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domingo, 3 de octubre de 2021

Somos los primeros

 

                                                           Fósil de Lucy, anterior a homo

Si es cierto que el universo tiene una antigüedad de 13.800 millones de años (que está por ver) y que el ser humano tiene una antigüedad de 2,5 millones, veremos que somos los primeros en un ciclo en el que imaginemos que la especie humana tenga por delante solo cien millones de años, y seguramente tendrá muchos más.

Los científicos, sobre todo físicos, cosmólogos y matemáticos por un lado, y los filósofos, teólogos, antropólogos, etc. por el otro, nos hablan de un “big-bang” que –digámoslo cuanto antes- no ha sido más que una forma accidental de designar el origen del universo, de forma que antes de dicho “big-bang” no existiría el tiempo, y por lo tanto tampoco el espacio.

Valga decir que el que el universo se haya ido formando a partir de una masa densísima comprimida en un espacio que podría no ser mayor que una cabeza de alfiler, requiere un gran acto de fe, porque no hemos tenido ocasión de comprobarlo y los científicos no han hecho sino enunciar teorías que, eso sí, parecen verosímiles a partir de las ecuaciones matemáticas que las podrían confirmar. Después de ese primer momento vendría la inflación, es decir, una expansión rápida del universo hasta que se formasen las primeras estrellas, estas se agrupasen formando galaxias y estas se multiplicasen al tiempo que el universo se expandía –y se expande- al parecer ilimitadamente; o tal vez limitadamente para implosionar y volver toda la masa del universo a contraerse en un espacio tan pequeño como la cabeza del alfiler…

A falta de que los físicos, los cosmólogos y los matemáticos nos anuncien nuevas comprobaciones, pues no todos están de acuerdo con lo que publican los otros, los paleontólogos, arqueólogos, antropólogos, filósofos y otros tienen también un interesante trabajo por delante para darnos luz sobre si los primeros homo tienen una antigüedad superior a la dicha, o si han existido homínidos que, extintos, aportarían más datos sobre la naturaleza originaria de homo.

Hemos alcanzado un nivel tecnológico no desdeñable en muchos campos: la genética, los logaritmos, los transistores y los chips, el estudio del universo y los satélites a nuestro servicio, el comportamiento de los astros y el funcionamiento de los agentes que forman parte de las atmósferas (por ahora solo sabemos suficiente de la de La Tierra). Nos encontramos, sin embargo, muy lejos de poder estar satisfechos en materia neurológica, y no pocas “leyes” que se habían considerado definitivas, han sido revisadas y aún arrumbadas.

La física newtoniana, por ejemplo, con haber sido un monumento para el conocimiento de la naturaleza, no es ya definitiva, como tampoco está todo dicho en cuanto a las demostraciones darwinistas, por muy importantes que sean para el conocimiento de los seres vivos animales. No debemos olvidar que Copérnico no fue el primero en enunciar el heliocentrismo, pues muchos siglos antes, en el III a. de C., Aristarco ya lo había intuido, pero en ambos casos nada más. Tuvo que venir Galileo para demostrarlo y pagar por ello.

Como es muy difícil concebir que el universo tuvo un origen como se defiende por algunos científicos (casi todos) los teólogos y filósofos han reflexionado sobre los límites de la ciencia, en los que están de acuerdo aquellos y estos, planteando la existencia de una fuerza, energía o ser no material, que estaría en el origen de todo. Millones de personas en el mundo así lo creen, pero ello se debe a razones culturales y de tradición; en todo caso sería pretencioso por parte de cualquiera desechar las creencias de millones de personas, algunas de las cuales muy sabias, como Platón, Aristóteles, Plotino, Tomás de Aquino, Descartes, Spinoza, Kant, Unamuno, Ortega, Zubiri y otros muchos. El mismo Albert Camus, descreído donde los haya, concibió que tenía que haber una justicia absoluta (atormentado por la injusticia que veía a su alrededor) lo que está a un paso de Dios, pues no otro concepto está relacionado con dicha justicia absoluta.

Los que dicen que Dios existe, en realidad no lo saben, y los que dicen que no existe, tampoco lo saben; se limitan a expresar su confianza en lo que dicen, pero sin poder aportar prueba empírica alguna; por lo tanto, ya que lo del big-bang está por ver, vayamos a lo que nos puede resultar más cercano y comprensible: la antigüedad del ser humano en La Tierra (bien entendido que también está por ver si hay otros seres inteligentes en otros astros o galaxias; el concepto de inteligencia también podría ser distinto en este caso, con lo que nos complicamos aún más).

Dos millones y medio es muy poco tiempo; somos los primeros, a pesar de los muchos avances científicos y técnicos que hayamos alcanzado, a pesar de lo sofisticado de nuestras reflexiones filosóficas y teológicas. Imaginemos –si es que podemos- qué será el ser humano dentro de cien millones de años (seguramente poco para lo que es previsible que exista antes de su extinción o evolución en otro ser distinto del que conocemos como tal). Como somos los primeros, pues nuestra antigüedad no supera los 2,5 millones de años, cabe pensar que, al ritmo actual, el desarrollo epistemológico será enorme dentro de algunos millones de años… si es que no se ha destruido todo, porque de la misma manera que el universo podría implosionar (otro acto de fe) el ser humano también podría destruirse o extinguirse después de haber cumplido su papel, bueno o malo, en el mundo, en el universo.

