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lunes, 15 de abril de 2019

Nagy y los comunistas húngaros


A mediados de 1953 fueron llamados a Moscú los dirigentes comunistas húngaros, ya que, una vez muerto Stalin, preocupaba a las “nuevas” autoridades soviéticas la marcha de los acontecimientos, sobre todo en Polonia y Hungría. Uno de los dirigentes comunistas que se desplazó a Moscú en dicha ocasión fue Rákosi (primer ministro y Secretario del Partido); otro de ellos Nagy, pero no solo. Las cuestiones que se debatieron giraron en torno al modelo de desarrollo económico que se había llevado a cabo en Hungría desde el establecimiento del régimen comunista tras la segunda guerra mundial.

Las requisas que los campesinos habían sufrido a favor del Estado llevaron a un malestar creciente, con los consiguientes procesos contra ellos. Beria, por su parte, criticó a Rákosi su “exceso de celo” a la hora de depurar a los miembros del Partido que no merecían totalmente su confianza, además de la estrecha vinculación del dirigente húngaro a los postulados estalinistas.

Nagy era considerado un comunista intachable[i] pero comprometido con las reformas que precisaba el régimen a juicio de algunos, entre los que se encontraba. Con motivo de la insurrección de octubre de 1956 sería nombrado por segunda vez Primer Ministro y, con este motivo, el periódico “The New York Times” publicó un artículo en el que revelaba que Nagy había pasado muchos años en Moscú como refugiado comunista. Cuando en 1944 volvió a Budapest con el ejército rojo, se convirtió en uno de los principales dirigentes húngaros. Durante su etapa en Moscú se había hecho ciudadano soviético en torno a 1930, pero ya manifestó a sus amigos de Budapest que “no era necesario que Hungría siguiera a la Unión Soviética en todo”. Seguramente había visto ya lo suficiente para pronunciarse así.

En la primera guerra mundial, Nagy había formado parte del ejército austro-húngaro; capturado por los rusos lo llevaron a Moscú, donde luchó con los bolcheviques en la guerra civil (quizá no le quedó otro remedio). Desempeñó en Hungría un papel de poca importancia en el breve gobierno comunista de Béla Kun hasta que tuvo que huir a la Unión Soviética en 1929. Cuando volvió a Hungría tras la segunda guerra mundial fue el autor de la primera reforma agraria de la postguerra y actuó contra los anticomunistas.

Volviendo a la reunión en Moscú de 1953, se adoptaron algunos acuerdos: se hizo una crítica a la política de Rákosi y sus aliados, los cuales habían hecho lo mismo que Stalin y los suyos, aplicar las prácticas represivas más despiadadas. Tras el regreso a Hungría, el Comité Central de Partido mantuvo una reunión en Budapest en la que Rákosi admitió las críticas, mientras que Nagy aprovechó para cargar acerbamente contra su oponente dentro de las filas comunistas. El Comité Central, de todas formas, trató de tranquilizar a los soviéticos y ocultó los auténticos problemas del país. De todas formas de allí salió un programa de gestión para un nuevo gobierno que encabezó Nagy.

Pronto se vio el sello reformista y el intento de introducir reformas que darían al régimen una cierta pluralidad. En un discurso pronunciado en octubre de 1954, Nagy hizo hincapié en el papel que debía tener el Frente Popular, foro en el que participaban todos aquellos que apoyaban al régimen aunque no fuesen comunistas. Apostó por la libertad de crítica y sus oponentes opinaron que avanzaba demasiado deprisa. El nuevo gobierno había comenzado su andadura a mediados de 1953, proponiendo un mayor peso del Parlamento en el sistema político, además de que el Gobierno debía responder ante aquel de sus actos. Todo un programa de reformas se puso sobre la mesa: disminución de las inversiones públicas en la industria pesada a favor de las de consumo, intercambios comerciales con los países capitalistas, aumento de las inversiones en la agricultura incentivando el ámbito privado en dicho sector, abandono paulatino del cooperativismo forzoso, protección a la actividad minorista, nuevo sistema de requisa al campesinado, reconocimiento del papel de los intelectuales y terminar con las prácticas arbitrarias en materia de orden público; se cerrarían los campos de exterminio (donde estaban recluidas unas 150.000 personas ) y liberación de los presos políticos. Se dio una amnistía restringida, se aumentaron los salarios y se redujo el precio de los productos de primera necesidad.

