viernes, 30 de agosto de 2019

Troya: una o varias guerras

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Dice Trevor Bryce[i] que la ciudadela a la que se asocia el nombre de Troya se encuentra en el ángulo noroeste de Anatolia, en la región denominada Troacle, así llamada por los escritores gregorromanos, que pensaban que toda la zona estaba dominada por Troya. La Troacle constituye una unidad geográfica bastante bien definida. Está limitada por el mar –Helesponto o Dardanelos- al norte, y el mar Egeo al oeste y sur. La zona es montañosa y está dominada en el sur por el macizo del monte Ida. Tiene dos ríos principales, el Simois y el Escamandro, encontrándose en la confluencia de ambos el propio lugar de Troya sobre un montículo llamado Hissarlik, la moderna palabra turca para fortaleza. El montículo se alza sobre el Helesponto, que está hoy a 7 km. del lugar. Gran parte de la llanura de inundación que se encuentra allí fue, seguramente, una bahía durante la Edad del Bronce, que proporcionaría un excelente ancladero a la flota troyana de la tradición homérica.

Durante casi tres mil años la historia de la guerra de Troya ha constituido una de las más importantes fuentes de inspiración del mundo occidental en el ámbito del arte y de la literatura. Entre los antiguos griegos y romanos los episodios del relato homérico de la guerra ofrecieron muchos temas para la expresión artística y la reflexión filosófica. La historia de la destrucción de Troya proporcionó al poeta Virgilio, en tiempos de Augusto, el punto de arranque para su gran poema “Eneida”, un éxito literario que fue quizás realzado por sus subyacentes motivaciones políticas. En el arte y la literatura europeos posteriores la tradición capta nuevamente la imaginación de una serie de escritores y artistas, filósofos y teóricos de la política.

Pero detrás de los reflejos artísticos de la tradición –sigue diciendo Trevor Bryce- ha existido, desde los tiempos de los griegos clásicos, una persistente cuestión. ¿Ocurrió realmente la guerra de Troya? En la historia de la erudición clásica, tanto antigua como moderna, rara vez ha habido un momento en que no se haya formulado esta pregunta; en los años recientes los estudiosos de Homero han dedicado grandes esfuerzos a especular si hay o no alguna base histórica para la tradición de una guerra de Troya. Hay especialistas que consideran hubo en realidad un gran conflicto entre griegos y troyanos entre finales del siglo XIII y principios del XII antes de Cristo, estando los primeros dirigidos por Agamenón, que hubo una gran armada griega y que la causa del conflicto fue el rapto de Helena de Esparta por el príncipe troyano Paris. Así lo creen Schliemann y Carl Blegen, el arqueólogo que continuó las excavaciones en Hissarlik en la década de los años treinta del siglo XX. Otros, en cambio, son escépticos sobre este asunto basándose en que Homero tuvo una intención fabuladora, poética, no de historiar.

Puesto que el conflicto se sitúa en el Bronce tardío de Anatolia, las fuentes locales proporcionan un punto de partida para arrojar luz sobre la guerra de Troya, pues de que esta existió no cabe duda. El investigador suizo Emil Forrer dirigió su atención a los topónimos Wilusiya y Taruisa, que son mencionados juntos en los “Anales” del rey hitita Tudhaliya IV. Estos nombres aparecen al final de una lista de países de Anatolia que se habían rebelado contra el gobierno hitita en las primeras etapas del Reino Nuevo. Sin embargo, el descubrimiento de un texto adjunto a la llamada carta de Manapa-Tarhunda[ii] aportó nuevos datos. El reino del que procede la carta se encontraba al oeste de Anatolia, en la región que luego llamarían los griegos Mileto. Seguramente ese reino, Wilusa, estaba en la misma región homérica de Troya, hasta el punto de que algunos consideran que se trata del mismo reino. Está claro también que los hititas de Wilusa sufrieron algunos ataques durante el siglo XIII, y que en el reinado de Hattusili III o de Tudhaliya IV dieron como resultado el derrocamiento del rey de Wilusa. Solo queda aceptar que había aqueos en Anatolia como los había en otras partes del Egeo.

Por las fuentes hititas sabemos que la implicación micénica en los asuntos de Anatolia abarcó un período de unos doscientos años, desde el último cuarto del XV hasta el último cuarto del XIII, y que Mileto, con el nombre antiguo que tuvo, llegó a ser la más importante base de actividad micénica en la zona.

Ahora cabe hablar del papel de Troya en los asuntos de Anatolia: seguramente la tradición ha exagerado dicho papel, pero los descubrimientos durante el último siglo en el reino de los hititas así lo demuestran. La destrucción por parte de los micénicos seguramente corresponde al nivel VII de Troya, con sus imponentes torres y sus muros en talud. Blegen, por su parte, argumentó que hay claros signos de que Troya VII había sido destruída por un terremoto y no por la acción humana, como cree ver en las grietas de la torre y de los muros de la ciudadela, además del hundimiento del suelo, pero aún teniendo en cuenta esta posibilidad, no se puede asegurar que dicha actividad sísmica tuvo lugar en la última fase de Troya VI o en la primera de Troya VII, o si tuvo la importancia suficiente para causar la destrucción total. A modo de solución intermedia se ha sugerido que Troya VII podría haber sido destruida mediante una acción enérgica ayudada por un terremoto que la hizo vulnerable. La arqueología, por su parte, no suministra datos precisos sobre cuando fue destruida Troya VII; todo lo que sabemos por la cerámica encontrada en este nivel es que ocurrió en algún momento entre los primeros setenta años del siglo XIII, quizá a mediados de dicho siglo. En términos políticos, sin embargo, no fue uno de los principales estados o reinos de Anatolia, ni siquiera ente sus vecinos del oeste, pero tampoco fue insignificante.

