|
Busto de Nicias |
En el contexto de la guerra del Peloponeso, que enfrentó a Esparta y sus aliadas con Atenas y las suyas durante casi todo el último tercio del siglo V a.de C., se produjo la expedicion marítima de Alcibíades a Sicilia, después de una paz conseguida por el general ateniense Nicias, siempre más favorable a acuerdos diplomáticos con Esparta que Alcibíades. Este personaje fue ciertamente contradictorio, de forma que cambió de opinión muchas veces, de bando y de ejército: Plutarco dice de él que "parecía, por tanto, que no había andado errado Arquestrato en decir que la Grecia no podría llevar dos Alcibíades. Y cuando Timón el Misántropo, encontrándose con Alcibíades a tiempo que se retiraba de la junta pública muy aplaudido y con un brillante acompañamiento, no pasó de largo, ni se retiró, como solía hacerlo con todos los demás, sino que acercándose y tomándole la mano:
Bravo, muy bien haces, le dijo,
oh joven, en irte acreditando, porque acrecientas un gran mal para todos éstos; unos se echaron a reir, otros lo miraron como una blasfemia, y en algunos produjo aquel dicho una completa aversión: ¡tan difícil era formar opinión de semejante hombre por las contrariedades de su carácter!"
En 421 a. de C. las ciudades que formaban la confederación espartana, y las que formaban la confederación ateniense, estaban exhaustas en gastos, pérdidas humanas y materiales; por lo que se llegó a una paz -que resultó ser tregua- capitaneada por el ateniense Nicias, aunque también muy deseada por los generales espartanos, entre los que destaca quizá Metágenes. Pero el afán hegemónico de las clases dirigentes en una y otra confederación, sobre todo en Esparta y Atenas, no había cesado. Los regímenes políticos de cada una de las dos ciudades capitanas habían dado sus frutos, y ambas se creían fuertes para combatir a la otra, para imponer sus concepcionees y su primacía en la riqueza y en el territorio. Además estamos en un momento de gran auge de lo militar, que había comenzado con las guerras contra los persas.
Estando Sicilia sobre todo en manos espartanas, pero siendo una tierra estratégicamente situada en la geopolítica de la época, cerrado ya el paso hacia Iberia por Cartago, es también Plutarco quien nos informa del interés ateniense por la isla, donde tenía las ciudades de Catana y Leontina, entre otras, aliadas a su causa. Por su parte Esparta contaba con Mesina y Siracusa, Gela, Selinus e Himera, y asegurar el control de la isla fue lo que se intentó con la expedición de Alcibíades. La ciudad de Segesta, griega en el extremo occidental, había pedido ayuda a Atenas. Y saliendo una flota al mando de Alcibíades, se formó con más de cien navíos, más de cien carros, arqueros, cinco mil hoplitas, varios cientos de caballos, honderos y lanzadores de jabalina. Los preparativos, los recursos, los gastos y el destino incierto de la expedición, debieron de constituir una verdadera epopeya.
(Pinchar en la imagen para ver a mayor tamaño)
Desde el Ática salieron las naves en 415 a. de C., para dirigirse por el sur del Peloponeso dejando a la izquierda la isla de Kythira; luego la costa occidental de Grecia; el golfo de Tarento, ya en Italia, bordeando el sur de la península y llegando a la ciudad amiga de Catana. La ruta elegida no careció de riesgos, pues todo el sur de Grecia era espartano; así como Locri en el sur de Italia; Mesina en el estrecho de su nombre y Siracusa, vecina pero enemiga de Catana y Leontina.
Dos batallas frente a Siracusa tuvieron lugar entre 415 y 413 a. de C.; la primera sin resultado definitivo en favor de ninguno de los dos bandos, y llegando el invierno los atenienses lo pasaron en Catania, que debió experimentar en este momento un auge económico o una gran servidumbre de su población. La segunda batalla fue más encarnizada, pues los siracusanos recibieron refuerzos espartanos, así como llegaron también refuerzos para los atenienses. Nada salvó a estos últimos; siendo derrotados y teniendo que ser el prudente Nicias quien se rindiese. Alcibíades, el gran defensor de la expedición -contra la opinión de Nicias- huyó a Eparta muy pronto, y luego se puso al servicio de gobernadores persas... Toda una vida dedicada a la demagogia, a la lucha, a la imprudencia y a la traición.
Ser quizá descendiente de Eurusaces, según cuenta Plutarco; tutorando de Pericles, amigo de Sócrates, no le sirvió de nada para que se cumpliese en él la frase de Eurípides: en todos los que son hermosos es también hermoso el otoño.