Uno de los personajes
que participó en primera línea en el movimiento comunero castellano del siglo
XVI fue Bernardino de Valbuena, hijo del alcaide de Villalpando, por lo que no
pertenecía a los sectores más populares de la villa del mismo nombre, aunque
tampoco a la más encumbrada nobleza. Su familia llegó a poseer incluso un
molino en el río Valderaduey que debió aportarle buenas rentas. Dicho molino
fue objeto de litigio entre la familia y Antonio García de Villalpando,
canónigo de Toledo.
Cuando la guerra de las
comunidades de Castilla terminó, Bernardino de Valbuena fue juzgado y en los
papeles de aquel proceso se dice que era “muy mozo”[i],
por lo que se ha supuesto que tenía 25 años cuando se inició la guerra. Consiguió
el cargo de capitán de la Comunidad y luego el de gobernador y alcaide de la
fortaleza de Villalpando, siendo uno de los protagonistas de los
acontecimientos. Pero a lo largo del proceso también surgen ciertas dudas sobre
su dedicación a combatir a los partidarios del rey.
Lo cierto es que luego
se convirtió en uno de los más radicales comuneros, una vez se trasladó a
Toledo para continuar la guerra, cuando ya estos habían sido vencidos en
Villalar. En la ciudad del Tajo se encontraba el ejército comunero prácticamente
intacto bajo el mando de Antonio Osorio de Acuña[ii],
obispo de Zamora.
Contrariamente a lo que
se había creído con anterioridad, el campo jugó un importante papel en el
movimiento comunero, aunque su ideario revolucionario fuese redactado por algún
elemento urbano. El caso de Villalpando es paradigmático de lo que decimos,
siguiendo a Tomás López Muñoz. Las rentas campesinas fueron las que ayudaron a mantener el
grueso del ejército de la Junta en 1520, y los pertrechos militares custodiados
en la fortaleza de la villa, los que posibilitaron el reforzamiento de sus
tropas.
Desde Villalpando, el
programa de la Junta se expandió fácilmente por las localidades de su
jurisdicción, implicando de forma estrecha a unos hombres que, en nombre de la Santa Comunidad, se levantaron contra la
autoridad del Condestable de Castilla, buscando quizás la restitución de
antiguos derechos menoscabados al común por los señores.
Aunque se defina a las
Comunidades como un hecho urbano, a medida que el conflicto se prolonga las
relaciones de dependencia entre el movimiento y las zonas rurales fueron
haciéndose cada vez más evidentes. De éste modo, cuando las zonas rurales
queden en manos de los realistas, comenzará a gestarse la derrota comunera, a
juicio del autor por tres motivos:
Una vez que los grandes
consiguen sofocar el levantamiento en sus dominios señoriales, la Comunidad
verá agotada su más importante fuente de recursos y hombres. Controlado el
campo, desde el punto de vista militar los nobles solo debían concentrar sus
esfuerzos en ahogar los focos revolucionarios de unas ciudades rebeldes que difícilmente podrían resistir largos asedios sin el apoyo de las zonas rurales
más cercanas. Con el dominio en el ámbito rural por el bando realista, el
programa comunero perdía uno de sus aspectos más radicales, definido por la
violencia antiseñorial.
El proceso judicial que
se siguió contra Bernardino de Valbuena ofrece numerosos datos sobre la
identidad de los líderes y actores del movimiento revolucionario en el campo, y
nos permite trazar –dice el autor al que sigo- nuevas e interesantes
afirmaciones sobre el heterogéneo grupo comunero. Valbuena, vinculado a la
oligarquía de Villalpando, encabezó la rebelión tras ser nombrado por la Junta
del Reino gobernador y alcaide del lugar. En otras villas como la citada sucede
del mismo modo: la primera actuación llevada a cabo por la Junta fue la de
sustituir la figura más representativa del poder señorial, el gobernador. Los
cargos concejiles fueron también sustituidos, y los nuevos, representantes de la
Comunidad, encontrarán en las clases populares su mayor soporte.
Estas clases populares
se resisten contra la consolidación de la nobleza medieval, lo que hace
cuestionar la autoridad señorial. Si como en el caso de Villalpando se trata de
una cabeza de señorío, aquello tiene una explicación más clara. A los momentos
previos a la revolución comunera sigue la violencia y los episodios
antiseñoriales, tanto contra los bienes del Condestable como contra los
servidores de éste.
Bernardino de Valbuena,
después de ser líder comunero, fue exiliado y procesado tras la derrota, y en el
proceso que se siguió contra él se ponen de manifiesto los contactos que tuvo
con otros líderes comuneros. Dicho proceso se encuentra en la documentación de la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional y, más
concretamente, entre los documentos de la casa ducal de Frías, fondo que
comprende la documentación referente a las antiguas casas de Pacheco, Velasco y
de los condes de Fuensalida y Oropesa[iii].
(La fotografía de arriba en adripalomares.com/portfolio-item/villalpando/)
[i] “Proceso contra Bernardino de Valbuena…”, obra de Tomás López Muñoz, en la que se basa el presente resumen.
[ii] Natural de Valladolid, murió ejecutado en Simancas en 1526. Fue un clérigo de tortuosa vida: miembro de la Orden de Calatrava, luego se fue a Roma donde encontró acomodo gracias a unos familiares. Fue excomulgado y, de vuelta en España, ejerció como capellán de los Reyes Católicos…
[iii] Ver nota i.
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