En el puerto de
Trouville, centro de veraneo durante el Segundo Imperio, pintó Eygène Boudin
varios cuadros, uno de ellos donde al fondo está el pueblo del mismo nombre y, en primer plano, un entrante del mar con pequeñas embarcaciones. Trounville está
en la costa francesa que se asoma al Canal de la Mancha, muy cerca de Deauville,
en la región de Normandía.
Boudin era del país,
por lo que conocía bien los pueblos y los paisajes costeros; con el tiempo se
hizo amigo de Monet, del que fue mentor cuando este empezaba, y
juntos compartieron muchas inquietudes artísticas. Monet era más joven que
Boudin y no se limitó a los paisajes, sino que se detuvo en las cosas:
nenúfares, edificios, rocas, calles, retratos, etc. Boudin pintó sobre todo a
su Normandía natal, dejándonos “El muelle de Deauville” (1869) donde más se ven
las arboladuras de las naves, el cielo y la playa.
Otra obra excelente es “Lavanderas
en un arroyo” (1885-1890) donde las manchas de color se combinan con la luz en
el campo, una valla de madera y el agua. La técnica impresionista es evidente,
rindiendo homenaje a las mujeres sencillas de su tierra (ver abajo). Otra de
sus obras es “Verano en Trouville (1890-1894) donde es la luz la protagonista,
fundiéndose el cielo con el mar en una sutil línea, mientras que los elementos
solo pueden ser intuidos: una barca vieja, personas, las casas al fondo, una
punta de tierra en el mar (ver arriba).
Pudo haber recibido
ayuda de la aristócrata Paulina Metternich, pues esta fue mecenas de otros artistas; lo cierto es que la representa a la orilla de mar, ataviada con un vestido de la época. En otras
ocasiones pintó veraneantes agrupados en la playa, mirando al mar en sus sillas, con sombrillas y otros atuendos. También pintó acantilados, molinos de sus
viajes a Bélgica y Holanda, embarcaciones sencillas y otras engalandas con
banderolas que se agitan al viento y se reflejan en el agua. Boudin y Monet debieron influirse mutuamente: los
efectos de contraluz, la vivacidad y la sensación de captar un momento
determinado.
No es extraño que
Boudin se entregase a estos temas porque era hijo de marinero, pero también
concedió mucha importancia a la representación del cielo, lo que llevó a Corot,
ya mayor, a calificar a Boudin como “rey de los cielos”.
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