El papa Sarto |
No debió ser tan santo Pío X cuando permitió la existencia del "Sodalitium Pianum", que su sucesor tuvo que prohibir, organización clerical que espiaba a otros, tanto del bajo como del alto clero, para denunciarles de ser afectos al modernismo religioso, un movimiento intelectual dentro de la propia Iglesia que se desarrolló durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX.
Por supuesto fue una práctica no solo muy poco cristiana, sino anticristiana, como la que llevó a cabo la Inquisición. El afán de la Iglesia por encarrilar a todos en una misma concepción del cristianismo la llevó a lo largo de los siglos a excesos evidentes, a crímenes sin paliativos. La misma pretensión de la Iglesia de nombrar santos es ciertamente elocuente de las facultades que se otorgó a sí misma, pues ello equivale a presuponer la salvación de dichos santos, lo que no es dado sino a Dios (siempre hablando en la lógica religiosa de la Iglesia).
No fueron pocas las víctimas del "Sodalitium Pianum", cuyas informaciones pasaban al papa y al "Santo Oficio" para que se actuase en consecuencia. Lo cierto es que la infalibilidad papal, decratada como dogma tardíamente (en el concilio Vaticano I) llevó a algunos papas a actuar como si estuviesen revestidos de la facultad de no errar (antiguamente estaban revestidos de un poder temporal enorme, por lo que errar o no era lo de menos). Y dicha infalibilidad queda puesta en tela de juicio -si no hubiese miles de ejemplos- cuando un papa posterior, della Chiesa, abolió el "Soladitium".
Una encíclica, "Pascendi Diminici gregis", y un decreto del "Santo Oficio","Lamentabili Sane Exitu", ambos documentos publicados en 1907, vinieron a condenar el modernismo teológico, con lo que el papa y la jerarquía católica se aseguraban la disciplina -aunque algunos no la aceptaron- en cuanto a la interpretación de la Biblia, que había sido motivo de estudio a la luz de la metodología histórica en los últimos siglos, sobre todo en el XIX. Hasta tal punto esto es así que existió la convicción, en la Iglesia católica, de que los protestantes y los calvinistas estaban mucho más avanzados en la exégesis bíblica, en el conocimiento de la misma por los estudios realizados -en libertad- sobre ella. ¿Que era eso de aplicar la razón a cuestiones religiosas y teológicas? debió pensar el papa Sarto. Una vez más la Iglesia, en pleno siglo XX, seguía retrasada respecto del mundo, como lo estuvo durante todo el siglo XIX mientras condenó el liberalismo y luego el socialismo. Poco sabian los jerarcas de la Iglesia de entonces que décadas más tarde saldrían por todos lados "cristianos por el socialismo", "teólogos de la liberación", partidarios del "diálogo entre católicos y comunistas".
Los países en los que el modernismo teológico tuvo más arraigo y seguidores fueron Francia (en contacto con experiencias en la América protestante), Alemania, Italia y Gran Bretaña; mientras que no existió en España, seguramente condicionada por un aislamiento que comienza con el régimen de la Restauración y continúa durante la dictadura primorriverista.
El campeón del modernismo teológico francés fue Alfred Loisy: habiendo estudiado cultura oriental y enseñado el Antiguo Testamento, estaría en condiciones de relativizar y repensar muchos aspectos de la doctrina de la Iglesia, anclada en un conservadurismo muy inconveniente para muchos. Sus ideas le llevaron a la destitución como profesor y, un año después de publicarse la "Pascendi", fue excomulgado. Conoció muy bien el protestantismo, lo criticó en algunos de sus aspectos y aplicó el racionalismo para entender los Evangelios. Según César Izquierdo otros modernistas franceses fueron M. Hébert, E. Le Roy y A. Houtin.
En Alemania llegó a celebrarse una reunión de obispos, sacerdotes y laicos en Colonia en 1894, donde se hizo una severa crítica de algunas decisiones del Concilio Vaticano I. Uno de los alemanes que más destacó en el modernismo teológico fue F. X. Kraus, a quien se atribuye un programa anti-ultramontado (esencia del modernismo teológico) que según él consistía en: es ultramontano el que prefiere la Iglesia a la religión; lo es el que identifica la Iglesia con el papa; el que cree que el reino de Dios es de este mundo; el que cree que las convicciones religiosas pueden ser impuestas por la fuerza; el que está dispuesto a sacrificar su conciencia por la sentencia de una autoridad.
Ciertamente, la Iglesia se ha referido muchísimas veces a la religión como sinónimo de ella misma, siendo así que no son lo mismo ni mucho menos, entre otras cosas porque la Iglesia ha actuado en aspectos no religiosos muchas veces y porque existen muchas otras religiones con su espiritualidad, su teología y su moral. Que los luteranos y calvinistas llamasen a los católicos -sobre todo en determinadas épocas- papistas, tiene mucho que ver con la crítica que más tarde hicieron los modernistas, que ponían en cuestión la autoridad del papa. La negación de la imposición por la fuerza de las normas religiosas es un ataque a la acción del "Santo Oficio", heredero suavizado de la antigua Inquisición, y cuando apareció el "Sodalitium Pianun", por mucha organización secreta que fuese, se supo de su existencia y de los efectos de su actividad anticristiana. Ya Lutero, juzgado en un largo proceso para que se retractase de sus publicaciones, parece ser que contestó que no podía ir contra su conciencia, por lo que mantenía sus convicciones contrarias a la autoridad del papa y a las normas de muchos concilios, ya que se contradecían entre sí.
El papa Sarto no entendió esto y se puso en el siglo XIX cuando era un papa del XX, se puso contra la libertad de conciencia y a favor de una autoridad antigua de la Iglesia que muchos ya no seguían; se puso a buscar culpables cuando el modernismo fue un movimiento que pretendió renovar la Iglesia en el sentido en el que ahora lo ha hecho, aunque para muchos sean logros insatisfactorios.
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