiñana, aunque otros autores dicen que esta población se rebeló antes que la de Guadix…


[i] “Notas sobre la revuelta mudéjar de 1490. El caso de Fiñana”.
[ii] Al oeste de la actual provincia de Almería.
[iii] Hermano de rey y sobrino de Boabdil.
[iv] El río Andarax está al sur de la actual provincia de Almería.
[v] En la provincia actual de Málaga.
[vi] Hijo de rey granadino e infante de Almería.
[vii] Una división administrativa del reino granadino.
[viii] Al oeste de la actual Almería y al norte de Fiñana.
[ix] Al oeste de Sierra Nevada.
[x] En el interior de la actual provincia de Almería.
[xi] Al sur de Lúcar.
[xii] Era útil para mantener contacto con África.
[xiii] Al noroeste de la ciudad de Almería.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Comerciantes genoveses en Granada



Huéscar (Granada)

Entre Ronda, Osuna y Córdoba, el campo de Montiel, Jumilla y el puerto de Cartagena, se desenvolvió, durante la Edad Moderna, un importante tráfico comercial cuyos protagonistas fueron genoveses y otros italianos, formándose verdaderas dinastías de comerciantes que tuvieron como centro la ciudad de Granada, pero también la villa de Huéscar, en el extremo norte de la actual provincia.

El tema ha sido estudiado por Rafael María Girón Pascual[1] en su tesis doctoral, donde se pone de manifiesto que no toda la colonia que se entendía por genovesa estaba formada por naturales de la ciudad ligur, sino que también había lombardos y de otros lugares de Italia, aunque la mayoría sí fuesen genoveses. No todos los que residieron en el Reino de Granada fueron mercaderes, a donde llegaron a partir de los puertos de Cartagena y Alicante o mediante la costa granadina; muchos eran criados, artesanos o de otros oficios, pero muchos se naturalizaron españoles cuando comenzaba el siglo XIX.

Uno de los pertenecientes a una importante familia de mercaderes se afincó en la villa de Torvizcón, cerca de la costa, a finales del siglo XVII, y otros se dedicaron a la medicina, el derecho y la política, sobre todo a partir de 1875. Otro fue platero, que emparentó con farmacéuticos, médicos, literatos e historiadores, pero la mayoría fueron mercaderes siguiendo la tradición comercial de Génova, que se remonta a la Edad Media y que abarcó las actividades financieras. Un memorial de 1575 habla de 25 casas de genoveses en Granada, en las que vivirían doscientas personas que comerciaban con sedas, lanas, especias, paños, lienzos, ganados y otras mercaderías. El mismo documento habla de los que estaban avecindados y solo eran ocho, uno de ellos “veinticuatro”; se trataba de grandes mercaderes que aparecen repetidas veces en la documentación consultada por el autor.

La lana tenía como principal destino Italia, y los protocolos notariales han suministrado datos sobre el comercio de este producto y el azúcar, sobre todo en Huéscar y Granada, pero también en Toledo, Madrid y Cartagena. Operaban de seis a doce compañías al año y todas ellas importaban productos manufacturados –armas, quincalleria, clavazón- paños y lienzos de Francia e Italia, papel, tintes, etc., utilizando también todas ellas cédulas, letras de cambio y préstamos dinerarios. Los dueños de estas compañías fueron emparentándose entre sí, habiendo alcanzado la consideración de “nobleza nueva” que da la riqueza.

Una de las familias más ricas fue la de los Mayolo, por lo menos entre 1565 y 1600, que enviaban grandes cantidades de lana a Italia por los puertos de Cartagena y Alicante. Los Mayolo habían sido artesanos de seda en Génova y uno de ellos llegó a ser “veinticuatro” de Granada, casándose con una morisca que pertenecía a la familia de los marqueses de Campotéjar. Los Mayolo en Génova tuvieron un dogo en la ciudad y su comercio se extendió a Amberes y Madrid, encontrándose también mercaderes de esta familia en Cartagena. Los Mayolo no se mezclaron con la “elite” granadina y casi todos sus miembros volverán a Genova.