Esto de ser los primeros debiera hacernos reflexionar sobre nuestra pequeñez, si no hubiese razones suficientes que ya la demostrasen, aunque nos creamos que estamos en el cénit de nuestro desarrollo como animales racionales. ¿Será nuestra mente más poderosa en un futuro lejano? ¿Será esto posible sin una mayor complejidad de la maraña neuronal de nuestro cerebro? ¿Cómo se manifestará nuestra conciencia dentro de unos cuantos millones de años? ¿Qué relación habrá entre nuestra conciencia y los valores morales que se sostengan dentro de unos cuantos millones de años?

De la misma forma que las primeras células que dieron origen a la vida en La Tierra, fueron enriqueciéndose en proteínas y otros elementos ¿cabe pensar que el ser humano también desarrollará mediante un enriquecimiento en los componentes de carbono y nitrógeno su constitución?

Somos los primeros; los que vivan dentro de unos cuantos millones de años quizá también puedan considerarse los primeros si la vida de los seres humanos se desarrolla durante varios milenios de millones de años…

(La fotografía está tomada de publico.es/ciencias/lucy-primer-hominido-camino-erguido)

jueves, 29 de octubre de 2020

Cerebro, creencias y ciencia

 

                                                     Fotografía tomada de "El Universal"

El proceso de hominización es uno de los fenómenos más oscuros a pesar de las investigaciones que se han venido haciendo. Los homo habilis eran homínidos pero los homo sapiens ya son lo que nosotros sin la carga cultural de milenios. Ambos usaron herramientas, lo que no es exclusivo de los homo, pero no tuvieron la misma conciencia de sí mismos[i]. En un momento de la evolución humana –dicen los autores consultados- comenzamos a preguntarnos de dónde venimos, el sentido de la vida y qué hay tras la muerte.

La evolución de los homínidos que conocemos como australopithecus a los homínidos homo habilis comenzó hace tres millones de años. Hoy sabemos que emigraron a Asia los homo erectus hace unos 2,1 millones de años; en torno a 1,5 millones de años de antigüedad controlaron el fuego (lo conocieron antes al observar incendios) y la primera evolución humana, con innovaciones tecnológicas (herramientas como hachas de piedra y cocinar con fuego) les llevó a manifestaciones culturales específicas.

Unos homo que conocemos como heidelbergensis o rhodesiensis, que vivieron hace 700.000 años fueron los primeros que enterraron a sus muertos, encontrados en lo que se ha llamado “Sima de los Huesos, situada en la sierra de Atapuerca, en el pueblo del mismo nombre (España). Se trata de 28 esqueletos de homínidos que algunos consideran neandertales tempranos (es decir, homo), que se habían separado de otros del sur de Siberia (denisovanos) hace unos 430.000 años. Luego se encontraron con humanos cuando emigraron a África y al cercano Oriente hace unos 75.000 años. Estos humanos se habían separado de los neandertales hace unos 370.000 años, compartiendo un ancestro común que vivió hace más de 700.000 años.

Los humanos se cruzaron con denisovanos y neandertales, según algunos especialistas aunque no todos están convencidos, y los primeros sostienen que hubo mezclas genéticas ancestrales entre denisovanos y neandertales. Tales cruzamientos –dicen- no deberían sorprender, ya que no eran especies diferentes, sino subespecies, aunque denisovanos y neandertales fueron menos diversos que los humanos, y posiblemente ello fuera una de las causas de la extinción de aquellos.

Darwin, como sabemos, se embarcó en el barco Beagle a finales de 1831 y se pasó viajando por el mundo (a pesar de los mareos que le producían los viajes en barco) durante casi cinco años. Ello le permitió recopilar muestras muy diversas de fósiles, plantas y animales de forma metódica y laboriosa. Darwin, al parecer, se inspiró al leer en 1838 el “Ensayo sobre el principio de la población”[ii], que había sido publicado por primera vez a finales del siglo XVIII. Malthus decía en la obra citada que los recursos naturales crecen aritméticamente, mientras que las poblaciones humanas se duplicaban cada 25 años siempre que haya recursos disponibles y no se ejerza control reproductivo alguno. La consecuencia es la superpoblación y, con ella, el hambre y la muerte, a menos que se controlase la natalidad, comprendiendo Darwin lo que se ha llamado “beligerancia de la naturaleza”.

