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viernes, 28 de abril de 2023

Especias, negocio y falsedad

 

Tus renuevos son paraíso de granados, / con frutos suaves. / De flores de alheña y nardos; / Nardo y azafrán, caña aromática y canela, / Con todos los árboles de incienso; / mirra y aloes, con todas las especias aromáticas. Así se puede leer en el “Cantar de los Cantares” (4,14), describiendo las excelencias de la mujer amada.

Las especias, conocidas desde la antigüedad pero puestas muy en valor durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna de occidente, eran aromatizantes, conservantes, servían para fabricar cosméticos y fármacos. En todo caso terminaron por ser símbolo de riqueza y poder como el oro.

Se debe a Klaus Wagensonner la transcripción de trablillas de Mesopotamia, particularmente cuatro de una antigüedad aproximada del siglo XVIII a. C. que se encuentran en la Yale Babylonian Collection. En dichas tablillas ya se citan el comino, el sésamo y el hinojo. Muy posteriormente barcos fenicios distribuyeron estas y otras especias por el Mediterráneo, y Alejandro Magno tiene noticia de ellas en la India durante su extraordinaria expedición guerrera.

Tiro y Alejandría, en el Mediterráneo, se convirtieron en centros distribuidores de especias, y posteriormente Roma mantuvo un comercio con Asia a través de la ruta de la seda, comercializándose la canela, el clavo, el jenjibre y la nuez moscada, etre otras. Una ruta marítima entre Roma y la India se estableció desde el siglo I de nuestra era, llegando a Alejandría productos desde oriente.

Con la división del Imperio Romano a finales del siglo IV, Constantinopla se convirtió en un centro privilegiado que comunicaba, a estos efectos, oriente con occidente, y unos siglos más tarde, con la expansión islámica, se establecieron pasos clave en las rutas terrestres. Los árabes controlaron el Índico y el sur del Mediterráneo antes de que los mogoles[i] debilitasen su monopolio. Cogieron el relevo Venecia y Génova, que habían sido ciudades beneficiadas por las cruzadas siglos atrás; particularmente la familia Polo, en Venecia, venía explotando el comercio con oriente desde el siglo XIII[ii].

Lo que está claro es que la India fue el espacio intermediario entre las islas Molucas y occidente. Mientras Génova perdió sus factorías en el mar Negro por la acción de los otomanos en el siglo XV, Venecia siguió llegando a acuerdos con ellos para prolongar algo más su poderío económico, pero aceptando la superioridad turca. Surgieron entonces ciudades como Marsella y Barcelona, donde sus grupos dirigentes se esforzaron en encontrar una solución para seguir manteniendo el comercio con Asia.

Mientras Venecia se alió con Portugal para financiar los viajes de circunnavegación de África, Génova lo hizo con Castilla para los viajes ultramarinos de Colón. El objetivo era controlar el comercio de las especias –entre otros- una vez que por los portugueses se supo de las islas Molucas y el binomio oro-especias se impuso. En 1493 Colón dejó escrito que había visto en las Indias la planta que allí llamaban ají, que nada tenía que ver con la pimienta negra de oriente. En 1497 Vasco de Gama llegó a la India en busca de las especias cuyo comercio habían interrumpido los otomanos, y en 1510 estableció en Goa la capital con dicho fin.

                                                        Ilustración de "La Voz de Galicia"

En 1513 los portugueses llegaron a establecer relaciones comerciales con Java, mientras que nobles gallegos, entre los que destaca Fernando de Andrade das Mariñas, influyeron para que se estableciese en A Coruña (aunque efímeramente) una Casa de la Especiería. En 1529, mediante el Tratado de Zaragoza, el rey Carlos vendió a Portugal las islas de las Molucas, en lo que hizo un buen negocio, pues posteriormente dichas islas serían explotadas también por comerciantes españoles.

Los portugueses establecieron alianzas con poblaciones del sur de la India, y sus carracas surcaban los mares para hacer de Lisboa el único centro de importanción de las especias durante algún tiempo. Luego cobró importancia Amberes, antes de que Hamburgo contribuyese a arruinar a no pocos comerciantes holandeses. De esta nacionalidad fueron los que establecieron una ruta con Java entre los siglos XVI y XVII para el cargamento de especias, origen del imperio comercial holandés, para lo que jugó un papel clave la Compañía de las Indias Orientales, de titularidad privada pero que actuaba como un estado acuñando moneda, con 50.000 empleados a su servicio, cientos de naves y un ejército propio.

Se creó entonces la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, y otra con el mismo nombre en Dinamarca, fundadas en 1600 y 1616 respectivamente. La competencia fue entonces la norma, sobre todo entre las compañías inglesa y holandesa, hasta 1620, en que se llegó a un acuerdo de cooperación antes de volver a los enfrentamientos. A estas empresas se unió, en la segunda mitad del siglo XVII, el comerciante de esclavos británico Elihu Yale[iii], que vio una oportunidad de negocio en las especias junto con otros, estableciéndose así en Massachusetts un floreciente comercio.

Pero para esa época se vio la necesidad de diversificar el comercio dando entrada al té, el café, el azúcar y otros productos, además de que se habían producido cambios en los gustos de la demanda europea. La corrupción en la Compañía holandesa, entre tanto, le había hecho perder importancia en las rutas abiertas con tanto esfuerzo. Durante el siglo XVIII, como consecuencia de las ideas ilustradas que se abrían paso, se vio la posibilidad de cultivar en Europa, mediante invernaderos, las plantas de las que se obtenían las especias orientales, y al dar comienzo el siglo XIX Claudio Boutelou[iv] publicó una serie de obras sobre injertos, los cultivos de huerta, descripción de especias y sus propiedades.

