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sábado, 23 de noviembre de 2019

Un palacio antiguo en Córdoba

Torre de la Calahorra en Córdoba (*)

No son pocos los historiadores y arqueólogos que se han ocupado de estudiar los orígenes y evolución del ahora palacio episcopal de Córdoba, la última Rocío Velasco García[i], cuya tesis doctoral sobre este asunto ha sido publicada en 2013.

Dejando atrás la época romana, en los terrenos del antiguo palacio episcopal, la primera construcción es de época visigoda, estando allí la sede de los gobernantes cuando se encontraban en Córdoba, empezando su construcción en los siglos VI o VII. Según algunas fuentes, dicho edificio estuvo frente a la sede episcopal de San Vicente, templo construido en el siglo VI en el lugar donde ahora está la mezquita de Córdoba, y a donde la sede episcopal habría sido trasladada –según Pedro Marfil- desde Cercadilla[ii], aprovechándose materiales de la época romana.

Otros autores hablan de un perímetro para el palacio visigodo de unos 550 metros una vez que el rey Rodrigo lo amplió y reformó. Martín de Roa, en 1772, se refiere a él diciendo que luego fue ocupado para convertirse en alcázar “de los Árabes”, con mayor suntuosidad. Y en 1855 Pedro Madrazo señaló que el palacio visigodo estuvo situado en el lado oeste de la mezquita. Ramírez Arellano, en 1873, dice que estaba enfrente de la basílica de San Vicente y que esta fue tomada por el primer Omeya hispano para “hacer su mezquita”, pero no en toda su extensión, porque en la época de este autor una parte era hospicio de expósitos. Amador de los Ríos, por su parte, se muestra más concreto y ubica el antiguo palacio al oeste de la mezquita.

Las excavaciones se remontan a mediados del siglo XVIII, dando como resultado la aparición de un muro de sillería al sur del actual palacio episcopal, siendo esta la primera constancia arqueológica que se tiene. Alberto León, sin embargo, considera que tuvo lugar un traslado a la zona suroccidental de la ciudad. Algunos historiadores del siglo XIX han hablado de “irregular recinto”, refiriéndose al palacio antiguo, así como que contaba con caballerizas y huertas.

En época islámica subsistió la jerarquía episcopal en Córdoba, pero los emires fijaron su residencia en el palacio: Mugith el primero, como jefe de la invasión musulmana, volviendo a ser ocupado por Abd al-Rahman I en 785, quien mandó levantar el alcázar y construir la mezquita. El primero se construyó frente a la mezquita sobre los restos del palacio visigodo, modificándose por las nuevas necesidades, pero sin perder el carácter defensivo junto al puente o puerta meridional de la ciudad. Algunos autores han considerado que una de sus torres hizo de alminar de la mezquita antes de que Hisahm I, a finales del siglo VIII, construyera otra.

Lo que parece claro es que emires y califas de al-Andalus ocuparon el palacio, aunque Abd al-Rahman III, cuando contruyó Madinat al-Zahra se trasladó allí con su corte, pero sin dejar de habitar el palacio cordobés cuando estaba en la ciudad. En tiempos de al-Mansur se llevaron a cabo varias construcciones, como un baluarte que quedará integrado en lo que luego se ha conocido como “Torre de la Calahorra”. También mandó ampliar la muralla norte del alcázar[iii], posiblemente por la ubicación de los baños califales en época de al-Hakam II.

Tras la “fitna” o guerra civil de 1009, que llevó a la progresiva destrucción de la ciudad palatina, los gobernantes taifas ocuparon el alcázar Omeya, y allí permanecieron los gobernantes de Córdoba hasta la conquista cristiana en 1236, cuando Fernando III de Castilla y León se apropió del alcázar y lo cedió, en parte, al obispo Lope de Fitero, que convirtió en catedral la mezquita.

El máximo esplendor del alcázar se dio entre los siglos IX y XII, extendiéndose en el espacio que hoy ocupa el antiguo palacio episcopal, seminario de San Pelagio[iv], biblioteca pública, Campo Santo y alcázar de los reyes cristianos, con un total de 39.000 m2; tuvo viviendas para la servidumbre y cuarteles de la guardia, necesitando la construcción de un acueducto a mediados del siglo IX.

Comparando un plano actual de Córdoba con el que facilita Rocío Velasco en su obra (p. 57) se puede comprender la gran extensión del recinto amurallado: desde la calle Torrijos frente a la mezquita hasta la ronda de Isasa, la calle Martín de Roa y la avenida del Alcázar. En el interior, una alcazaba, los baños[v], jardines, las residencias palaciegas y administrativas y otros espacios. Pero entre los siglos XII y XIII, época almohade, se llevó a cabo una ampliación y refortificación del recinto amurallado de la ciudad, y cuando se excavó bajo el alcázar de los reyes cristianos, en el Patio de las Mujeres aparecieron “varias fases constructivas califales, destinadas a adaptar” el edificio como residencia: patios pavimentados con losas de mármol, escaleras, letrinas, etc.

