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viernes, 9 de julio de 2021

El asombro ilimitado

 

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Cuanto más sepamos sobre el proceso por el que el ser humano pasó de la caza y recolección a la agricultura y ganadería, más nos asombraremos. Ha sido un fenómeno verdaderamente revolucionario, como lo calificara Gordon Childe, pero además no sabemos todo lo que cabe esperar a pesar de nuestros avances.

En una conferencia titulada “Cuatro momentos en la historia de la agricultura”, el profesor Francisco García Olmedo[i] señala que los seres humanos pertenecemos a una especie artificial, toda vez que venimos de una serie de cambios que nada tienen que ver con los primeros seres de los que procedemos. No es algo exclusivo de los seres humanos, pero somos la principal especie con dicha característica, porque otras especies son creación nuestra. Un tomate ya no era natural en tiempos de Nabucodonosor, señaló.

La mayoría de nuestros alimentos, además, no son naturales, pero por natural no debe entenderse algo inocuo por oposición a lo artificial como tóxico. La naturaleza es lo que hay antes de que el ser humano interactúe en ella; luego, hay mucho de no natural a nuestro alrededor. Hay sustancias naturales que han sido captadas y que sirven de alimento a los animales, por ejemplo las vacas, que nos suministran leche.

Sabido es que con los progresos de la agricultura en época que llamamos neolítico, hubo un crecimiento exponencial de la población en aquellos territorios donde dicha domesticación de plantas se dio, como mucho más tarde durante la revolución agrícola e industrial en Inglaterra y otras regiones de Europa. García Olmedo define “superpoblación” como el desequilibrio entre población y recursos disponibles, habiéndose dado dicha superpoblación en varios momentos.

Un estudio realizado sobre una comunidad humana en el desierto del Kalahari, la cual ha sobrevivido hasta hace poco tiempo, demuestra que los individuos no padecían obesidad, lo que era lógico por el continuo trasiego en busca de agua, alimentos, etc. Tampoco padecieron caries dental porque no conocían el azúcar, aunque consumían miel silvestre, que no produce dicha caries; pasaron hambre al final de la estación seca, eran de baja estatura y no sufrieron desnutrición, habiendo sido más consumidores de vegetales que de animales.

Remontándose a la época pre-agrícola, el profesor García Olmedo señala que algunos arqueólogos apuntan a una mejor salud de los cazadores-recolectores que de los primeros agricultores. La dieta de estos fue menos variada que la de los cazadores-recolectores, además de que estos apenas consumieron alcohol, que sí compuso la dieta -más frecuentemente- de los agricultores en la primera época. Que los cazadores-recolectores gozasen de mejor salud no se opone a que la población creciese durante el "explosión" agrícola... pues las comunidades pudieron sobrellevar la peor salud con más alimentos.

La agricultura implicó muchos inventos: despejar la vegetación mediante el fuego, el riego, la siembra, plantar, cosechar… pero no al mismo tiempo, sino que estos inventos fueron aplicados en momentos sucesivos a lo largo de un período dilatado de tiempo. Luego vino el cocinar para destoxificar los alimentos (de forma inconsciente) y ablandarlos, que ahorró en gastos calóricos por la digestión.

Las plantas no estaban en la naturaleza para alimentar a los seres humanos; fueron estos los que vieron dicho aprovechamiento, empezando más tarde con la trilla, la molienda, la fabricación de arcos, flechas y -antes incluso de los asentamientos sedentarios- se establecieron derechos de propiedad. La domesticación de animales, por su parte, fue la “guinda” –en expresión del profesor citado- de la colonización agrícola. Ganadería y agricultura son “inventos” independientes, pero sincrónicos. El arroz en Asia del Este, el trigo en Oriente próximo y el maíz en América fueron fenómenos culturales y técnicos parecidos: una operación genética extraordinaria. De la alta Mesopotamia, en territorio de la actual Turquía, se sabe que procede el primer trigo cultivado.