Como se ha dicho (el uso de especias orientales dio la frase “lujo asiático”), fue signo de distinción y poder, por lo que dichas especias solo las consumían las familias pudientes. El resto de la población se valió de especias locales como la salvia, el romero, el hinojo, el perejil, el espliego, el filantro, etc. Algunas tenían la propiedad de conservar los alimentos, pero en Europa se había extendido la costumbre del secado (embutidos), la salazón (pescados), escabeches con vinagre, conservación en aceite y vino, elaboración de salsas para dar mejor sabor a los alimentos, etc. Son de destacar las bebidas reconfortantes elaboradas por los monjes de Poblet que luego siguieron otros cenobios, y en algunas regiones de España se elaboró un aguamiel especiado que se guardaba en cuevas para garantizar su frescor.

Desde el punto de vista terapéutico se impusieron el empirismo y la credulidad de las gentes; mito y magia estuvieron presentes en las cualidades medicinales y curativas de las especias y plantas. Los venecianos “inventaron” un polifármaco en el que el rito tenía más importancia que el producto obtenido. Cervantes nos ha legado su “bálsamo de Fierabrás” como panacea para todos los males de su protagonista quijotesco. La botánica, en el siglo XVI, estuvo en medio del oscurantismo, del que se hace eco Andrés Laguna en 1555 con el escepticismo que le caracteriza: las descripciones terapéuticas adolecían del desconocimiento de las plantas pretendidamente medicinales por sus recomendadores, así como los preparados.

El pimentero es una planta trepadora a la que se dieron facultades que no tiene. El amomo o cardamomo sería el combinado de varias especias aromáticas, pero en realidad es una herbácea perenne y aromática de cierta longitud en altura. El jenjibre tiene un sabor picante y se decía de él que servía como afrodisíaco, lo que no se corresponde con la realidad. Cristóbal Acosta, que a mediados del siglo XVI estuvo como soldado en la India, conoció al naturalista portugués García de Orta, y llegó a publicar un “Tratado de las drogas y medicinas de las Indias orientales”, donde dice que la canela (que tenía un alto coste) combatía los dolores de estómago y muchos males más, igual que la pimienta negra, pero denuncia las descripciones “mágicas” que se hacían en su época.

Del clavo dice que combate los males del hígado, y contra otras enfermedades era buena la nuez moscada. Las plantas que producen las especias, incluso en el siglo XVII, fueron desconocidas en Europa, y de estas nunca fueron descubiertas sus propiedades terapéuticas. Con el impulso de la ciencia en el siglo XVIII las plantas vivas cruzaron el océano a bordo de los buques para su estudio, misión especial de las expediciones de la época. En su “Dorotea”, Lope de Vega hace decir a uno de sus personajes cuando trata de describir la casa de la mujer a la que pretende:

¿Qué humo es este? ¡Qué gentil pastillas! ¿Esto es vuestra casa, señora Dorotea, donde dice mi amo que se retrató el paraíso, los olores de la India oriental, donde nacen el clavo y la canela y espira más fino el ámbar que en los mares de la Florida?[v]


[i] Constituyeron un imperio en la India entre los siglos XVI y XIX.

[ii] Se ha puesto en duda el testimonio de Marco Polo en su obra “Il Milione”, cuyo autor sería alguien a su servicio, Rustichello de Pisa, pero sometida a crítica, es posible sacar algunas conclusiones.

[iii] Benefactor de la Universidad de Yale, que por eso se llama así, en Connecticut.

[iv] De origen francés, desarrolló su labor científica en España.

[v] El presente resumen se basa en un trabajo de Don Antonio González Bueno.

miércoles, 11 de enero de 2023

"ilusos Naturales"

 

                                                        Fortaleza de Peniche (Portugal)

En un trabajo de Alfredo Moreno Cebrián y Jorge Chauca García*, se pone de manifiesto que la rebelión capitaneada por el mestizo José Gabriel Condorcanqui Noguera (Tupac Amaru II) entre 1780 y 1781, tuvo lugar también en territorios generalmente no tenidos en cuenta y sus efectos se prolongaron en el tiempo.

Los autores citados hablan de la relevancia del levantamiento, en lo que parece haber acuerdo entre los historiadores. En efecto, la rebelión se extendió más allá de las fronteras del virreinato peruano, una vez que se había creado, unos años antes, el virreinato del Río de la Plata, concretamente en la Audiencia de Charcas en 1781. Por lo que respecta a Chile, con una tradición rebelde que se remonta al siglo XVI y que continuará en los dos siglos siguientes e incluso durante el primer período republicano[i], el irlandés Abrosio O’Higgins[ii], en una carta de 1781 dirigida al secretario de Indias José de Gálvez, le tranquilizaba sobre la situación, que él conocía bien por haber participado en varias campañas contra los araucanos.

Pero en todo caso O’Higgins se había tenido que emplear a fondo para combatir la tentativa rebelde del cacique mapuche Chicaguala en el poblado de Repocura[iii], el cual había planeado imitar a Tupac Amaru II. Por su parte el gobernador Andrés Mestre tuvo que reprimir ferozmente el alzamiento toba en la provincia de Tucumán (1781), que es claramente una extensión de la revuelta peruana y que además interrumpió el comercio con el norte.

Las autoridades españolas, aún tratándose del siglo XVIII, cuando la administración de los territorios americanos estaba más avanzada, se tuvo que valer de la comunicación por mar para hacer llegar noticias sobre la situación en este o aquel territorio, dada la enorme extensión de las posesiones americanas: por ejemplo, embarcaciones que viajaban entre El Callao y Concepción, con la colaboración del obispo[iv] de esta última en alguna ocasión. En relación a la vasta región del Chaco se habla de los indios “infieles” y se da noticia desde Buenos Aires diciendo que se preparaban “para salir a defender a su Rey Inca que los llama”; y lo mismo se informa desde Chile sobre los “Aucaes, Peguenches, y demás naciones bárbaras”, que al parecer tenían intención de unirse a los pampas de Buenos Aires.