El estudio de todo esto llevó a Darwin a plantear su teoría de la selección natural en la lucha por la supervivencia y, volviendo a los primeros homínidos, los arqueólogos han podido demostrar que en un punto de su evolución hacia los homo, se construyeron sepulturas ceremoniales, incluyendo utensilios que apuntan a creencias religiosas y en vida más allá de la muerte. Además se desarrolló el lenguaje y todo esto generó un crecimiento exponencial de logros culturales y técnicos. Si aquellos seres eran capaces de perfeccionar instrumentos es porque, al mismo tiempo, sus cerebros habían evolucionado hacia una mayor complejidad. El templo más antiguo hasta ahora conocido, Gobekli Tepe (Turquía), demuestra que primero fueron las creencias religiosas, la vida en comunidad, y luego el desarrollo de la agricultura y la ganadería, aunque fuese de forma muy primaria, algunas plantas y animales.

Lo atrasados que estamos en cuanto al conocimiento de nuestro cerebro, no ha impedido que conozcamos la base molecular de los cambios biológicos –primero en el genoma y luego en el cerebro como consecuencia de la primera-, desde los primeros homínidos hasta los humanos, aunque de forma incompleta y muy recientemente: unos parálogos que incluyen genes que están implicados en el desarrollo cortical del cerebro humano, son fuerza impulsora de su evolución desde los primeros homínidos hasta los humanos.

El potencial del descubrimiento de cierta familia de genes[iii] en el desarrollo general y las enfermedades del neurodesarrollo es impresionante, según los autores citados en la nota 1. Por primera vez, la evolución de los primeros homínidos a los humanos se ha explicado científicamente. Ello implica genes que desencadenan el desarrollo y crecimiento de la corteza cerebral.



[i] Gabriel Dorado, Fernando Luque, Plácido Pascual, Inmaculada Jiménez, Francisco Javier S. Sánchez-Cañete, Patricia Raya, Jesús Sáiz, Adela Sánchez, Teresa E. Rosales, Víctor F. Vásquez y Pilar Hernández.

[ii] Thomas Robert Malthus.

[iii] NOTCH2NL

viernes, 6 de diciembre de 2019

Hacia el bipedismo

Río Omo

En la época conocida como Mioceno, que comenzó hace unos 23 millones de años, se produjeron cambios en las zonas templadas de África que han sido estudiadas: a comienzos de ese largo período las regiones templadas de África se caracterizaban por temperaturas más elevadas que en la actualidad, existiendo, por tanto, bosques y selvas que se extendían en los bordes norte y sur del Ecuador. Pero a mediados del Mioceno el clima se fue enfriando lentamente y ello ocasionó la paulatina reducción de las selvas y bosques, apareciendo estepas y sabanas.

Antes no había alternancia estacional, calor y alta pluviosidad eran la norma todo el año, pero luego las estaciones se fueron notando con períodos de sequía. Las gramíneas y las leguminosas constituyeron el único alimento disponible en estas zonas solo durante una parte del año. La vida en las zonas de densa vegetación brinda una mayor abundancia de alimentos, pero a finales del Mioceno o comienzos del Plioceno (hace unos 8 millones de años) se produjo en el oriente africano un acontecimiento geológico de gran importancia: una falla o fractura conocida como Valle del Rift, que se inicia en Asia Menor (sur de Turquía), pasa por Israel y cruza el mar Rojo penetrando en África por Etiopía. Aquí se encuentran los sitios de Hadar, Valle del Omo, Lago Turkana, Laetoli y Olduvai, dentro de la gran grieta, hasta llegar a la desembocadura del río Zambeze, en Mozambique, luego de recorrer unos 5.000 km. y alcanzando en algunos lugares un ancho de 80 km. y una profundidad superior a los 300 metros.

Ambos acontecimientos (cambios climáticos y geológicos) más la presencia de ríos, lagos y montañas, llevaron a la transformación del oriente africano en una región variada en ecosistemas, con un “mosaico de hábitats". Los cambios ambientales constituyeron un importante estímulo para ciertos seres vivientes, dada la elevada presión selectiva existente. Una respuesta eficaz a las exigencias del medio pudo haber sido la principal causa de que un grupo de primates iniciara el recorrido de una evolución diferente, llegando a nosotros. Gorilas y chimpancés, por su parte, quedaron recluidos en las selvas y bosques.

Hasta 1972 se consideraba que la máxima antigüedad para la postura bípeda de algunos seres era 2,8 millones de años, pero las investigaciones en la zona de Hadar, al noreste de Etiopía, dieron un fragmento superior de tibia y un fragmento inferior de fémur que estaba partido por la mitad, de forma que solo conservaba uno de sus cóndilos[i] (el otro estaba muy cerca, también encontrado). Cuando se articularon las tres partes se pudo ver que el fémur y la tibia se podían unir en ángulo, disposición diferente a la de los póngidos o grandes simios (gorilas, chimpancés, etc.). Dicho ángulo, denominado vulgus, existe en el hombre moderno y es decisivo para la locomoción bípeda, ya que el pie se sitúa por debajo del centro de gravedad mientras se avanza. En cambio, los póngidos “anadean” cuando se trasladan en posición bípeda debido a que no se da la circunstancia explicada. El homínido al que se atribuyeron aquellos fragmentos de huesos se supone vivió, caminando de forma bípeda, hace unos 3 ó 4 millones de años.

