Tournai, al suroeste de Bélgica |
A principios del siglo XX el gobierno francés,
de la mano de Émile Combes, aplica una política anticlerical que va a obligar a
muchos clérigos a abandonar Francia en dirección, sobre todo, a Bélgica. Combes
había nacido en 1835 en la villa sureña de Roquecourbe.
No había sido el primero en estas ideas, que
heredó de Waldeck-Rousseau, impulsor de una ley de asociaciones en 1901. En los
próximos años muchos colegios religiosos fueron cerrados considerando el Estado
que la enseñanza era una función esencialmente pública. Desde ese momento
Bélgica, España, Italia, Inglaterra y Suiza fueron los principales países a
donde llegaron clérigos franceses.
La emigración a Bélgica, según Sofie Leplae fue
una solución provisional e intermedia, mientras se esperaba la vuelta a Francia
o la partida a un país más lejano. Algunas de las congregaciones religiosas
abandonaron Europa y conocieron tiempos de gran prosperidad. Los primeros
religiosos que abandonaron Francia fueron los asuncionistas, condenados durante
el “proceso de los doce” en 1900, precedente de la ley de asociaciones. En los
años siguientes iban siendo cerrados centros religiosos y confiscados por el
Estado sus establecimientos. Jean Stengers ha subrayado la reputación de
Bélgica en el siglo XIX como “tierra de acogida”.
En cuanto al reparto geográfico de los
religiosos franceses emigrados a Bélgica, según Sofie Leplae, fue siguiendo
criterios de proximidad: primero las regiones más próximas a Francia, las del
sur de Bélgica (Mouscron, Tournai, Mons, Charleroi, Dinant, Cinei,
Daverdisse…). También fueron importantes Namur y Hamois y, en el norte,
Amberes, Gante y, en menor grado, Brujas.
Desde 1814 hasta la primera guerra mundial
Bélgica estuvo gobernada por católicos, pero los exiliados franceses no fueron
acogidos con los brazos abiertos. La oposición liberal y socialita salió
reforzada por la introducción, en 1893, del sufragio masculino proporcional y
el gobierno de Smet-de Naeyer, establecido en 1899, era conservador y poco
inclinado a una política social o demasiado clerical. La victoria de los
republicanos en Francia en 1902 y la llegada al poder de Combes, tuvieron
bastante eco en Bélgica, donde los liberales y socialistas comenzaron a soñar
con una victoria del anticlericalismo.
Ya en 1901 el senador liberal moderado Oswald
de Kerchove de Denterghem pidió al Senado una intervención de la
Santa Sede contra el establecimiento de
conventos en Bélgica. De lo que se trataba era de evitar que no sufriesen, los
conventos dedicados a la enseñanza en dicho país, la competencia de los
franceses. Por otra parte consideraba que los municipios belgas no podrían
echarse encima la responsabilidad de atender a las fábricas de más iglesias.
El episcopado belga, por su parte, había
decidido no autorizar, sino bajo ciertas condiciones, más establecimientos de
comunidades extranjeras. Las discusiones se concentraron sobre todo en torno a
la cuestión financiera, concretamente sobre las manos muertas y el voto de
pobreza. El gobierno belga, aunque defendía en público a los clérigos
inmigrantes franceses, pidió al Vaticano y a los obispos que limitasen el
número de los inmigrados.
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