Ciertamente, la rebelión tuvo una importancia capital en lo que hoy son Perú y Bolivia, pero vemos que también los pueblos indígenas de otros territorios estuvieron prestos para unirse, con diversa fortuna u oportunidad, al gran movimiento. Una vez concluida la primera fase bélica –dicen Moreno Cebrián y Jorge Chauca- en el sur peruano y en el Alto Perú “operó un segundo eco enhebrado por el paso de los prisioneros cuzqueños por las latitudes extremas de Chile”. En 1784 las autoridades españolas decidieron enviar a España a cuarenta rebeldes desde El Callao[v], veinticuatro hombres y dieciseis mujeres, uno de ellos Fernando Condorcanqui, hijo de Tupac Amaru II, que había sido sentenciado por la Audiencia de Lima a diez años de trabajos forzados en un presidio español. En otro navío[vi] fueron embarcados Juan Bautista y Mariano Tupac Amaru.

El temor a las resonancias de esta rebelión en Perú y en otros territorios hispanoamericanos fue un hecho, siendo una prueba la inquietud entre las poblaciones criolla y mestiza peruanas, que vieron en el levantamiento “la imagen de unos indígenas desenfrenados buscando la inversión del orden social y la recuperación de su antiguo gobierno a través de una guerra racial”. También en la jurisdicción de Charcas se activó el miedo a un exterminio por parte de los indios, sobre todo cuando el aymara Tupac Katari[vii], aliado con tupacmaristas, expresó su intención de formar un gobierno indio “que requería el exterminio de los españoles blancos”; en efecto, había formado un ejército de varias decenas de miles de indios y cercó la ciudad de La Paz hasta que tuvo que desistir. El navío "San Pedro de Alcántara" salió de El Callao con los presos y una carga considerable, pero tuvo que regresar desde Concepción por avería. Cuando de nuevo pudo el “San Pedro de Alcántara” salir hacia Concepción (puerto de Talcahuano), la inquietud de la población local se debió a un brote de viruela que se había desatado en el buque, la que tuvo que ser combatida con acierto, hasta el punto de que muchos fueron curados.

Otro aspecto es la suerte que corrieron unos y otros a partir del momento en que se decidió el traslado de los insurrectos a España. Dicen los autores a los que sigo que debió ser duro el camino a pie desde el Cuzco hasta Lima, como también el traslado en barco desde El Callao hasta Concepción (máxime teniendo en cuenta que, como hemos visto, el “San Pedro de Alcántara” tuvo que volver a El Callao para ser reparado), el viaje por el Pacífico Sur y el estrecho de Magallanes hasta Río de Janeiro, cuando murieron no pocos; la peligrosa travesía por el Atlántico con mal tiempo en ocasiones, el naufragio frente a las costas de Peniche (Portugal) del “San Pedro de Alcántara”, muriendo 128 entre la plana mayor del navío, oficiales de transporte y pasajeros, tanto de una raza como de la otra, de condiciones sociales distintas, etc. Heridos resultaron 58, de los que algunos morirían algo más tarde, y sanos 233. Camino del destierro iban 24 indios presos, de los cuales 18 perecieron, la familia de Tupac Amaru II incluida.

En el navio de guerra iban hacinada una humanidad muy superior a la aceptable, y aún así fueron salvados no pocos gracias a la colaboración portuguesa, y también a la disposición de las autoridades españolas para que se enviasen buques desde Cádiz, El Ferrol y Vigo, que transportaron lo necesario para los auxilios precisos.

El naufragio se llevó por delante considerable cantidad de metales preciosos (153 toneladas de plata y 4 de oro), 600 toneladas de cobre y los equipajes de oficiales y pasajeros, se perdieron muchos frutos naturales del virreinato del Perú, cajones de cascarilla, cacao y cañas de Guayaquil, macetas de plantas vivas (plantones de araucaria y piñas que O’Higgins enviaba a Gálvez), bálsamos, resina, madera y lana, plantas de uso medicinal como canchalagua y calaguala.

A partir de aquí los presos permanecieron un tiempo en Andalucía hasta que fueron enviados a los presidios españoles del norte de África, especialmente Ceuta. Entre los fallecidos en la travesía hubo varios familiares de Tupac Amaru II, españoles que pilotaban la embarcación y auxiliares, lusos y flamencos, e incluso el desterrado agustino Juan Alcedo, autor de una sátira contra el gobierno español en las Indias. Algunos se ahogaron al querer alcanzar la costa portuguesa a nado, y otros irremisiblemente.



[i] Curiosamente, tal era la costumbre que tenían los mapuches de llegar a acuerdos con los españoles, que cuando se produjo la guerra por la independencia del naciente estado chileno, aquellos lucharon a favor de los ejércitos realistas.

[ii] Padre de Bernardo O’Higgins, protagonista en la independencia de Chile.

[iii] El río Repocura es afluente del Cholchol, al noroeste de Temuco.

[iv] Francisco José de Marán y Geldres, natural del Perú (1780-1795).

[v] En el navío “San Pedro de Alcántara”.

[vi] "El Peruano”.

[vii] Para comprender la complejidad del problema debe tenerse en cuenta que los aymaras tuvieron por opositores, en varias ocasiones, a los quechuas. Tupac Katari, al igual que Tupac Amaru II, fueron muertos en 1781.

* "Los ecos indianos del gran levantamiento de Tupac Amaru...". En este trabajo se basa el presente resumen.

martes, 6 de diciembre de 2022

Rivalidades

 

                                                      Colonia de Sacramento en Uruguay

                                                    coloniauy.com/colonia-del-sacramento/

En 1508 el rey Fernando reunió en Burgos a Américo Vespucio, Juan de la Cosa, Vicente Yáñez Pinzón y Juan Díaz de Solís con la intención de explorar la costa atlántica de América del Sur, temiendo que navegaciones portuguesas desde la costa brasileña se extendiesen hacia el sur. La biografía de Américo Vespucio es extraordinaria, pues desarrolló muchas actividades y estudios: la obra que publicó en 1503, “Mundus Novus”, quizá influyó para que el rey Fernando le nombrase piloto mayor de la Casa de Contratación de Sevilla, fundada en el mismo año de la obra citada. Sus actividades marítimas, comerciales, sus contactos con importantes personajes de diversas cortes europeas, sus estudios cosmográficos, le hacen imprescindible en la primera historia de América como un continente que hasta entonces no era conocido como tal.