Luego se encontró el fósil muy completo de “Lucy”[ii], que corroboró la existencia del bipedismo hace algo más de 3 millones de años. En 1978 se encontraron pisadas fósiles de homínidos en el sitio de Laetoli, en Tanzania, datándose dichas pisadas en 3,7 millones de años: se notaba el bipedismo por la fuerte pisada del talón, la bóveda plantar bien marcada y el dedo pulgar alineado junto con los otros, no separado como en los póngidos. Ese pie se había convertido en órgano de apoyo para sustentar el peso del cuerpo.

Las poblaciones de Hadar y Laetoli han dado el mismo tipo de homínido, al que denominamos Australopithecus Afarensis, y restos de estos, con una antigüedad superior a 4 millones de años, también fueron encontrados cerca de Johannesburgo, en Sudáfrica, datados en 3,5 millones de años, demostrando una postura bípeda.

En los años noventa pasados se descubrieron restos fósiles de una antigüedad entre 3,9 y 4,1 millones de años, a los que denominados Australopithecus anamensis[iii], en la zona del Lago Turkana. Los huesos tibiales presentan el borde delantero propio de los individuos que se desplazan en forma bípeda.

Luego surgió la duda de si los afarensis fueron “bípedos eficientes”, es decir, si la marcha bípeda de estos es como la nuestra, ya que seguían haciendo una vida arborícola preferente, pero lo cierto es que la liberación de las manos, que ya no se necesitaban para andar, permitió usarlas para la fabricación de utensilios, en un primer momento meros tanteos hasta empezar a comprobar que algunas formas podían ser útiles para esto o para lo otro. El bipedismo también permitió vigilar mejor en la lejanía, al adoptar la cabeza un punto de vista más alto; transportar alimentos también se hizo más fácil, pues las manos podían disponerse de manera que los contuviesen, así como otros objetos.

Pero la bipedestación también trajo inconvenientes: en las mujeres se redujo su canal de parto, pero poder fabricar objetos estimuló el cerebro, que aumentó de tamaño, lo que también permitió buscar fórmulas para parir que fuesen distintas de las derivadas del mero instinto.

Entre todos los mamíferos, pues, la especie humana se caracteriza por disponer de una postura erecta, lo que nos ocasiona hernias de disco, prolapso uterino (descenso del útero respecto del individuo que se desplazaba empleando las cuatro extremidades) y varices, así como la pérdida de la capacidad prensil de los pies.

La cría ya no es la que se aferra al cuerpo de la madre, sino que es esta la que la coge entre sus brazos, aptos para la aprehensión de los objetos. En todo caso, como se dice al principio de este resumen[iv], el bipedismo fue una consecuencia, para aquellos seres que estaban en condiciones de adoptarla, de las modificaciones del paisaje geográfico en el oriente africano durante el período Mioceno.



[i] Cabezas redondeadas en las extremidades de algunos huesos que permiten la articulación con otros huesos.
[ii] Ver aquí mismo “Anamensis” y “Los primos de Lucy”.
[iii] Ver aquí mismo “No humanos pero erguidos como nosotros”.
[iv] Alberto A. Makinistian, “Los comienzos del bipedismo en el proceso de hominización”.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Anamensis


Woranso-Mille es un yacimiento arqueológico que se encuentra en la región de Afar, en Etiopía. Allí se encontró, en 2016, el fósil de un cráneo casi completo de un homínido que vivió hace unos 3,8 millones de años, llevando al equipo de Yohannes Haile-Selassie, investigador etíope del Museo de Historia Natural de Cleveland (Estados Unidos), al estudio del mismo, publicando luego los resultados en la revista “Nature”. Se trata del cráneo de un australopithecus anamensis.

Los cambios en el clima llevaron a los animales, también los homínidos, a entrar en competencia entre sí, de forma que, en un larguísimo período de tiempo, estos últimos consiguieron elevarse sobre sus piernas, dejar liberadas sus manos para coger cosas y convivir, durante unos 100.000 años, con otros homínidos llamados australopithecus afarensis (el fósil más importante es Lucy)[i]. Los anamensis no son los primeros homínidos que comenzaron a andar sobre sus pies dejando las manos libres; otras especies como “Ardi”, que vivió desde hace unos 4,4 millones de años, también en la actual Etiopía, o sahelanthropus tchadensis, una especie de más de seis millones de antigüedad, cuyos fósiles se han encontrado en Chad, ya empezaron a ponerse de pie, pero seguían pasando gran parte del tiempo colgados de los árboles.

Los anamensis vivieron en un entorno más bien árido, dominado por arbustos y herbazales, según el investigador Luis Gibert, y estas condiciones les empujaron a caminar con mucha más frecuencia. El anamensis del cráneo encontrado vivió en un tipo de sabana donde el acceso a los alimentos dependía de las estaciones, lo que le obligó, junto a sus congéneres, a desplazarse.

Este anamensis[ii] tenía una cara muy parecida a la de sus coetáneos y descendientes afarensis, pero la parte trasera del cráneo recuerda al más antiguo sahelanthropus, con unos 370 cm2 de capacidad. Sus caninos tienen, en proporción, un gran tamaño, con dimorfismo sexual (diferencias entre machos y hembras) y la estatura de este homínido no debía superar el metro.