[i] Ingeniero agrónomo y químico, ha investigado sobre ingeniería genética de las plantas y ha sido autor de las primeras patentes sobre plantas transgénicas realizadas en España.

sábado, 8 de mayo de 2021

Domesticación y agricultura

Hoy sabemos que hay culturas neolíticas cerámicas y precerámicas, es decir, la agricultura y la ganadería no siempre se descubrieron a la par que la cerámica. También se puede decir, de acuerdo con algunos autores[i], que el pulimento de la piedra no es característica determinante de las culturas neolíticas, sino que se dio con posterioridad –en algunos casos- a la aparición de la agricultura, o bien mucho antes, como es el caso de Eurasia central.

La agricultura pudo darse por primera vez en situaciones donde, por razones religiosas, se prohibió la caza y el consumo de ciertos animales. Los hallazgos con que contamos hoy sobre el neolítico peninsular no son muy numerosos y otro tanto podemos decir de la domesticación de animales.

Se suele admitir que la agricultura y domesticación avanzó desde Anatolia, Siria, Palestina, Irak, Irán y Afganistán (para algunas especies en este último caso) y quizá los Balcanes. Entre los milenios IX y VIII se produjo el fenómeno, siendo las principales especies la esprilla[ii], que ya se daba de forma espontánea, el trigo, la escanda, la cebada, el mijo, el lino y los guisantes. En cuanto a los animales que se domesticaron antes, cabras y ovejas, bóvidos, cerdos y perros. La economía campesina llegó a Holanda antes de 4000 a. C., viniendo de Rumanía y Bulgaria, por el norte Escandinavia, Francia e Inglaterra. En la península Ibérica se dio la cerámica impresa que sirvió para contener cosechas de escanda, esprilla y cebada, además de domesticarse la oveja.

De la relación simbiótica ser humano-planta y ser humano-animal, el primero sacó provecho, lo que también se observa en el continente americano y para otras zonas del mundo. En algunas zonas se dieron formas locales de agricultura y domesticación, mientras que en otras se importaron y adaptaron, de manera que cuando llegue el quinto milenio la agricultura y domesticación de algunos animales ya se encuentra en la península Ibérica.

Al parecer, en el mesolítico tardío escandinavo se domesticaron lobos y se han encontrado bóvidos, cerdos y ovejas de pequeño tamaño entre finales del mesolítico y principios del neolítico (sauveterriense), entre 8000 y 6000 (epipaleolítico aziliense), etc. pero según la autora citada esto aún debe probarse.

En Egipto, según descubrimientos hechos en Nubia y al alto Egipto, parece que entre 15000 y 9000 hubo una actividad recolectora a lo largo del Nilo que, por determinadas circunstancias, no desembocó en la agricultura como ocurrió en el desierto del Sudán y en la plana etiópica a partir de especies locales. Lo sucedido en el quinto milenio no es la llegada de la agricultura desde el próximo Oriente, sino el reemplazo por especies más apropiadas, traídas de dicha zona.

El trigo se cultivó mezclado con la cebada, la esprilla se cultivó en los Balcanes y desde Asia Menor hasta Persia se extendió por Europa del sudeste y centro hasta llegar al sur de Suecia, Inglaterra y la península Ibérica. La escanda se cultivó en la Transcaucasia, el sureste de Turquía y Kurdistán, se difundió luego por Europa llegando hasta occidente, pero también se cultivó en Egipto.

El trigo candeal parece ser un híbrido de otras especies, habiéndose cultivado en Asia central hasta el desierto de Siria y luego en Europa. La cebada fue en principio una mala hierba que, en su forma silvestre, se extendía desde el Este del Mediterráneo hasta Afganistán, con dos especies, una robusta en Palestina y otra pequeña más al Este. Otras plantas fueron el mijo y el centeno, pero al igual que la vid y el olivo, son de aparición más tardía en la península Ibérica.



[i] Isabel L. Rubio de Miguel, “Bases para el estudio de la economía agrícola y ganadera en el neolítico hispano”.

[ii] Una gramínea de volumen muy inferior al de la escanda.

lunes, 14 de diciembre de 2020

Caminos de la Mesta

                                                                       Cañada soriana 
                                                   (El_espiritu_del_lugar_en_las_Canadas)

Allí donde nace el río Tiétar, en Venta del Cojo, llegaban los rebaños de la Mesta cada año, uno de los Puertos Reales por donde pasaban, en 1477, el 75% de las ovejas trashumantes. El lugar se encuentra en el actual municipio de Rozas del Puerto Real, en el extremo suroccidental de la provincia de Madrid, a donde llegan las estribaciones del Sistema Central.

