José Andrés-Gallego y
Antón M. Pazos han estudiado los documentos que forman el Archivo del Cardenal
Gomá[i]
–antes lo han hecho otros con menor extensión- y ponen de manifiesto el
conflicto que dicho cardenal mantuvo con Vidal i Barraquer.
Desde antes que Gomá
fuese nombrado Arzobispo de Toledo –dicen los autores citados- había una
corriente encabezada por el Cardenal Vidal i Barraquer que pretendía acabar
con algunos de los privilegios que tenía el Primado de Toledo. Gomá tuvo
enfrentamientos con Barraquer y estuvo aconsejado por el Cardenal Segura[ii].
Un testimonio significativo de los roces que mantenía Gomá con Barraquer es lo
que aquel dice en una carta enviada el 1 de febrero de 1936 a su amigo el
jesuita W. Ledóchowscki[iii].
Se queja Gomá al
jesuita austriaco diciéndole que no debe desconocer “la forma precisa,
categórica, con que la bondad de nuestro Santísimo Padre se dignó concretar las
atribuciones del Arzobispo de Toledo…”. Le recuerda que el papa le había
hablado de los derechos primaciales de la Sede toledana, que nunca había
querido modificar dichos derechos y, con respecto a la Acción Católica, recordó
a San Cipriano[iv].
También dice que el papa había escrito al Nuncio en España dándole instrucciones
coincidentes con lo arriba indicado.
Pero el Nuncio nada le
dijo a Gomá de esta carta del papa, teniendo que insinuarle varias veces la
situación “difícil” en la que se encontraba. La respuesta del diplomático fue
que esperara y –según dice Gomá- “estuvo conmigo algo más que inconveniente”.
El cardenal también dice conocer confidencialmente que el Nuncio había escrito
a la Secretaría de Estado en sentido “poco favorable a mis derechos”.
Mientras tanto –sigue hablando
Gomá- el Cardenal de Tarragona pidió a los Metropolitanos, “incluso a mí”, los
datos económicos de las diócesis en orden a las futuras Conferencias de
Metropolitanos, y algo que parece molestar al primado es la carta que Barraquer
había dirigido al Jefe del Gobierno, Azaña, protestando por los atentados que
se estaban cometiendo “contra la religión, como Cardenal más antiguo”. A Gomá
le parecen estas cosas insidias que duran ya varios años y que atentarían “contra
los derechos primaciales de esta gloriosa Sede”.
Al primado le interesa,
ante todo, garantizar la dirección de las cosas eclesiásticas en España y ve
que la concordancia ente la Nunciatura y Tarragona le expone a una
desautorización “funesta para mi prestigio y para los derechos de esta Sede”.
Ve Gomá una dualidad de direcciones en momentos que considera gravísimos para
la Iglesia en España, además de por las orientaciones distintas que podrían
darse en el orden religioso. Es reveladora su expresión de que “el simple hecho
de que desde la ‘región’, que contra el sentir general del pueblo español ha
logrado la autonomía política, se orientarán, en el sentido que fuese, las
cosas de la ‘nación’, y ello con mengua de una institución secular y querida de
los españoles como es la primacía de Toledo…”.
Sigue luego acusando al
Nuncio de que con el pretexto de los abusos de la Primacía por parte de su
antecesor (Pedro Segura) era reacio a atenderle. A Gomá le preocupaban dos cosas
en vísperas de la guerra que no podía adivinar pero que tendría noticia de los
movimientos militares preparativos: en primer lugar no perder el poder que le
permitiese –como así fue- apoyar a un régimen distinto al establecido en España
en esos momentos; luego sería representante oficioso del papa ante Franco. La
otra es contrarrestar todo lo posible la influencia de Barraquer a quien parece
ver como el que podría dirigir las cuestiones eclesiásticas y religiosas desde
una Cataluña que no le gusta a Gomá con el régimen de autonomía alcanzado desde
1932.
[i] “Documentos de la Guerra Civil”.
[ii] Puede verse en cualquier fuente lo conflictivo de este eclesiástico tanto en un régimen político como en otro, así como la particular forma de concebir su acción pública.
[iii] Austriaco e hijo de un conde, su familia estuvo muy relacionada con la Iglesia y con el ejército. Estudió en Viena y sirvió a la emperatriz Isabel de Baviera, por lo que estas experiencias debieron marcar su personalidad.
[iv] Fue obispo de Cartago en el siglo III y no parece haber relación alguna con la Acción Católica del siglo XX.
En la fotografía G. Pizzardo, segundo de la diplomacia vaticana en la época de la carta estudiada.
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