Véase el toro supraorbital en la fotografía, la casi ausencia de frente, el adelantamiento de la mandíbula y la falta de la parte posterior del cráneo, mucho más pequeño que el de un homo actual.



[i] Ver aquí mismo “Los primos de Lucy”. Igualmente, "No humanos, pero erguidos como nosotros".
[ii] Se ha registrado como MRD-VP -1/1.

sábado, 11 de mayo de 2013

Matrimonio y control social


El matrimonio cristiano, luego católico, no fue siempre una institución defendida por las autoridades religiosas. Los primeros cristianos valoraban más el celibato, pero ante la imposibilidad de que este se extendiese a toda la comunidad cristiana, algunos teóricos empezaron a valorar el matrimonio como un bien. Luego vendrían los siglos medievales en los que la Iglesia ejerció un verdadero control sobre las parejas que deseaban casarse y formar una familia. Familias en las que los padres no estuvieron casados han existido siempre, y más los casos en los que una mujer tenía hijos y el padre se despreocupaba de ellos. La casuística es casi interminable.

Pronto surgieron intereres entre las familias de los contrayentes para que los matrimonios fuesen más que un sacramento: un buen negocio. En realidad un contrato, que es lo que siempre ha sido en el plano civil. Las familias con patrimonio abultado procuraban que sus vástagos casasen con miembros de otras familias que también tenían patrimonio, agrandando así este. En ocasiones el matrimonio se procuraba entre miembros de una misma familia (en un grado de proximidad consanguínea más o menos próximo) con el fin de que el patrimonio quedase concentrado sin demasiados intereses colaterales. De ahí la frase de Matilde Peinado de que el matrimonio fue el instrumento para "disciplinar la vida de las parejas". La misma autora señala que "entre los siglos XI y XII, la Iglesia Católica trata de controlar la sexualidad" y de ahí surge toda una legislación en materia de autorizaciones, dispensas, limitaciones, etc. 

Lo normal es que el matrimonio se diese entre iguales, es decir, un campesino pobre solía contraer matrimonio con una campesina pobre. En otras ocasiones las diferencias sociales o de riqueza eran pequeñas, aunque también se han dado casos en los que uno de los cónyuges era de condición social superior a la del otro (los menos). Otras circunstancias son la diferencia de edad, el viudo o la viuda que contrae matrimonio por segunda o tercera vez, los que desean casarse siendo parientes próximos... La Iglesia fue regulando todos estos casos y, basándose en su influencia, obtenida no solo por el ejemplo o la lógica de sus propuestas, sino con el apoyo de los podersos, impuso las condiciones en que un matrimonio podía celebrarse o no. Claro que muchas parejas se saltaron a la torera estas normas, pero entonces tuvieron que sufrir la reprobación social, el aislamiento o incluso la persecución.

Como los intereses económicos y los afectos son factores con mucha fuerza para obviarlos, la Iglesia se inventó una serie de dispensas con el fin de que la norma fuese saltada en no pocas ocasiones. "Algunos de los impedimentos absolutos -dice Matilde Peinado- para la realización del matrimonio eran la falta de edad, la impotencia del marido [cosa que en ocasiones sería difícil de probar publicamente], haber contraído votos religiosos, haber reconocido órdenes sagradas, pertenecer a un matrimonio anterior, diferencia de religión, matrimonio entre infieles, matrimonio con herejes, y entre los impedimentos relativos se considereaban el parentesco, real, adoptivo o espiritual, promesa de futuro y adulterio". El parentesco real se refiere a la consanguinidad hasta el tercer y cuarto grado; el parentesco adoptivo se refiere a los parientes de la pareja y el parentesco espiritual se refiere a los padrinos del bautismo.

Las parejas que incurrían en los casos anteriores y deseaban contraer matrimonio debían obtener dispensa de la Iglesia, que la daba si se pagaba un dinero. Este dinero podía se excusado si la pobreza de los contrayentes era evidentísima, pero entonces había más dificultades para la concesión de la dispensa. Dichas parejas, en muchos casos, obviaban la norma y mantenían sus afectos más o menos abiertamente, cohabitaban y tenían descendencia que legitimarían más tarde o no. En ocasiones la Iglesia daba dispensa, aún no cumpliéndose las condiciones expuestas antes, si la mujer había cumplido los venticuatro años, edad que se consideraba empezaba a ser tardía para contraer matrimonio y para procrear. Debía casarse cuanto antes aunque fuese con un primo carnal. Todo ello con tal de que los matrimonios se produjesen bajo control eclesiástico. Si se daban las condiciones de partida, adelante; si no se daban se paga y asunto concluído. Si no se puede pagar, entonces la Iglesia podía mostrar su generosidad o no...