Hissarlik-Troya fue el centro de un próspero reino del norte de Anatolia y su población era densa, con suelos ricos para la agricultura, según ha demostrado John Bintliff. A lo largo de la Edad del Bronce tuvo muchos contactos comerciales y culturales, habiéndose encontrado mucha cerámica micénica en diversos subniveles de Troya VII. El contacto entre la Grecia continental y Troya, en esta época está atestiguado, y si identificamos a Troya con el reino de Wilusa, de acuerdo con las fuentes hititas, es evidente que sufrió algunos ataques militares y ocupaciones durante el siglo XIII. Las largas y pacíficas relaciones comerciales entre griegos y troyanos se habrían interrumpido en ciertas ocasiones, particularmente en el siglo XIII, por disputas y quizás conflictos declarados entre ellos. De hecho, en una ocasión el rey hitita Hattusili III habría estado cercano a una guerra con otro reino por culpa de Wilusa (¿Troya?).

Se han dado unas cuantas razones para un asalto, o una serie de ellos, por parte de los micénicos sobre Troya: el deseo micénico de usar libremente el Helesponto por los barcos griegos, que quizá entorpecía Troya mediante duros peajes; su situación sobre una de las rutas principales que unían Anatolia con la Europa central puede haber sido motivo para la amenaza griega, que ambicionaría también la pesca en el Helesponto. Troya podría haber construido una base portuaria ideal para la pesca dado que la bahía donde se encontraba era rica en pesca. Otra teoría basa el conflicto en los accesos al cobre, pero se trata de especulaciones. Aún hay quien sostiene que la guerra se libró por el rapto de una reina micénica, lo cual sería concederle a Homero una intención de historiar con su obra.

Según Blegen la Troya de Homero fue la primera fase del séptimo de los nueve asentamientos que tuvo el lugar (Troya VII), lo cual ya ha sido discutido ampliamente. Y aquí Trevor Bryce explora lo que se sabe de las fuentes anatólicas en relación con la guerra de Troya: en primer lugar los griegos micénicos estaban muy involucrados en los asuntos militares y políticos del oeste de Anatolia, particularmente en el siglo XIII; durante este período el estado vasallo hitita de Wilusa estuvo sometido a un cierto número de ataques en los que los micénicos estuvieron directa o indirectamente implicados; en una ocasión su territorio fue ocupado por el enemigo, en otra, su rey fue depuesto. Wilusa está en el oeste de Anatolia, en la región de Troya, y en términos filológicos, Wilusa puede igualarse con la griega Ilión. Las pruebas arqueológicas indican que la destrucción de Troya VII ocurrió dentro del período de los ataques a Wilusa y aquel es el nivel que mejor concuerda con la descripción de Homero para Troya.

Nuestras fuentes escritas anatólicas no proporcionan pruebas de un único, grande y extenso ataque de invasores griegos sobre un reino de Anatolia que condujera a una posterior destrucción de dicho reino. Más bien la pauta es la de un cierto número de ataques limitados, realizados durante varias décadas y quizás una ocasional ocupación del reino asediado. En algún caso los griegos micénicos pueden haber estado involucrados directamente en dichos ataques, pero estos eran realizados, quizá, por fuerzas anatólicas a las órdenes de jefes locales. En tanto que Troya VII fue destruida, ciertamente, en el período en cuestión, no disponemos de una prueba evidente de que fuera destruida por un ataque enemigo.

Contrariamente a la tradición homérica, las pruebas arqueológicas indican que después de la destrucción de Troya VII, su sucesora, Troya VIII, la siguió casi inmediatamente después, siendo ocupado el lugar por el mismo grupo de población. Si tenemos esto en cuenta podemos deducir que nuestras pruebas anatólicas proporcionan datos sobre un conflicto o de una serie de ellos, en los que los griegos micénicos pueden haber tenido cierto protagonismo frente a un reino del noroeste de Anatolia hacia finales del Bronce Tardío, y esto proporcionaría la materia prima para el poema homérico, basado en ciertas “baladas y canciones” que se fueron dando con anterioridad al siglo VIII. Homero habría contribuido a la epopeya de los griegos micénicos, pero su relato dista de la realidad histórica.



[i] “El reino de los hititas”. En un capítulo de esta obra se basa el presente resumen.
[ii] Carta hitita descubierta en los años ochenta pasados, que fue escrita por un rey cliente de ese nombre. Iba dirigida al rey hitita en torno a principios del siglo XIII a. de C. y relata la humillación que había sufrido a causa de haber sometido a cautividad a un gran número.

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