Procesión religiosa en San Lorenzo de la Parrilla (Cuenca) |
En su tesis doctoral el historiador Luis
Teófilo Gil Cuadrado[1]
ha estudiado el agrarismo político español, su participación en la
II República, el papel del Partido Agrario
Español y la variedad de candidaturas y grupos agraristas que concurrieron
durante el régimen citado.
Hubo un agrarismo de los grandes cultivadores
del trigo, conservador y monárquico, inequívocamente derechista, pero también
un agrarismo republicano, casi todo él en la derecha política, formado por las
organizaciones patronales y algunos grupos de candidatos
izquierdistas, como es el caso de Asturias. Lo que está clara es la disparidad
política, centrada sobre todo en Castilla la Vieja y León, y con menor importancia en Castilla
la Nueva,
Andalucía, Asturias y Galicia.
En Andalucía el agrarismo político fue
republicano y en Asturias hubo desde principios del siglo XX un
agrarismo laico y republicano. En Castilla la Nueva, donde la hegemonía del latifundio fue
evidente, nos encontramos con candidatos muy diversos. Como “agrario
independiente” se presentó en Cuenca el antiguo diputado maurista Joaquín
Fanjul, representante del caciquismo reinante sobre la base de su influencia en
el área de San Lorenzo de la Parrilla. En
Ciudad Real, el Partido Republicano Liberal Demócrata de Melquíades Álvarez
incluyó, en calidad de “republicano agrario”, a José Manuel de Bayo, antiguo
monárquico y, en aquel momento, Secretario de la Asociación de
Agricultores de España. Otro candidato fue el marqués de Huétor de Santillán
(Ramón Díez de Rivera y Casares) gran terrateniente y antiguo parlamentario
del Partido Conservador.
El agrarismo católico y anticaciquil estuvo
representado en Guadalajara por una candidatura “agraria republicana”,
representante de pequeños y medianos campesinos. En Toledo, Tomás Elorrieta
formó parte como “social agrario” de la Conjunción
Republicana.
En Salamanca, Acción Castellana concurrió a las
elecciones con un programa que incluía la enseñanza agropecuaria, el impulso de
las Confederaciones hidrográficas, la intensificación del crédito agrícola, las
exenciones fiscales para la sindicación agraria, una política comercial que
englobaba la cuestión arancelaria, una ley de cooperativas y la reforma social
del campo inspirada “en las normas de la sociología cristiana”. Abominaba –dice
el autor al que sigo- del reparto de tierras, y Acción Castellana se mostraba
partidaria de colaborar con otras organizaciones antirrevolucionarias, como la
recién creada, con ideario parecido, Acción Nacional, y en realidad AC se
convirtió en la rama salmantina de Acción Nacional, grupo aglutinante de la
CEDA. La integraban, entre otros, Lamamié
de Clairac y José María Gil Robles.
También en Salamanca surgió el Bloque Agrario,
que declaraba su “adhesión sincera a la República”, con un programa para el
“rebasamiento del principio de lucha de clases”, fijación de una tasa mínima
para el precio del trigo, creación de un Ministerio de Agricultura, de un Banco
Nacional Agrario y de un Cuerpo de Guardería Rural, atención a la enseñanza y a
la repoblación forestal. El Bloque rechazaba el decreto de Términos Municipales
del Gobierno republicano en el primer bienio y planteaba el problema de los
arrendamientos y de las fincas abandonadas.
No obstante coincidir con el Bloque Agrario,
Acción Castellana se diferenciaba en que no había hecho un manifiesto de
adhesión a la República,
pero en ambos casos se trataba de grupos conservadores que terminarían convergiendo bajo el impulso de Gil Robles, que señaló los objetivos de ambas
organizaciones: ideario religioso, defensa de la familia y acatamiento de la República.
Los candidatos del Bloque Agrario fueron
Lamamié, Gil Robles, Filiberto Villalobos y otros, incluyendo a miembros de varios partidos, como es el caso de la Derecha Liberal Republicana de
Alcalá Zamora y el Partido Republicano Liberal Demócrata de Melquíades Álvarez,
al que pertenecía el citado Villalobos. En su programa electoral se insertaron
párrafos de las encíclicas sociales y promesas de parcelación de latifundios
para crear “el mayor número posible de pequeños propietarios”. Se pedía el voto
de los católicos “para los católicos” y, en un intento de atraer el voto del
campesinado, García Orive pidió a los propietarios afiliados al Bloque una
rebaja en un 30% de los arrendamientos a los colonos, la creación de un Banco
de Crédito agrícola y un seguro de desempleo, propuestas que fueron rápidamente
olivadas –dice Luis Teófilo Gil- tras las elecciones.
En Palencia también hubo un agrarismo
conservador que tuvo por objetivo, entre otros, la unidad de España. Acatando la República, era
partidario de una política regional para Castilla “para parar los ataques de
otras regiones”. De acuerdo con el catolicismo social decía defender las
doctrinas de Cristo y la propiedad privada, la parcelación de fincas no
roturadas y la expropiación con indemnización de las tierras incultas.