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Los primos de Lucy

Una de las cuevas de Sterkfontein (Sudáfrica)


En el sureste de Sudáfica se encuentran una serie de cuevas con el nombre de Sterkfonteine, cereca de la frontera con Lesoto, en una de las cuales se hallaron, en la década de los noventa pasados, los huesos de un ser bípedo y algo más tarde los huesos del pie de un primate, lo que se sabe porque el dedo gordo era prénsil, es decir podía doblarse de tal manera que se agarraba a las ramas de los árboles. En cierto modo el dedo gordo de las manos de los humanos actuales también es prénsil, aunque no tiene la longitud suficiente para poderse agarrar a las ramas y sostener el peso del cuerpo; pero lo importante aquí es que aquel dedo gordo del primate era del pie. 

En la gruta de Siberberg, que forma parte del conjunto de la región de Stenrkfonteine, se encontraron luego más huesos de un homínido (el mismo ser bípedo citado, no el primate) que vivió hace unos 3 millones de años. Se encuadra, por lo tanto, entre los seres que llamamos australopithecus: bípedos pero con una capacidad craneana insuficiente para poder ser considerados homo, ni siquiera habilis, es decir, no tenían inteligencia para fabricar ni una simple hacha de piedra o un cuenco del mismo material; tampoco para verle utilidad, como materia prima, a un hueso o asta de animal. Al conjunto de huesos pertenecientes al mismo ser, que han podido ser encajados por los peleontólogos, se le dio el nombre de Little Foot, un ser que vivió por la misma época que Lucy, otro australopithecus, este hembra, que murió cuando tenía unos 20 años de edad. 

En color oscuro, los huesos encontrados de Little Foot
La frente de Little Foot es huidiza y su cerebro más pequeño aún que el de Lucy, por lo que quizá tuviese menos edad que ella al morir. Su altura, sin embargo, era superior, pues podía llegar a 1,5 metros. En 2008 se han encontrado, en las mismas cuevas de Sterkfontein, los restos de un ser que, según algunos, sería un tipo de australopithecus (el sediba), mientras que según otros sería un australopithecus africanus, conocido desde hace más tiempo. El primero sería una novedad para los científicos; el segundo no. El sediba vivió en Sudáfrica hace algo menos de 2 millones de años, es decir, muy próximo en el tiempo a nosotros para ser un australopithecus. El africanus vivió en tiempos de Lucy, desde algo antes de hace 3 millones hasta hace 2,5 millones de años. Africanus y Little Foot ¿podríamos considerarlos los "primos" de Lucy? En cuanto a sediba, dejemos que los científicos se aclaren.

Ver:  http://terraeantiqvae.com/profiles/blog/list?user=3gv8cn1ne0cho#.UJrSX2e0LKE




lunes, 5 de noviembre de 2012

Los animales en el antiguo Egipto (y 3)

Una ibis
Del fénix dice Heródoto que vive en Egipto y que él solo había visto en pintura, y por si esto fuera poco raras son las veces en que se deja ver. Según los de Heliópolis -cuenta el historiador griego- solo viene a Egipto cada quinientos años... Si en su tamaño y conformación es tal como la describen, su mole y figura son muy parecidas a las del águila. Luego añade que de esta ave se cuentan prodigios, aunque dice no creer en ellos, y hacía bien Heródoto, pues se trata de un ave mitológica como es sabido.

Luego habla de las ciprias serpientes divinas de la zona de Tebas, nada dañosas a los hombres, pequeñas en el tamaño, que llevan dos cuernecillos en la parte más alta de la cabaeza. Al morir se las entierra en el templo mismo de Júpiter, a cuyo númen y tutela se las cree dedicadas. 

El Júpiter al que cita Heródoto será el Bel Marduk de la civilización caldea, que en su época ya había entrado en contacto con el valle del Nilo y se habría formado un sincretismo entre los panteones de unas civilizaciones y otras. En efecto, el Júpiter de los griegos (la traducción que sigo es la de Bartolomé Pou) muy facilmente se podría asimilar al dios sol de los caldeos y de los egipcios (1). Dice que hay otra casta de serpientes aladas, para cuyo conocimiento viajó a Arabia, pero no lejos de Butona (no sé donde se encuentra esta localidad) pero allí vio el historiador griego vastos montones de osamentas... muchos y numerosos. Esto se explica -dice- porque al abrirse la primavera acuden las serpientes aladas desde la Arabia al Egipto, y que las aves que llaman ibis les salen al encuentro desde luego a la entrada del país, negándoles el paso, y acaban con todas ellas. A este servicio que las ibis prestan a los egipcios atribuyen los árabes la estima y veneración en que las tienen aquellos naturales, y esta es la razón que dan los egipcios mismos del honor que le tributan.

Dejando a los animales pasa a hablar Heródoto de los egipcios, de los que dice que los que habitan en las zonas cultivadas son de lo más hábiles. En su manera de vivir guardan la regla de purgarse todos los meses del año por tres días consecutivos, procurando vivir sanos a fuerza de vomitivos y lavativas, persuadidos de que de la comida nacen al hombre todos los achaques y enfermedades. Dice que los que practican esto son los hombres más sanos que ha visto, que quizá deba entenderse como que la mayoría de los egipcios, los campesinos, escalvos y artesanos, no tenían tantos cuidados y sí verdadero afán de comer todos los días. De aquellos cuidados exceptúa a los libios (a la postre Egipto había sido un imperio formado por pueblos de distinto origen y cultura).