Otra edificación que parece corresponderse con dicho programa constructivo es la conocida como “Castillo Viejo de la Judería”, despoblado tras la expulsión de los musulmanes por Fernando III, no volviendo a ser habitado hasta mediados del siglo XIV por los “judíos conversos y cristianos”, momento en que dicha construcción comienza a ser conocida como “Castillo de la Judería”.



[i] “El palacio episcopal de Córdoba: historia y transformaciones”.
[ii] Hoy es un yacimiento arqueológico de época tardorromana y altomedieval. Se encuentra en el centro de la actual provincia de Córdoba.
[iii] Debe tenerse en cuenta que, con motivo de los conflictos de los vecinos del arrabal (818), la muchedumbre llegó a poner cerco al alcázar. En época de al-Mansur, cuando en 978 se produjo la conspiración de Diandhar, el caudillo aumentó las fortificaciones.
[iv] Manuel Nieto, a quien cita la autora, señala que debió existir un alcázar en los terrenos de este seminario desde 1317, y que pervivió hasta mediados del siglo XIV (alcázar viejo). Parece que a la muerte de Abd al-Rahman II en 852, existía ya un palacio entre el alcázar Omeya y la puerta del puente (donde hoy está el Triunfo de San Rafael).
[v] Dice la autora que cuando en 1962 se excavaron los baños califales, se pudo observar el expolio que se había llevado a cabo en ellos.
(*) fotonostra.com/albums/andalucia/calahorra.htm

jueves, 8 de noviembre de 2018

Historia de unos campesinos de Córdoba

Imagen actual de Espejo (Córdoba)

Generalmente se admite que la conflictividad social en España fue menor durante los años 1934-1935 (gobiernos conservadores) que en el bienio anterior, pero lo cierto es que en 1934 hubo dos grandes movilizaciones sociales que vienen a relativizar aquello: la huelga campesina convocada por la Federación de Trabajadores de la Tierra (UGT) a mediados de 1934, y el movimiento insurreccional de octubre del mismo año que protagonizaron la UGT y el Partido Socialista contra la entrada de la CEDA en el gobierno de Lerroux. De todas formas A. M. Calero da una cifra de cinco huelgas agrícolas en 1935 para toda Andalucía.

Las nuevas condiciones que se dieron en el bienio conservador fueron la política más dura y represora contra los movimientos sociales, la imposición de la censura de prensa por parte del ministro Salazar Alonso (a partir de octubre de 1934, no desaparece casi hasta finales de 1935) y sucesivas declaraciones del estado de alarma y de guerra. Ante esto, el temor a movilizarse contra los patronos y el poder aumentó.

En la provincia de Córdoba –como en otras- los principales motivos de movilización campesina fueron la lucha contra el paro, las reivindicaciones salariales y la relajación por parte de las autoridades en el cumplimiento de la legislación laboral del bienio anterior (que no cambió sustancialmente). Por poner un ejemplo, la patronal agraria se opuso sistemáticamente a la actuación de los jurados mixtos, responsables de arbitrar en los conflictos. En relación a la censura de prensa, en la citada provincia, es un síntoma la desaparición del periódico “El Sur”, órgano oficioso del Partido Socialista.

En cuanto a los salarios fue el año 1933 en el que más bajaron, recuperándose algo en 1934 en el caso de la siega de cereales con hoz o con guadaña. En la recogida de aceituna, siembra a mano, cavar olivos y otros trabajos agrícolas no especificados, los sueldos siguieron bajos en el último año citado respecto a 1932, y en 1934 se suspendió la actividad de los jurados mixtos.

El problema del paro estacional estuvo suavizado por las “cocinas económicas” pero la situación de los trabajadores agrícolas, en el bienio de gobiernos conservadores, empeoró sensiblemente, dirigiéndose muchos pueblos a la Federación Provincial de Trabajadores de la Tierra durante febrero y marzo de 1934, siendo la sociedad de obreros agrícolas “Germinal”, de La Rambla, la que propuso organizar una huelga en la provincia de Córdoba. La situación afectó a la esfera religiosa, pues durante el bienio de gobiernos conservadores las procesiones se llevaron a cabo con cierta discreción e incluso con brillantez, como señaló algún periódico de la época.

Los controles sobre el orden público a través de diferentes estados de excepción estuvieron vigentes durante casi todo el bienio, dándose en 1934 la suspensión de alcaldes y concejales socialistas, y después de octubre casi todos los Ayuntamientos socialistas de la provincia fueron destituidos, siendo detenidos varios líderes sociales por la repercusión de la insurrección de aquel mes en la provincia de Córdoba (sobre todo en las zonas mineras). En 1935, a cambio de huelgas, las fuentes reflejan la abundancia de hurtos y robos a causa del hambre, entre los que habría algunos independientemente de la situación social. En 1934 se registraron 51 huelgas rurales en la provincia de Córdoba, mientras que 15 incendios entre dicho año y 1935, así como 52 hurtos y robos en ambos años.