Bien es cierto que unos años antes, durante su tercer viaje, Colón había descubierto la desembocadura del Orinoco, y viendo su grandeza parece que habló de un nuevo mundo, quizá dudando ya de su inicial convicción de haber llegado a Asia. Juan de la Cosa unía a su condición de navegante la de cartógrafo, acompañó a Colón en sus dos primeros viajes a América y a otros navegantes posteriormente, pero su muerte en 1510 hizo que su colaboración en los encargos del rey Fernando fuese corta. Vicente Yáñez Pinzón fue un excelente navegante que acompañó a Colón en su primer viaje a América, y a juicio de no pocos historiadores tenía más conocimientos de navegación que el genovés. El portugués Juan Díaz de Solís[i] está considerado como el descubridor del río de la Plata, precisamente en búsqueda de un paso que permitiese navegar hasta el Pacífico, una vez se supo el descubrimiento de Vasco Núñez en 1513.

No se tardó en convencer a todos que el río de la Plata no era el paso para llegar al Pacífico, pero no faltaron los que intentaron seguir el curso de los ríos en dirección al oeste de América del Sur. Uno de ellos fue el portugués Alejo García, que en 1521 llegó al que entonces se conocía como río de Solís (el Plata), y en un intento homérico llegó hasta el río Pilcomayo, que en su curso alto discurre por la actual Bolivia, por lo tanto territorio incaico en la época de Alejo. También exploró el río de la Plata el veneciano Sebastián Caboto, aunque al servicio de la monarquía española, y como en otros casos en busca de metales preciosos. Llegó también al río Pilcomayo, pero en este caso siguiendo el curso de los ríos contra corriente entre 1527 y 1530, lo que debió representar no poca dificultad.

De lo que se trataba era de ir estableciendo asentamientos en la costa atlántica reservada a España por el Tratado de Tordesillas, evitando así las incursiones portuguesas en la zona. De esta manera fueron fundadas Buenos Aires y otras poblaciones, la primera en dos ocasiones y en lugares distintos, aunque no distantes entre sí. Hasta tal punto la rivalidad por esta costa entre españoles y portugueses fue tal, que en la segunda mitad del siglo XVII fue fundada la colonia de Sacramento por portugueses, frente a Buenos Aires y en territorio del actual Uruguay, motivo de numerosos conflictos en el futuro.


[i] Algunos consideran que era natural de Lebrija, localidad al suroeste de la actual provincia de Sevilla, pero no hay una última palabra sobre el particular. En 1515, año del descubrimiento del estuario del Plata, desembarcando con algunos de los suyos, fueron muertos por los indígenas de la zona. Yáñez Pinzón, Vespucio y Solís ya habían estado en la desembocadura del Plata en torno a 1512, pero sin mayor trascendencia.

lunes, 5 de diciembre de 2022

Ratas, un manjar

 


Se ha dicho, y con razón, que la ruta portuguesa hacia las islas Molucas contó con la ventaja de los vientos monzones, que soplan en una dirección durante el verano y en la contraria durante el invierno, por lo que no tuvieron más que acompasar los viajes de ida y vuelta al ritmo monzónico. Pero también es cierto que los marinos portugueses tuvieron la sagacidad y destreza de vencer los miedos a navegar al sur del Ecuador, pues había una serie de leyendas sobre los peligros que ello entrañaba, más allá de que esas latitudes eran menos conocidas que las del hemisferio norte.

Eratóstenes, en el siglo II a. C., hizo un cálculo sobre la circunferencia máxima de la Tierra (el Ecuador) en unos 40.000 km., pero Posidonio, un siglo más tarde, rebajó dicha longitud a unos 29.000 km., y así se llegó al siglo XV, llevando a Colón al error de que era más fácil llegar a Asia por el Atlántico de lo que la realidad revelaría.

En cosmografía los marinos portugueses llevaban ventaja sobre los castellanos y cualesquiera otros, probablemente por los avances que desde la escuela de Henrique el Navegante se habían producido. También parece que contaron con la primera carabela, aunque de ser así enseguida se fabricó en Castilla, y conocían, con alguna diferencia sobre los castellanos, algunos artilugios técnicos. En todo caso, cuando Colón da comienzo a su primer viaje ya usaba el catavientos, imprescindible para predecir si terminaría el tiempo de una “mar chicha”[i]; el arte de marear las velas, el cuadrante[ii], la ballestilla[iii], el cabrestante[iv] y el astrolabio[v]. Si bien es cierto que la carabela fue una nave más sofisticada y capaz, fue necesaria la utilización de naos para las grandes cargas.

Para garantizar la alimentación durante grandes travesías marítimas se recurría a las salazones, los ahumados, los frutos secos, la desecación de otros, el adobo y, sobre todo, vino fuerte que, en caso de necesidad, se mezclaba con agua; esto siempre que no escasease esta a bordo, para lo que las naves tenían que fondear en determinados lugares (si era posible) para hacer aguadas (proveerse). El agua obtenida no siempre era limpia y clara; en ocasiones estaba mezclada con insectos e incluso putrefacta, razón de no pocas enfermedades. También se llevaban animales vivos, particularmente cerdos, pero no solo, lo que representaba una convivencia no extraña para la época, pero sí en espacios reducidos como las naves.

