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"El sueño de Ossian" |
Tratamos aquí dos temas de la pintura de Ingres: la mitología y el asunto religioso. La primera obra que seleccionamos es "El sueño de Ossian", algunos de cuyos personajes y colores tienen parecido con los de "El baño turco". Ossian es un personaje que corresponde a la mitología irlandesa, lo que nos habla de que Ingres no tiene solo en cuenta la antigüedad clásica para inspirarse, sino también las leyendas populares y los mitos que han quedado en la memoria colectiva y que han sido publicados con no poca polémica. El mito cuenta que la madre del protagonista había sido convertida en cierva por un druida, pero cazada volvió a su forma humana. Un engaño sufrido posteriormente la volivó a convertir en cierva, pero ya estaba embarazada...
El cuadro está bañado de una luz muy blanca en el centro, alrededor del cual se distribuyen diversos personajes con cierto desorden: guerreros, mujeres, ancianos; en un ambiente onírico, mientras son observados por un personaje ataviado como guerrero medieval que da la espalda al espectador. Puede tratarse del propio Ossian, que a su vez está en primer plano, dormido (con cabellos blancos y una túnica roja). Se apoya en un arpa, mientras los personajes del sueño llevan arcos, otras armas, escudos... El dibujo destaca en toda la obra, con perfiles nítidos, sobre todo en algunos personajes (Ingres es un gran dibujante) y esto le hace parecerse a un neoclásico. Como se trata de un cuadro que recrea una saga de hechos heroicos de la mitología irlandesa, su interpretación es muy difícil, habiéndose hecho tantas como especialistas. Lo importante es señalar que aquí mezcla Ingres lo neoclásico del desnudo con lo romántico de los guerreros medievales, además del propio sueño que es también un recurso muy romántico. (Debe compararse esta obra con "El baño turco" para ver el tratamiento que da al desnudo en ambos casos, muy particular y singularísimo de Ingres).
Obra de 1813, se encuentra en el museo Ingres de Montauban; es monumental (348 por 275) y óleo sobre lienzo. Cuando el gusto neoclásico y romántico se superen, los pintores realistas (incluso los prerrafaelistas) disminuirán el tamaño de sus cuadros, porque ya no se pretende sorprender con grandes mitos o hazañas.
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Edipo y la esfinge |
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En "Edipo y la esfinge" recrea Ingres un mito de la antigua Grecia por el que, ignorando Edipo que había dado muerte a su padre, viajó a Tebas, ciudad custodiada por una esfinge con cabeza de mujer y cuerpo de león, la cual impedía el paso a cualquier extranjero, a no ser que resolviese un enigma que Edipo consiguió descifrar. Entonces la esfinge se arroja, permite el paso y Edipo se convierte en rey de Tebas. En el cuadro el desnudo es neoclásico, con un dibujo muy cuidado y una luz que está dedicada a ensalzar al personaje principal (véase el parecido del rostro de Edipo con el del "desnudo masculino" del mismo Ingres en el capítulo 1 de esta serie). La actitud un tanto amanerada, dando Edipo las explicaciones a la esfinge, también es neoclásica, cuidando Ingres de un colorido que solo practica en algunas de sus obras (compárese ésta con "El sueño de Ossian"). Al fondo, un personaje espantado porque no sabe cual será el resultado de la prueba a que está sometido el protagonista.
Parece ser una obra que Ingres dilató en el tiempo (entre 1808 y 1825) de 189 por 144 cm. y al óleo sobre lienzo, se encuentra en el el museo del Louvre.
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El voto de Luis XIII |
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Muy distinta es la pintura religiosa, donde el color sí brilla con todo su esplendor en tonalidades doradas, azules, blancas, rojas, amarillas... Es obra de 1824, al óleo sobre lienzo, de tamaño monumental: 421 por 262 cm. Se encuentra en la catedral de Montauban. Fue una obra de encargo, pues el gobierno de Francia quiso recordar el año (en el siglo XVII, el del rey representado) en el que el reino se consagró a la virgen (concretamente a la advocación de su asunción: como es sabido, según la mitología católica la virgen habría ascendido al cielo sin necesidad de morir). El efectismo es totalmente barroco, lo que demuestra que Ingres conocía muy bien la pintura anterior a su tiempo y las intenciones de quien le encargaba esta obra. El hecho es sobrenatural, pues la virgen se aparece al rey en el momento en que éste le ofrece la corona y el cetro. En la parte inferior -como en el barroco- dos ángeles portan una cartela con la leyenda del ofrecimiento, al tiempo que otros dos abren un gran cortinaje para que la virgen aparezca en todo su esplendor. Se ha dicho -y es un acuerdo generalizado- que Ingres quiso rendir culto al gran pintor de madonnas a principios del siglo XVI, Rafael, pues el parecido de esta virgen y el niño con las "madonnas" rafaelescas es evidente.
El colorido está acorde con la intención exaltatoria del hecho, así como la riqueza que el pintor confiere a los ropajes y a los detalles, particularmente los bordados. En la composición el autor eligió un semicírculo formado por los ángeles bajo la virgen, mientras ella y su hijo ocupan el centro, ofreciendo un aspecto sereno e idealizado. El rey ocupa el mayor espacio de la parte inferior del cuadro representado de 3/4 respecto al espectador.