Los rebaños provenían de la actual provincia de León para entrar luego en las de Palencia, Valladolid, Segovia y Ávila, siguiendo por las de Toledo, Cáceres y Badajoz. En los campos extremeños pastaban los rebaños en invierno con todo su aparato de normas, personal, pleitos, privilegios y disposiciones.

Otro de los Puertos Reales era Villaharta, en la actual provincia de Córdoba y en plena Sierra Morena, donde predominan las encinas. Procedían los rebaños de La Rioja pasando por las actuales provincias de Soria, Guadalajara, Madrid, Toledo, Ciudad Real y llegar a Andalucía.

Torre de San Esteban Hambrán está al norte de la actual provincia de Toledo, otro Puerto Real de la Mesta donde confluyen varios arroyos (Camarcena, de la Cañada, de Montrueque) que van a dar a otros para desaguar en el río Alberche. Y otros Puertos Reales estaban en Rama Castañas (al sur de la provincia de Ávila), La Puebla de Montalbán (en el centro de la provincia de Toledo), Abadía (al norte de la provincia de Cáceres)  y Socuéllamos (al noreste de la actual provincia de Ciudad Real).

A mediados del siglo XVIII la mayor parte de las ovejas mesteñas eran de ganaderos de Madrid y de comunidades eclesiásticas, probablemente porque la mayor parte de los “cosecheros” de lana se encontraban ya en la capital de España, según Pedro de Calatayud[i].

Los Puertos Reales eran los lugares establecidos donde los mesteños debían pagar los impuestos por el uso de los caminos y el aprovechamiento de los pastos. Cuando Julius Klein estudió la Mesta se basó en una fuente que aporta datos sobre un juicio que tuvo lugar en 1561 a causa de los peajes pagados por los mesteños en tierras del Campo de Calatrava, pero también pudo ver que, en esa fecha, la Mesta había alcanzado un desarrollo extraordinario, y aún no había llegado al máximo.

En la montaña leonesa se encuentra Rabanal de Luna, donde pastaban las ovejas durante el verano, y hacia el sudeste se encuentra el monasterio de Gradefes, a donde se dirigían los rebaños. Luego los caminos de trashumantes se adentraban en Tierra de Campos para seguir hacia el sur con varias ramificaciones.

Alcanzando el valle de Amblés, en el centro de la provincia de Ávila, las ovejas se desplazaban hasta atravesar el río Adaja, pero antes habían pasado por alturas que superaban los 1.400 metros sobre el nivel del mar en el cerro de Gorría, para descender hasta Mengamuñoz y luego volver a subir hasta el puerto de Menga.

Ramón Carande ha señalado respecto de la Mesta que lo que pudo haber sido una “democracia” de pastores degeneró en una oligarquía de grandes ganaderos. En efecto, a principios del siglo XVI adquieren importancia los pastores riberiegos[ii] que acapararon los pastos en perjuicio de los “hermanos serranos”, verdaderos fundadores de la Mesta. La última evolución de la trashumancia fue el pastoreo trasterminante o travesío, en el que los rebaños salen de sus suelos a otras jurisdicciones pero sin desplazamientos largos, para evitar los Puertos Reales y así el pago de impuestos, servicio y montazgo[iii].

En la segunda mitad del siglo XVIII estaban asociados a la Mesta más de 46.000 ganaderos, de los que no llegaban al 18% los considerados trashumantes, mientras que el 82% eran estantes. La mayor parte de los primeros pertenecía a los partidos de Soria y Segovia, seguidos de lejos por los de León y Cuenca. En la misma época citada unos 2,4 millones de cabezas emigraban estacionalmente, estando el 34% en manos de 78 “ganaderos gruesos”[iv].

Venta del Cojo y Torre de Esteban Hambrán dominaban, respectivamente, las rutas del alto y del bajo Alberche; Socuéllamos era el punto de convergencia de las rutas que procedían de las tierras altas de Cuenca; Montalbán era el cruce principal del Tajo; Rama Castañas era la salida de la sierra de Gredos (en dirección sur) por el puerto del Pico. Otros ocho puntos secundarios eran Puerto de Pedrosín, Malpartida, Albalá, Berrocalejo[v], Candeleda[vi], Puente del Arzobispo[vii], Alcázar de San Juan[viii] y Chinchilla[ix].

