lunes, 20 de febrero de 2012

Católicos contra hugonotes

La noche de S. Bartolomé. Fresco de Giorgio Vasari. 

Me parece uno de los fenómenos más complejos de la historia europea y de más difícil interpretación. Las reformas religiosas iniciadas en el siglo XVI por monjes, reyes, autoridades religiosas y otros personajes constituyen un fenómeno de transcendencia extraordinaria que alargaría sus consecuencias hasta el siglo XX. 

Creo que no podemos dejar de tener en cuenta las ambiciones nobiliarias y cortesanas, las pretensiones territoriales, el afán por la hegemonía europea y también, claro está, el deseo de que la cultura europea fuese una u otra según la confesión religiosa que se impusiese. Porque si bien las disputas de las que hablamos son entre cristianos, se están dando al mismo tiempo en que algunas potencias europeas luchan contra el turco no solo porque éste sea portador de otra religión y otra forma de vida, sino también por la hegemonía en el Mediterráneo y sureste de Europa. Es decir, tenemos durante buena parte del siglo XVI y el siglo XVII a unas monarquías, grupos nobiliarios, militares y burgueses empeñados en guerras y crímenes sin límite. Pero la prueba de que el conjunto de la población no contribuyó a éste fenémeno es que durante dichos siglos Europa prosperó económicamente, ya sea por los metales preciosos que venían de América, ya por la puesta en cultivo de nuevas tierras, el desarrollo del comercio internacional y el crecimiento de la población. Si bien las dos centurias citadas no son iguales en todos los países, lo cierto es que en el XVII despegan Inglaterra y Holanda; Flandes y los estados italianos alcanzan una prosperidad extraordinarias.

En el norte de Francia y al sur de la ciudad de Lille está la villa de Cambrai, cerca de la cual, en un castillo (Cateau-Cambrasis) los reyes de Inglaterra, Francia y España firmaron unos acuerdos de paz que, curiosamente, a los únicos que librarían de guerras sería a los italianos, pues Francia renunció definitivamente a sus aspiraciones en Italia. Esta paz demuestra también el triunfo de la diplomacia española, pero no servirá para que los Países Bajos de Felipe II, ni la Francia de Catalina de Médici, ni la Inglaterra de Isabel I, se librasen de una conflictividad continuada. 

En el siglo XVI había una obsesión en buena parte de Europa (se entiende por parte de reyes y nobles): cortar la extensión de la reforma protestante en sus diversas vertientes; calvinista, luterana y otras. No deja de ser paradójico que la reina inglesa Isabel lo fuese, entre otras causas, por la influencia de Felipe II de España, que recomendó su elección. Por su parte la regente Catalina, con su política cambiante en materia "religiosa", apoyando ahora a los hogonotes y luego a los católicos en función de sus intereses dinásticos, contribuyó también a cebar el conflicto, que ya se ve no es meramente religioso; más bien me parece que la religión es un prietexto para dirimir otros intereses. En estos intereses están nobles como los Condé, Borbón y Chatillón, los Guisa y otros; la Holanda de la época, que con toda lógica aspiraba a la separación de la monarquía católica, lejana e intransigente. El edicto de tolerancia en Francia (1563) no calmará las cosas sino por poco tiempo, sencillamente porque no se trataba de un tema esencialmente religioso el que se dirimía, sino de otro tipo: ¿a que viene, si no, el apoyo de Catalina a los Orange, como así mismo de Inglaterra? ¿A que viene el asesinato de María Estuardo que llevó a la ruptura de relaciones entre Inglaterra y España (quiero decir las dos monarquías) y la intervención de Gregorio XIII más como político que como clérigo? ¿Se iban a arreglar las diferencias religiosas en Europa con la pretendida invasión de Inglaterra por parte de España, como aconsejó en mala hora Álvaro de Bazán al rey español?

El puzle flamenco en el s. XVI
La matanza de hugonotes, primero en París y luego en otras partes de Francia en 1572 ("noche de San Bartolomé") no puede tener solo una intencionalidad religiosa, por la sencilla razón de que unos y otros temían no solo por la libertad religiosa (los hugonotes) y por la seguridad de la dinastía Valois (Catalina de Médici), sino que estaban de por medio los privilegios de los Guisa, de los Condé y de otras familias nobles de Francia. Tanto escrúpulo religioso y resulta que Enrique IV no tuvo inconveniente en someterse a la disciplina de la Iglesia (vamos a suponer que lo hizo por convicción) sino que además proclama la tolerancia religiosa con su Edicto de Nantes (1598)... que sería revocado casi un siglo más tarde por Luis XIV (1685: Edicto de Fontainebleau). 

Cuando estalle la guerra que conocemos como "de los treinta años" en 1618, comprometido el Imperio germánico y otros países satélites, ¿será solo por razones religiosas? El siglo del racionalismo, heredero del humanismo; el siglo de las "razones de Estado", el siglo de la lucha por la hegemonía europea, no permiten reducir a aquel asunto el gran conflicto europeo que aún no tendría solución en el cacareado año de 1648.

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