Todos los campos de internamiento húngaros se cerraron, gracias a lo cual comenzó el regreso de los deportados a sus hogares. Hasta finales de 1953 se beneficiaron más de 740.000 personas, de las que más de 420.000 vieron sus multas condonadas por no cumplir con los planes agrícolas; se suspendieron los procesos judiciales abiertos contra más de 230.000 encausados, todo lo cual causó un impacto social extraordinario. El Gobierno paralizó la colectivización forzosa de la agricultura, de forma que tierras, animales y enseres pasaron directamente a manos de los campesinos, sin por ello desaparecer la agricultura cooperativa.

Contra todo esto reaccionaron los comunistas que estaban más cerca de Moscú e incluso del fallecido Stalin; el Partido Comunista húngaro se dividió en facciones, sobre todo por la rehabilitación de los presos políticos, forzando la dimisión de Rákosi de la Secretaría General. A principios de 1954 los tribunales iniciaron un proceso contra Gábor Péter, antiguo responsable de la Seguridad del Estado[ii]. Pero lo cierto es que, aún con las reformas de Nagy, la situación económica no mejoraba, porque no había pasado el suficiente tiempo para notar sus efectos. De todas formas, los campesinos que accedieron a la propiedad de tierra mejoraron su nivel de vida, lo que se oponía a la situación de los obreros industriales.

En mayo de 1954 los máximos dirigentes del Partido Comunista ruso celebraron una reunión mientras que en Budapest se celebraba el III Congreso del Partido Comunista húngaro. Aquí, las relaciones de fuerza favorecieron a Rákosi y el Congreso aprobó la paralización de los procesos de reforma. Nagy pidió a los comunistas húngaros que se pronunciasen sobre qué clase de socialismo querían para Hungría y el Comité Central respaldó sus tesis, pero la división en el seno del partido ya era un hecho y la reacción popular se manifestó ante la amenaza de que las reformas se paralizasen.

Un personaje que venía siendo un burócrata comunista de altura, András Hegedüs (Ministro de Agricultura en su momento), representaba la línea estalinista de los comunistas húngaros. En 1950 había entrado en el Comité Central y entre 1953 y 1955 fue vicepresidente en el gobierno de Nagy. Al ser destituido este en abril del último año, fue designado primer ministro Hegedüs, el cual, en octubre de 1956, solicitó formalmente[iii], mediante nota diplomática, la intervención de las fuerzas armadas soviéticas para sofocar la insurrección popular. Con el tiempo se hizo muy crítico con el poder soviético y en 1968 condenó explícitamente la intervención armada del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia. En 1973 fue expulsado del Partido Socialista Obrero Húngaro (nombre del partido comunista en Hungría) por oponerse al régimen de Kádar.

[i] Ricardo M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez, “La antesala de la Revolución: el fracaso del revisionismo húngaro…”.
[ii] Había cometido reiterados abusos de poder, condenado a prisión, fue puesto en libertad en 1960, pero no ocupó ya cargo público alguno.
[iii] ¿Lo hizo por propia iniciativa u obligado por Moscú?

jueves, 19 de septiembre de 2013

El caso del conde Károlyi

El conde Károlyi
Al norte de Hungría y cerca de Budapest se encuentra el pueblo de Fót, donde nació en 1875 Mihály Károlyi, que heredó el título de conde de sus antepasados. En Fót se encuentra todavía el palacio residencial de la familia, con una fachada neoclásica. Károlyi perteneció, pues, a la aristocracia, pero su evolución política le haría olvidarse de esa condición y llegar hasta el socialismo, predicando además con el ejemplo, pues en un determinado momento cedió sus posesiones rurales a los campesinos para que trabajasen la tierra y atenuasen de esta manera la crisis económica por la que atravesaba el país. Ya se encontraba entonces en la cumbre de su andadura política.

No solo su evolución política es sorprendente, sino también su vida personal, pues de ser un vividor en el peor sentido de la palabra llegó a moderar su comportamiento hasta el caso de dar ejemplo con sus posiciones políticas, sus renuncias y sus memorias, que reflejan una amargura y decepción extraordinarias. 