En el siglo XVIII, según el marqués de Saltillo[x], el conde de Fuerteventura poseía casi 16.000 cabezas lanares y 568 cabras, algo parecido a otro ganadero que poseía 15.699 ovejas. El conde de Gómara más de 14.400 ovejas y 484 cabras. El marqués de Zafra poseía 7.761 ovejas y 467 cabras, pero era superado por otro ganadero sin título nobiliario que poseía 12.790 ovejas; esto solo referido a los partidos de Soria, existiendo otros con propiedades menores de ganado.



[i] “Tratados y doctrinas prácticas sobre ventas y compras de lanas merinas”, Toledo, 1761. El autor nació en Tafalla en 1689 y murió en Bolonia en 1773, a donde tuvo que marcharse cuando la expulsión de los jesuitas.

[ii] Los no trashumantes.

[iii] Desde mediados del siglo XIV se estableció que los trashumantes pagasen el “servicio de ganados”, impuesto extraordinario que autorizaron las Cortes pero que luego se convirtió en ordinario

[v] En la actual provincia de Cáceres: al sur Malpartida y Albalá, y al este Berrocalejo.

[vi] Al sur de la actual provincia de Ávila.

[vii] Al oeste de la actual provincia de Toledo.

[viii] Noreste de la actual provincia de Ciudad Real.

[ix] Chinchilla de Montearagón está en el interior de la provincia de Albacete.

[x] “Ganaderos sorianos del siglo XVIII”, Celtiberia, número 2, 1951

sábado, 27 de julio de 2019

El Juez de Términos y pleitos por la tierra

Paisaje de Alcalá la Real (suroeste de Jaén)*
La inveterada costumbre humana de apropiarse de lo ajeno ha hecho que se intentasen corregir las usurpaciones, en el caso que nos ocupa de tierras, tanto durante la baja Edad Media como posteriormente en España. La expansión de los reinos cristianos durante el siglo XIII a costa de los reinos musulmanes, hizo que muchas tierras, poco pobladas en ocasiones, fuesen concedidas a campesinos, pero sobre todo a nobles que habían colaborado en la conquista. Otro tanto puede decirse del alto clero y de autoridades concejiles.

Óscar Cabrera ha estudiado el papel de los Jueces de Términos ante la usurpación de tierras y derechos comunales, deteniéndose en un pleito del concejo de Alcalá la Real contra un vecino por aprovechamiento de un lugar llamado Peñuelas Pardas. Ladero Quesada ha definido los Jueces de Términos como los “pesquisidores eventuales nombrados por la Corona a través del Consejo Real, cuya misión principal consistía en inquirir y juzgar para que se restituyesen a su estado originario los límites de los términos municipales”.

Ya en las Partidas –dice Óscar Cabrera- se recoge la figura del Juez delegado, puesto para oír algunos pleitos señalados por mandato del rey. En otras ocasiones se les llama Jueces Asistentes, los cuales actuaban mientras no era nombrado el Juez de Términos, que a su vez podía ser ayudado por otros jueces. El salario del Juez de Términos fue alto (primera mitad del siglo XV en Castilla), pues cobraba directamente de la Corona, aunque era el concejo el encargado de encontrarle alojamiento, mantenimiento y los gastos del mismo. Cuando los concejos fueron los encargados de pagar al Juez de Términos, la falta de pago fue la norma, de forma que el propio Juez tenía que cobrar a través de las multas que imponía a los infractores.

El procedimiento judicial era como sigue[i]: lo primero era la denuncia de la infracción que, una vez llegaba al Juez de Términos, este informaba a la parte contraria para que en un plazo que fue de 30 días y más tarde de 60, presentase la documentación que acreditase la propiedad de las tierras que ocupaba. El juez, una vez estudiado el caso, dictaba sentencia, que si era favorable al concejo, las penas y costas condenaban al infractor, pero este seguía litigando en la mayor parte de los casos[ii]. Si los acusados ofrecían resistencia a la ocupación de tierras por el concejo o hacían falsos alegatos, perdían los derechos que pudieran tener sobre la propiedad, y estaban obligados a devolver las rentas y frutos obtenidos desde la ocupación.