Juan Escalante de Mendoza[vi], nacido a mediados del siglo XVI, escribió una obra titulada “Itinerario de navegación…” en la que informa sobre muchos aspectos de su oficio (piratería, salud de la tripulación, uso de la brújula, vientos dominantes en cada zona, etc.) y también de las enormes pérdidas en vidas humanas que se produjeron en altamar e incluso en el curso bajo del Guadalquivir cuando las naves surcaban sus aguas para preparar una expedición marina. También nos habla en su obra de las “sabandijas de abordo”, que no eran otras que las cucarachas[vii], insectos, ratas, piojos (del cuerpo y de los vestidos). Los marinos del norte llamaban a esos piojos “Juan de Garona”, pues en los frecuentes viajes a Burdeos sufrían la presencia de los mismos. En cuanto a las ratas, había un verdadero interés en capturarlas, pues en ocasiones no había otra cosa que llevarse a la boca, y se vendían entre los marineros al mejor postor. Eugenio de Salazar[viii] fue un escritor e historiador que nos ha dejado una obra, “Los que surcan en mar hablan de sus peligros”[ix], en la que también es posible espigar datos sobre la vida en alta mar en el siglo XVI.

Es posible que la competencia entre Portugal y España en las exploraciones marítimas fuera posible por la paz alcanzada entre los dos estados en Alcaçobas y Toledo entre 1479 y 1480, pero ello no evitó los peligros que se corrieron en una carrera que puede parecernos alocada en no pocos casos. Hay un cálculo según el cual los portugueses habrían sufrido, en la época moderna, 681 naufragios, por lo que existen otros tantos pecios pendientes de la investigación correspondiente, que no solo tiene interés histórico, sino por los metales que pueden encontrarse. Debe tenerse en cuenta que los portugueses “rescataron” muy pronto el oro guineano, pagado con caballos, para comprar esclavos y luego venderlos en los mercados al efecto.

En cuanto a los castellanos, siendo Pedrarias gobernador del Darién, recibió unos dos mil colaboradores, entre soldados, monjes, esclavos, etc. para descubrir las riquezas que supuestamente había en el mar del Sur[x], recientemente descubierto por Núñez de Balboa. Fue una expedición verdaderamente extraordinaria, y no solo por la cantidad de barcos que se pusieron a la faena, sino por la importancia de algunos personajes, estando entre la tripulación conocidos cronistas, clérigos, etc. Desembarcaron en Santa María la Antigua en 1514 (el poblado había sido fundado recientemente y no contaba con medios para tanta gente) y allí se produjo el encuentro entre Pedrarias y Balboa, en la que aquel pidió explicaciones al descubridor de todo lo menester: caciques aliados, lugares donde había encontrado oro, etc. El carácter y ruindad de Pedrarias dividió a la población, haciendo fracasar todo intento de sacar algo útil[xi].

En 1529 se firmó otro acuerdo en Zaragoza entre Portugal y España para determinar las áreas de influencia en el Pacífico occidental, quedando las Molucas y las Filipinas en la parte portuguesa, pero años más tarde no se respetó por parte de España[xii] en relación a Filipinas, como por parte de Portugal la posesión de la amazonia brasileña.


[i] Mucho tiempo sin avanzar las naves era sinónimo de agotamiento de los alimentos y el agua, entre otros males.

[ii] Servía para medir ángulos entre astros y conocer estos era útil a la navegación.

[iii] Para medir la altura del sol y otros astros sobre el horizonte. Se trataba, mediante dos varas cruzadas entre sí, de poner el relación el horizonte con el astro en cuestión.

[iv] Objeto que permite levantar o arrastrar grandes cargas en un barco.

[v] Permite conocer la posición y altura de las estrellas en el cielo.

[vi] Marino que llegó a ser Gobernador de Honduras. Murió en 1596.

[vii] Las de Indias eran volátiles.

[viii] Nacido en Madrid en 1530, murió en Valladolid en 1602.

[ix] “Qui navigant mare enarrant pericula eius”.

[x] Parece que la “noticia” fue dada por el hijo de un cacique, y lo cierto es que los indios estaban continuamente informando de fantasías a los españoles, sabedores aquellos de lo que buscaban estos.

[xi] En 1519 Pedrarias mandaría matar a Núñez de Balboa y a otros compañeros suyos. Véase aquí mismo “El mar del Sur”.

[xii] También Elcano y sus compañeros, supervivientes del viaje con Magallanes, viajaron de vuelta a España por mares “reservados” a los portugueses. Ver aquí mismo “Muertos más que vivos”.

La ilustración: Domicio Ulpiano, jurista romano de los siglos II-III.

domingo, 4 de diciembre de 2022

Más muertos que vivos

 

                                               El estrecho de Magallanes en un mapa antiguo

Magallanes, contra lo que se suele divulgar, no pretendió con su famoso viaje dar la vuelta al mundo ni eso fue lo que se le encomendó. El objetivo del militar portugués fue alcanzar las islas de las especias sin molestar a los portugueses en la ruta reservada para ellos. Claro que si lograba llegar a las Molucas en dirección oeste encontrando un paso que le permitiese librarse de América, aún le quedaba el Pacífico y luego no ser sorprendido comerciando en aquellas islas, sobre las que existían dudas de si entraban en la demarcación portuguesa o española.

Agustín R. Rodríguez González* quizá sea el mejor conocedor sobre este viaje y sobre otros muchos aspectos de historia naval, corsarios, personajes, embarcaciones, la política naval de la Restauración[i], etc. Ha estudiado el inmenso viaje que llevaron a cabo unos seres con todo tipo de limitaciones, aunque al término llegasen solo dieciocho supervivientes, de un total de 250 hombres, aproximadamente, más cuatro que, en dirección distinta a la de Elcano, llegaron también por lo menos a América.

Las capitulaciones con el rey Carlos I y su madre Juana se firmaron en Valladolid en 1518, pero el monarca quiso que fuesen dos los comandantes del viaje, Magallanes y Ruy Faleiro[ii], este un geógrafo que, antes de la salida, sufrirá un trastorno y será ingresado en un hospital de Sevilla, ciudad en la que se equiparon las cinco naves de la expedición en 1519 y salieron de Sanlúcar de Barrameda. En esta expedición no había intención evangelizadora, y de hecho Portugal ya negociaba en las Molucas.