En un primer momento estuvo ligado políticamente al conde Esteban Tisza, ejemplo de todo lo contrario, pues se mantuvo en la defensa de sus privilegios, del antiguo régimen austrohúngaro y de la política conservadora. Pero con el tiempo Károlyi llegaría a ser el oponente político de Tisza, evolucionaría hacia posiciones progresistas e incluso abrazó el socialismo. Los esfuerzos que hizo por la paz en su país y por conservar los territorios donde había húngaros tras la primera guerra mundial, no le fueron recompensados ni con el éxito ni con el reconocimiento, ni dentro ni fuera del país, por lo que se tuvo que exiliar dos veces. 

Aunque antes no, durante la primera guerra mundial ya defendió el sufragio universal y el voto de la mujer, lo que para los países del este de Europa eran medidas muy progresistas, siempre más retrasados en asumir los principios del liberalismo político. Consciente Károlyi al mismo tiempo de que en la Hungría de la guerra convivían nacionalidades distintas, propuso una política de acercamiento a todas ellas, aunque no daría resultado en un momento en el que los rumanos de Transilvania deseaban unirse a Rumanía, los eslovacos a la futura Checoslovaquia y los croatas y serbios a la futura Yugoslavia; por su parte los rutenos se sentían miembros de la comunidad ucraniana. No en vano los sentimientos nacionalistas se habían extremado durante las últimas décadas del imperio de los Habsburgo.

Cuando una revuelta de soldados en Budapest obligue al emperador a destituir a su jefe de gobierno recientemente nombrado, János Hadik, aquel se verá forzado a entregar el poder a Károlyi, que en un principio se inclinó por mantener a Hungría unida a Austria solo en la figura del emperador, pero determinados sectores de la población húngara, sobre todo en Budapest, hacían a la dinastía responsable de la guerra y de la derrota, por lo que exigieron el establecimiento de una república. Con la abdicación del rey Carlos, que a su vez era emperador de Austria-Hungría desde 1916, Károlyi aceptó la fórmula republicana de estado sin problemas, consciente de que lo importante era restaurar al país tras la guerra. No le sería fácil porque la revolución rusa había triunfado en 1917, el movimiento socialista se extendía por Europa y en Hungría, consejos formados por soldados y trabajadores empezaron a compartir el poder real con el Gobierno.

Karolyi se vio en la encrucijada de dirigir un gobierno, durante unos meses como primer ministro y luego como Presidente de la Repúbica (finales de 1918-marzo de 1919) en medio de la destrucción del país, la crisis económica y los separatismos nacionalistas. Sus esfuerzos para hacer de Hungría la patria común de varias nacionalides no dieron resultado, habiendo colaborado con él Oszkár Jászi. Francia, país vencedor en la guerra, no tuvo un comportamiento comprensivo para la nueva Hungría, obligando a Károlyi a replegar el ejército de ciertos territorios que reclamaba húngaros, así como a una desmovilización que dejó al país indefenso en el plano militar.

Los socialistas húngaros, que entonces eran un conglomerado de futuros comunistas y socialdemócratas de ideología matizadamente heterogénea, abandonaron a Károlyi y dieron ocasión a la intentona de establecer en Hungría una república soviética incluso desautorizada por Lenin. Francia obligó a Károlyi a ceder nuevos territorios a los estados vecinos, más allá de los que se habían acordado en el palacio de Trianón en Versalles. El comunista Béla Kun no fue capaz de mantenerse en el poder más que unos meses, como Károlyi poco antes, pero la coherencia de este supera con mucho al aventurerismo de aquel.

Hungría se sumió entonces en la larga dictadura de Horthy mientras Károlyi vivía su primer exilio en Francia hasta abrazar las ideas del socialismo. Liberada Hungría de los nazis tras la segunda guerra mundial, de nuevo estaría Károlyi en Francia como embajador, pero fiel a su conciencia dimitió por estar en desacuerdo con la ejecución de una pena de muerte; volvió a exiliarse y murió en le pequeña localidad francesa de Vence, a sureste del país.