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Dice Trevor Bryce[i] que
la ciudadela a la que se asocia el nombre de Troya se encuentra en el ángulo
noroeste de Anatolia, en la región denominada Troacle, así llamada por los
escritores gregorromanos, que pensaban que toda la zona estaba dominada por
Troya. La Troacle constituye una unidad geográfica bastante bien definida. Está
limitada por el mar –Helesponto o Dardanelos- al norte, y el mar Egeo al oeste y sur. La zona es montañosa y está dominada en el sur por el macizo
del monte Ida. Tiene dos ríos principales, el Simois y el Escamandro,
encontrándose en la confluencia de ambos el propio lugar de Troya sobre un
montículo llamado Hissarlik, la moderna palabra turca para fortaleza. El
montículo se alza sobre el Helesponto, que está hoy a 7 km. del lugar. Gran
parte de la llanura de inundación que se encuentra allí fue, seguramente, una
bahía durante la Edad del Bronce, que proporcionaría un excelente ancladero a
la flota troyana de la tradición homérica.
Durante casi tres mil
años la historia de la guerra de Troya ha constituido una de las más
importantes fuentes de inspiración del mundo occidental en el ámbito del arte y
de la literatura. Entre los antiguos griegos y romanos los episodios del
relato homérico de la guerra ofrecieron muchos temas para la expresión
artística y la reflexión filosófica. La historia de la destrucción de Troya
proporcionó al poeta Virgilio, en tiempos de Augusto, el punto de arranque para
su gran poema “Eneida”, un éxito literario que fue quizás realzado por sus
subyacentes motivaciones políticas. En el arte y la literatura europeos
posteriores la tradición capta nuevamente la imaginación de una serie de
escritores y artistas, filósofos y teóricos de la política.
Pero detrás de los
reflejos artísticos de la tradición –sigue diciendo Trevor
Bryce- ha existido, desde los tiempos de los griegos clásicos, una persistente
cuestión. ¿Ocurrió realmente la guerra de Troya? En la historia de la
erudición clásica, tanto antigua como moderna, rara vez ha habido un momento en
que no se haya formulado esta pregunta; en los años recientes los estudiosos
de Homero han dedicado grandes esfuerzos a especular si hay o no alguna base
histórica para la tradición de una guerra de Troya. Hay especialistas que
consideran hubo en realidad un gran conflicto entre griegos y troyanos entre
finales del siglo XIII y principios del XII antes de Cristo, estando los
primeros dirigidos por Agamenón, que hubo una gran armada griega y que la causa
del conflicto fue el rapto de Helena de Esparta por el príncipe troyano Paris.
Así lo creen Schliemann y Carl Blegen, el arqueólogo que continuó las
excavaciones en Hissarlik en la década de los años treinta del siglo XX. Otros,
en cambio, son escépticos sobre este asunto basándose en que Homero tuvo una
intención fabuladora, poética, no de historiar.
Puesto que el conflicto
se sitúa en el Bronce tardío de Anatolia, las fuentes locales proporcionan un
punto de partida para arrojar luz sobre la guerra de Troya, pues de que esta
existió no cabe duda. El investigador suizo Emil Forrer dirigió su atención a
los topónimos Wilusiya y Taruisa, que son mencionados juntos en los “Anales”
del rey hitita Tudhaliya IV. Estos nombres aparecen al final de una lista de países
de Anatolia que se habían rebelado contra el gobierno hitita en las primeras
etapas del Reino Nuevo. Sin embargo, el descubrimiento de un texto adjunto a la
llamada carta de Manapa-Tarhunda[ii] aportó nuevos datos. El reino del que procede la carta se encontraba al oeste
de Anatolia, en la región que luego llamarían los griegos Mileto. Seguramente
ese reino, Wilusa, estaba en la misma región homérica de Troya, hasta el punto de que algunos consideran que se trata del mismo reino. Está claro también que
los hititas de Wilusa sufrieron algunos ataques durante el siglo XIII, y que en
el reinado de Hattusili III o de Tudhaliya IV dieron como resultado el
derrocamiento del rey de Wilusa. Solo queda aceptar que había aqueos en
Anatolia como los había en otras partes del Egeo.
Por las fuentes hititas
sabemos que la implicación micénica en los asuntos de Anatolia abarcó un
período de unos doscientos años, desde el último cuarto del XV hasta el último
cuarto del XIII, y que Mileto, con el nombre antiguo que tuvo, llegó a ser la
más importante base de actividad micénica en la zona.
Ahora cabe hablar del
papel de Troya en los asuntos de Anatolia: seguramente la tradición ha
exagerado dicho papel, pero los descubrimientos durante el último siglo en el
reino de los hititas así lo demuestran. La destrucción por parte de los micénicos
seguramente corresponde al nivel VII de Troya, con sus imponentes torres y sus muros en
talud. Blegen, por su parte, argumentó que hay claros signos de que Troya VII
había sido destruída por un terremoto y no por la acción humana, como cree ver
en las grietas de la torre y de los muros de la ciudadela, además del
hundimiento del suelo, pero aún teniendo en cuenta
esta posibilidad, no se puede asegurar que dicha actividad sísmica tuvo lugar
en la última fase de Troya VI o en la primera de Troya VII, o si tuvo la
importancia suficiente para causar la destrucción total. A modo de solución
intermedia se ha sugerido que Troya VII podría haber sido destruida mediante
una acción enérgica ayudada por un terremoto que la hizo vulnerable. La
arqueología, por su parte, no suministra datos precisos sobre cuando fue
destruida Troya VII; todo lo que sabemos por la cerámica encontrada en este
nivel es que ocurrió en algún momento entre los primeros setenta años del siglo
XIII, quizá a mediados de dicho siglo. En términos políticos, sin embargo, no
fue uno de los principales estados o reinos de Anatolia, ni siquiera ente sus
vecinos del oeste, pero tampoco fue insignificante.