Este beneficio [de los egipcios de clase superior] lo deben en mi concepto a la constancia de sus anuas estaciones, porque sabido es que toda mutación, y la de las estaciones en particular, es la causa generalmente de que enfermen los hombres. Por lo común no comen de otro pan que el que hacen de la escandía, al cual dan el nombre de 'cytesis'. Luego añade que en Egipto no hay viñas, pero está documentado que en algunas zonas, ya antes del siglo de Heródoto, los egipcios produjeron vino en su tierra, y por eso el historiador dice que la bebida en el valle del Nilo es la cerveza, que sacan de la cebada. 

Los egipcios comían algunos pescados crudos después de secados al sol y otros adobados en salmuera, conservando también en sal las codornices, ánades y otras aves pequeñas para comerlas, pero sin cocer; pero hay otros peces y aves que consumían hervidos o asados, a excepción de los animales que reputan por divinos. 
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(1) "Euterpe" (musa de la música) o libro II de las "Historias" de Heródoto.

Los animales en el antiguo Egipto (2)


En cuanto a los cocodrilos -dice Heródoto- pasa cuatro meses sin comer en el rigor del invierno, que pone sus huevos en tierra y saca de ellos sus crías, y que, siendo cuadrúpedo, es anfibio sin embargo... Los cocodrilos son para algunos egipcios sagrados y divinos; para otros, al contrario, objeto de persecución y enemistad. Las gentes que moran en el país de Tebas o alrededor de la laguna Meris, se osbtinan en mirar en ellos una raza de animales sacros, y en ambos países escogen uno comunmente, al cual van criando y amansando de modo que se deje manosear, y al cual adornan con pendientes en las orejas, parte de oro y parte de piedras preciosas y artificales, y con ajorcas (1) en las piernas delanteras. Se le señala su ración de carne de los sacrificios. Regalado portentosamente cuando vivo, a su muerte se le entierra bien adobado en sepultura sagrada. No así los habitantes de la comarca de Elefantina, que lejos de respetarlos como divinos, se sustentan con ellos a menudo.

La ciudad de Tebas estaba en el alto Egipto, relativamente cerca de Nubia, y la laguna Meris de la que habla Heródoto es la que se encuentra deca de El Fayum, hoy un lago salado, al suroeste del delta. Elefantina es una isla rodeada por dos brazos del Nilo en el alto Egipto.

Heródoto concibe su misión como historiador en un sentido muy amplio, pues nos habla de costumbres, paisajes, climas, fauna, vegetación... En cierto modo es un antropólogo que estudia las formas de vida y creencias de los diversos grupos humanos, y ya vemos que no se puede generalizar cuando del antiguo Egipto se habla, pues según nos encontremos en el norte o en el sur, en una ciudad o en otra, el trato que reciben los animales puede ser muy distinto. En todo caso los antiguos egipicios, como seguramente otras civilizaciones de las que tenemos menos noticias, tenían de los animales una idea distinta que en la actualidad: ¿dotados de alma? ¿seres que reunían características comunes con los humanos? Lo cierto es que en cada caso y momento fueron objeto de veneración o de alimento.

Ahora nos habla de los hipopótamos: solo en la comarca de Papremis [antigua ciudad del bajo Egipto. En el siglo V a. de C. se dio una batalla entre egipcios y persas, cuando los primeros eran ya un pueblo disgregado incapaz de mantener su civilización a manos de extranjeros; aún así el egipcio Inaros venció a los persas de Artajerjes I] los hipopótamos o caballos de rio son reputados como divinos, no así en lo demás de Egipto. El hipopótamo... tiene una suñas hendidas como el buey, las narices romas, las crines, la cola y la voz del caballo, los colmillos salidos, y el tamaño de un toro más que regular.

Los egipcios veneran como sagradas las nutrias que se crian en sus ríos, y con particularidad entre todos los peces al que llaman lipdoto o escamoso, y a la anguila, pretendiendo que estas dos especies están consgradas al Nilo, como lo está entre las aves el 'vulpanser' o ganso bravo.

Asombran las observaciones de un griego que, buen conocedor de la naturaleza, no es esta precisamente su especialidad; pero en todo caso mujeres y hombres de las antiguas civilizaciones, por fuerza relacionados con los ríos, los peces, los animales de todas las especies, las fieras y los domesticados, formarían parte de su vida cotidiana como no ocurre en la actualidad, al menos entre las civilizaciones urbanas: ¿como no divinizar a unos animales y tener versiones fantásticas sobre otros?
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(1) Argollas.

jueves, 2 de agosto de 2012

Colombia precolombina

Curso y valle del río Cauca (http://acuacolo.blogspot.com.es/2014/07/rio-cauca.htm)
Por los dientes y huesos encontrados podemos saber algo sobre la vida de los pueblos indígenas que habitaban el valle del Cauca, en el oeste de Colombia, en época precolombina. Según informa "Antigua y Medieval" aquellos habitantes tenían una dieta mixta, donde la carne era consumida en pocas ocasiones; el maíz y las frutas eran, sin embargo, alimentos casi diarios. Por la vértebras encontradas se sabe que sufrieron malformaciones como consecuencia de cargar pesos ayudándose con la frente, probablemente atando la carga a la frente, lo que les hizo -si no lo eran ya- de complexión fuerte. 