Había entonces muchos marinos portugueses en España, particularmente en Sevilla, pues mientras que la monarquía portuguesa era muy rígida en el control de cada empresa ultramarina (quizá como consecuencia de los trabajos llevados a cabo en época de Henrique el Navegante), en España la posibilidad de empresas particulares era corriente. Magallanes –según Agustín R. Rodríguez- no tenía madera de líder y sí un carácter reservado, no partidario de compartir sus decisiones (a la postre nada dejó escrito). Una vez que Ruy Faleiro no pudo compartir con Magallanes el mando de la expedición, el rey Carlos I nombró a Juan de Cartagena[iii] en igualdad, pero el portugués lo encerró en el calabozo a poco de salir de Canarias.

Magallanes era un hidalgo que había escogido la carrera de las armas, y aunque tenía experiencia en navegaciones, no había estado al mando de buque alguno, y de hecho tuvo que sufrir amenazas portuguesas por ponerse al servicio de una monarquía competidora. Elcano, siendo joven, era maestre de una nave dedicándose a operaciones mercantiles; en el Mediterráneo se vio obligado a pedir un crédito para llevar a cabo ciertos viajes, a cambio de lo cual hipotecó su nave; como no pudo devolver el dinero perdió el barco, pero ya desde la época de los Reyes Católicos existía una norma según la cual las naves no podían venderse, pues se trataba de tecnología autóctona que podía servir tanto para la marina mercante como para la de guerra. Por ello fue castigado y enrolado en la expedición de Magallanes.

Debe tenerse en cuenta que existía un desconocimiento general sobre las dimensiones de la Tierra (como en el caso de Colón), por lo tanto la distancia desde el oeste de Europa hasta el Este de Asia. Se sabía, no obstante, por los viajes colombinos, que había que alcanzar las islas Canarias para encontrar los vientos favorables rumbo al oeste, y aparte las capacidades que tuviesen Colón y Magallanes para dirigir una expedición marítima, lo cierto es que demostraron a capacidad suficiente para sus respectivos proyectos.

Portugal, entre tanto, se aferraba a la circunnavegación de África, quizá por la ventaja que tenía sobre Castilla en este tipo de expediciones, pero en cuanto a Canarias la corona española supo hacer valer su interés por ellas a cambio de respetar a Portugal sus rutas siguiendo la costa africana. Otro asunto interesante –siempre según el profesor Agustín R. Rodríguez- fue el papel de los monjes del monasterio de la Rábida, una comunidad dedicada al estudio de la colonización y evangelización de Canarias, bien entendido que buena parte de los conocimientos científicos de la época estaban en manos de religiosos.

Pasado el Atlántico, el objetivo fue encontrar el paso que permitiese entrar en el Pacífico, lo que ya había intentado Juan Díaz de Solís (1515-1516) en el contexto de cortar todo intento portugués de extenderse hacia el sur a partir de las costas brasileñas. Solís creyó haberlo encontrado en la desembocadura del Río de la Plata (que el ignoraba) por la enorme anchura de la misma, lo que pronto se supo era improbable por tratarse de agua dulce[iv].

Volviendo al viaje de Magallanes, los cinco barcos que habían salido desde Sanlúcar, permitieron imaginar de nuevo que la desembocadura del Río de la Plata era el paso hacia el Pacífico; avistando Magallanes un promontorio al que puso por nombre Montevideo, lugar donde más tarde se fundaría la ciudad[v]. Aquí se produjo un motín que Magallanes pareció haber controlado, pero en realidad permaneció latente: se trataba de la incertidumbre, el cansancio, las penalidades y la personalidad hermética de Magallanes. La expedición siguió hacia el sur donde los viajeros ya habían visto que las estaciones estaban invertidas, los vientos y las tempestades eran desconocidos, el frío intenso y sin experiencia en navegar al sur del Ecuador, lo que sí tenían los navegantes portugueses en torno a África (téngase en cuenta que aún no se había conquistado el imperio incaico, la mayor parte de cuyo territorio estaba al sur del Ecuador).

Las borrascas eran muy profundas y parte de la tripulación empezó a desconfiar de si Magallanes estaba jugando a favor de la monarquía portuguesa: se produjo entonces otro motín en el momento en que se encuentra el paso (lo que se comprobó poco más tarde) lleno de dificultades, estrecheces y temporales; un barco se perdió debido a ello y el que mandaba otro de los navíos desertó y decidió encaminarlo de vuelta a España, pero sin provisiones, habiendo aparecido ya el escorbuto y produciéndose muchas muertes. Los mayores implicados en los motines anteriores (en uno parece que participó Elcano) fueron abandonados por Magallanes en una isla desierta, incluido un clérigo, condenados a una muerte aplazada en aquellas latitudes (52º Sur).

Por suerte, al llegar al Pacífico reinó el buen tiempo, pero el estrecho que llevaría el nombre de Magallanes se revelaría poco práctico, pues era preferible, como así se hizo, llevar las mercancías hasta Portobelo (Panamá), y de aquí, tras una travesía terrestre, a Lima o Acapulco. En todo caso seguía la ignorancia sobre cuánto valía cada grado de la superficie terrestre, tenían dificultad en medir la longitud, y en el Pacífico no se conocía el régimen de vientos ni de corrientes.

Magallanes decidió entonces seguir por el Pacífico en dirección noroeste hasta alcanzar las islas Marianas, es decir, bastante más al norte que las Molucas (¿guiaron los vientos las naves?). En las Marianas fondearon las naves y los indígenas fueron invitados a subir a ellas, gustando de quedarse con algunos objetos. Se ha supuesto que Magallanes temió el enfrentamiento con los portugueses, ya instalados mediante factorías en las Molucas. Y aún más extraño: siguió en dirección a las islas Filipinas, mucho más al norte que las Molucas (diez grados de diferencia). En las Filipinas existían sociedades acostumbradas a negociar con los chinos y otros pueblos, incluso musulmanes, tenían pequeños barcos que surcaban aquellas aguas y había autoridades o caciques que sabían lo que querían. Con estos se enfrentó Magallanes y su tripulación en una serie de batallas que no hicieron más que añadir penas a los españoles[vi], y en una de estas murió Magallanes en 1521 (luchando con una tribu); al fin y al cabo el portugués era un hombre de guerra.

