Una clase en la Universidad de Leiden |
Leiden está al oeste de Holanda, muy cerca de la desembocadura del Rin. En su Universidad estudió, desde niño, Huig Groot (al latinizarse su apellido dio Grotius y, en castellano, Grocio). En la época de este economista y jurista holandés (1583-1645) Leiden experimentó un crecimiento extraordinario por el auge de la industria textil, practicada sobre todo por inmigrantes procedentes del sur (la actual Bélgica) donde la monarquía española ejerció siempre un mayor control que sobre las provincias del norte. No es extraño, pues, que siendo motivaciones religiosas (la libertad de pensamiento en definitiva) las que motivaron la entrada de muchos, también llegasen estudiosos, profesores y filósofos que hicieron famosa a su Universidad.
Muy cerca, un poco al sur, está la ciudad de Delft, donde había nacido Grocio, en la gran llanura holandesa. Hijo de un burgomaestre culto, la educación de Grocio fue esmerada y bajo la influencia del humanismo. Pero la época de nuestro hombre es también la de la gran guerra mantenida entre la monarquía española y las provincias del norte de lo que se ha llamado Flandes. Algunos han hablado de la guerra de los ochenta años (1568-1648), pero es evidente que no todos esos años fueron de enfrentamientos, sino que se sucedieron estos con los de treguas y paces. Este contexto no escapó a la observación de Grocio, de fe calvinista aunque de la rama arminiana, una de las religiones de la reforma que basan la salvación del hombre en su fe, no en la predestinación divina.
La intransigencia religiosa de Felipe II para con los calvinistas holandeses, el sentimiento nacionalista de las clases dirigentes del país, la lejanía respecto de la metrópoli española y la legítima ambición de regir sus propios destinos los holandeses (ricos burgueses que verían en la libertad una mejor salida a sus negocios) explican sobradamente las aspiraciones de independencia de las provincias del norte, lo que de iure conseguirán en 1648, pero que en la práctica ya se venía dando desde décadas atrás.
Siendo muy joven ya publicó una pequeña obra sobre la libertad de los mares, combatiendo el mercantilismo que ponía en manos de los intereses comerciales de cada país el destino de la economía mundial. Aunque Grocio no fue del todo original, pues se inspiró en los teólogos de la Escuela de Salamanca, entre los que está Vitoria, "por ley natural los bienes son de dominio común para todos los hombres, siendo la posesión privada un acuerdo sostenido por el derecho de gentes", es decir, por el derecho internacional. Así intentaba combatir Grocio el monopolio portugués sobre las Indias Orientales, donde tan interesada estuvo la burguesía holandesa.
Si tenemos en cuenta que cuando Grocio publica esta obra (1609) Portugal forma parte de la monarquía española con un estatuto sui generis, "a la guerra terrestre contra los tercios hispanos -dice Gómez Rivas- habría que añadirle un conflicto marítimo por las rutas comerciales de América y el extremo Oriente". Este período además, es el del asentamiento de la Compañía de las Indias Orientales en Ceilán, China, Indonesia, India y Japón. El mantenimiento de los derechos comerciales de quien más aptitud demostrase para ello, se combina con una ardiente convicción pacifista en Grocio, aunque como es lógico no se pudo sustraer a la idea de combatir a la monarquía española hasta que esta se avino a las paces durante el reinado de Felipe III.
En juego estaban -dice Gómez Rivas- los intereses de las Indias, los portuarios de las ciudades de Amsterdam y Rotterdam, opuestas a llegar a un acuerdo comercial con España que abriría el puerto de Amberes, entonces cerrado por el control holandés sobre el canal del Escalda; los intereses textiles de las provincias del norte (Nederland hoy), temerosas de la competencia de las industrias del sur (ahora Bélgica); la competencia naviera de la Hansa por el norte y la desaparición de una mano de obra barata y cualificada (los emigrantes que huían de las provincias del sur y que, si se hubiese dado la necesaria tolerancia religiosa por parte de la monarquía española, volverían a sus hogares).
Si tenemos en cuenta que cuando Grocio publica esta obra (1609) Portugal forma parte de la monarquía española con un estatuto sui generis, "a la guerra terrestre contra los tercios hispanos -dice Gómez Rivas- habría que añadirle un conflicto marítimo por las rutas comerciales de América y el extremo Oriente". Este período además, es el del asentamiento de la Compañía de las Indias Orientales en Ceilán, China, Indonesia, India y Japón. El mantenimiento de los derechos comerciales de quien más aptitud demostrase para ello, se combina con una ardiente convicción pacifista en Grocio, aunque como es lógico no se pudo sustraer a la idea de combatir a la monarquía española hasta que esta se avino a las paces durante el reinado de Felipe III.
En juego estaban -dice Gómez Rivas- los intereses de las Indias, los portuarios de las ciudades de Amsterdam y Rotterdam, opuestas a llegar a un acuerdo comercial con España que abriría el puerto de Amberes, entonces cerrado por el control holandés sobre el canal del Escalda; los intereses textiles de las provincias del norte (Nederland hoy), temerosas de la competencia de las industrias del sur (ahora Bélgica); la competencia naviera de la Hansa por el norte y la desaparición de una mano de obra barata y cualificada (los emigrantes que huían de las provincias del sur y que, si se hubiese dado la necesaria tolerancia religiosa por parte de la monarquía española, volverían a sus hogares).
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