Muchos de los huesos y dientes estudiados por los especialistas se encuentran en el Museo Arqueológico "Julio César Cubillos" de la Universidad del Valle. Los huesos corresponden a individuos de cuatro culturas distintas: Quimbaya, Sonso, Bolo Quebradaseca y Piartal-Tuza, remontándose a los siglos V al XV.

Se ha estudiado la forma de los huesos, el desgaste de los mismos y los dientes y sus enfermedades, como caries. Así se conoce la estatura del individuo y que la mayor parte de los habitantes eran diestros, pero también había algunos zurdos. Las cargas que llevaban a su espalda eran, en ocasiones, grandes ollas cargadas de líquidos como chicha, bebida alcohólica obtenida de la fermentación del maíz. De 15 cráneos dos tienen deformada la frente, lo que según los especialistas se debe en parte a que a los niños se les deformaba el cráneo por razones estéticas. Los dolores por llevar grandes pesos a la espalda tuvieron que ser soportados, pues así lo indican el aumento de la densidad del hueso o del cartílago.

Los indígenas de la cultura Sonso, en el centro del Valle, tenían mayor desgaste en los dientes al ser más carnívoros, además de que consumían alimentos menos elaborados. También se sabe de los de la cultura Quimbaya (entre Antioquía y el norte del Valle) que se relacionaron con gentes venidas de otras partes, posiblemente de Centro América y del Caribe, y que los de la cultura Quebradaseca provenían de los Andres.

martes, 14 de febrero de 2012

Los rarámuris



"Antigua y Medieval" ha publicado una información sobre las investigaciones llevadas a cabo en Chihuahua, México, entre la comunidad tarahumara, llamándose sus miembros a sí mismos rarámuris. La belleza de algunos de los párrafos contenidos en dicha información me anima a ponerlos aquí:

Un día Dios y su hermano mayor, el Diablo, estaban sentados juntos hablando y decidieron ver quiénes podían crear humanos. Dios tomó barro puro mientras que el Diablo mezcló su barro con cenizas blancas y empezaron a formar algunas figurillas. Cuando los muñecos estuvieron listos, los quemaron para que se endurecieran. Las figuras de Dios eran más oscuras que las del Diablo. Eran los rarámuris, mientras que los del Diablo eran chabochis.

Entonces decidieron ver quién podía dar vida a las figuras. Dios sopló su aliento en sus muñecos e inmediatamente tuvieron vida, pero el Diablo, a pesar de soplar, no tuvo éxito. Se volvió hacia Dios y le preguntó: "¿Cómo hiciste eso?", de manera que Dios le enseñó cómo darle almas a sus creaciones.

Esta es una de las historias de los rarámuris que ha recogido en su obra el antropólogo William Merrill, interesado en la cultura tarahumara. En Sierra Tarahumara, en el municipio de Rejogochi, descubrió el "alma tarahumara". De acuerdo con este antropólogo -sigue informando "Antigua y Medieval"- el concepto de alma es fundamental en la visión del mundo rarámuri porque todas las explicaciones para sus acciones y estados físicos, mentales y emocionales están apoyados finalmente en sus teorías sobre la naturaleza y actividad de las almas.

Los rarámuris creen que si el cuerpo es lastimado, el bienestar y seguridad de las almas se pone en peligro, y si las almas son negligentes o abandonan el cuerpo, la persona se enfermará y morirá. Carlos Montemayor, por su parte, escribió que los tarahumaras se designan a sí mismos rarámuris (rará, que significa pie; muri, que significa correr, es decir, el que corre a pie), y que su condición, su identidad, su memoria y su pensamiento están ligados a este vocablo; y solo cuando hablan en español utilizan el término tarahumara (que alude a la rapidez de los corredores). Este autor ("Los tarahumaras: pueblo de estrellas y barrancas", Aldus, 1995) estudió escritos de los rarámuris, entre ellos los que hablan sobre la habilidad que tienen para correr y para resistir largas caminatas. También estudió el aislamiento de los rarámuris y su marcado carácter de autosuficiencia, algo que ha permitido que su experiencia con el mundo occidental sea complicada.

A los tarahumaras los conoció Antonin Artaud antes de 1936, cuando estuvo en México entre estas comunidades: El mal, para ellos, no consiste en el pecado, que no existe: el mal es la pérdida de la consciencia. Tienen un alto sentido de la justicia; buscan la reparación del daño, la restitución y el reconocimiento de las obligaciones, más que los castigos o las condenas por un delito. La cosmovisión rarámuri les hace bailar para Dios, porque tienen un compromiso con él.