Torre de la Calahorra en Córdoba (*) |
No son pocos los
historiadores y arqueólogos que se han ocupado de estudiar los orígenes y
evolución del ahora palacio episcopal de Córdoba, la última Rocío Velasco
García[i],
cuya tesis doctoral sobre este asunto ha sido publicada en 2013.
Dejando atrás la época
romana, en los terrenos del antiguo palacio episcopal, la primera construcción es
de época visigoda, estando allí la sede de los gobernantes cuando se encontraban
en Córdoba, empezando su construcción en los siglos VI o VII. Según algunas
fuentes, dicho edificio estuvo frente a la sede episcopal de San Vicente,
templo construido en el siglo VI en el lugar donde ahora está la mezquita de
Córdoba, y a donde la sede episcopal habría sido trasladada –según Pedro
Marfil- desde Cercadilla[ii],
aprovechándose materiales de la época romana.
Otros autores hablan de
un perímetro para el palacio visigodo de unos 550 metros una vez que el rey
Rodrigo lo amplió y reformó. Martín de Roa, en 1772, se refiere a él diciendo
que luego fue ocupado para convertirse en alcázar “de los Árabes”, con mayor
suntuosidad. Y en 1855 Pedro Madrazo señaló que el palacio visigodo estuvo
situado en el lado oeste de la mezquita. Ramírez Arellano, en 1873, dice que
estaba enfrente de la basílica de San Vicente y que esta fue tomada por el
primer Omeya hispano para “hacer su mezquita”, pero no en toda su extensión,
porque en la época de este autor una parte era hospicio de expósitos. Amador de los Ríos, por su parte, se muestra más concreto y ubica el antiguo palacio al
oeste de la mezquita.
Las excavaciones se
remontan a mediados del siglo XVIII, dando como resultado la aparición de un
muro de sillería al sur del actual palacio episcopal, siendo esta la primera
constancia arqueológica que se tiene. Alberto León, sin embargo, considera que
tuvo lugar un traslado a la zona suroccidental de la ciudad. Algunos
historiadores del siglo XIX han hablado de “irregular recinto”, refiriéndose al
palacio antiguo, así como que contaba con caballerizas y huertas.
En época islámica
subsistió la jerarquía episcopal en Córdoba, pero los emires fijaron su
residencia en el palacio: Mugith el primero, como jefe de la invasión
musulmana, volviendo a ser ocupado por Abd al-Rahman I en 785, quien mandó
levantar el alcázar y construir la mezquita. El primero se construyó frente a
la mezquita sobre los restos del palacio visigodo, modificándose por las nuevas
necesidades, pero sin perder el carácter defensivo junto al puente o puerta
meridional de la ciudad. Algunos autores han considerado que una de sus torres
hizo de alminar de la mezquita antes de que Hisahm I, a finales del siglo
VIII, construyera otra.
Lo que parece claro es
que emires y califas de al-Andalus ocuparon el palacio, aunque Abd al-Rahman
III, cuando contruyó Madinat al-Zahra se trasladó allí con su corte, pero sin
dejar de habitar el palacio cordobés cuando estaba en la ciudad. En tiempos de
al-Mansur se llevaron a cabo varias construcciones, como un baluarte que
quedará integrado en lo que luego se ha conocido como “Torre de la Calahorra”.
También mandó ampliar la muralla norte del alcázar[iii],
posiblemente por la ubicación de los baños califales en época de al-Hakam II.
Tras la “fitna” o
guerra civil de 1009, que llevó a la progresiva destrucción de la ciudad
palatina, los gobernantes taifas ocuparon el alcázar Omeya, y allí
permanecieron los gobernantes de Córdoba hasta la conquista cristiana en 1236,
cuando Fernando III de Castilla y León se apropió del alcázar y lo cedió, en
parte, al obispo Lope de Fitero, que convirtió en catedral la mezquita.
El máximo esplendor del alcázar se dio entre
los siglos IX y XII, extendiéndose en el espacio que hoy ocupa el antiguo
palacio episcopal, seminario de San Pelagio[iv],
biblioteca pública, Campo Santo y alcázar de los reyes cristianos, con un total
de 39.000 m2; tuvo viviendas para la servidumbre y cuarteles de la guardia,
necesitando la construcción de un acueducto a mediados del siglo IX.
Comparando un plano
actual de Córdoba con el que facilita Rocío Velasco en su obra (p. 57) se puede
comprender la gran extensión del recinto amurallado: desde la calle Torrijos
frente a la mezquita hasta la ronda de Isasa, la calle Martín de Roa y la
avenida del Alcázar. En el interior, una alcazaba, los baños[v],
jardines, las residencias palaciegas y administrativas y otros espacios. Pero
entre los siglos XII y XIII, época almohade, se llevó a cabo una ampliación y
refortificación del recinto amurallado de la ciudad, y cuando se excavó bajo el
alcázar de los reyes cristianos, en el Patio de las Mujeres aparecieron “varias
fases constructivas califales, destinadas a adaptar” el edificio como
residencia: patios pavimentados con losas de mármol, escaleras, letrinas, etc.
Otra edificación que
parece corresponderse con dicho programa constructivo es la conocida como “Castillo
Viejo de la Judería”, despoblado tras la expulsión de los musulmanes por
Fernando III, no volviendo a ser habitado hasta mediados del siglo XIV por los “judíos
conversos y cristianos”, momento en que dicha construcción comienza a ser
conocida como “Castillo de la Judería”.
[i] “El
palacio episcopal de Córdoba: historia y transformaciones”.
[ii] Hoy es
un yacimiento arqueológico de época tardorromana y altomedieval. Se encuentra
en el centro de la actual provincia de Córdoba.
[iii] Debe
tenerse en cuenta que, con motivo de los conflictos de los vecinos del arrabal
(818), la muchedumbre llegó a poner cerco al alcázar. En época de al-Mansur,
cuando en 978 se produjo la conspiración de Diandhar, el caudillo aumentó las
fortificaciones.
[iv] Manuel
Nieto, a quien cita la autora, señala que debió existir un alcázar en los
terrenos de este seminario desde 1317, y que pervivió hasta mediados del siglo XIV (alcázar viejo). Parece que a la muerte de Abd al-Rahman II en
852, existía ya un palacio entre el alcázar Omeya y la puerta del puente (donde
hoy está el Triunfo de San Rafael).
[v] Dice la
autora que cuando en 1962 se excavaron los baños califales, se pudo observar el
expolio que se había llevado a cabo en ellos.
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