Las tierras más alejadas del núcleo poblacional y que generalmente no estaban aprovechadas, eran los baldíos, que tuvieron un papel fundamental en la estructura económica de Castilla. En cuanto a la tierra de propiedad comunal existe una viva polémica sobre la diferencia en si son realengas, comunales o baldíos; estas tierras comunales eran concejiles que se concedían en usufructo gratuito. Las tierras de propios pertenecían también al concejo, pero las podía arrendar para financiar sus gastos. Las tierras baldías o realengas se caracterizaban por su gran extensión y la falta o incompleta reglamentación para su utilidad. Era común que alguien las ocupase para su aprovechamiento: labranza o pasto.

Durante la baja Edad Media fueron frecuentes los litigios entre los concejos sobre la delimitación de sus términos; en otras ocasiones los pleitos eran entre particulares y los concejos, no siendo ejecutadas las sentencias en muchas ocasiones, o bien se ejecutaban pero, al cabo de un tiempo, los usurpadores volvían a ocupar las tierras concejiles.

La primera mitad del siglo XVI fue un período crucial para la consolidación de las estructuras de gobierno, no siendo ya el concejo el que solicita la intervención del Juez de Términos, sino la Corona, haciendo comprender que las tierras eran de la misma, de forma que los concejos solo tenían el dominio útil, pero la nuda propiedad quedaba reservada al Estado.

Ya antes, tras la conquista de Granada, la Corona reactivó su poder limitando los abusos señoriales, y tras los conflictos comunero y agermanado, desde 1525 aproximadamente, vuelven a ser numerosos los pleitos de términos. En la segunda mitad del siglo XVI hubo un cambio importante: la Corona vendió muchos baldíos a concejos, a pequeños y grandes propietarios, a nobles y oligarquías, vendiendo en ocasiones incluso la jurisdicción. En el año citado, precisamente, el concejo de Alcalá la Real activa una Orden Real del rey Carlos, autorizando a repartir entre sus vecinos las tierras baldías del municipio que estaban siendo ocupadas por foráneos y las mantenían improductivas.

Los usurpadores solían alegar que la ocupación de tierras baldías era una costumbre que se había consolidado, que ponían las tierras en valor y otras ventajas. Pero lo cierto es que cuando dichas tierras se cultivaron se produjo un importante descenso de la masa forestal. El autor del trabajo al que sigo aquí señala que tenemos constancia de apropiaciones indebidas de tierras baldías en 1543, así como de bienes comunales “en la cabeza del Cerero en el camino de Frailes”; en 1547 una dehesa en Fuente Tetar y en 1549 las tierras tomadas por unos vecinos en el vado del Carrizal. Más tarde se constata la usurpación de un camino público entre Santana y el Salobral, que se encontraba roturado, sembrado y prohibido el paso.

La deforestación y roturación de los baldíos comunales fue consecuencia de la ocupación indebida ante la demanda de la creciente población. La sociedad del Antiguo Régimen, basada en la desigualdad y en el privilegio de unos pocos, llevaba a sus integrantes a un afán pleiteante que afectaba a todos los estamentos sociales. Con la usurpación de tierras incultas, concretamente en Alcalá la Real, se dio un proceso de decadencia que se acentuó con la política de los Austrias, sabido que la Corona y los concejos utilizaron los bienes comunales como una estrategia para paliar la situación financiera.

Las sentencias de los Jueces de Términos, generalmente contrarias a los usurpadores, favorecieron a los dueños de ganados, al mantener el uso comunal anterior.




