martes, 17 de julio de 2018

Las imágenes de la Edad Media

Roldán y Ferragut


La obra de Jacques le Goff, “Una Edad Media en imágenes” tiene un interés extraordinario por su originalidad y por el tratamiento que da el autor a los diversos ejemplos de la pintura y la escultura medievales. El autor comienza por estudiar los espacios, centrales y periféricos, del arte cristiano medieval, se centra en las herencias bárbaras y arcaicas, sigue con un capítulo donde trata de la iconografía del hombre y de Dios, además de otros personajes religiosos.

La obra se completa con el tratamiento que los artistas medievales han dado a la muerte y al más allá, a los animales, a los objetos y, en pleno esplendor, la representación de niños, la mujer, el retrato, la cultura popular reflejada en las obras que nos ha legado la Edad Media, las fiestas con grandes comidas y juegos, las iniciales iluminadas, la música y la danza.

No faltan en la obra ilustraciones sobre ángeles trompeteros anunciando el Apocalipsis, crismones, caballeros, crucificados, orantes, peregrinos, clérigos y reyes, alegorías, maternidades, incluso mapas y ciudades amuralladas, paisajes y castillos. Un ejemplo es el “Cristo en su barca con sus compañeros”, miniatura del evangeliario de Odón III, obra de finales del siglo X que se encuentra en la catedral de Aquisgrán.

Se suceden los monstruos y los objetos decorativos, los relieves de animales, como la piedra esculpida en la pila norte del arco de Gerlannus, en la iglesia abacial de San Filiberto (Tournus, siglo XI). Siguen sarcófagos decorados, personajes apretados entre sí y con una expresividad casi ilimitada; la cruz de Lotario, obra de finales del siglo X que se encuentra en la catedral de Aquisgrán; mosaicos del mausoleo de Gala Placidia en Rávena (siglo V); visiones, capiteles, vidrieras…

Llama la atención un “Adán” de influencias clásicas, aunque de anatomía más espigada, esculpido en piedra que luego se ha policromado. De mediados del siglo XIII, se encuentra en el Mueso del Louvre, pero procede del brazo sur del crucero de la catedral de París.

Los artistas de la Edad Media nos deparan sorpresas continuamente: ¿Qué decir del relieve que representa a la Eva bíblica, obra del siglo XII, de Autun? Adaptada al marco, casi recostada y rodeada de frutales de los que, inadvertidamente, coge la manzana prohibida. Sus cabellos están peinados delicadamente en finísimos trazos, su anatomía alargada es singularísima, su rostro expresivo y poco natural (se encuentra en el Museo Rolin, un edificio acastillado en la ciudad citada).

Pilas bautismales decoradas profusamente y representando, entre otras escenas, el pecado original. El autor de “Adán y Eva expulsados del paraíso” ha esculpido un ángel contrahecho con las alas muy desplegadas, los personajes estáticos, las anatomías apenas insinuadas y la vegetación en derredor se distribuye por todos lados, pero sin perspectiva alguna. Contrasta la desnudez de los expulsados con la túnica del ángel en esta obra en bronce que decora una puerta de la basílica de San Zenón de Verona (siglo XI).

Una bellísima iluminación es la del trabajo en el campo, obra del siglo XV, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Florencia, y que contrasta con la escultura de Hugo I, conde de Vaudémont (Lorena), recibido por su esposa al volver de la segunda cruzada. Los personajes se unen en una sola pieza, solamente distinguibles por la menor altura de la mujer, el cuerpo más desarrollado del conde, que lleva en su mano derecha un bastón de mando, los ropajes de ambos labrados toscamente pero con cierto detalle. Es obra del siglo XII y se encuentra en el Museo Histórico Lorrain de Nancy. El artista barroco francés ¿pudo imaginar que un museo con su nombre albergaría obra tan antigua?

Y lo que generalmente no se tiene en cuenta de la Edad Media son las representaciones de objetos como el aguamanil del siglo XIII en bronce con incrustaciones de esmalte negro y de plata que se encuentra en el Museo Victoria y Alberto de Londres, aunque es obra alemana. Una llave bellísima de la iglesia de Santa Isabel de finales del siglo XII (Marburgo), libros decorados, instrumentos musicales labrados en las portadas de las iglesias entre otros lugares.

La obra de le Goff es sencilla en apariencia, pero de una densidad de contenidos extraordinaria, una joya para entender la vasta época, misteriosa todavía en muchos aspectos, donde lo obscuro parece prevalecer, pero las luces de las miniaturas, de las vidrieras y de las más refinadas esculturas y pinturas se abren paso con todo su esplendor.

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