A partir de este momento se hace con la capitanía Elcano, quedando dos naves para dirigirse hacia las Molucas (una tercera, tan maltrecha, fue desguazada y aprovechados sus materiales útiles). Como con anterioridad, pero ahora con mayor intensidad, se producen hemorragias venosas y cerebrales en algunos miembros de la tripulación (consecuencia del escorbuto); circunstancia rara en el Atlántico, pues los alimentos frescos podían conservarse en un viaje de pocos meses. La dieta mediterránea, fácil de mantenerla en los viajes por el Atlántico, no es posible en el inmenso Pacífico. Ya en el siglo XVI, no obstante, el médico y luego fraile agustino español, Pedro García Farfán, publicó su obra “Tratado breve de anatomía y cirugía…”, donde recomendaba el uso de cítricos contra el escorbuto. En el siglo XVIII el médico escocés James Lind dio con una fórmula más completa para combatirlo.

La expedición tiene un nuevo capitán, pero sin instrucciones de ningún tipo: las dos naves son mandadas, respectivamente, por Gómez de Espinosa[vii] y Juan S. Elcano; llegan a las Molucas y cargan sus naves de clavo. Ahora solo hace falta decidir el camino de vuelta: mientras que Espinosa decide hacer el viaje a la inversa por el Pacífico, Elcano opta por entrar en el Índico y circunnavegar África, pero en longitudes alejadas de la costa. Espinosa y los suyos se vieron en crecientes dificultades habiendo perdido treinta hombres (de un total de cincuenta), lo que les hace volver a las Molucas, allí fueron capturados por los portugueses, apresados y, seis años después, solo cuatro supervivientes regresan de barco en barco hasta que unos marinos portugueses los dejan en Lisboa (eran ya solo cuatro o cinco (se trató de la segunda vuelta al mundo).

Los de Elcano tuvieron dificultades alimentarias, queriendo algunos fondear en Mozambique, a lo que se opuso el guipuzcoano por temor a los portugueses, pero una vez en la latitud de Cabo Verde, desesperados, bajan a tierra trece, los cuales fueron detenidos aunque alegaron que procedían de América y se había averiado su aparejo. Se dice que son dieciocho los que arribaron a Sanlúcar en septiembre de 1522, pero habrá que contar algunos nativos de diversas indias además; portaban una riqueza suficiente para vivir el resto de sus días o poco menos. Elcano pidió al rey Carlos I que meidase ante el rey portuguñes para rescatar a los cautivos de Cabo Verde, lo que dio resultado y poco después estaban en la península; además pidió una serie de honores y distinciones, pero este no se las concedió, aunque sí una pensión vitalicia para vivir más que holgadamente. Poco después Elcano se embarcó con Loaisa en otro viaje a través del Pacífico y los dos perderían la vida después de haber ingerido, con otros, unos pescados en una isla, probablemente mal cocinados y aptos para transmitir la enfermedad letal. Tenía el guipuzcoano cuarenta años.


[i] Esta es su tesis doctoral, y en cuanto al autor, nacido en 1955, es miembro de la Real Academia de la Historia. Su bibliografía es tan amplia que difícilmente es superada en su especialidad.

[ii] Nacido en Lisboa en 1455, era un experto navegante, astrónomo y geógrafo.

[iii] En 1520 participó en un motín contra el autoritarismo de Magallanes en las costas de Patagonia.

[iv] Otra cosa es la muerte de Solís a manos de los indígenas de la zona, así como de algunos de sus compañeros, ante el asombro de los que no habían desembarcado.

[v] Monte vide, habría dicho Magallanes, pero la fundación de la ciudad no se produjo hasta pasado el primer cuarto del s. XVIII, habiendo sido levantado anteriormente un fortín por el portugués Manuel de Freytas.

[vi] Entre los dieciocho que regresaron con Elcano había griegos, portugueses, italianos, holandeses, alemanes, además de españoles, lo que quiere decir que los 250 cincuenta que iniciaron la expedición pertenecerían a más nacionalidades que las señaladas.

[vii] Marino natural de Espinosa de los Monteros (actual provincia de Burgos) habiendo nacido en 1474.

* "La primera vuelta al mundo", Madrid, Edaf, 2018. En esta obra se basa el presente resumen.

sábado, 3 de diciembre de 2022

Expediciones por el Pacífico

 

                                                           Imagen de Isabel Barreto (*)

Sabido que al oeste de América había un mar que permitía llegar a Asia, son muy importantes y esforzadas las expediciones para conocer rutas, tierras, islas, vientos y pobladores que tuvieron lugar. Álvaro de Mendaña es un berciano nacido en el año 1542 que dirigió dos expediciones por el Pacífico, la primera financiada con fondos públicos, y la segunda mediante el acopio de un capital que le proporcionaron personas de su confianza.

Saliendo del puerto de El Callao en noviembre de 1467, por lo tanto cuando Mendaña era muy joven, dirigió las dos naves de la expedición hacia el suroeste y alcanzó la isla de Pascua, el punto más meridional del periplo, 17º Sur, por lo tanto entre el trópico de Capricornio y el Ecuador; en dirección noroeste bordeó las islas Salomón[i], donde surgieron las primeras disensiones, pues mientras Mendaña era partidario de conquistarlas, no tenía autorización del virrey Diego López de Zúñiga, y quizá la pretensión de Mendaña se deba a que Zúñiga había muerto ya, incluso unos años antes de la salida de El Callao.