Otros son los Venerolo y los Levanto, los primeros los más emparentados de entre los genoveses de Granada, extinguiéndose a finales del siglo XVII. Llegaron a Granada en 1563 y más tarde formaron su compañía, que tuvo contactos comerciales con Amberes, sobre todo en lana, pero luego en azúcar y finanzas. Uno de ellos fue caballero “veinticuatro” y se casó con una noble granadina de los futuros condes de Arco. Entre sus estrategias estuvo conseguir casi el monopolio de los lavaderos de lana de Huéscar.

Los Levanto fueron de menor categoría que los anteriores, levantando una empresa que tuvo importancia en el segundo cuarto del siglo XVII. Emparentaron con los Franquis, exportadores de lana, que tuvieron su momento de gloria a principios del XVII; ennoblecidos y españolizados como señores de Zehel y finalmente condes del Castillo del Tajo, se extinguirán en el siglo XVIII con el obispo de Málaga, Juan de Franquis Lasso de Castilla (1755-1774).

Entre los Adorno –otra dinastía genovesa- uno fue embajador en Madrid y sus ascendientes habían heredado una gran fortuna a partir del comercio con Granada. Económicamente muy por encima de los Mayolo o de los Veneroso, uno de ellos fue asentista del rey, interviniendo en el azúcar de la costa granadina; otro emparentó con los Brignole Sale al casarse con la hija de un embajador Brignolo, hijo del dogo de la República de Génova entre 1635 y 1637. Estos Brignole tejieron una red comercial en media Europa, formando compañía, uno de ellos, con un mercader veneciano que lavaba su lana en Villanueva de la Fuente[2], junto a Alcaraz.

Estos comerciantes contaron con factores y apoderados, criados y allegados, creándose entre aquellos una endogamia que llegó a formar albaceazgos y padrinazgos, pero no solo genoveses, sino que Girón Pascual ha estudiado también los casos de mercaderes milaneses oriundos de la ciudad de Como, que tuvieron sus intereses en el azúcar, especialmente en uno de los ingenios de la villa de Adra a finales del siglo XVI. Otros comerciaron oro, hilado, sedas y armas, teniendo alguna de estas familias milanesas intereses en Toledo y Huéscar, españolizándose algunos e integrándose en las “elites” granadinas y manchegas.

Ya hemos citado algunas localidades como Granada y Huéscar, pero también en Motril, Almuñécar, Adra, Ronda y Vélez Málaga hubo mercaderes genoveses. En Rodalquilar (sureste de la actual provincia de Almería) hubo una familia genovesa que se interesó por el alumbre (sulfato que contiene aluminio entre otros metales).

Como cabría esperar, muchos de estos comerciantes defraudaron impuestos y practicaron el contrabando a gran escala, sin lo cual sus ganancias no hubiesen sido tantas, teniendo relaciones con los linajes avecindados en los reinos de Murcia y Valencia (puertos de Cartagena y Alicante). En el reino de Jaén, la pañera ciudad de Baeza tuvo una colonia genovesa dependiente de la granadina, y en Córdoba también estuvieron varias familias genovesas en contacto con las de Granada. Los de Sevilla también estuvieron en comunicación con los de Granada, pues aquella tenía uno de los mayores puertos de Europa y era una plaza financiera de primer orden desde donde se giraban letras y cédulas en competencia con Medina del Campo y Madrid. La feria de Medina estuvo en contacto con los genoveses de Granada y, en ocasiones, se necesitó de los madrileños para atender a los pleitos ante el Consejo de Castilla o para el pago de impuestos por la exportación de lana.

La importancia de Granada para estas familias genovesas es que era sede de una Capitanía General y tenía desde antiguo un tribunal de justicia, la Real Chancillería (antes en Ciudad Real). Allí gestionaron procuradores, abogados, receptores, casi todos de origen judeoconverso, porque los comerciantes genoveses pleitearon mucho con su función de prestamistas de dinero a cambio de productos hechos, en su gran mayoría adelantado.


[1] “Las Indias de Génova. Mercaderes genoveses en el Reino de Granada durante la Edad Moderna”, 2012.
[2] En el extremo sudeste de la actual provincia de Ciudad Real. Alcaraz se encuentra al oeste de la de Albacete. En Alcaraz, desde la Edad Media, se bataneaban los tejidos para una industria textil.