Hissarlik-Troya
fue el centro de un próspero reino del norte de Anatolia y su población era
densa, con suelos ricos para la agricultura, según ha demostrado John Bintliff.
A lo largo de la Edad del Bronce tuvo muchos contactos comerciales y culturales,
habiéndose encontrado mucha cerámica micénica en diversos subniveles de Troya
VII. El contacto entre la Grecia continental y Troya, en esta época está atestiguado, y si identificamos a Troya con el reino de Wilusa, de
acuerdo con las fuentes hititas, es evidente que sufrió algunos ataques
militares y ocupaciones durante el siglo XIII. Las largas y pacíficas
relaciones comerciales entre griegos y troyanos se habrían interrumpido en
ciertas ocasiones, particularmente en el siglo XIII, por disputas y quizás
conflictos declarados entre ellos. De hecho, en una ocasión el rey hitita
Hattusili III habría estado cercano a una guerra con otro reino por culpa de
Wilusa (¿Troya?).
Se han
dado unas cuantas razones para un asalto, o una serie de ellos, por parte de
los micénicos sobre Troya: el deseo micénico de usar libremente el Helesponto
por los barcos griegos, que quizá entorpecía Troya mediante duros peajes; su
situación sobre una de las rutas principales que unían Anatolia con la Europa
central puede haber sido motivo para la amenaza griega, que ambicionaría
también la pesca en el Helesponto. Troya podría haber construido una base
portuaria ideal para la pesca dado que la bahía donde se encontraba era rica
en pesca. Otra teoría basa el conflicto en los accesos al cobre, pero se trata
de especulaciones. Aún hay quien sostiene que la guerra se libró por el rapto
de una reina micénica, lo cual sería concederle a Homero una intención de
historiar con su obra.
Según
Blegen la Troya de Homero fue la primera fase del séptimo de los nueve
asentamientos que tuvo el lugar (Troya VII), lo cual ya ha sido discutido
ampliamente. Y aquí Trevor Bryce explora lo que se sabe de las fuentes
anatólicas en relación con la guerra de Troya: en primer lugar los griegos
micénicos estaban muy involucrados en los asuntos militares y políticos del
oeste de Anatolia, particularmente en el siglo XIII; durante este período el
estado vasallo hitita de Wilusa estuvo sometido a un cierto número de ataques
en los que los micénicos estuvieron directa o indirectamente implicados; en una
ocasión su territorio fue ocupado por el enemigo, en otra, su rey fue depuesto.
Wilusa está en el oeste de Anatolia, en la región de Troya, y en términos
filológicos, Wilusa puede igualarse con la griega Ilión. Las pruebas
arqueológicas indican que la destrucción de Troya VII ocurrió dentro del
período de los ataques a Wilusa y aquel es el nivel que mejor concuerda con la
descripción de Homero para Troya.
Nuestras
fuentes escritas anatólicas no proporcionan pruebas de un único, grande y
extenso ataque de invasores griegos sobre un reino de Anatolia que condujera a
una posterior destrucción de dicho reino. Más bien la pauta es la de un cierto
número de ataques limitados, realizados durante varias décadas y quizás una
ocasional ocupación del reino asediado. En algún caso los griegos micénicos
pueden haber estado involucrados directamente en dichos ataques, pero estos
eran realizados, quizá, por fuerzas anatólicas a las órdenes de jefes locales. En tanto
que Troya VII fue destruida, ciertamente, en el período en cuestión, no
disponemos de una prueba evidente de que fuera destruida por un ataque enemigo.
Contrariamente
a la tradición homérica, las pruebas arqueológicas indican que después de la
destrucción de Troya VII, su sucesora, Troya VIII, la siguió casi
inmediatamente después, siendo ocupado el lugar por el mismo grupo de
población. Si tenemos esto en cuenta podemos deducir que nuestras pruebas
anatólicas proporcionan datos sobre un conflicto o de una serie de ellos, en
los que los griegos micénicos pueden haber tenido cierto protagonismo frente a
un reino del noroeste de Anatolia hacia finales del Bronce Tardío, y esto
proporcionaría la materia prima para el poema homérico, basado en ciertas “baladas
y canciones” que se fueron dando con anterioridad al siglo VIII. Homero habría
contribuido a la epopeya de los griegos micénicos, pero su relato dista de la
realidad histórica.
[i] “El
reino de los hititas”. En un capítulo de esta obra se basa el presente resumen.
[ii] Carta
hitita descubierta en los años ochenta pasados, que fue escrita por un rey
cliente de ese nombre. Iba dirigida al rey hitita en torno a principios del
siglo XIII a. de C. y relata la humillación que había sufrido a causa de haber
sometido a cautividad a un gran número.