domingo, 3 de octubre de 2021

Somos los primeros

 

                                                           Fósil de Lucy, anterior a homo

Si es cierto que el universo tiene una antigüedad de 13.800 millones de años (que está por ver) y que el ser humano tiene una antigüedad de 2,5 millones, veremos que somos los primeros en un ciclo en el que imaginemos que la especie humana tenga por delante solo cien millones de años, y seguramente tendrá muchos más.

Los científicos, sobre todo físicos, cosmólogos y matemáticos por un lado, y los filósofos, teólogos, antropólogos, etc. por el otro, nos hablan de un “big-bang” que –digámoslo cuanto antes- no ha sido más que una forma accidental de designar el origen del universo, de forma que antes de dicho “big-bang” no existiría el tiempo, y por lo tanto tampoco el espacio.

Valga decir que el que el universo se haya ido formando a partir de una masa densísima comprimida en un espacio que podría no ser mayor que una cabeza de alfiler, requiere un gran acto de fe, porque no hemos tenido ocasión de comprobarlo y los científicos no han hecho sino enunciar teorías que, eso sí, parecen verosímiles a partir de las ecuaciones matemáticas que las podrían confirmar. Después de ese primer momento vendría la inflación, es decir, una expansión rápida del universo hasta que se formasen las primeras estrellas, estas se agrupasen formando galaxias y estas se multiplicasen al tiempo que el universo se expandía –y se expande- al parecer ilimitadamente; o tal vez limitadamente para implosionar y volver toda la masa del universo a contraerse en un espacio tan pequeño como la cabeza del alfiler…

A falta de que los físicos, los cosmólogos y los matemáticos nos anuncien nuevas comprobaciones, pues no todos están de acuerdo con lo que publican los otros, los paleontólogos, arqueólogos, antropólogos, filósofos y otros tienen también un interesante trabajo por delante para darnos luz sobre si los primeros homo tienen una antigüedad superior a la dicha, o si han existido homínidos que, extintos, aportarían más datos sobre la naturaleza originaria de homo.

Hemos alcanzado un nivel tecnológico no desdeñable en muchos campos: la genética, los logaritmos, los transistores y los chips, el estudio del universo y los satélites a nuestro servicio, el comportamiento de los astros y el funcionamiento de los agentes que forman parte de las atmósferas (por ahora solo sabemos suficiente de la de La Tierra). Nos encontramos, sin embargo, muy lejos de poder estar satisfechos en materia neurológica, y no pocas “leyes” que se habían considerado definitivas, han sido revisadas y aún arrumbadas.

La física newtoniana, por ejemplo, con haber sido un monumento para el conocimiento de la naturaleza, no es ya definitiva, como tampoco está todo dicho en cuanto a las demostraciones darwinistas, por muy importantes que sean para el conocimiento de los seres vivos animales. No debemos olvidar que Copérnico no fue el primero en enunciar el heliocentrismo, pues muchos siglos antes, en el III a. de C., Aristarco ya lo había intuido, pero en ambos casos nada más. Tuvo que venir Galileo para demostrarlo y pagar por ello.

Como es muy difícil concebir que el universo tuvo un origen como se defiende por algunos científicos (casi todos) los teólogos y filósofos han reflexionado sobre los límites de la ciencia, en los que están de acuerdo aquellos y estos, planteando la existencia de una fuerza, energía o ser no material, que estaría en el origen de todo. Millones de personas en el mundo así lo creen, pero ello se debe a razones culturales y de tradición; en todo caso sería pretencioso por parte de cualquiera desechar las creencias de millones de personas, algunas de las cuales muy sabias, como Platón, Aristóteles, Plotino, Tomás de Aquino, Descartes, Spinoza, Kant, Unamuno, Ortega, Zubiri y otros muchos. El mismo Albert Camus, descreído donde los haya, concibió que tenía que haber una justicia absoluta (atormentado por la injusticia que veía a su alrededor) lo que está a un paso de Dios, pues no otro concepto está relacionado con dicha justicia absoluta.

Los que dicen que Dios existe, en realidad no lo saben, y los que dicen que no existe, tampoco lo saben; se limitan a expresar su confianza en lo que dicen, pero sin poder aportar prueba empírica alguna; por lo tanto, ya que lo del big-bang está por ver, vayamos a lo que nos puede resultar más cercano y comprensible: la antigüedad del ser humano en La Tierra (bien entendido que también está por ver si hay otros seres inteligentes en otros astros o galaxias; el concepto de inteligencia también podría ser distinto en este caso, con lo que nos complicamos aún más).

Dos millones y medio es muy poco tiempo; somos los primeros, a pesar de los muchos avances científicos y técnicos que hayamos alcanzado, a pesar de lo sofisticado de nuestras reflexiones filosóficas y teológicas. Imaginemos –si es que podemos- qué será el ser humano dentro de cien millones de años (seguramente poco para lo que es previsible que exista antes de su extinción o evolución en otro ser distinto del que conocemos como tal). Como somos los primeros, pues nuestra antigüedad no supera los 2,5 millones de años, cabe pensar que, al ritmo actual, el desarrollo epistemológico será enorme dentro de algunos millones de años… si es que no se ha destruido todo, porque de la misma manera que el universo podría implosionar (otro acto de fe) el ser humano también podría destruirse o extinguirse después de haber cumplido su papel, bueno o malo, en el mundo, en el universo.

Esto de ser los primeros debiera hacernos reflexionar sobre nuestra pequeñez, si no hubiese razones suficientes que ya la demostrasen, aunque nos creamos que estamos en el cénit de nuestro desarrollo como animales racionales. ¿Será nuestra mente más poderosa en un futuro lejano? ¿Será esto posible sin una mayor complejidad de la maraña neuronal de nuestro cerebro? ¿Cómo se manifestará nuestra conciencia dentro de unos cuantos millones de años? ¿Qué relación habrá entre nuestra conciencia y los valores morales que se sostengan dentro de unos cuantos millones de años?

De la misma forma que las primeras células que dieron origen a la vida en La Tierra, fueron enriqueciéndose en proteínas y otros elementos ¿cabe pensar que el ser humano también desarrollará mediante un enriquecimiento en los componentes de carbono y nitrógeno su constitución?

Somos los primeros; los que vivan dentro de unos cuantos millones de años quizá también puedan considerarse los primeros si la vida de los seres humanos se desarrolla durante varios milenios de millones de años…

(La fotografía está tomada de publico.es/ciencias/lucy-primer-hominido-camino-erguido)

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