Lo cierto es que en la época los barcos quedaban fondeados no lejos de la costa, alcanzándose esta mediante botes que llevaban a la tripulación a tierra, y en estas islas es donde aquellos hombres tuvieron la oportunidad de conocer a los indígenas de los puntos por donde pasaban. Cabe imaginar la sorpresa de estos respecto de los españoles, pues en el caso contrario ya tenían la experiencia de las poblaciones americanas. La falta de unanimidad en lo que debía de hacerse y la dificultad de la empresa, hizo que Mendaña encaminase sus naves hacia el norte, donde encontraron las islas Marshall, en la misma latitud que Mindanao pero mucho más al Este. El rumbo siguió en dirección norte y luego noreste, pasando al norte de las islas Hawai para alcanzar el punto más septentrional en las proximidades de la península de California, a 32º Norte; luego en dirección sureste a Acapulco, donde llegaron en enero de 1569, es decir, poco más de un año de travesía.

Muchas de las islas citadas eran montañosas y de origen volcánico, boscosas por la abundancia de precipitaciones propias de los climas intertropicales; además pudieron observar que la profundidad de las aguas era grande desde la misma costa, es decir, carecían de plataforma continental.

Esta expedición, como otras, tenía un objetivo fundamental más allá de conocer las rutas del océano: la obtención de oro y otros metales preciosos, de los que siempre hablaban los indígenas americanos, lo que mezclado con ideas míticas y antiguas de los conquistadores, hacían apetecible –para la mentalidad de la época- tantos riesgos y penalidades. En efecto, para mandar la expedición surgió el primer problema, pues aspiraba a ello Pedro Sarmiento de Gamboa, más experimentado que Mendaña, pero este gozó de la influencia de las autoridades del virreinato del Perú.

La expedición que hemos descrito contó con dos naves que transportaron, según las fuentes, unos ciento cincuenta hombres, algunos de ellos marineros y otros militares, también mujeres españolas, algunos franciscanos y esclavos. Se pretendía, además de encontrar metales preciosos, conocer la Terra Australis de la que se venía hablando en los cenáculos de geógrafos y marinos; una vez en ella debía fundarse un establecimiento, pero no encontraron dichas tierras[ii]. En cambio sí tuvieron que dar solución a algunos conflictos, tanto entre los miembros de la tripulación como con los indígenas.

De vuelta en Lima no se vio por parte de las autoridades la utilidad del viaje de Mendaña, por lo que cuando intentó otro años más tarde, se tuvo que emplear en contratar a la tripulación y costear por su cuenta las embarcaciones, además de hacerse con los alimentos y demás pertrechos propios de una expedición de estas características. Tuvo muchas dificultades, pues merodeando piratas ingleses en las costas del Perú, el virrey Martín Enríquez Almansa le confiscó la flota antes de que zarpase con el fin de combatir a la piratería. Fallecido este virrey en 1583, el sustituto, Fernando de Torres y Portugal, apoyó la empresa de Mendaña, pero amenazando las costas de Chile la piratería, de nuevo se tuvo que posponer la marcha, hasta que en tiempos del nuevo virrey, García Hurtado de Mendoza, pudo zarpar con sus naves el ya veterano Mendaña desde El Callao, ahora en dirección a Paita, al norte del actual Perú, en 1595.

No pasaría de este año Mendaña, pues murió al contraer la malaria[iii], siendo llevado su cuerpo a uno de los barcos por temor a que fuese profanada su tumba por los nativos; otros miembros de la tripulación enfermaron de escorbuto[iv] y, en efecto, la escasez de alimentos fue una dificultad de las que sufrieron, además de la hostilidad de los indígenas en algunas de las islas visitadas. Asistieron a ofrendas de sacrificios humanos y a prácticas de canibalismo, lo que asombró no poco a la tripulación; hubo enfrentamientos entre los miembros de esta, pero se consiguió fundar una colonia en las islas de Santa Cruz, que hoy está dando interesantes resultados arqueológicos.

En este segundo viaje los expedicionarios sufrieron tempestades, y la esposa y viuda de Mendaña tuvo que habérselas para dar solución a un conflicto entre diversos miembros de la tripulación (islas de Santa Cruz), que alegaban no haberse embarcado para fundar colonias sino para enriquecerse, no viendo el oro por ningún lado. Isabel Barreto tuvo el tacto y la autoridad suficiente, valiéndose de la experiencia de Pedro Sarmiento de Gamboa, para poner orden, lo que ha valido a la señora el reconocimiento por parte de los que han investigado este asunto. Otro viaje que ha parecido inútil, pero se conocieron los bajos de San Bartolomé en el atolón de las Marshall, se corrieron peligros y, tras presenciarse matanzas, se celebraban misas.

Más allá de las “aventuras” de estas gentes, lo verdaderamente asombroso es el pelaje y la mentalidad de las mismas, sobre todo entre los dirigentes como Mendaña, Quirós, Torres o Sarmiento. El primero estuvo preso en Panamá en 1576 por unos pleitos y luego de nuevo encarcelado. Sabedores de que la muerte les acechaba en cada intento no cesaron en ello, se enfrentaron a sufrimientos y dificultades continuas, pasaron penalidades y tuvieron un ideal difícilmente comprensible para nosotros si no nos ponemos en su siglo, en su condición de hidalgos, soldados o marinos, embarcados en las empresas que habían dado comienzo cuando se tuvo noticia de que un nuevo continente se interponía entre Europa y Asia.


[i] Al Este de Nueva Guinea. Una de ellas la de Guadalcanal, donde se daría una de las batallas más mortíferas de la II guerra mundial entre el verano de 1942 y el invierno de 1943 (aliados y Japón).

[ii] Sin conseguir llegar a Australia, años más tarde Luis Váez de Torres pasó por el estrecho que lleva su nombre (Torres) que separa Nueva Guinea de Australia (1606).

[iii] Por la picadura de determinados insectos para lo que los europeos no tenían defensas biológicas.

[iv] Por un déficit alimentario, particularmente de vitamina C.

(*) Imagen tomada de schhg.cl/wp-schhg/2021/11/25/la-genealogia-de-dona-isabel-barreto/