[i] “Usurpación de tierras y derechos comunales…”, cuyo autor es Óscar Cabrera. En este trabajo se basa el presente resumen.
[ii] Pero el condenado a devolver las tierras lo debía hacer independientemente del resultado en otras instancias judiciales (desde 1552), el Consejo Real, que encargaba de tales asuntos a las Audiencias Reales. 
alcalalareal.es/index.php?menu=3&seccion=561

miércoles, 22 de mayo de 2019

El monte y las comunidades agrarias



José María Ramos Santos[i] ha publicado un interesante trabajo sobre lo que la Edad Media legó a la Moderna, en cuanto a los montes como elemento indispensable del paisaje agrario. El autor se refiere a los montes de tres provincias españolas actuales, Ávila, Salamanca y Valladolid, una superficie de unos 650 km2 repartidos por 18 términos municipales. La expansión de la agricultura y la ganadería obligaron a los municipios a reglamentar el aprovechamiento de los montes, pues su explotación presenta una casuística extraordinaria.

Las Ordenanzas que se aprobaron reflejan la valoración del monte por las comunidades campesinas, pero también la complejidad de las relaciones sociales durante la Edad Moderna. Los conflictos a causa de los montes enfrentan a personas, grupos y municipios entre sí, estudiando Ramos Santos las Ordenanzas de Madrigal de las Altas Torres y de Tordesillas contra la tendencia a la disminución de los aprovechamientos en los montes.

En 1663 –dice el autor citado- se planteó un pleito entre vecinos de la villa de Horcajo de las Torres[ii] y la de Madrigal sobre las penas impuestas a los ganaderos de la primera, que entraban con sus ganados en los montes de la segunda, pero este conflicto tiene su origen en diferencias que se remontan al menos al siglo XIV, cuando tuvo que pactarse una concordia para el aprovechamiento de los pastos. En efecto, solían darse incursiones de unos vecinos en los montes de otros pueblos para cortar leña de encina o pino, por lo que se dictaron unas Ordenanzas Antiguas de Montes a finales del siglo XIV, y otras en 1532.

Comparando estas dos Ordenanzas se observa la existencia de un monte mixto en los territorios estudiados, donde la encina y dos especies de pinos (resinero y piñonero) son dominantes. Había también dehesas donde los animales porcinos aprovechaban las bellotas, y otros terrenos, grandes extensiones de pastizales. Del pinar se aprovechaban la piña, la resina y la madera, y era posible el aprovechamiento de esta en turnos de 25 a 30 años, pero hubo casos de fraude, como revelan los investigadores.

Los matorrales de la zona estudiada son diversos tipos de retamas[iii] y el tomillo, consecuencia de las alteraciones producidas en el monte y su degradación, lo que resulta inevitable por la sobreexplotación ganadera y la corta continuada de leña. En las Ordenanzas del siglo XIV no se mencionan aquellos matorrales, mientras que sí figura el royuelo, que estaba protegido y prohibida su corta, aunque seguramente había sido extendido artificialmente por el interés económico que ofrecía, pues de él se obtenía un tinte rojizo para la industria textil.

De todas formas hubo una integración en la economía rural de estas dos plantas, el tomillo y la retama, pues en 1532 se penalizó la corta de ambas con el objeto de evitar su desaparición, aprovechándose para consumo en los hogares (tomillo), como combustible (retama), para la fabricación de colorantes a partir de las flores o como pasto para el ganado. El pastoreo abusivo en el monte es consecuencia de la importancia de la cabaña ganadera. En 1532 se establecieron dos cambios importantes: la prohibición de la entrada de ganado cabrío en el monte y la supresión del límite de 50 cabezas a partir del cual se pagaba una multa, lo que benefició a los grandes propietarios de ganado lanar, mientras que durante el reinado de Isabel I se procedió a una privatización de ciertos aprovechamientos en los bienes comunales, todo lo contrario de lo que había ocurrido durante la Edad Media, cuando los más humildes habían tenido libre acceso a los bienes de propios y comunales. Las cortas fraudulentas de leña constituyeron otra de las causas del deterioro del monte, y así se va creando un monte abierto en el que se extendieron plantas arbustivas como la retama y el tomillo.

En el siglo XVI hubo un intento por parte de la monarquía en extender las superficies forestales, justo cuando se da una lucha entre el interés de los concejos en acrecentar su poder y el de los poderes centrales por el suyo. En 1518 el rey envía a las ciudades y villas de la Corona de Castilla una provisión para el aumento y mejora de los plantíos, en lo que se ve una alarma ante la deforestación del reino, y esto llevó a un aumento de la superficie forestal plantándose pinares en dos grandes zonas del área estudiada por nuestro autor: la Vega, y a lo largo del camino que va junto al río Zapardiel[iv] hacia Foncastín[v], Zofraguilla[vi] y Torrecida del Valle[vii], en el límite con Medina del Campo. La preocupación por los montes va pareja a la de frenar la expansión del ganado, por eso la entrada de vacunos y porcinos se penalizaba con una multa, y con otras la de ganado lanar.