En Castro del Río, Puente Genil, Rute, Espiel y Lucena la prensa informó de diferentes robos en panaderías; en Pozoblanco un grupo de personas robó cinco borregos; en Montilla la “cocina económica”  repartía hasta 2.000 comidas diarias entre parados; en Lucena, hombres, mujeres y niños recorrían las calles pidiendo caridad… en Dos Torres intentaron organizar una “marcha de hambrientos sobre Córdoba”; en Palma del Río los trabajadores se revolvieron contra el sistema de socorros en forma de víveres; en Cañete de las Torres algunos vecinos colocaron un explosivo de fabricación casera en la puerta de la casa de un propietario por tener contratados trabajadores forasteros; en Pedroche un grupo incendió una ermita y en Hornachuelos provocaron un gran incendio en la iglesia del pueblo.

A Villafranca se desplazó el Gobernador Civil para calmar la tensa situación debida al paro obrero en el campo, poniendo de acuerdo a los patronos para que juntasen dos mil pesetas que se repartieron entre los obreros, dinero que habrían de devolver cuando estuviesen empleados y cobrasen un jornal…

Los afiliados a la CNT provocaron protestas de envergadura en Bujalance, por lo que fueron represaliados, aunque el comienzo de dichas protestas se remonta a 1933. Los comunistas comenzaron un llamamiento para la constitución de un frente único de trabajadores en lucha contra el paro, pero solo en Montalbán hubo una huelga por este motivo a consecuencia de aquel llamamiento.

La huelga de campesinos promovida por la Federación de Trabajadores de la Tierra (mediado 1934) afectó a toda España pero, aunque importante, no logró sus objetivos. Se dieron muestras de ludismo, pues una de las reivindicaciones de los obreros fue la limitación del uso de maquinaria en los trabajos agrícolas. El Gobierno estableció la censura previa en la prensa, empezando aquella huelga en Córdoba el día 5 de junio, mientras que unos días antes el Gobernador reconocía que se habían presentado 64 oficios de huelga, es decir, la mayoría de los pueblos de la provincia (menos diez). Según “El Sur” el paro afectó a unos 44 pueblos entre los días 5 al 7 de junio, pero la huelga no se siguió en los de influencia de la CNT: Baena, Bujalance, Cañete de las Torres, Fernán Núñez, Castro del Río y Palenciana. Tampoco tuvo repercusión en los pueblos más importantes del olivo: Lucena, Priego, Cabra, Benamejí, Encinas Reales, ni en otros de marcada influencia comunista, como Doña Mencía, Zuheros o Montoro.

Hubo numerosas detenciones y a partir del día 14 la huelga estaba casi terminada, poniendo el Gobernador en libertad a casi todos los detenidos. A mediados de julio se autorizó la reapertura de los centros obreros que habían sido clausurados. Por su parte, sobre la insurrección que tuvo a Asturias y Cataluña como principales centros a principios de octubre, de carácter político, las noticias llegaron a Córdoba y, a pesar del estado de guerra decretado el día 6 y la censura previa de prensa, algunos pueblos de la sierra cordobesa vieron alteraciones. Es el caso de Peñarroya, aunque la huelga no llegó a ser general; en Hornachuelos, reducto del socialismo, se produjeron varias detenciones y la represión fue muy importante aquí y en otros pueblos: fueron detenidos sospechosos en las calles y en los registros domiciliarios, entre ellos el Secretario de la Federación Provincial de Trabajadores de la Tierra, el Presidente del sindicato de metalúrgicos, el doctor Martín Romera, que había sido vicepresidente de la Agrupación Socialista en Córdoba, un concejal socialista y un ex alcalde de Hornachuelos. En total 118 detenciones.

En Villaviciosa, el día 9 de octubre, se enteraron de los sucesos de Asturias y se declaró la huelga, sumándose los de la CNT. Los huelguistas fueron al Ayuntamiento, desarmaron a los guardias, incendiaron algunos muebles e izaron una bandera roja. Para cortar el paso a las fuerzas del orden hicieron una zanja en la carretera; los amotinados sostuvieron un tiroteo con los guardias civiles, dos de los cuales resultaron heridos, mientras que los rebeldes, viéndose perdidos, huyeron al campo. Pocos días después fueron detenidos todos los involucrados en la rebelión, y en el banquillo de los acusados se sentaron 121 vecinos que fueron acusados de rebelión militar. Durante el consejo de guerra, que se celebró un año más tarde, los defensores alegaron algunos malos tratos por parte de la Guardia Civil.

En 1939, una vez acabada la guerra civil española ¿cuántos de los vecinos de la provincia de Córdoba habían sobrevivido y cuantos yacían muertos? ¿Cuántos sufrieron la represión que siguió? ¿Cuántos de los protagonistas o sus hijos tuvieron que sufrir la emigración entre finales de los años cuarenta y principios de los setenta del pasado siglo? Aquí no tenemos respuesta a estas preguntas; queden estas líneas como resumen de la historia de los campesinos de Córdoba.