Propugnaba la repoblación forestal y el aprovechamiento hidráulico. Se oponía
a la escuela única y defendían la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en
las escuelas además de la defensa de la fe cristiana, advirtiendo a los opositores “la
repulsa viril”.
El dominador de la política palentina fue
Abilio Calderón Rojo, que había sido ministro durante la monarquía por el
Partido Conservador, con un programa en defensa del orden social y económico.
Es un ejemplo de “vieja política”, como así mismo la que representó Antonio
Royo Villanova, catedrático de Valladolid y antiguo diputado y senador de
Izquierda Liberal Dinástica.
Otras candidaturas de “independientes” –dice el autor- cabe considerarlas agrarias, pues sus programas lo eran: es el caso
de José Martínez de Velasco por Burgos, con otros, parlamentario de los
partidos dinásticos durante la monarquía. Defendían en las Cortes
Constituyentes la religión católica, la unidad de España, la familia, el
principio de autoridad y el derecho a la propiedad, aunque facilitando el
acceso de los colonos a la misma mediante la eliminación de extensiones
improductivas. Aunque negaban su ligazón con partido alguno, estos personajes
estuvieron en la derecha durante la República.
Una candidatura católico-agraria fue, también en Burgos, la
del canónigo Ricardo Gómez Rojí.
En Zamora la candidatura Republicana
Independiente estuvo formada por el “viejo político” Santiago Alba: la
propiedad era considerada un bien sagrado y se proponía la expropiación forzosa
con indemnización. La reforma agraria que se pedía era de carácter “técnico”,
la revisión arancelaria y la creación de un Banco Agrícola. Otros candidatos
por Zamora proponían que se pusiese la mayor cantidad de tierra posible en
manos del mayor número de hombres, y defendían una reforma fiscal que persiguiese
la “riqueza oculta”.
En Segovia Rufino Cano había sido miembro del
Partido Conservador, formó parte de los fundadores del Partido Nacional Agrario
y era director del diario El Adelantado
de Segovia, manteniendo claras relaciones con la Asociación Patronal
de la Cámara
de Comercio e Industria de Segovia. Otros candidatos de esta provincia
representaban los intereses de los pequeños y medianos propietarios.
En Galicia el agrarismo estuvo ligado desde finales
del siglo XIX a las izquierdas contra el caciquismo y el sistema foral. El PRR
y la ORGA
impulsaron la
Confederación de Agricultores Gallegos y la Organización Agraria
Republicana. Más tarde el Partido Galeguista heredó el programa agrario de las
Asambleas de Monforte (1908). En A Coruña José Reino era abogado de Santiago,
controlando importantes sectores campesinos de la comarca de Negreira. El feudo
de Jaime Concheiro estaba en Ordes y también fueron candidatos el banquero Luis Cornide y el futuro ministro
Leandro Pita. En Pontevedra destacó Basilio Álvarez, que extendió su influencia
a Ourense en coalición con los socialistas.
En Murcia tuvo importancia Pedro Acacio
Sandoval, cacique y terrateniente de Villarrobledo, antiguo miembro del Partido
Conservador.
Vista de Villarrobledo, Albacete |
Las denominaciones de las candidaturas agrarias
reflejan más la forma externa que los contenidos en cuanto al régimen político:
“agrarios”, “agrarios republicanos”, “federales agrarios”, “católico-agrarios”,
“agrarios independientes”, “social y agrario”, “radicales agrarios”…
En cuanto a los resultados electorales los
mejores se dieron, para el agrarismo, en Castilla la Vieja y León, donde influía
la pervivencia de las antiguas elites y la implantación del agrarismo católico,
el caciquismo y el predominio de la pequeña y mediana propiedad. Destaca la
victoria en Burgos de las candidaturas de la Derecha Independiente
y Católico Agraria. En Palencia el caciquismo se empeñó a fondo en la persona
de Abilio Calderón; en Salamanca resultaron electos Filiberto Villalobos y los
candidatos promovidos por el Bloque. En Segovia también fue el caciquismo quien
favoreció a los agrarios y en Zamora destacó la personalidad de Santiago Alba.
En Andalucía ninguna de las candidaturas logró
un apoyo electoral relevante; la única provincia que se puede destacar fue
Cádiz por la personalidad de Mier-Terán. En Asturias los “federales agrarios”
tuvieron unos buenos resultados electorales, herederos del agrarismo republicano
y por la influencia del izquierdista Eduardo Barriobero.
En Galicia los “radicales agrarios” alcanzaron
en A Coruña una “lucida votación”, dice el autor al que sigo, pero el
caciquismo estaba también muy arraigado en esta región. En Castilla la Nueva los resultados fueron
bastante pobres, salvo quizá en Cuenca por la influencia de Fanjul Goñi.
En las Cortes, los elegidos por las dos
Castillas y León se convirtieron en la columna vertebral de la Minoría Agraria, mientras que a la Vasconavarra o las
derechas republicanas, acabaron sumándose a los “federales agrarios”
de Asturias (cuatro de sus miembros). También siguieron distintos caminos los
agrarios coruñeses…
[1] El partido agrario español (1934-1936): una
alternativa conservadora y republicana”, 2006.
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