Con motivo del cambio de régimen en Portugal, a
partir de finales de 1910, las autoridades españolas (estaba al frente del
Gobierno el liberal José Canalejas) mostraron su preocupación por si los
desórdenes del país vecino pudiesen contaminar a España. El historiador Javier
Tusell, en su libro “Alfonso XIII, el rey polémico”, señala que hubo intentos
de actuar militarmente por parte de España para restablecer la monarquía o para
evitar el contagio.
A principios de enero de 1911 –dice Tusell-
Canalejas pidió hablar con el embajador británico para hablarle de ello, pero
que España no actuaría sin el concurso de Gran Bretaña. Sabido es que, al menos
desde 1703, Portugal ha sido una colonia económica británica, por lo que los
intereses de los ingleses debían quedar garantizados. También se habló de la
posible unión entre los dos países, aunque manteniendo sus peculiaridades.
Quizá una reedición de los reinados de los “tres Felipes”. Los británicos no
estuvieron de acuerdo ni con una cosa ni con la otra, por lo que el asunto, por
el momento, quedó olvidado.
Por su parte, el rey Alfonso XIII, ya desde el
asesinato del rey portugués Carlos, había estado interesado en una política de
solidaridad dinástica, lo que luego se demostró con el rey Manuel, el derrocado
con la revolución republicana de 1910. La propuesta de Canalejas quizá pudo ser
hecha para disipar toda posibilidad de intervención española, al poner en
guardia a todas las partes interesadas. Entre los papeles de María Cristina
(madre del rey español) –dice Tusell- se encuentran algunas referencias acerca
de la posición en algunos medios de los dirigentes españoles. Canalejas, como
se ha dicho, era contrario a la intervención, pero en un documento se lee:
“García Prieto propició la
Restauración [monárquica en Portugal] pero, ministro de
Canalejas, no puede hacer mucho”.
La postura de Montero Ríos (suegro de García
Prieto), así como el marqués de Riestra, fue partidaria de apoyar a los
emigrados monárquicos que habían encontrado refugio en Galicia. El nuncio se
hizo eco de las aspiraciones de Alfonso XIII sobre la unión ibérica
aprovechando la crisis en Portugal. Parece que se preparó un ejército de unos
20.000 hombres y tanteado a los embajadores de Alemania, Gran Bretaña, Estados
Unidos y Austria respecto de dicha intervención en Portugal, pero todos esos
estados desaprobaron la propuesta.
Aunque esto no trascendió a la prensa de la
época, Canalejas lo desmintió en público y Gabriel Maura publicó un artículo en
el que decía que “la sola hipótesis de nuestra inmediata intervención en
Portugal equivale a suponer presa de un ataque de vesania a todos los ministros
españoles”. No obstante –decía el citado- si estallara una guerra civil en
Portugal o las potencias europeas delegasen en España, las cosas podrían cambiar.
Parece que en el verano de 1911 García Priego favoreció la introducción de
armas e Portugal por deseo del rey para favorecer la restauración de la
monarquía en el país vecino, a lo que Canalejas se opuso. Pero llegó un momento
en que Portugal dejó de ser un problema para la monarquía española y los
informes de la policía que llegaban al rey se referían más a los movimientos de
españoles como Lerroux o Sol y Ortega que a los socialistas y anarquistas.
Los exiliados monárquicos portugueses intentaron
en dos ocasiones, años 1911 y 1912, infiltrarse desde España a Portugal
promoviendo una sublevación, pero fracasaron y así llegó el momento en que el
Gobierno español reconoció al régimen republicano portugués.
(Ver aquí mismo “Galicia, base de operaciones
monárquicas” y “Contradicciones de la primera República portuguesa”).