A mediados de 1953
fueron llamados a Moscú los dirigentes comunistas húngaros, ya que, una vez
muerto Stalin, preocupaba a las “nuevas” autoridades soviéticas la marcha de
los acontecimientos, sobre todo en Polonia y Hungría. Uno de los dirigentes
comunistas que se desplazó a Moscú en dicha ocasión fue Rákosi (primer ministro
y Secretario del Partido); otro de ellos Nagy, pero no solo. Las cuestiones que
se debatieron giraron en torno al modelo de desarrollo económico que se había
llevado a cabo en Hungría desde el establecimiento del régimen comunista tras
la segunda guerra mundial.
Las requisas que los
campesinos habían sufrido a favor del Estado llevaron a un malestar creciente,
con los consiguientes procesos contra ellos. Beria, por su parte, criticó a
Rákosi su “exceso de celo” a la hora de depurar a los miembros del Partido que
no merecían totalmente su confianza, además de la estrecha vinculación del
dirigente húngaro a los postulados estalinistas.
Nagy era considerado un
comunista intachable[i]
pero comprometido con las reformas que precisaba el régimen a juicio de algunos,
entre los que se encontraba. Con motivo de la insurrección de octubre de 1956
sería nombrado por segunda vez Primer Ministro y, con este motivo, el periódico
“The New York Times” publicó un artículo en el que revelaba que Nagy había
pasado muchos años en Moscú como refugiado comunista. Cuando en 1944 volvió a
Budapest con el ejército rojo, se convirtió en uno de los principales
dirigentes húngaros. Durante su etapa en Moscú se había hecho ciudadano
soviético en torno a 1930, pero ya manifestó a sus amigos de Budapest que “no
era necesario que Hungría siguiera a la Unión Soviética en todo”. Seguramente
había visto ya lo suficiente para pronunciarse así.
En la primera guerra
mundial, Nagy había formado parte del ejército austro-húngaro; capturado por
los rusos lo llevaron a Moscú, donde luchó con los bolcheviques en la guerra
civil (quizá no le quedó otro remedio). Desempeñó en Hungría un papel de poca
importancia en el breve gobierno comunista de Béla Kun hasta que tuvo que huir
a la Unión Soviética en 1929. Cuando volvió a Hungría tras la segunda guerra
mundial fue el autor de la primera reforma agraria de la postguerra y actuó
contra los anticomunistas.
Volviendo a la reunión
en Moscú de 1953, se adoptaron algunos acuerdos: se hizo una crítica a la
política de Rákosi y sus aliados, los cuales habían hecho lo mismo que Stalin y
los suyos, aplicar las prácticas represivas más despiadadas. Tras el regreso a
Hungría, el Comité Central de Partido mantuvo una reunión en Budapest en la que
Rákosi admitió las críticas, mientras que Nagy aprovechó para cargar acerbamente
contra su oponente dentro de las filas comunistas. El Comité Central, de todas
formas, trató de tranquilizar a los soviéticos y ocultó los auténticos
problemas del país. De todas formas de allí salió un programa de gestión para
un nuevo gobierno que encabezó Nagy.
Pronto se vio el sello
reformista y el intento de introducir reformas que darían al régimen una cierta
pluralidad. En un discurso pronunciado en octubre de 1954, Nagy hizo hincapié
en el papel que debía tener el Frente Popular, foro en el que participaban
todos aquellos que apoyaban al régimen aunque no fuesen comunistas. Apostó por
la libertad de crítica y sus oponentes opinaron que avanzaba demasiado
deprisa. El nuevo gobierno había comenzado su andadura a mediados de 1953,
proponiendo un mayor peso del Parlamento en el sistema político, además de que
el Gobierno debía responder ante aquel de sus actos. Todo un programa de
reformas se puso sobre la mesa: disminución de las inversiones públicas en la
industria pesada a favor de las de consumo, intercambios comerciales con los
países capitalistas, aumento de las inversiones en la agricultura incentivando
el ámbito privado en dicho sector, abandono paulatino del cooperativismo
forzoso, protección a la actividad minorista, nuevo sistema de requisa al
campesinado, reconocimiento del papel de los intelectuales y terminar con las
prácticas arbitrarias en materia de orden público; se cerrarían los campos de
exterminio (donde estaban recluidas unas 150.000 personas ) y liberación de los
presos políticos. Se dio una amnistía restringida, se aumentaron los salarios y
se redujo el precio de los productos de primera necesidad.
Todos los campos de
internamiento húngaros se cerraron, gracias a lo cual comenzó el regreso de los
deportados a sus hogares. Hasta finales de 1953 se beneficiaron más de 740.000
personas, de las que más de 420.000 vieron sus multas condonadas por no cumplir
con los planes agrícolas; se suspendieron los procesos judiciales abiertos
contra más de 230.000 encausados, todo lo cual causó un impacto social extraordinario.
El Gobierno paralizó la colectivización forzosa de la agricultura, de forma que
tierras, animales y enseres pasaron directamente a manos de los campesinos, sin
por ello desaparecer la agricultura cooperativa.
Contra todo esto
reaccionaron los comunistas que estaban más cerca de Moscú e incluso del
fallecido Stalin; el Partido Comunista húngaro se dividió en facciones, sobre
todo por la rehabilitación de los presos políticos, forzando la dimisión de
Rákosi de la Secretaría General. A principios de 1954 los tribunales iniciaron
un proceso contra Gábor Péter, antiguo responsable de la Seguridad del Estado[ii].
Pero lo cierto es que, aún con las reformas de Nagy, la situación económica no
mejoraba, porque no había pasado el suficiente tiempo para notar sus efectos. De
todas formas, los campesinos que accedieron a la propiedad de tierra mejoraron
su nivel de vida, lo que se oponía a la situación de los obreros industriales.
En mayo de 1954 los
máximos dirigentes del Partido Comunista ruso celebraron una reunión mientras
que en Budapest se celebraba el III Congreso del Partido Comunista húngaro.
Aquí, las relaciones de fuerza favorecieron a Rákosi y el Congreso aprobó la
paralización de los procesos de reforma. Nagy pidió a los comunistas húngaros
que se pronunciasen sobre qué clase de socialismo querían para Hungría y el
Comité Central respaldó sus tesis, pero la división en el seno del partido ya
era un hecho y la reacción popular se manifestó ante la amenaza de que las
reformas se paralizasen.
Un personaje que venía
siendo un burócrata comunista de altura, András Hegedüs (Ministro de
Agricultura en su momento), representaba la línea estalinista de los comunistas
húngaros. En 1950 había entrado en el Comité Central y entre 1953 y 1955 fue
vicepresidente en el gobierno de Nagy. Al ser destituido este en abril del
último año, fue designado primer ministro Hegedüs, el cual, en octubre de 1956,
solicitó formalmente[iii],
mediante nota diplomática, la intervención de las fuerzas armadas soviéticas
para sofocar la insurrección popular. Con el tiempo se hizo muy crítico con el poder
soviético y en 1968 condenó explícitamente la intervención armada del Pacto de
Varsovia en Checoslovaquia. En 1973 fue expulsado del Partido Socialista Obrero
Húngaro (nombre del partido comunista en Hungría) por oponerse al régimen de
Kádar.
[i] Ricardo
M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez, “La antesala de la
Revolución: el fracaso del revisionismo húngaro…”.
[ii] Había
cometido reiterados abusos de poder, condenado a prisión, fue puesto en libertad
en 1960, pero no ocupó ya cargo público alguno.
[iii] ¿Lo
hizo por propia iniciativa u obligado por Moscú?
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