Vista parcial de Albi |
El exilio fue, para miles de españoles que
tuvieron que huir de España durante la guerra civil o a partir de 1939, de una
dureza extraordinaria. Muchos no pudieron exiliarse y pasaron por el paredón de
los vencedores, otros sufrieron deportaciones, cárcel, entrega a las
autoridades nazis, campos de concentración… En este último caso estuvo el que
había sido Presidente del Gobierno español entre septiembre de 1936 y mayo de 1937,
Francisco Largo Caballero.
Los escasos siete años de vida que pasó en el
exilio, sobre todo en Francia, sirvieron a nuestro personaje para plantearse
que una solución a los problemas que sufrían los españoles, los de dentro y los
de fuera, no era ya volver a la vencida República, sino conseguir la unión de
todas las fuerzas antifranquistas, monárquicos y comunistas incluidos, y
plantear a la comunidad internacional (sobre todo a Gran Bretaña y Estados
Unidos) la necesidad de acabar con el régimen del general Franco para ser
sustituido por otro que, previa una transición, fuera sometido a plebiscito.
La idea, planteada de forma general y en otro
contexto, fue expuesta a algunos de sus colaboradores por el Presidente Azaña a
finales de 1936, y posteriormente, por caminos independientes, Prieto y Largo
Caballero la formularon en México y Francia respectivamente, con algunos
matices que el primero consideró se podían salvar en pocos minutos.
Largo Caballero se había resistido a abandonar
París cuando corría peligro de que los nazis le capturasen y mientras su
colaborador y amigo, Rodolfo Llopis, le insistía que fuese a Albi, donde él se
encontraba, en territorio que luego sería de la llamada “Francia libre” con
capital en Vichy. A la postre no le quedó más remedio que hacer caso a su amigo
y comenzar una peregrinación de ciudad en ciudad, de casa en casa, de prisión
en prisión (se tratase de cárceles o no); incluso hizo múltiples gestiones para
conseguir un visado que le permitiese embarcar a África o a América sin
conseguirlo nunca. Hasta que fue entregado a las autoridades nazis y encarcelado
en el campo de Sachsenhausen, al norte de Berlín. De allí se le intentó
trasladar a otro campo y, mientras se producía el traslado junto con otros a
pie, se retiró hacia un lado de la carretera, cansado y enfermo, siendo
aleccionado por un guardia que, quizá a propósito, disparó sin alcanzarle. De vuelta
al campo de Sachsenhausen sería liberado por los vencedores de la guerra
mundial en 1945 y, hasta su muerte en marzo de 1946, aún tuvo energía, aunque
enfermo, para plantear soluciones a la situación de España que pasaban, como se
dijo, por la ayuda internacional y por la sustitución del régimen del general
Franco por otro que tendría que ser plebiscitado (¿república o monarquía?).
En estas maquinaciones no estuvo solo Largo
Caballero, sino colaboradores suyos como Cerviño o su secretario Aguirre,
Prieto y sus colaboradores desde México, el propio Juan de Borbón, con quien
Largo se entrevistó alguna vez y otras veces por medio de terceros. Incluso los
monárquicos pensaron en un golpe de estado, con la colaboración de militares españoles
que estaban con Franco, que acabase con el régimen de este.
La muerte alcanzó a Largo sin poder ver el
resultado de estos esfuerzos, pero hoy sabemos que no llegaron a nada, salvo
aquel “Pacto de San Juan de Luz” en 1948 que no resolvió nada porque, como
sabemos, Juan de Borbón, al tiempo, negociaba con el general Franco el traspaso
del poder a su persona o –más tarde- a su hijo con ciertas condiciones que aquí
no vienen al caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario