Parece ser que la solidaridad entre los altos mandos del ejército alemán, durante los doce años de mandato de Adolf Hitler, jugó un papel determinante para que este no descubriese los muchos intentos que, en el seno del propio ejército, se fraguaron para acabar con el dictador. Obviamente no todos los generales alemanes estuvieron de acuerdo en atentar contra Hitler, pero muchos sí y se protegieron unos a otros aunque el nivel de compromiso fuese distinto. Si casi nunca llevaron a cabo el atentado definitivo -y cuando lo ejecutaron, como se sabe, fracasó- fue por la popularidad creciente de Hitler entre la población alemana, no solamente entre sus votantes, ya que excitó con éxito el nacionalismo al reocupar Renania, incorporar Austria y los Sudetes al Reich, acabar con el paro...
Tras la crisis de 1929, que afectó gravemente a Alemania al ser un país fuertemente industrializado, el régimen democrático se desacreditó entre amplios sectores de la población -y esto no ocurrió solo en Alemania- con lo que unas políticas de fuerte intervención estatal en la economía (se obligó a las empresar a contratar trabajadores con salarios más bajos) muchas mujeres fueron destinadas al trabajo en el hogar, se desposeyó de los trabajos a los judíos para que los ocupasen alemanes no judíos (así mismo otras minorías como los gitanos) se hicieron fuertes inversiones en obras públicas (autopistas) y en armamento... Todo ello contribuyó a la disminución drástica del paro.
La Abwehr fue un servicio de inteligencia alemán que se creó en el año 1921, por lo tanto en época democrática, aunque luego Hitler le cambió el nombre y los objetivos. Desde 1935 estuvo al frente de la Abwehr el almirante Canaris, que no era nazi pero tenía una gran experiencia en espionaje por su larga trayectoria desde la primera guerra mundial. Tuvo que esforzarse para que el organismo no cayese bajo la influencia de otros servicios de espionaje alemanes. A sus órdenes estuvo Hans Oster, furibundo opositor a Hitler y al nazismo. Como militar -igual que otros- o renunciaba a su profesión y estatus o sería perseguido y ejecutado, pues realmente una oposición abierta contra el nazismo no la hubo salvo en contadas ocasiones. La Abwehr, como otros militares y organizaciones más o menos inconexas, actuó siempre en la sombra y consiguió mantener ocultas sus intenciones de atentar contra Hitler.
La invasión de Checoslovaquia en 1938 colmó el vaso de la paciencia para algunos miembros de la Abwehr: los conspiradores para acabar con Hitler fueron Canaris, Ludwig Beck, Oster, Gisevius y Weizsäcker; el método sería un golpe de estado que creían sería bien visto por las potencias occidentales, aunque estas nunca prestaron atención a los intentos de militares alemanes en este sentido, a pesar de que en varias ocasiones los gobiernos británico y francés fueron advertidos de las intenciones expansionistas de Hitler y de la necesidad de su derrocamiento. Puede que la Conferencia de Munich, propuesta por Mussolini y en la que participaron Gran Bretaña, Alemania, Italia y Francia, desactivase los planes de la Abwehr, pues al llegar a un acuerdo sobre las pretensiones alemanas en Checoslovaquia, no era el momento más adecuado para un golpe si Hitler se había reforzado interna y externamente.
El comienzo de la guerra en 1939, verdadera causa de la oposición del servicio de inteligencia a los planes de Hitler, ya que consideraban sus miembros que no sería posible la victoria y sí en cambio grandes sufrimientos para el pueblo alemán, reactivó los esfuerzos de los miembros de la Abwehr para dar un golpe de estado e incluso Oster llegó a advertir a los gobiernos belga y holandés de que corrían el peligro inminente de la invasión alemana, pero estos gobiernos no le creyeron. No se trata de que los gobiernos occidentales no creyesen posible la invasión alemana, sino que no creyeron a los miembros de Abwehr. Cada vez que este servicio de espionaje -o sus más importantes miembros- estaban a punto de ejecutar sus planes, un accidente interno o externo venía a hacerlos inoportunos o sin garantías de éxito. Se perdieron así dos años clave para que Europa se librase de una guerra, que con Hitler en el poder fue inevitable.
La Abwehr fue un servicio de inteligencia alemán que se creó en el año 1921, por lo tanto en época democrática, aunque luego Hitler le cambió el nombre y los objetivos. Desde 1935 estuvo al frente de la Abwehr el almirante Canaris, que no era nazi pero tenía una gran experiencia en espionaje por su larga trayectoria desde la primera guerra mundial. Tuvo que esforzarse para que el organismo no cayese bajo la influencia de otros servicios de espionaje alemanes. A sus órdenes estuvo Hans Oster, furibundo opositor a Hitler y al nazismo. Como militar -igual que otros- o renunciaba a su profesión y estatus o sería perseguido y ejecutado, pues realmente una oposición abierta contra el nazismo no la hubo salvo en contadas ocasiones. La Abwehr, como otros militares y organizaciones más o menos inconexas, actuó siempre en la sombra y consiguió mantener ocultas sus intenciones de atentar contra Hitler.
La invasión de Checoslovaquia en 1938 colmó el vaso de la paciencia para algunos miembros de la Abwehr: los conspiradores para acabar con Hitler fueron Canaris, Ludwig Beck, Oster, Gisevius y Weizsäcker; el método sería un golpe de estado que creían sería bien visto por las potencias occidentales, aunque estas nunca prestaron atención a los intentos de militares alemanes en este sentido, a pesar de que en varias ocasiones los gobiernos británico y francés fueron advertidos de las intenciones expansionistas de Hitler y de la necesidad de su derrocamiento. Puede que la Conferencia de Munich, propuesta por Mussolini y en la que participaron Gran Bretaña, Alemania, Italia y Francia, desactivase los planes de la Abwehr, pues al llegar a un acuerdo sobre las pretensiones alemanas en Checoslovaquia, no era el momento más adecuado para un golpe si Hitler se había reforzado interna y externamente.
El comienzo de la guerra en 1939, verdadera causa de la oposición del servicio de inteligencia a los planes de Hitler, ya que consideraban sus miembros que no sería posible la victoria y sí en cambio grandes sufrimientos para el pueblo alemán, reactivó los esfuerzos de los miembros de la Abwehr para dar un golpe de estado e incluso Oster llegó a advertir a los gobiernos belga y holandés de que corrían el peligro inminente de la invasión alemana, pero estos gobiernos no le creyeron. No se trata de que los gobiernos occidentales no creyesen posible la invasión alemana, sino que no creyeron a los miembros de Abwehr. Cada vez que este servicio de espionaje -o sus más importantes miembros- estaban a punto de ejecutar sus planes, un accidente interno o externo venía a hacerlos inoportunos o sin garantías de éxito. Se perdieron así dos años clave para que Europa se librase de una guerra, que con Hitler en el poder fue inevitable.
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