Pero a pesar de las Ordenanzas y de las sanciones a quienes abusasen de los aprovechamientos de los montes más allá de lo permitido, los asaltos a los montes fueron una constante durante toda la Edad Moderna, prueba de la utilidad que representaban para las economías campesinas, siendo muy difícil ponerles freno. No resultó infrecuente que fuesen los propios vecinos de un municipio los más interesados en la realización de “rompimientos” en el monte con el fin de cultivar las tierras: son los montes entradizos, los espacios más cercanos a la villa o mejor comunicados con ella. De hecho, el cultivo planificado del monte durante algunos años seguidos, dejando árboles estratégicamente dispuestos entre las tierras de cultivo, fue un recurso habitual para incrementar la producción de cereal, pero que también revertía en una mejora de la tierra cuando, pasado un tiempo, volvía a destinarse a forestal.



[i] “Ordenanzas de montes y conflictividad social en la Corona de Castilla: de la Baja Edad Media a la Edad Moderna”.
[ii] En el extremo norte de la actual provincia de Ávila.
[iii] Negra o de escobas, de tallo largo, con los tallos muy apretados, etc.
[iv] Nace en la sierra de Ávila y va en dirección a Medina del Campo, desembocando en el Duero. En su curso alto salva una gran pendiente.
[v] En el suroeste de la provincia de Valladolid.
[vi] Cerca de Tordesillas.
[vii] En el suroeste de la provincia de Valladolid.

sábado, 8 de julio de 2017

Brañas y ganados


Chozo de una braña
(paperblog.com/ruta-de-la-brana-los-fuexos-1977290/)

Mucho se ha escrito sobre los vaqueiros de alzada pero aquí me voy a referir al trabajo de Pablo López Gómez sobre la ganadería de alta montaña en la edad media, concretamente en el actual municipio de Cangas de Narcea (Asturias).

La zona de estudio elegida por el autor, como él mismo dice, tiene poco suelo, con amplias pendientes y áreas rocosas. En esta zona se dieron diferentes tipos de ganadería trashumante que han llegado hasta nuestros días, si bien ahora residualmente, pero que en su momento constituyeron base fundamental para la economía rural: leche, mantequilla y requesones.

Esta zona del suroeste de Asturias tiene dos pasos con la meseta, el puerto de Leitariegos y el paso de la Serrantina. El autor se centra en los valles de los ríos Cibea y Naviego, que comparten con la cordillera Cantábrica una interesante diversidad de formas pastoriles en función de las estaciones del año. Los vaqueiros de alzada se corresponden con las brañas de verano, cuando toda la familia se desplaza, con ganados y enseres, a la braña situada a una determinada altura, donde hay pastos frescos para los animales. Se trata de una trashumancia de “radio medio”, desde las zonas costeras  (esencialmente Navia y Luarca) hacia Cangas de Narcea y Somiedo. Los lugares que van a ser ocupados en el verano están cercados con estructuras rectangulares destinadas a albergar a los pastores y al ganado.

Hay también brañas equinocciales, con cabañas cuadradas y rectangulares donde se han podido estudiar sistemas de regadío. La explotación, junto con las de más altura, es individual, siendo cada cabaña y los prados propiedad de cada ganadero, aunque en ocasiones las encontremos compartidas.

Las brañas de verano están a unas horas de los pueblos estantes y el desplazamiento, por lo tanto, es de corto recorrido. Las construcciones son corros o chozos circulares o cuadrados y suelen situarse cerca de cursos de agua. Estas brañas suelen explotarse en régimen comunal, usando veceras o turnos, cuyos pastores se ocupaban del cuidado del ganado de toda la colectividad.

