sábado, 10 de septiembre de 2016

Los clérigos huyen a Bélgica

Tournai, al suroeste de Bélgica


A principios del siglo XX el gobierno francés, de la mano de Émile Combes, aplica una política anticlerical que va a obligar a muchos clérigos a abandonar Francia en dirección, sobre todo, a Bélgica. Combes había nacido en 1835 en la villa sureña de Roquecourbe.

No había sido el primero en estas ideas, que heredó de Waldeck-Rousseau, impulsor de una ley de asociaciones en 1901. En los próximos años muchos colegios religiosos fueron cerrados considerando el Estado que la enseñanza era una función esencialmente pública. Desde ese momento Bélgica, España, Italia, Inglaterra y Suiza fueron los principales países a donde llegaron clérigos franceses.

La emigración a Bélgica, según Sofie Leplae fue una solución provisional e intermedia, mientras se esperaba la vuelta a Francia o la partida a un país más lejano. Algunas de las congregaciones religiosas abandonaron Europa y conocieron tiempos de gran prosperidad. Los primeros religiosos que abandonaron Francia fueron los asuncionistas, condenados durante el “proceso de los doce” en 1900, precedente de la ley de asociaciones. En los años siguientes iban siendo cerrados centros religiosos y confiscados por el Estado sus establecimientos. Jean Stengers ha subrayado la reputación de Bélgica en el siglo XIX como “tierra de acogida”.

En cuanto al reparto geográfico de los religiosos franceses emigrados a Bélgica, según Sofie Leplae, fue siguiendo criterios de proximidad: primero las regiones más próximas a Francia, las del sur de Bélgica (Mouscron, Tournai, Mons, Charleroi, Dinant, Cinei, Daverdisse…). También fueron importantes Namur y Hamois y, en el norte, Amberes, Gante y, en menor grado, Brujas.

Desde 1814 hasta la primera guerra mundial Bélgica estuvo gobernada por católicos, pero los exiliados franceses no fueron acogidos con los brazos abiertos. La oposición liberal y socialita salió reforzada por la introducción, en 1893, del sufragio masculino proporcional y el gobierno de Smet-de Naeyer, establecido en 1899, era conservador y poco inclinado a una política social o demasiado clerical. La victoria de los republicanos en Francia en 1902 y la llegada al poder de Combes, tuvieron bastante eco en Bélgica, donde los liberales y socialistas comenzaron a soñar con una victoria del anticlericalismo.

Ya en 1901 el senador liberal moderado Oswald de Kerchove de Denterghem pidió al Senado una intervención de la Santa Sede contra el establecimiento de conventos en Bélgica. De lo que se trataba era de evitar que no sufriesen, los conventos dedicados a la enseñanza en dicho país, la competencia de los franceses. Por otra parte consideraba que los municipios belgas no podrían echarse encima la responsabilidad de atender a las fábricas de más iglesias.

El episcopado belga, por su parte, había decidido no autorizar, sino bajo ciertas condiciones, más establecimientos de comunidades extranjeras. Las discusiones se concentraron sobre todo en torno a la cuestión financiera, concretamente sobre las manos muertas y el voto de pobreza. El gobierno belga, aunque defendía en público a los clérigos inmigrantes franceses, pidió al Vaticano y a los obispos que limitasen el número de los inmigrados.


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