También Asturias participó de la trashumancia mesteña de largo recorrido, saliendo pastores y ganado hacia la meseta. Los puertos por donde pasaban se arrendaban, siendo las aldeas las que estipulaban el precio de paso. En cada estación se encontraba un chozo para el pastor y un gran corral para el ganado (eran muchas las cabezas desplazadas) diseminándose luego las cañadas por casi toda la península Ibérica.

El autor ha documentado 29 estructuras ganaderas (brañas), una tejera, un calero, varias carboneras, estructuras de la guerra civil de 1936 y un yacimiento de carbón. Además, varias estructuras tumulares y cortas y canales para la minería. Ha estudiado los casos de La Pacharina/Lindouta, Ordial, Caldevilla, La Linde y Villacibrán. Cada una de estas brañas depende del pueblo homónimo, funcionando como brañas estivales y equinocciales a la vez. Están en la ladera noroeste del río Naviego, entre los 1.100 y 1.200 metros sobre el nivel del mar y distan un km. en línea recta unas de otras, salvo la de Villacibrán, que está a unos dos km. Estas brañas parecen seguir un canal de agua como eje articulador.

La administración romana modificó la zona construyendo varios campamentos: el del Castiechu de Vallao, sobre el pueblo de Vallao, enfilando el puerto de Leitariegos, es quizá el más importante. Tras la conquista, Roma centró su mirada en la riqueza minera de la región, especialmente el oro, siendo los actuales municipios de Cangas de Narcea, Belmonte y Allande los más importantes. En estas brañas se han encontrado canales romanos y restos de la “ruina montium”, perviviendo el poblamiento castreño en algunas ocasiones.

La braña estival de Saldepuesto, por último, se encuentra en los montes de Rebouchin y Saldepuesto, habiendo ejercido el mayor control sobre ella los pueblos de Tablao de Villacibrán y Trasmontes. Otras brañas son Valdeculebre, Chouchinas y la Filtrosa…

domingo, 10 de noviembre de 2013

Los primeros ganaderos de China

Mapa tomado de "Terrae Antiquae"

"Terrae Antiquae" informa que un equipo internacional de investigadores, codirigido por científicos de la Universidad de York y de la de Yunnan, ha conseguido la primera evidencia de la práctica ganadera en el nordeste de China aproximadamente en la misma época que en Oriente Próximo, hace ahora más de 10.000 años. 

Desde que Gordon Childe expuso sus teorías sobre la "revolución neolítica" se han venido discutiendo dos cosas: si la ganadería fue anterior, posterior o simultánea a la agricultura y si estas dos actividades humanas han dado comienzo en un centro y luego se han extendido a otros lugares o bien han aparecido de forma independiente en lugares muy alejados entre sí. Parece que esto último es evidente. A partir de la domesticación de animales el ser humano no dependió tanto de la caza como hasta entonces; la práctica de la agricultura le obligó a sedentarizarse y a construir los primeros poblados, aunque hay algunas muestras de que pudo haber grupos humanos que se sedentarizaron antes de practicar la agricultura. La construcción de poblados llevó a la división del trabajo: los que defendían el territorio, los que administraban los bienes, los que se erigían en jefes, los que pastoreaban, los que construían... 

En el Oriente Próximo quizá los primeros animales que fueron domesticados fueron los bóvidos, mientras que más tarde se domesticó el cebú en la cuenca del Indo. Pero ahora han aparecido pruebas de que la ganadería habría sido practicada en el nordeste de China hace unos 10.000 años, también ganado vacuno. Las mandíbulas de animales encontradas en Kongni (estremo oriente) han sido datadas mediante el radiocarbono en torno a 10.600 años de antigüedad y el ADN de una de las mandíbulas reveló "que el animal no pertenecía a los mismos linajes ganaderos que fueron domesticados en el Cercano Oriente y sur de Asia".

La región donde se ha producido la excavación está en el extremo oriente y lejos de una de las grandes corrientes fluviales que han sido consideradas como propicias para la aparición de la agricultura y la ganadería (Tigris, Éufrates, Indo...). ¿Como es posible saber si la mandíbula se corresponde con un bóvido domesticado o no? El profesor Michi Hofreiter, biólogo de la Universidad de Nueva York, considera que se trata de la mandíbula de un bóvido domesticado por su morfología y genética.